Brocar, Juan de. ¿Logroño? (La Rioja), p. s. XVI – ¿Alcalá de Henares? (Madrid), 13.III-14.IV.1552. Humanista e impresor, editor.
Hijo del impresor Arnao Guillén de Brocar y cuñado de Miguel de Eguía, Juan de Brocar fue un impresor humanista que, sin duda, nunca olvidó un acontecimiento relacionado con la Biblia Políglota Complutense, vivido en 1517, y que Álvar Gómez de Castro, biógrafo del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, ha narrado así: “He sabido que Juan Brocario, impresor de Alcalá, hijo de Arnoldo Guillermo Brocario, contó muchas veces a los de su edad, que el mismo día en que su padre dio la última mano a la impresión de la obra, él, que era muchacho, había ido elegantemente vestido a presencia de Jiménez con el último volumen de la Biblia. Jiménez, muy contento, exclamó mirando al cielo, ‘Cristo soberano, te doy gracias porque has llevado al término deseado la obra en que yo tenía tanto interés’. Y volviéndose al punto hacia los familiares dijo: ‘A la verdad, aunque hasta el presente he llevado a cabo muchas empresas duras y difíciles por la Nación, nada es tan de mi agrado, por lo que debáis felicitarme con más efusión, que por esta edición de la Biblia, la única, que abre las fuentes sagradas de nuestra Religión, más que necesaria en este momento, y de donde se sacará una ciencia teológica mucho más pura que de los arroyos formados después’”.
Otro acontecimiento de su juventud merece también particular recuerdo. Ocurrió el 18 de octubre de 1520, festividad de San Lucas. Antonio de Nebrija, el maestro indiscutible, es sustituido, por invitación suya, por un jovencísimo discípulo, Juan de Brocar, a la hora de hablar ante el claustro universitario y el estudiantado. Su Oratio ad Complutensem universitatem habita in principio anni scolastici verá de inmediato la luz, con dedicatoria al obispo de Ávila, Francisco Ruiz, el que fue secretario del cardenal Cisneros y su albacea testamentario.
El taller de imprenta que había fundado su padre en 1511 y mantuvo a tan alto nivel su cuñado Miguel de Eguía es ahora, desde el año 1538, total responsabilidad suya. Nada se sabe sobre la actividad desarrollada por Juan de Brocar hasta ese momento; sí se sabe que disfrutaba conjuntamente con su hermano Pedro de Brocar de los beneficios del taller que regía su cuñado. Juan de Brocar casó con Francisca de Angulo, hermana del impresor Andrés de Angulo. Tuvieron dos hijos: Esteban y Pedro de Brocar. Se puede deducir la fecha de su muerte, pues se conoce un codicilio de 13 de marzo de 1552, añadido a su testamento de 9 del mismo mes, y se indica en 14 de abril de 1552, en el colofón de una edición del Doctrinal de confessores de Diego del Castillo Villasante, que ya ha fallecido. El testamento del impresor permite conocer a otros personajes del ámbito laboral: Francisco de Burgos, tirador, y Juan de Ávila y Gigas, cajista. Entre sus disposiciones testamentarias está la de ser “sepultado en el Monasterio del Señor Sant Francisco en la sepultura que tengo en dicha iglesia”.
Fuera de estos mínimos datos personales, hay que señalar que el taller de la familia Brocar-Eguía continuó siendo de gran categoría, aunque los tiempos habían cambiado, y mucho. En el conjunto de su producción destaca sobremanera la presencia de textos legales, más aún la de textos devocionales, sin que falten libros litúrgicos y productos para el gran público, en forma de pliegos sueltos, pero indudablemente lo que caracteriza a esta oficina tipográfica es la producción de textos universitarios. Algunos períodos serán especialmente importantes, como es el caso del año 1542, cuando ofrece una magnífica edición de las Partidas y la importante glosa de las Leyes de Toro debida a Fernando Gómez Arias. Mantiene en estas fechas una intensa relación con libreros de Medina del Campo.
Durante la veintena larga de años en que Juan de Brocar dirige personalmente el taller, es fácil descubrir textos propios, prólogos y dedicatorias a obras ajenas. El discípulo de Nebrija llevará a cabo con sus textos personales y desde sus posibilidades como impresor una manifiesta campaña de difusión del valor de la gramática como piedra angular de los studia humanitatis, como en alguna ocasión se ha señalado.
Quedan lejos los tiempos de las sucursales que mantuvieron activas su padre y luego su cuñado. Juan de Brocar es impresor sólo complutense. Precisamente en ese año que acaba de recordarse aparece su nombre en el colofón de un Missale, con data en Logroño, realizado para su diócesis por encargo del obispo de Calahorra y La Calzada, Antonio Ramírez de Haro. Un Breviarium, el complemento litúrgico necesario para la misma diócesis, aparece el 12 de febrero de 1543. Es muy dudoso que sólo para ese mínimo trabajo tipográfico abriese un taller en la ciudad riojana. ¿Seguiría contando con el antiguo y, al parecer, cerrado taller logroñés en el que había trabajado hasta 1533 su cuñado Miguel de Eguía? Presumiblemente, no. Incluso habrá que plantearse si estos encargos de libros litúrgicos, que hacen aparecer el nombre de un impresor de forma sorpresiva en un lugar concreto, la capital de la diócesis para la que se realiza la impresión del libro, no mienten en ese dato. Una cosa es la exigencia impuesta por el cabildo de que se realice la impresión en su ciudad, para controlarla en cuanto al contenido, y otra, que tal hecho implique trasladar instrumental y operarios a ese lugar para realizar la edición de un único libro litúrgico.
¿Cabía considerar a Juan de Brocar un impresor segoviano por el hecho de que, sin duda satisfecho con la experiencia previa, el mismo obispo Ramírez de Haro, que ahora lo es de la diócesis segoviana, le encargue la impresión de un Manuale sacramentorum y el impresor declare oficialmente que lo ha concluido en su oficina segoviana en agosto de 1548? Ciertamente hay información de que el negocio pudo ir a más. Presumiblemente estas impresiones no se realizaban en los lugares que se declaran, sino en la ciudad de funcionamiento continuado del taller.
En el caso de Juan de Brocar tampoco hay que descartar que trabajase para el obispo de (o en) Sigüenza (Guadalajara). En ningún caso deberán repetirse las gratuitas afirmaciones de que imprimió obras sueltas en Burgos y en Salamanca.
Cuando fallece el maestro en 1552, sigue imprimiéndose “en su casa” hasta la primavera del año 1560, momento en que Andrés de Angulo, su cuñado, se hace nominalmente cargo del taller.
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Julián Martín Abad