Ayuda

Manuel de Guirior y Portal

Imagen
Biografía

Guirior y Portal, Manuel de. Marqués de Guirior (I). Aoyz (Navarra), 21.III.1708 – Madrid, 25.XI.1788. Marino, sexto virrey del Nuevo Reino de Granada (1772-1776) y trigésimo segundo virrey de Perú (1776-1780).

Nació en el seno de una familia ilustre navarra. Su padre fue José Carlos de Guirior Erdozain, también natural de Aoiz (1670), y dueño del palacio de Cabo de Armería de Imarcoain, población situada en el valle de Elorz, y de Villanueva, en el valle de Lónguida.

Por esta rama, Manuel Guirior era noveno nieto de Pedro Jiménez de Guirior, emparentado con san Francisco Javier.

Su madre fue María Josefa Portal de Huarte González de Sepúlveda, y había nacido en Huarte. Era hija de los señores de Portal, varias veces alcaldes y mayordomos de sus iglesias. Manuel Guirior se casó con su sobrina María Ventura Guirior y Otazu, hija de José Antonio de Guirior y Portal y de María Otazu Azcona, natural de Arriaza, también de nobleza navarra. Tuvieron varios hijos y el primogénito heredó el título de marqués de Guirior y vizconde de Villanueva de Lónguida, que otorgó personalmente Carlos III a su fiel virrey.

Manuel de Guirior tuvo una educación apropiada a su dignidad y a los doce años fue admitido como paje del italiano Marco Antonio Zondadari, gran maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, en Malta. Al año siguiente, reunidas las pruebas testimoniales, fue nombrado caballero de dicha Orden.

Ingresó en la Armada como alférez de navío a los veinticinco años el 10 de julio de 1733, iniciando su larga carrera de marino en la que estuvo cuarenta y un años. Tras una etapa en la que sirvió en buques que transportaban tropas a diversos escenarios del Mediterráneo (Liorna, Trípoli o Sicilia), fue nombrado mayor de la escuadra mandada por José Alonso de Carvajal y Pizarro, con el que estuvo varios años prestando servicios en el Atlántico (La Habana, Veracruz...).

El 1 de agosto de 1738 fue ascendido a teniente de navío. Navegó luego en la costa gallega protegiéndola de posibles incursiones inglesas y en junio de 1740 fue destinado con Alonso Pizarro al navío Asia, que con la fragata Esperanza formaron parte de la escuadra que debía evitar los ataques del comodoro inglés Anson en el Pacífico (se les sumaron el navío Guipúzcoa y las fragatas Hermione y San Esteban). La escuadra zarpó de Cádiz en septiembre de 1740 y constaba de trescientos dos cañones y dos mil setecientos ochenta hombres. Transportaba el Regimiento de Portugal destinado a Chile. Cruzó el océano y llegó a Maldonado, en la desembocadura del Río de la Plata, el 5 de enero de 1541. Pizarro supo allí que la armada de Anson acababa de partir hacia el cabo de Hornos y decidió seguir tras ella. La suerte de las dos escuadras fue desafortunada.

La española estuvo a punto de pasar Le Maire (los ingleses lo lograron a duras penas), pero las tempestades la hicieron regresar al Atlántico. La Guipúzcoa encalló diez leguas al sur de Santa Catalina y se perdieron sus trescientos hombres. La Hermione desapareció con sus quinientos soldados. El Asia perdió trescientos cincuenta tripulantes y desarboló el mayor y el velacho. La San Esteban perdió el trinquete.

Quedaron sólo el Asia, la San Esteban y la Esperanza junto a Montevideo en junio de 1741. Las naves volvieron a intentar pasar al Pacífico, pero la San Esteban dio en un bajo y el Asia tuvo que volver nuevamente a Montevideo. Era el 12 de noviembre de 1742 y Pizarro y Guirior decidieron desembarcar en Montevideo y dirigirse por tierra a Valparaíso (Chile), pues acababan de recibir noticias de que en dicho puerto estaba la Esperanza. Mandada por el capitán Pedro Mendinueta, había logrado pasar el estrecho. Pizarro y Guirior lograron su objetivo y embarcaron en la Esperanza.

El capitán general de Chile les aprestó toda la ayuda posible para que realizaran unos cruceros por las islas Juan Fernández y las costas meridionales. El 6 de julio de 1743 desembarcaron en Callao. Al día siguiente fueron a cumplimentar al virrey marqués de Villagarcía. Fue la primera vez que Guirior estuvo en Lima. Pizarro y Guirior esperaron la paz con Inglaterra para regresar. Lo hicieron desde Valparaíso el 2 de enero de 1745 por el camino terrestre inverso al de venida. En Montevideo les esperaba el Asia, al que le faltaba la tripulación. La improvisaron con prisioneros ingleses, contrabandistas portugueses, muchos indios paraguayos y once pampas, capturados en Buenos Aires.

