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Beltrán de Galarza

Biografía

Galarza, Beltrán de. Villabrágima (Valladolid), p. t. s. XVI – Dueñas (Palencia), 5.X.1557. Oidor de la Real Chancillería de Valladolid, oidor de la Real Chancillería de Granada, miembro del Consejo Real.

Su origen influyó en la relación con importantes ministros cortesanos. La familia Galarza procedía de la anteiglesia de Léniz, cerca de Vergara, desde donde varios de sus miembros partieron hacia Castilla. Uno de ellos se trasladó a Bonilla, en Cuenca, rama de la que procedía Pedro García de Galarza, obispo de Coria entre 1579 y 1603. Otros pasaron a Villabrágima, localidad del Obispado de Palencia en la que arraigaron rápidamente, pues en ella nació Beltrán de Galarza, y su hermano Andrés López de Galarza ejerció muy pronto como alcalde mayor. El traslado bien pudo estar causado por las diferencias mantenidas con los Guevara, que condujeron en 1516 a Martín Sánchez de Galarza, señor de la casa de Galarza, y al concejo del valle de Léniz, a negarse a obedecer la orden de Pedro Vélez de Guevara, conde de Oñate, de reunirse con él para luchar en Navarra contra los franceses, alegando que sólo respondían a llamamiento de la provincia de Guipúzcoa. Los Guevara poseían el condado de Oñate, los Galarza venían sirviéndoles en puestos administrativos (Lope García de Galarza había desempeñado el cargo de alcalde mayor del señorío), y el traslado debió consumarse pocos años antes, puesto que el 20 de abril de 1520 Andrés López de Galarza obtuvo ejecutoria de hidalguía, seguramente para evitar el pago de imposiciones en Villabrágima.

Beneficiado de cierto desahogo económico, Beltrán de Galarza pronto obtuvo grado de bachiller en utroque iure e ingresó el 8 de octubre de 1528 en el colegio salmantino de San Bartolomé, tras presentar las informaciones de rigor. En él mostró gran capacidad para el Derecho, al extremo que asumió una de las cátedras de Código entre 1531 y 1534. Durante este ejercicio realizó, el 16 de abril de 1532, el juramento para recibir grado de licenciado en Leyes. Concluida la enseñanza de Código, se hizo cargo “con grandísimo excesso de votos” de la cátedra de Digesto Viejo instituida por la Universidad en 1534, si bien permanecería escaso tiempo en ella (del 4 de marzo al 25 de julio), pues no tardó en dejar el colegio.

Probablemente tan rápido abandono del establecimiento colegial pudo guardar relación con el ejercicio del doctor Hernando de Guevara como camarista (iniciado en 1533). De creciente influencia en la Corte, Guevara debió de postergar las diferencias entre sus respectivas familias para favorecer el paso de Galarza a la Chancillería de Valladolid en 1535.

Su llegada coincidió con la presidencia en el tribunal de Pedro González Manso, pero sería con su sucesor Fernando de Valdés (en el cargo desde mediados de 1535) con quien trabó una relación decisiva para su futuro político. Llegado Valdés a la presidencia del Consejo Real el 11 de julio de 1539, impulsó el nombramiento de Galarza para el organismo el 2 de junio de 1542, tras un breve paso por la Chancillería de Granada, a la que había llegado en sustitución del licenciado Francisco de Montalvo, nombrado alcalde de Casa y Corte.

De la etapa inicial del licenciado Beltrán de Galarza en el Consejo, destacó su intervención en la sentencia definitiva contra Hernando Pizarro, en diciembre de 1545, que firmó junto al licenciado Alderete y el doctor Escudero, tras recusar el acusado al Consejo de Indias; así como la negociación económica sostenida con el Concejo de la Mesta cuando ejerció su presidencia en 1546, comisión en la que se le permitió actuar con gran autonomía. Igualmente, el Emperador reparó en Galarza y el licenciado Francisco de Montalvo cuando pensó en doblar la presencia de oidores del Consejo Real en la Suprema a comienzos de 1548, tras la muerte del licenciado Ibáñez de Aguirre. Con todo, Valdés —ya inquisidor general—, pese a la sintonía política con Galarza, no mostró entusiasmo con la idea.

