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Jorge de Villalonga Fortuny

Biografía

Villalonga Fortuny, Jorge de. Conde de la Cueva (II). Palma de Mallorca, 13.VIII.1664 – Madrid, 23.V.1740. Primer virrey del Nuevo Reino de Granada.

Fue hijo de Pedro Juan de Villalonga y Burguet (17.III.1630-2.X.1717 ) y de Magdalena Fortuny de Ruescas y Vida (6.X.1642 – 1708 ant.). Pertenecía a una antigua familia de la nobleza mallorquina, que acompañó a Jaime I a la conquista de Mallorca en 1229, y su padre había sido consejero militar, tablero, baile general, lugarteniente de procurador Real y familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Mallorca. Pedro Juan y Magdalena se casaron el 22 de diciembre de 1655 y tuvieron dos hijos, Francisco y Jorge. Francisco de Villalonga Fortuny (17.VIII.1661-18.XI.1708), fue caballero de San Juan de Malta y de Calatrava, lugarteniente de Procurador Real, alcaide del castillo de Bellver, primer teniente y después Mayor del Real Cuerpo de guardias de Corps, maestre de Campo de caballería de los Reales Ejércitos y primer conde de la Cueva (1693), título creado sobre el predio mallorquín de Sa Cova (La Cueva), de 243 Ha., situado en el término de Manacor.

Jorge de Villalonga Fortuny empezó a servir al rey, junto a su hermano mayor Francisco, en 1680, cuando Jorge tenía dieciséis años. En dicho año “se embarcaron los dos hermanos en Mallorca, por haber tirado dos carabinazos al Baile porque había enviado un ministro a ejecutar a su padre”. Es probable que se marcharan el 24 de julio de 1680 en una de las tres naves, cargadas de soldados mallorquines, españoles, alemanes y napolitanos, que entre todos sumaban 1.500 hombres. Los dos hermanos hicieron una brillante carrera militar, alcanzando el grado de maestre de Campo y en 1693 Francisco fue agraciado con el título de conde de la Cueva, en atención a sus propios méritos y a los de su hermano.

Desde el año 1680, y durante doce años, Jorge de Villalonga prestó importantes servicios a S.M. en Milán y Cataluña. Probablemente se encontró en la heroica defensa de Gerona contra el ejército del mariscal Bellefonds, que atacó la plaza en los últimos días de mayo de 1684. En 1687 había ingresado en la orden de San Juan de Malta. Durante cinco años más continuó prestando servicios en el ejército en Ceuta, constando que en 1700 era maestre de Campo de un tercio en dicha plaza. La estancia en Ceuta tuvo lugar entre 1696 y 1701. En 1687 ingresó en la orden de San Juan de Malta. A principios de siglo fue nombrado procurador real de Mallorca, tomando posesión de dicho empleo su hermano Francisco, por encontrarse Jorge fuera de la isla. Desempeñó dicho cargo hasta principios de 1708 en que se fue a Madrid reclamado por su hermano, que se hallaba enfermo. Éste falleció el 18 de noviembre de 1708 y Jorge de Villalonga se convirtió en el heredero del fideicomiso de la familia, reservado a varones, y le sucedió en el condado de la Cueva. Después aparece en el Perú a fines de 1708, ostentando dicho título. Durante más de diez años fue cabo principal de las armas de tierra de aquel virreinato —gobernado a la sazón por el obispo de Quito Diego Ladrón de Guevara—, y también fue general del Callao y gobernador del Puerto y presidio de dicha plaza. Al recibirse órdenes de la Corte de España para poner en estado de defensa las costas del Perú con motivo del anuncio de que una flota inglesa se dirigía a hostilizarlas, don Jorge intervino con decisión en los preparativos de guerra: reunió gente a fin de reforzar las tropas de infantería y de caballería, aumentó la guarnición de Callao, se mejoraron las fortificaciones de algunos puertos y se distribuyeron armas, pólvora y otros efectos. El 13 de junio de 1717 fue designado por Felipe V para el cargo de virrey y capitán general del Nuevo Virreinato de Nueva Granada y provincias agregadas y presidente de la Real Audiencia de Santa Fé de Bogotá. Dicho virreinato abarcaba lo que actualmente es Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Don Jorge recibió la cédula de su nombramiento y las instrucciones correspondientes, hallándose en Lima el 15 de diciembre de 1718. Por entonces, don Jorge de Villalonga era además de conde de la Cueva, caballero de la orden de San Juan, miembro del Consejo de S.M. el Rey don Felipe V en el Real y Supremo de Guerra, y teniente general de los Reales Ejércitos. El conde partió del Callao a la vela para su nuevo destino el 2 de mayo de 1719. Llegó a Santa Fé, después de detenerse en Guayaquil y Quito, el 25 de noviembre de 1719 y el 27 tomó posesión de su empleo ante la Audiencia.