Pizarro y Guirior zarparon de Montevideo el 15 de octubre de 1745 y realizaron una travesía llena de incidentes, pues los indios pampas se amotinaron y atacaron a los españoles. Mataron a veinte e hirieron a más de cincuenta. La confusión fue enorme y los indios se hicieron con el barco. Pedro de Mendinueta mató de un pistoletazo al indio Orellana que los capitaneaba y el resto se tiró al mar, ahogándose. El Asia fondeó en La Coruña el 2 de enero de 1746 poniendo fin a la trágica travesía.

Guirior fue destinado a Cartagena y dos años después, nombrado segundo comandante del navío América, mandado por el capitán frey Julián de Arriaga y Rivera, que realizó corso por el Mediterráneo en los meses siguientes (costas de Italia, Francia y Argel).

Tuvo varios ascensos, fue a La Habana e hizo algunas operaciones de corso por el estrecho y Levante. Se incorporó entonces a la escuadra mandada por Regio Branciforte y se mantuvo en Cádiz, escoltando buques y haciendo varias incursiones. Posteriormente, Guirior mandó el navío Dichoso, que formó parte de la escuadra del marqués de la Victoria que trajo a Carlos III de Nápoles. Con el mismo buque hizo varios viajes a Galicia, Brest, el canal de la Mancha y Cartagena. Cesó en el mando de este buque el 7 de febrero de 1764 por haber sido nombrado mayor general de la Armada y tuvo que trasladarse a Cádiz.

En 1765 capitaneaba El Rayo, con el que tuvo que llevar a la infanta María Luisa Antonia a su futuro esposo Leopoldo de Austria y traer de Génova a España a la princesa María Luisa Teresa de Parma, futura mujer de Carlos IV. El 10 de enero de 1766 se le dio el mando de El Dragón, con el que llevó a Veracruz al virrey marqués de Croix. Recorrió luego varios puertos del Caribe y regresó. El 29 de diciembre de 1769 fue promovido a jefe de escuadra. Le faltaba sólo el ascenso a teniente general, cosa que lograría el 20 de diciembre de 1774, siendo ya virrey, con lo que cerró sus citados cuarenta y un años de servicios en la Armada española.

Manuel Guirior fue nombrado virrey del Nuevo Reino de Granada, gobernador y presidente de la Audiencia de Santa Fe en 1771. Embarcó para su destino el 29 de mayo de 1772 en la fragata Astrea, con su mujer María Ventura Guirior y un gran número de parientes, amigos y criados. Era muy amante del boato, como señaló Restrepo. El 8 de julio de 1772 llegó a Cartagena, donde esperó a su antecesor Messía de la Cerda, que se retrasó hasta el 29 de octubre. Guirior recibió el bastón y dio el juramento en Cartagena el 31 de octubre de 1772. En la ciudad portuaria tuvo que permanecer cuatro meses con objeto de cumplir las órdenes recibidas de inspeccionar sus defensas y el contrabando y pacificar a los indios guajiros. Esto último se lo comisionó al ingeniero Antonio Arévalo, que utilizó las tropas del Fijo de Cartagena en hacer unas nuevas poblaciones, con sus iglesias, etc., donde se redujo a los naturales.

En marzo de 1773 abandonó Cartagena y embarcó en el Magdalena hasta Honda, tomando finalmente el camino a Santafé. Llegó a la capital el 22 de abril de 1774. Una vez instalado escribió sobre la situación del virreinato, que dedicó al ministro Arriaga.