Pero la mayor influencia de Galarza en la resolución de los asuntos no llegaría hasta la regencia de Maximiliano y María, que favoreció la consolidación cortesana del grupo de Fernando de Valdés. Las Instrucciones que el Emperador dejó a su hija y su marido el 29 de septiembre de 1548 confirieron a los licenciados Beltrán de Galarza y Hernando Martínez de Montalvo el despacho de la Cámara, con Juan Vázquez de Molina como secretario, tarea que supondría para ambos un sobresueldo anual de 50.000 maravedís, hasta el regreso del príncipe en 1551. Con esta posición, ambos letrados entendieron en materias sensibles que afectaban a personas de elevada posición social, caso de la boda del conde de Ribadavia con María de Mendoza. Igualmente, la relevancia administrativa de Galarza en ese momento quedó testimoniada en su intervención con el propio Juan Vázquez, el obispo de Lugo, los contadores y Alonso Baeza en la dirección de la hacienda. En este sentido, para que los documentos sobre esta materia tuvieran validez debían estar señalados por el obispo Juan Suárez, Galarza, y uno de los contadores. La intervención en materias financieras adquirió oficialidad con su nombramiento como consejero de Hacienda el 29 de noviembre de 1548. Asimismo, en el curso de la regencia el presidente Niño indicó la conveniencia de que se realizara visita al aposento cortesano, con el más que probable fin de perjudicar al partido de Valdés.

En principio, la comisión se atribuyó al doctor López de Ribera, pero finalmente la intervención del licenciado Galarza ante el patriarca consiguió que no se alterara la ejecución usual de estas inspecciones, al cargo conjunto de un alcalde de Casa y Corte y uno de los mayordomos de la pareja real. Expresión de la elevada posición del consejero fue el nombramiento de su hijo Gabriel de Galarza como capellán del Emperador el 4 de julio de 1549, momento en torno al cual también pudo ganar el licenciado la plaza de alcalde ordinario de Oñate.

Tan extenso campo de actuación generó una arbitrariedad en el manejo de los asuntos de la que se quejó el propio Emperador, y que autorizó las acusaciones de comportamiento ilegal contra ambos camaristas concluidas por la visita del Consejo Real realizada por la presión del grupo “ebolista” en 1553. La petición formulada por Maximiliano y María al Emperador el 25 de enero de 1550, de que se cumpliera la distribución administrativa fijada en los documentos que regulaban la regencia, obligó a Carlos V a expresarles que los únicos que estaban alterando el equilibrio de decisión entre la Corte imperial y la de Valladolid eran Galarza y Martínez de Montalvo. Para ello argumentó, entre otros casos, la concesión irregular al marqués de Poza de la escribanía de los hijosdalgo de Navarra vacante por Vañuelos, pese a que las restricciones al poder otorgado a los regentes reservaban con claridad al Emperador la provisión de todas las plazas del Consejo de Navarra, entre otros tribunales.

Con el regreso del príncipe Felipe a Castilla en 1551, Galarza continuó destacando en el despacho a la sombra de Valdés, tanto en el aspecto hacendístico como en el inquisitorial. Puesto que, gracias a la intermediación del obispo de Palencia, Pedro García de la Gasca, el inquisidor general consiguió que la entrada de oidores del Consejo Real en la Suprema, en la persona de los licenciados López de Otálora y Galarza, fuera por su antigüedad y no con precedencia, como pretendía el presidente Niño. El 17 de marzo de 1553, el inquisidor general escribió al Emperador: “[...] oídas las partes, mandó S. Al. guardar la costumbre y orden que había por antigüedad; y así sirven ya en el consejo de la inquisición el licenciado Otalora y el licenciado Galarza, que por las cualidades de su persona y por la necesidad que había de que los del Consejo Real entendiessen en lo de la inquisición, paresció a S. Al. nombrarle”. Con todo, la consolidación de Ruy Gómez en el entorno del príncipe Felipe no tardó en tener consecuencias para los clientes de Valdés, y en este sentido las irregularidades cometidas por Galarza en la Cámara durante la regencia de Maximiliano y María obraron en su perjuicio. Por impulso del gentilhombre de la cámara del Príncipe, importantes tribunales castellanos fueron objeto de inspección para adecuar su procedimiento y personal a los intereses del naciente grupo de poder. Tras consumar una firme visita a la Chancillería de Valladolid, Diego de Córdoba sometió al Consejo Real al mismo expediente desde 1553, del que —junto a numerosas cuestiones sobre la práctica forense del organismo— surgieron de inmediato evidencias del inapropiado comportamiento de diferentes oidores.

Curiosamente, todos los implicados tenían en común una carrera labrada gracias a Fernando de Valdés, caso de Galarza, Martínez de Montalvo, Anaya, López de Ribera y López de Arrieta.

