Pizarro, José Alfonso. Murcia, 1689 – Madrid, 1755. Marino, virrey del Nuevo Reino de Granada.
Nació en Murcia e ingresó muy joven en la armada como alférez de navío. Fue ascendiendo luego por méritos a lo largo de treinta y cinco años de servicios hasta lograr el grado de teniente general. Fue también caballero de la Orden de San Juan y gentilhombre de Cámara del Rey. Entre sus acciones más memorables figuraron haber participado en el sitio de Orán y haber llevado un buque con tropas, armas y municiones a La Habana unos días antes de la ruptura de la guerra con Inglaterra, eludiendo la vigilancia británica. En 1739, al declararse la guerra, se le encargó una misión muy difícil, como fue perseguir y destruir la armada del comodoro George Anson, que el Almirantazgo inglés había destinado al Pacífico suramericano. Anson debía atacar los puertos españoles de Chile, Perú y Quito, y dirigirse luego a Panamá, para enlazar con la flota de Vernon que llegaría a Portobelo. Una vez reunidas debían estrangular las bases del sistema español de flotas (Portobelo, Cartagena). Anson partió de Inglaterra a mediados de 1740 con los navíos Centurión, Gloucester, Pearl y Severn, poderosamente armados y con 2000 hombres. Se dirigió a la costa brasileña con intención de pasar desde ella al estrecho de Magallanes y pasar al otro océano, pero tuvo que detenerse en Santa Catalina. Pizarro zarpó de España en octubre de 1740 con una pequeña armada compuesta de dos buques de línea y cuatro fragatas (Asia, Guipúzcoa, Hermione y Esperanza) y un regimiento de Infantería para Chile. Llegó al Río de la Plata el 5 de enero de 1741, donde supo que su enemigo estaba en Santa Catalina y pensaba dirigirse al Pacífico por el estrecho de Lemaire. Decidió interceptarlo antes de que entrase en el otro océano. Las dos armadas estuvieron cerca y sufrieron una enorme tormenta en la que los ingleses perdieron el Wager, pero lograron pasar al Pacífico. Los españoles fueron dispersados en el estrecho (marzo) y tuvieron que regresar al río de la Plata. La Hermione se hundió con su dotación y el Guipúzcoa naufragó en la costa brasileña, muriendo sus trescientos hombres. Se repararon el Asia y el San Esteban. El último perdió luego el timón, quedando sólo el Asia, que siguió hasta el Estrecho, pero tuvo que regresar nuevamente al Plata. Sólo pudo pasar al Pacífico la Esperanza, mandada por Pedro de Mendinueta.
Dobló el Cabo y fondeo en Valparaíso, en Chile. José Alfonso de Pizarro perdió la paciencia y decidió ir a Chile por tierra. Atravesó la cordillera andina y llegó a Valparaíso. Allí tuvo algunas diferencias con Mendinueta. Se embarcó en la Esperanza y alcanzó en ella el puerto del Callao, donde ejerció por algún tiempo el cargo de comandante en jefe de las fuerzas navales. El virrey del Perú, Antonio de Mendoza, marqués de Villagarcía, le ofreció toda la ayuda necesaria con la cual organizó una escuadra en Callao, en la que embarcó 12.000 hombres. Fue enviada a Panamá bajo las órdenes de Pedro Medranda para evitar la irrupción enemiga en el istmo. El virrey reunió también un Consejo en Lima para decidir qué hacer. Asistieron al mismo José Alfonso Pizarro, Mendinueta y otras personalidades, pero no hubo forma de definir ninguna acción concreta, ya que se ignoraba dónde se encontraba la flotilla de Anson y lo que pretendía. Se decidió únicamente mantener el estado de alerta en las costas ecuatoriana y chilena. Anson se limitó a asaltar Paita el 24 de noviembre de 1741.
Pizarro se mantuvo en el Pacífico hasta que terminó la guerra contra Inglaterra. Regresó luego a Montevideo, donde encontró su antiguo buque insignia Asia, con el que decidió zarpar para Europa en 1745. Gran parte de los tripulantes eran indios pampas, que se amotinaron en alta mar y mataron a veinte españoles.
Pizarro pudo hacerse nuevamente con el control del barco después de muchas dificultades, aprovechando la confusión de los indios, y entró con el buque en Cádiz en enero de 1746. Por sus méritos de guerra fue ascendido a vicealmirante, cargo que desempeñaba en 1749, cuando fue nombrado virrey del Nuevo Reino de Granada.
Pizarro sucedió en realidad al virrey Sebastián Eslava, que había pedido relevo de su cargo por enfermedad.
El Rey nombró entonces (13 de noviembre de 1742) a Francisco Güemes de Horcasitas, que era capitán general de Cuba, pero no pudo posesionarse del cargo virreinal y Eslava tuvo que seguir en Cartagena hasta el 20 de enero de 1749, cuando se eligió como sucesor suyo a José Alfonso Pizarro. Los títulos y las Instrucciones se expidieron el 30 de marzo de 1749. El nuevo mandatario salió del Puerto de Santa María para Cartagena el 24 de septiembre del mismo año en la fragata Guaricochea, en conserva de otras embarcaciones. Acompañaban a Pizarro el ingeniero militar Ignacio Sala y el comisionado regio José Antonio de la Plaza. El primero acababa de ser ascendido a teniente general y nombrado gobernador de Cartagena.
Llevaba la orden de restaurar todas las fortificaciones que estuvieran en mal estado. El segundo debía organizar la renta de aguardientes. Entre los miembros de su “familia” estaba el teniente coronel Dibuja.
