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Diego del Castillo de Villasante

Biografía

Castillo de Villasante, Diego del. Vaíllo (Zamora), ú. t. s. XV – Valladolid, 11.XII.1552. Fiscal de los tribunales reales de Navarra, letrado de Contaduría, alcalde de Casa y Corte, consejero del Consejo Real de Castilla.

Hijo de Rodrigo del Castillo y de Leonor de Villasante, ingresó en el Real Colegio de España en Bolonia (Italia) el 14 de julio de 1515, presentado por la iglesia de Toledo. Esta intercesión del cardenal Cisneros vinculó a Castillo con la ideología humanista y transigente desarrollada en torno a la difunta reina Isabel, sin abandonar esta orientación a lo largo de toda su carrera. Fue admitido por el rector Jacobo González de Arteaga, futuro compañero en el Consejo Real. Al faltarle las cartas presentaticias de Cisneros, se le admitió con dispensa del cardenal protector, pero con la condición de que las presentara, lo que sucedió el 5 de marzo de 1517. En esta institución académica, Castillo de Villasante compaginó el ejercicio de diferentes cargos colegiales y académicos —síndico en 1517-1518, durante el curso 1521-1522 fue consiliario canonista y se ocupó en la universidad de la lectura ordinaria de Digesto nuevo o Inforciato—, el 28 de abril de 1521 tuvo la disputa y el 23 de junio se le asignó la lectura doctorándose en ambos derechos el 30 de abril de 1523. Obtenido el título, abandonó seguidamente la institución con objeto de buscar ocupación en España, tarea ingrata para todo colegial boloñés que careciera de vínculos con la corte, especialmente si su inclinación política difería del grupo dominante en ella.

Es posible pensar que tal fue el caso del doctor Castillo, quien debió de regresar a su lugar de origen antes de ejercer como juez de residencia en Burgos entre 1530 y 1531. Esta labor le permitió captar la atención de los ministros del grupo “fernandino” que copaban la gestión cortesana, integrándose en los memoriales con candidatos para plazas judiciales. En un “Memorial de p[er]sonas p[ar]a los ofiçios de justiçia”, sin indicación cronológica, entre los “letrados” se incluye al “doc[t]or Castillo”. Con todo, dado el vigor que en su poder mostraba el citado grupo, la procedencia política del doctor Castillo le hizo destinatario de una plaza periférica, en Navarra. Fue fiscal de los tribunales reales de este reino desde el 18 de julio de 1532, en sustitución de Silesi, hasta 1535, en que fue sustituido por el licenciado Diego Obando. El cese en este puesto guardó relación con los síntomas de agotamiento del dominio “fernandino” en la corte, que propiciaron que, decidido el emperador a doblar la cantidad de letrados de contadores, se le designara para acompañar en esa tarea al licenciado Galindo con título de 17 de abril.

Esta asesoría legal en pleitos financieros fue breve, pues su presencia en la corte se consolidó como alcalde, al ocupar vacante el año siguiente para la que en un principio no era candidato. Fallecido el licenciado Gómez de Herrera el 12 de enero de 1536, el emperador ofreció su oficio de alcalde de corte al licenciado Briceño, oidor de la audiencia de Granada, que estaba por juez de residencia en Sevilla. Ante la renuncia de éste a la promoción, Carlos V reparó en el doctor Diego Castillo de Villasante, a cuyo favor firmó título el 9 de junio de 1536, tomando posesión en la plaza una vez llegado a Valladolid el 6 de julio siguiente. Al describir estos hechos, Girón calificó al doctor de “hombre hijodalgo y letrado”.

En su labor como alcalde de Casa y Corte —en la que su actividad previa le permitió prolongar su intervención en Contaduría, como se aprecia en cédula real de 23 de julio de 1537—, Castillo de Villasante mostró una eficacia que le ganó rápidamente el aprecio del emperador y su hijo el príncipe Felipe. En 1537 alcanzó fama su actuación tras el asesinato en Valladolid del licenciado Manzanedo, a cuyo autor —instigado por la mujer del difunto, Mencía de Ayala y de Guevara— detuvo con gran diligencia. El caso reveló además la capacidad de coordinación del doctor con otras instancias judiciales, pues se concertó en la represión del caso con los alcaldes del crimen de la chancillería, ante la que pendía causa relacionada con la pareja. Sin duda estas dotes, mostradas a continuación en otras comisiones, favorecieron la presencia del alcalde en la comitiva imperial durante la jornada de 1538, al cargo del ejercicio directo de la justicia. Testimonio del aprecio de Carlos V fue que el 22 de abril tomó como paje a su hijo Rodrigo Castillo de Villasante, poco antes de zarpar hacia Niza.