En lo que toca a Galarza, el príncipe, antes de abandonar Valladolid camino de La Coruña, le amonestó para que tratara mejor a los negociantes y no demorara la resolución de sus causas. Ya entonces, con la inspección aún inconclusa, se insinuaban culpas más graves que afloraron poco después. Entre ellas destacó el beneficio de una mina de plata que el Emperador había concedido al duque de Arcos en Cazalla, el cobro ilegal de penas de cámara y la provisión irregular de su criado Andrés de Montejo en la receptoría de la Audiencia de Valladolid vacante por muerte de Juan Martínez de Villazán. El 29 de agosto de 1554, el visitador participó al príncipe Felipe su opinión sobre que Galarza y Martínez de Montalvo debían ser removidos de sus oficios. Pero finalmente, el debilitamiento del ritmo de imposición “ebolista” en la Corte con la partida del príncipe y Ruy Gómez a Inglaterra limitó el alcance de la inspección, y el propio visitador rectificó su dureza inicial al proponer la reparación de los damnificados por la actuación de ambos oidores. En ello operó sin duda el parentesco ideológico del visitador con Valdés. La comprensión con Galarza y Martínez de Montalvo alcanzó asimismo al presidente Fonseca, quien de este modo testimonió la imperfección de sus oficios en favor del grupo de Ruy Gómez.

De tal manera que el licenciado Beltrán de Galarza salió indemne del lance, y continuó interviniendo activamente en los asuntos, sin afectarle la modificación administrativa producida al retorno de Felipe II, por fallecer en Dueñas el 5 de octubre de 1557. La muerte se produjo por “calentura del romadizo”, de la que también había enfermado el príncipe Carlos. Por cédula de 3 de junio de 1558, se libró a su viuda Isabel de Benavides y sus hijos su salario y ayuda de costa hasta que su plaza fuera provista. La pronta muerte de doña Isabel puso en peligro el cobro de la cantidad por sus hijos, que obtuvieron cédula autorizándolo el 16 de julio de 1559. Con lo ganado a lo largo de su carrera Galarza adquirió bienes en Dueñas, donde se mandó enterrar.

Con su fallecimiento, además, empeoró el lento despacho de la Suprema causado por la indisposición del licenciado Sancho López de Otálora y otros consejeros de Inquisición, razón por la que el inquisidor general Valdés solicitó el pronto nombramiento de un sucesor. Casi un año después, el Rey ordenó la incorporación temporal de ciertos prelados a las reuniones de la Suprema.

 

Bibl.: F. Ruiz de Vergara y Álava, Historia del Colegio Viejo de San Bartolomé, vol. I, Madrid, 1766, pág. 318; E. Esperabe Arteaga, Historia pragmatica e interna de la universidad de Salamanca, II. Maestros y alumnos más distinguidos, Salamanca, Imprenta y Librería de Francisco Núñez Izquierdo, 1917, pág. 350; A. Fernández de Madrid, Silva Palentina [...], vol. II, Palencia, Imprenta de “El Diario Palentino”, 1932, págs. 274 y ss.; G. Velo y Nieto, “Pedro García de Galarza, obispo de Coria (siglo XVI)”, en Hispania Sacra, 11 (1953), págs. 57-85 (espec., pág. 58); A. Enríquez de Guzmán, Libro de la vida y costumbres, ed. de H. Keniston, Madrid, Atlas, 1960, pág. 268; P. Gan Giménez, “El Consejo Real de Castilla. Tablas cronológicas (1499-1558)”, en Chronica Nova, 4-5 (1969-1970), págs. 125 y 155; J. L. González Novalín, El Inquisidor General Fernando de Valdés, Oviedo, Universidad, 1971, págs. 101, 145, 190-191 y 211; M. Fernández Álvarez, Corpus Documental de Carlos V, vol. II, Salamanca, Universidad, 1975, doc. CCCLXXXII, pág. 598, y vol. III, 1977, docs. CDII, CDIII, CDXLV, CDLVII y CDLXVIII, págs. 27, 33-34, 134-135, 183 y 216; J. Martínez Millán y T. Sánchez Rivilla, “El Consejo de Inquisición (1483- 1700)”, en Hispania Sacra, 73 (1984), pág. 50; A. M. Carabias Torres, “Catálogo de colegiales del Colegio Mayor de San Bartolomé (Siglo XVI)”, en Salamanca. Revista Provincial de Estudios, 18-19 (1985-1986), pág. 240; P. Gan Giménez, El Consejo Real de Carlos V, Granada, Universidad, 1988, pág. 235; F. Manuel Sánchez-Lomba, “El escultor Lucas Mitata y el obispo Galarza en la catedral de Coria”, en Norba- Arte, 9 (1989), págs. 45-62; C. J. de Carlos Morales, El Consejo de Hacienda de Castilla, 1523-1602: patronazgo y clientelismo en el gobierno de las finanzas reales durante el siglo XVI, Valladolid, Consejería de Educación y Cultura, 1996; J. Martínez Millán y C. J. de Carlos Morales (dirs.), Felipe II (1527-1598). La configuración de la Monarquía Hispánica, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1998; I. Ezquerra Revilla, El Consejo Real de Castilla bajo Felipe II. Grupos de poder y luchas faccionales, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000; J. Martínez Millán (dir.), La corte de Carlos V (2.ª parte). Los Consejos y Consejeros de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000.

 

Henar Pizarro Llorente e Ignacio Javier Ezquerra Revilla

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