El virrey tocó los distintos aspectos que le tenían sumido en la pobreza, pero todos iban a desembocar a un mismo aspecto: el comercio. En su opinión estaba viciado por la abundancia de mercancías extranjeras en circulación, muchas de ellas llamadas de Castilla sin serlo, y cuyos valores habían subido en exceso (un 100 por ciento en 30 años), lo que había motivado la ruina de los paños quiteños, entre otras cosas. El remedio para esto era aumentar los derechos de entrada a las mercancías extranjeras (repetidos en las ciudades que sirvieran para su internación) y cobrados por géneros, no al peso, así como fomentar la exportación de mercancías del reino, suprimiendo los impuestos y tratando de lograr un libre comercio semejante al que se había dado para las islas de Barlovento. Estas mercancías neogranadinas eran el algodón, palo de tinte, cueros, sebo, novillos, mulas, caballos y tabaco de hoja. Añadió que convenía dar además una serie de normas para activar el tráfico costero, como preparar prácticos (los que había eran ingleses, holandeses o franceses), abrir la navegación prohibida en el Atrato y permitir el comercio de Panamá con Costa Rica, para traer harina de dicho territorio. El contrabando era realmente un tema candente que empezó a aliviarse gracias a los reglamentos especiales de libre comercio para las islas de 1765, que en 1778 se hicieron extensivos a Ríohacha y Santa Marta y luego al resto de los neogranadinos. Muy relacionado con el contrabando estaba el problema de los indios rebeldes motilones, que introducían mercancía fraudulenta en Maracaibo, Mérida y La Grita. Habían intentado solucionarlo sin éxito los virreyes Solís y Messía de la Cerda.

Guirior quiso arreglarlo mediante la pacificación delos naturales, aprovechando los buenos oficios de los capuchinos y especialmente los de Sebastián Guillén y del padre fray Fidel de Roda, que se habían ofrecido para ello. Solicitó los permisos oportunos y obtuvo algunos éxitos, según informó a la Corona en 1774, pero la posterior prisión y juicio de Guillén, como resultas de una reyerta en la que murió el oficial José Arresta, impidió que se completara la obra emprendida.

Los motilones abandonaron poco después sus dos poblamientos y volvieron a la selva, donde permanecieron irreductos hasta el siglo xx.

En el terreno religioso tuvo que favorecer las reformas acometidas por las diversas órdenes. Sólo llegaron los reformadores de los agustinos, los hospitalarios de San Juan de Dios y los mercedarios de Quito, por lo que no pudieron tocarse las otras órdenes, como era deseo del Soberano. Se suprimieron algunos conventos pequeños agustinos y se reglamentó algo el servicio humanitario de los religiosos de San Juan de Dios.

Guirior atendió asimismo a la reunión del Concilio Provincial de Santafé, convocado por su arzobispo para el 27 de mayo de 1774, pero ocurrió algo semejante a lo anterior. El obispo de Popayán se excusó de asistir por enfermedad y el de Santa Marta murió antes de la reunión, cosa que también le ocurrió al arzobispo convocante. El Concilio lo presidió el obispo de Cartagena en 1774 (luego fue arzobispo de Santafé) y el virrey asistió a la instalación del mismo, nombrando luego representante. Se suspendió en enero de 1775. Guirior logró algo importante que fue la incorporación al Arzobispado Santafereño de las diócesis de Quito y Panamá, anteriormente sufragáneas de Lima.

La cultura neogranadina tuvo un inusitado progreso gracias a los bienes incautados a los jesuitas. La Corona permitió la creación de la Junta Superior de Aplicaciones, formada por el virrey, el gobernador del Arzobispado, el oidor decano de la Audiencia y Moreno y Escandón (criollo nacido en Mariquita), que elaboró cuatro iniciativas importantes: la reforma universitaria en el virreinato, la creación de una universidad pública, la fundación de los reales hospicios para pobres e inválidos de ambos sexos, y la apertura de la Real Biblioteca. Lo primero fue acometido por el propio Moreno y Escandón con el llamado “Método provisional e interino de los estudios que han de observar los colegios de Santa Fe, por ahora, y hasta tanto que se erige Universidad Pública”. Permitió incorporar nuevos saberes científicos, más acordes con los tiempos, aumentando las Matemáticas y Ciencias Naturales, y disminuir los estudios tradicionales, pero no fue aprobado por la Corona, con lo que todo se quedó como estaba. Sólo se ensayó durante un año.

Para los hospicios se destinaron los edificios del antiguo seminario y la casa del noviciado de los jesuitas.

En cuanto a la Universidad pública la configuró reuniendo las tres existentes de los jesuitas, los dominicos y los agustinos y con nuevas cátedras en los colegios del Rosario y San Bartolomé. Este programa fue desaprobado por la metrópoli, por lo que apenas tuvo duración. Finalmente se creó la Real Biblioteca pública de Santa Fe con los fondos de los jesuitas expulsados de los colegios de Santafé, Honda, Pamplona y Tunja. Se instaló en el edificio del antiguo seminario jesuita y su acondicionamiento tardó casi un año. Se inauguró en 1777. Moreno realizó también la reglamentación de rentas de la salina de Zipaquirá.

El virrey ejecutó otras obras no menos importantes.

Mandó levantar un censo de la ciudad de Santafé.