Llevaba entonces treinta y tres años de servicios a la Corona, diez de ellos como cabo superior de Armas. Jorge de Villalonga se rodeó de una numerosa casa y servidumbre, con la cual fue a su nuevo destino virreinal. Restrepo afirma que traía “el secretario con dos oficiales, un asesor, un caballerizo mayor y su segundo, un capellán, dos gentiles hombres, ocho pajes, dos ayudantes de cámara, un médico, dos reposteros, un despensero, dos cocineros, con los criados inferiores para caballerizas, cocheros, lacayos, galopines y criadas. En total, 40 personas”. Tardó siete meses y dejó en todos los lugares por donde pasó fama de ostentoso y despilfarrador, cosas que se atribuyeron al cargo que representaba. Al aproximarse al altiplano cundinamarqués anunció a De la Pedrosa su deseo de ser recibido en la capital con todo el ceremonial limeño; bajo palio y precedido del pendón real, lo que motivó ser reprendido posteriormente el 28 de mayo de 1720. El 27 de noviembre, cuando tomó posesión de su cargo en Bogotá se instaló en el palacio para los virreyes que había preparado Antonio de la Pedrosa que le pareció poco apropiado para su categoría. Como no era posible construir otro, lo habilitó como pudo, ampliando las caballerizas, cambiando el solio por otro mayor y redecorando los salones. Además, aumentó la guardia virreinal de los dos regimientos de infantería y caballería de veinticinco a treinta hombres cada uno.

El virrey trajo consigo unas instrucciones en sesenta y ocho artículos, que comprendían los aspectos más diversos de la nueva administración, desde el Patronato Regio hasta la Real Hacienda, pero apenas se ocupó del cumplimiento de algunos de ellos, y además sin introducir grandes modificaciones. Recibió al comisionado especial José Quintana y Acevedo, que revisó los títulos de propiedad de las tierras, lo que dio unos buenos ingresos a la Corona; dio un despacho rogando al arzobispo y obispos que ordenase todos los curas y doctrineros de la jurisdicción llevar libros separados y al día sobre los nacimientos y defunciones ocurridos en las parroquias y doctrinas (los prelados añadieron a esto que los llevaran asimismo de los casamientos y confirmaciones); recordó las ordenanzas reales sobre el buen tratamiento de los indios; prohibió que se hicieran nuevos obrajes en Quito, conforme al deseo del Consejo de Indias (empezaba a notarse la crisis pañera), y mandó que se pagara puntualmente a los trabajadores obrajeros para evitar que tuvieran que viajar a Bogotá con sus reclamos; restableció las cátedras del Colegio de El Rosario, que había suprimido Antonio de la Pedrosa y ordenó que el oro extraído del Chocó fuera tratado por amalgamación para extraer de ellos el platino, un nuevo metal que hasta entonces se había despreciado. Algo importante fue su informe sobre la necesidad de restaurar las audiencias de Quito y Panamá, que habían sido suprimidas al crearse el virreinato, ya que en su opinión éste era demasiado extenso para tener una sola Audiencia (la de Santa Fe). La corona le hizo caso y restableció la de Quito por decreto real de 7 de febrero de 1720 y la de Panamá el 21 de julio de 1722. La administración de Villalonga originó opiniones muy contradictorias. En general fue ensalzado por los religiosos, pero sufrió severas críticas de muchos altos funcionarios, tales como el gobernador de Cartagena, Alberto de Bertodano, y los oidores Quintana y Acevedo, Gutiérrez y Arce y el fiscal Castilla, que le acusaron de despilfarro, y realizar contrabando en beneficio propio y de los suyos.