Entre las comisiones en las que se ocupó el alcalde al regreso, destacó su ejercicio interino como corregidor de Ponferrada, por cédula de 3 de julio de 1541, entre el cese del licenciado Gonzalo de Avilés y el nombramiento del licenciado Pedro de Adurza, en octubre de 1541. La satisfacción de Carlos V con el servicio del doctor significó una renovada voluntad de favorecimiento de sus allegados, plasmada en el nombramiento como capellán de su casa de su hijo Alonso del Castillo Carvajal, en momento tan sensible como la partida hacia su larga y postrera jornada. Su título fue firmado en Barcelona el 1 de mayo de 1543, y cobró hasta 1554 a razón de 15.000 maravedís anuales, permaneciendo entre 1553 y 1555 en Salamanca.

Parece que en esta ocasión Castillo de Villasante quedó en Castilla, pero ello no significó mengua en la inclinación de las personas reales por él. Desplazado con el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena Juan Martínez Silíceo, en servicio de la princesa María Manuela durante su camino de Badajoz a Salamanca —donde se consumó boda con el príncipe Felipe antes estipulada por poderes— el celo mostrado en esta comisión originó fervorosa intercesión en su favor por parte de don Felipe. La confianza en su labor se apreció asimismo en el sensible encargo que le fue realizado hacia septiembre de 1547: la continuación de la visita general de la administración de justicia en Navarra iniciada por el doctor Luis González de Vera el 13 de marzo del año anterior, interrumpida por su enfermedad y para la que Castillo presentaba el perfil adecuado. Durante la instrucción, el doctor añadió otro encargo de la máxima relevancia, la remisión al príncipe de los documentos del virrey Álvaro de Mendoza, conde de Castrojeriz, fallecido en 1547. En las Ordenanzas resultantes de su inspección al Consejo de Navarra, se apreció una vocación agilizadora del expediente administrativo, patente al establecer el conocimiento de las apelaciones de lo civil de menor cuantía por sólo dos consejeros, además de reiterarse la obligación de que los dos consejeros semanalmente nombrados por el regente asistieran a la visita de la cárcel.

La tarea desarrollada por Castillo de Villasante en Navarra resultó decisiva para su promoción cortesana.

Usualmente, este tipo de inspecciones eran presentadas por su instructor ante el rey, quien mandaba su vista en el Consejo Real de Castilla. Éste trataba los asuntos informados, los consultaba con el monarca y quedaban listos para la aprobación del rey, en cuyo nombre eran promulgadas. La comparecencia de Castillo de Villasante ante el Consejo Real tenía lugar en una corte cambiante, donde la muerte de Tavera y otros patrones había variado el panorama faccional, en el que emergía con fuerza Valdés. Con todo, la semilla de la respuesta al inquisidor general estaba plantada con la llegada a la presidencia del Consejo Real de Hernando Niño, con quien protagonizara agudas disensiones en la Suprema. Es muy posible que durante la vista de la visita de Castillo, Niño comentara su valía al rey, con propósito de que le nombrara para el Consejo Real y así iniciar la formación de un grupo de clientes en la corte.

Se carece de confirmación documental para lo afirmado, pero la secuencia de los acontecimientos induce a pensarlo, puesto que, terminado en la corte el estudio de su comisión, el doctor Diego Castillo de Villasante recibió título del Consejo Real el 11 de febrero de 1548, incorporándose a su escaño el 8 de marzo. Durante su permanencia en el Consejo —en la que se ocupó de la presidencia de la Mesta en 1551— fue uno de los principales apoyos del presidente Niño en sus conflictos con el inquisidor general Valdés, hasta que falleció el 11 de diciembre de 1552. En testimonio de la confianza depositada en su persona, el príncipe Felipe intercedió a su muerte por sus hijos. Uno de ellos era su criado, y el otro hombre de iglesia, por lo que solicitaba para ellos una encomienda para el primero y “provisión de lo que está vaco por la iglesia”, cobrando su viuda Quiteria de Carvajal hasta que su plaza fue provista en el licenciado Pedrosa. El 2 de septiembre de 1553, a raíz de la muerte del licenciado Mercado de Peñalosa, el príncipe escribió a su padre que para cubrir ambas vacantes podía servir memorial elaborado para cubrir la plaza de Castillo.

 

Obras de ~: De Duello Tractatum y Remedio de Desafíos, Augustae Tarinorum, 1525; Reprobación de los juegos, Pincia, 1528; Arte de hacer quenta de recibo y gasto, Salamanca, 1551; In leges Tauri laurentaria, Medina, 1553; Doctrina de Confesores, s. f.

 

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Ignacio J. Ezquerra Revilla