Para ello dividió la ciudad en cuatro cuarteles y ocho barrios, confiando los primeros a cuatro ministros de la Audiencia y los segundos, a ocho alcaldes, nombrados especialmente. El censo dio un total de 16.233 almas y 3.346 vecinos, con 1.770 casas. La capital se engalanó con un hermoso arbolado en la calzada a Fontibón, que iba a dar al puente Grande, terminado por entonces. Arregló la vía del Opón para facilitar el suministro de harinas a la costa y mejoró los correos, extendiéndolos a Antioquia y el Chocó, donde faltaban.

Duplicó además su periodicidad de Bogotá a la costa a cuatro veces por año y reglamentó el cobro de un real para cartas fuera del reino y medio para el interior. Las encomiendas se cobraban por peso y distancia.

Para fomentar la ganadería ovina prohibió el sacrificio de ovejas jóvenes, y protegió la agricultura, promoviendo la siembra de algodón y lino en Socorro, consiguiendo además la exención de derechos para un establecimiento de añil en Panamá. Logró aumentar la producción de harinas, para contrarrestar la introducción de las extranjeras que se importaban en Cartagena y sacó el tabaco de los asentistas. Guirior comprendió que la agricultura neogranadina no se solucionaría hasta que no se pusiera remedio al problema de la concentración de tierras en manos improductivas, como señaló en su Relación de Mando: “Sería conveniente se diese con generalidad para que a todos los que tuviesen tierras y no las cultivasen ni las disfrutasen con crías de ganados o sementeras, se les obligue a dejarlas, y que entren otros a disfrutarlas en beneficio común”. Fiel a estos principios favoreció la concentración de las comunidades indígenas existentes y la venta de los resguardos liberados para su compra por los mestizos (la realidad fue que volvieron a comprarlas los terratenientes). Guirior añadió en la misma Relación que su gobierno no había logrado producir grandes beneficios, pero tampoco había creado ninguna renta nueva.

A fines de 1775 recibió la Cédula de 24 de agosto del mismo año que le nombraba virrey de Perú. Concluyó su Relación de Mando el 18 de enero de 1776, y se dirigió a Cartagena con su mujer y parientes para entregar el gobierno a su sucesor, Manuel Antonio Flórez. Realizado esto, se dirigió al istmo y embarcó por el Pacífico hasta Paita. Llegó a Lima en julio del mismo año, pero no hizo su entrada pública hasta el 3 de diciembre de 1776. Guirior fue virrey de Perú desde entonces hasta mediados de 1780 y su actividad cubrió toda la extensa gama de aspectos que se le confiaron, pero sobresalieron los de vertebración del virreinato, con sus problemas mineros subsiguientes, los fiscales y las revueltas sociales que originaron. El primero fue inmediato, pues la Corona acababa de crear el cuarto virreinato, el del Río de la Plata, por Cédula de 8 de abril de 1776. Integró tres gobernaciones que fueron las del Río de la Plata (Buenos Aires), Guiará (Paraguay) y Tucumán (Córdoba), a las que se vinculaba económicamente el Corregimiento de Cuyo. A todo esto vinieron a sumarse periódicas anexiones de la Colonia del Sacramento y otra gobernación subordinada, la de Montevideo (Uruguay).

Incluso tuvo otras dos subordinadas a Buenos Aires, que fueron las de las Malvinas y Misiones. La integración de todos estos territorios, además de Charcas y Potosí, en el virreinato del Río de la Plata el año 1776, fue motivada por intereses político-administrativos, pero arrastrados por necesidades económicas.

Tucumán era el lugar de paso del comercio entre Buenos Aires y el Alto Perú, además de soporte de la producción minera, gracias a su riqueza agropecuaria.

El terminal de la ruta comercial era Charcas, perteneciente al virreinato de Perú, tradicional productor de plata y gran consumidor de manufacturas europeas, utillaje y herramientas, paños burdos, grano, carne, mulas... El gran problema para Perú fue que las minas de Potosí fueron excluidas de su jurisdicción, así como la región del Collao y todos los territorios comprendidos en la Audiencia de Charcas, que pasaron al nuevo virreinato ríoplatense. La minería argentífera peruana acusó un receso que pudo pronto compensarse con los asientos mineros de plata de Cailloma, Hualgayoc, Huantajaya y Cerro de Pasco. El virrey pidió a la Corte mineros de Sajonia y puso al límite de su producción la mina de azogue de Huancavelica, aunque se negó a autorizar que se emplearan mitayos en la misma.