La corona solicitó de Villalonga informes sobre la posibilidad o conveniencia de trasladar la sede virreinal a Cartagena, así como de revisar sus defensas de cara a nuevos asaltos del exterior. El virrey desaprobó la primera idea ya que, en su opinión, Santa Fe reunía mejores condiciones. Tenía comunicaciones con todas las ciudades importantes del virreinato (Quito, Caracas, Popayán, Guayaquil, etc.), y había sido la capital tradicional del reino, por lo que tenía una sociedad distinguida y hasta estudios superiores importantes, como los de las universidades Javeriana, Santo Tomás y el Colegio del Rosario, etc. La ciudad estaba muy resguardada de posibles ataques enemigos, dada su distancia desde las costas, y gozaba de un clima primaveral constante, mientras que Cartagena tenía unas temperaturas extremadamente elevadas. Lo relativo a las defensas cartageneras decidió estudiarlas in situ. Villalonga hizo un viaje especial desde Bogotá para inspeccionarlas. Fue otra muestra de magnificencia, como todo lo que hacía, pues llevó consigo una auténtica legión de sirvientes, sobre todo negros, y un enorme equipaje. Baste decir que necesitó cincuenta personas, y que su plata de uso personal hubo que cargarla en seis mulas. Incluso escribió al gobernador Bertodano de Cartagena informándole de los honores con que deseaba ser recibido; bajo palio y con tres días de festejos. Parece que esto motivó alguna observación desde la Corte a la que contestó diciendo que el boato era necesario para ir asentando la institución virreinal. Una vez en Cartagena, inspeccionó personalmente las defensas donde realizó algunos arreglos, aunque menos de los que eran de esperar. Mandó continuar en 1721 el proyecto iniciado en 1715 de construcción de un lienzo de muralla y un pilotaje hacia los lados del Convento de Santa Clara, muy castigado por los temporales e inauguró el fuerte llamado Remedia Pobres, construido en Tierra Bomba, donde se pusieron diez cañones. Quiso suprimir la dotación de veinticinco soldados y cinco artilleros que tenía el castillo de San Felipe de Barajas, pero el Rey ordenó subirla a treinta soldados y mandados por un cabo, además de los artilleros reglamentarios. Villalonga aprovechó la ocasión para autorizar el contrabando a los suyos. Parece que autorizó introducir ilegalmente más de trescientas cargas de ropa.

El virrey regresó a Bogotá en junio de 1721, reincorporándose a su trabajo. El único asunto notable de esta época fue el surgido con el capitán general de Caracas Diego Portales Meneses (1721-1728), con quien tuvo conflictos jurisdiccionales, cuando el último puso en libertad a su antecesor Marcos de Betancourt, que estaba preso. Otro problema surgió cuando Portales decidió visitar la provincia, dejando el gobierno en manos del obispo Juan José de Escalona y olvidando que tal gobierno correspondía a los alcaldes de Caracas. El virrey mandó apresar al capitán general y le embargó sus bienes. Portales reclamó a Madrid y el Consejo de Indias comisionó al obispo Juan José de Escalona, para que le pusiese en libertad y le levantara el embargo. Villalonga temió que se le estuvieran haciendo cargos en la Corte y mandó recoger algunos testimonios para defenderse de las posibles acusaciones. Parece que, en efecto, el fiscal del Consejo había pedido el nombramiento de un visitador que averiguara los delitos en que podría haber incurrido el virrey, pero no llegó a enviarse.

Uno de los grandes problemas de este gobierno fue el de su responsabilidad en la supresión del Virreinato, que se ordenó en 1723, al término de este mandato. Los historiadores colombianos suelen explicarlo por la mala actuación de Villalonga o por sus informes negativos sobre el virreinato. Lo primero no consta documentalmente, pues las amonestaciones que vinieron de la Corte no fueron extremadamente graves, pero es muy raro que al terminar dicho personaje su mandato —y más con la categoría de su persona— fuera olvidado, sin que se le promoviera a otro puesto importante, como era usual. Villalonga pasó directamente del virreinato al anonimato. En cuanto a sus informes negativos, son igualmente desconocidos. El 5 de noviembre de 1723 se dio la Real Cédula suprimiendo el virreinato. Se recordaba en ella que se había fundado en 1717 y que su ejecución se había cometido a Antonio de la Pedrosa, pero que últimamente se había decidido anularlo, volviendo a la situación anterior de gobierno presidencial, dado los costos elevados de su mantenimiento y no haberse podido suprimir los fraudes, y “por haber pocas ciudades bajo del distrito de dicho Virreinato y reducirse el número de pueblos que caen en él, y ser los más de indios y pocos españoles, éstos de corto número de vecindad y de muy pocos caudales”. Estos últimos fueron los argumentos que hizo Antonio de la Pedrosa, como se sabe, pero no consta que los presentara también Villalonga. Posiblemente no lo hizo jamás, bastando su actuación como virrey, que en decir del historiador Restrepo, “tuvo más pretensiones que méritos”. Un mes después de la cédula anterior de supresión del Virreinato, se dio otra sustituyendo a Villalonga por el presidente Antonio Manso Maldonado, que volvió a implantar el régimen anterior de las presidencias de Capa y Espada. La noticia llegó a Santa Fe el 27 de marzo de 1724.