Pizarro arribó a Cartagena el 5 de noviembre de 1749 y al día siguiente fue cumplimentado con el ceremonial establecido por el virrey saliente, que le tomó el juramento. Su primer problema fue revisar el sistema defensivo de la plaza, mejorando las antiguas fortificaciones y erigiendo otras nuevas. Para ello revisó personalmente fuertes y baluartes con los dos ingenieros Juan Bautista Mac-Evan (llevaba en Cartagena desde 1742) y Sala. Este último manifestó su disconformidad con el emplazamiento del fuerte de San Fernando de Bocachica, que en su opinión debía trasladarse al cerro de los Hornos, con sus ángulos hacia el canal, lo que dificultaría el tránsito enemigo por el mismo, pero esto exigía a su vez cerrar totalmente el paso por Bocagrande, que el mar iba abriendo más cada vez. Para ello era necesario construir un dique en Bocagrande. También opinaba que estaba mal la cimentación de las baterías de San José y Santa Bárbara.
Mac-Evan opinaba lo contrario y Pizarro no pudo poner de acuerdo a ambos ingenieros, hasta que murió el último de ellos en 1751. Sala continuó entonces construyendo el gran dique de Bocagrande.
El virrey aprovechó su estadía en Cartagena para tratar de solucionar los conflictos con los indios guajiros, motilones, cozinas y chimilas, cosa que se le había encargado en las instrucciones. La Corona pretendió que los padres capuchinos pasaran a los chimilas y dejaran sus misiones en los guajiros y cozinas a los padres jesuitas recién llegados, pero los religiosos se negaron a aceptar semejante arreglo, con lo que todo siguió como estaba anteriormente. Para solucionar el problema chimila, que asolaban el comercio de la parte baja del río Magdalena, mandó fundar cinco pueblos en lugares estratégicos (algunos incluso en la Sierra Nevada), que fueron: San Fernando, San Zenón, San José, San Antonio y San Sebastián (en honor del patronímico del anterior virrey) a donde se redujeron los naturales. Todavía existen, aunque algunos de ellos son ocupados sólo temporalmente. Pese a todo esto continuó el contrabando introducido desde Riohacha.
Pizarro partió para su sede santafereña el 2 de marzo de 1750, pero tardó en llegar a ella casi dos meses, por las dificultades en navegar el Magdalena y subir luego por el camino real desde Honda. Se le recibió en Bogotá el 3 de mayo, cuando tomó posesión de todos sus cargos. Gobernó apenas tres años, pues le afectaba mucho la altura sobre el nivel del mar a la que estaba situada la capital del Reino (2.640 m) y tuvo problemas respiratorios que le aconsejaron anticipar su relevo.
Poco pudo hacer en tan breve espacio de tiempo, salvo ocuparse de algunos problemas económicos y de las comunicaciones. Entre los primeros destacaron la supresión de mercedes a los particulares para la acuñación de moneda en la Casa de la Moneda, que se hizo en 1750, nombrándose superintendente de la misma a Miguel Santisteban, un funcionario real, y el establecimiento del estanco del aguardiente el 17 de julio de 1749 por José Antonio de Plaza, comisionado real para ello. Recuérdese que había venido con el virrey desde España. El estanco originó algunos motines que pudieron ser dominados fácilmente. El mismo año de 1749 se fundó una fábrica de paños y bayetas en Tunja por dos españoles, llamados Muelle y Hernández de Zurita, que trataron de mejorar los géneros de los obrajes hechos en el reino, pero las pérdidas les obligaron a cerrar al cabo de un tiempo. El virrey dedicó alguna atención a mejorar el camino de Vélez, para el transporte de harinas a la costa, y el del río Magdalena.
También se hicieron algunas obras en el camino terrestre de Honda, especialmente en el trecho de Techo a Fontibón. Más importante fue una reorganización del viejo sistema de correos (se había establecido en la época del virrey Villalonga) mediante el nombramiento de agentes del ramo por el propio Pizarro.
También se cambió el antiguo cajón de mercancías por un saco de yute o cuero, más apropiado para la correspondencia.
Los correos a España se regularizaron mediante dos anuales. En otro orden de cosas se fundó la Universidad jesuita de Panamá, por cédula de 1749 (promovida por el obispo criollo Luna y Victoria), y se suprimió su Audiencia por tercera vez el 20 de junio de 1751. La Capitanía General de esta provincia había sido anexionada al virreinato neogranadino en 1739.
La arquitectura religiosa se enriqueció con dos templos extraordinarios que fueron los de San Pedro Claver en Cartagena y San Francisco en Cali.
En 1753 se agravaron los ahogos del virrey a causa de la altura y además le surgió una llaga en la pierna, que le impedía caminar, motivo por el cual solicitó permiso para volver a España. No se atendió su solicitud y presentó un informe del médico Francisco Fontes donde se certificaba que Pizarro no podía moverse a causa de “una úlcera vieja muy rebelde”.
El Monarca procedió a remplazarlo por José Solís Folch de Cardona por cédula de 18 de abril de 1753.
Pizarro esperó a su sucesor, que llegó el 24 de noviembre de 1753. El 1 de diciembre siguiente partió de Bogotá en una silla de manos, ya que no podía montar a caballo. De Cartagena fue a La Habana y de aquí a Cádiz en La Venganza. Llegó el 28 de abril de 1754 y permaneció unos días descansando, antes de ir a Madrid.
Pizarro no hizo relación de mando, pero dejó fiador suyo a Manuel Benito de Castro, tesorero de la Casa de la Moneda. Su apoderado, Miguel Santisteban, le defendió en el juicio de residencia. No se le encontró ningún cargo importante, pese a que tuvo ciento setenta folios. Ni siquiera hubo sentencia. José Alfonso Pizarro debió de morir en Madrid el año 1755, según hizo constar su apoderado Miguel Santisteban en el proceso de la residencia el 2 de septiembre de 1756.
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Manuel Lucena Salmoral