Villalonga propuso al Rey la supresión del virreinato de Nueva Granada, ya que estimaba no correspondía a la importancia del territorio y por falta de rentas para sostener con decoro el cargo, siendo suprimido por Real Cédula dada en San Ildefonso el 5 de noviembre de 1722, conocida en Santa Fé en la Real Audiencia el 27 de marzo de 1724. El virrey Villalonga se despidió de los ministerios de la Real Audiencia en la sesión de 16 de mayo de 1724, finalizando en tal momento su gobierno. No obstante, permaneció algún tiempo en Santa Fé de Bogotá. Seguramente se embarcó con destino a España alrededor del 31 de mayo de 1726. En Mallorca se encontraba ya el 4 de septiembre de 1726. A mediados de 1731 don Jorge fue nombrado del Supremo Consejo de Guerra de Su Majestad, por lo que trasladó su residencia a Madrid y contrajo matrimonio al poco tiempo —1732— con su sobrina Catalina María de Villalonga y de Velasco, hija primogénita del primer conde de la Cueva, don Francisco.

De este matrimonio nació en Madrid el 25 de febrero de 1733, Joaquina de Villalonga y de Villalonga, más conocida por Joaquina de Villalonga y de Velasco. El 20 de agosto de 1734 consta que aún residía en Madrid y, a punto de partir para Mallorca, el 10 de octubre de 1735, otorgó plenos poderes notariales a favor de su esposa para que, en su nombre, ordenara su testamento en la forma que mejor le pareciere. Llegó don Jorge a Palma de Mallorca el 23 de octubre de 1735 en un navío francés, y se ignora cuando regresó a la Corte para reunirse con su esposa e hija. Falleció en Madrid el 23 de mayo de 1740. El cadáver del conde fue enterrado en secreto, con licencia del Sr. Vicario, en el convento de Ntra. Sra. del Rosario, de la orden de Predicadores, de Madrid. De sus dos matrimonios la III condesa de la Cueva no tuvo descendencia por lo que heredó su Casa Manuela de Villalonga y de Velasco, su tía.

 

Bibl.: J. A. Plaza, Memorias para la historia de la Nueva Granada, Bogotá, Imp. de “El Neo-Granadino”, 1850; J. M. Groot, Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada, Bogotá, 1890; E. R estrepo Tirado, Gobernantes del Nuevo Reino de Granada en el siglo xviii, Sevilla, Impr. y librería de E. de las Heras, 1929; F. González Suárez, Historia General del Ecuador, Quito, 1931; F. de Silvestre, Descripción del Reino de Santa Fe de Bogotá, Bogotá, 1950 (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1968); P. M.ª Ibáñez, Crónicas de Bogotá, Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1951; J. M. Restrepo Sáenz, Biografías de mandatarios y ministros de la Real Hacienda, Bogotá, Editorial Cromos, 1952; C. Alcázar Molina, Los virreinatos en el siglo XVIII, Barcelona, Salvat, 1959; E. Marco Dorta, Cartagena de Indias, Puerto y Plaza fuerte, Madrid, Gráficas Cóndor, 1960; S. E. Ortiz, Nuevo Reino de Granada. El Virreinato, Bogotá, Editorial Lerner, 1970; VV. AA., Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, Fundación Polar, 1988; A Enseñat de Villalonga, La familia Villalonga de Mallorca (1200-2000), Palma de Mallorca, 2000 (inéd.).

 

Manuel Lucena Salmoral

Alfonso Enseñat de Villalonga

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