El otro gran problema que Guirior se encontró al llegar fue la presencia de José Antonio de Areche, nombrado por la Corona el 11 de marzo de 1776 visitador general de la Real Hacienda y Tribunales del reino, pues sus poderes chocaban con los del virrey.

Areche procedió a introducir reformas en lo concerniente al azogue de Huancavelica y a incrementar y crear impuestos, con el objetivo de aumentar las rentas reales. Areche y Guirior mantuvieron abierta su rivalidad hasta fines de este gobierno virreinal, como estudió Palacio Atard. Las medidas del visitador sobre alcabalas (las subió de un 4 a un 6 por ciento) y aduanas, junto con los repartos de mercancías a los naturales, que promovían los corregidores, provocaron un estallido de motines por parte de los indígenas en poblaciones como Chumbivilcas, Huamalíes, Yungay, Arequipa, Moquegua, Pasco y Lambayeque.

Areche ordenó además empadronamientos, con objeto de que nadie eludiese los impuestos. El suceso más grave ocurrió en la ciudad de Cuzco el 17 de marzo de 1780, cuando fue descubierta la conspiración del gremio de plateros, liderada por el criollo Lorenzo Farfán de los Godos. Farfán y el cacique Bernardo Tambohuacso fueron ahorcados. Guirior se manifestó contrario a los repartimientos a los indios y al monopolio mercantil de los corregidores, pero sus medidas no lograron apaciguar a los naturales. El virrey se encontró a poco de llegar con el asesinato del corregidor de Chumbivilcas, Jerónimo de Sagasti, por abusar en los repartimientos. Poco después, en 1777, fue asesinado en Llata, provincia de Huamalies, el capitán José de la Cagiga. Se tomaron medidas enérgicas y diecisiete indios fueron condenados a pena de muerte, aunque no fueron ejecutados. Se les envió a la cárcel y al destierro. El 22 de octubre de 1776 hubo otro levantamiento en la provincia de Urubamba, que logró dominar el obispo de Cuzco, Agustín Gorrichátegui.

Los disturbios de Arequipa fueron aún más graves y se llegó al extremo de repartir pasquines contra las autoridades. En 1780 se produjo otro motín en Huanta, provincia de Huaylas. Se castigó a los cabecillas. El virrey procuró no aplicar medidas sangrientas, pero el clima siguió caldeándose de cara al cercano levantamiento de Túpac Amaru. La enormepresión fiscal produjo naturalmente una elevación de las rentas reales. En 1779 las cajas reales ingresaron 5.828.826 pesos y tuvieron un superávit sobre los gastos de 1.694.283 pesos, pero parte de esto se derivó también de una mejora en el comercio externo, que se benefició del Reglamento de 1778.

En el orden internacional se vivió otra nueva guerra entre España e Inglaterra (declarada el 18 de mayo de 1779), que afortunadamente enrumbó hacia otros territorios más septentrionales, si bien obligó a Guirior a poner el reino en estado defensivo. Aumentó los efectivos militares con el apoyo económico del Tribunal del Consulado, mandó edificar en Lima el cuartel de Santa Catalina y empadronó a los esclavos para poder enrolarlos en las tropas. La situación de guerra preventiva obligó a realizar algunos movimientos de tropas en la Alta Amazonía, ante el temor de incursiones portuguesas, y a alistar la escuadra para que vigilara las costas, armando ademas algunos buques corsarios. La escuadra estaba formada por los navíos Santiago de América, San Pedro de Alcántara y El Peruano, la urca Nuestra Señora de Montserrat, la fragata Águila y las goletas Princesa y Mercedes.

El gran acontecimiento de 1778 fue la llegada a El Callao de la expedición científica de Hipólito Ruiz y José Pabón, enviada por Carlos III para estudiar diversas regiones del virreinato. Llevaba pintores como José Brunet e Isidro Gálvez. Los científicos enviaron a España el año 1783 en el navío San Pedro de Alcántara cincuenta y tres cajones con especies de los reinos animal, vegetal y mineral, pero la embarcación naufragó en las costas de Portugal. En 1788 se hizo otro envío de especies peruanas a la Península que llegó a su destino. Guirior ayudó a la expedición, como a toda la cultura peruana. Transformó el antiguo colegio de San Pablo de los jesuitas de Chile en el Real Colegio para hijos de caciques e indios nobles (1776) y abrió el aula de Latinidad junto a la iglesia de los Desamparados. El virrey protegió continuamente la Universidad de San Marcos y Areche hizo también una obra importante. El 20 de septiembre de 1779 ordenó la creación del Colegio de Abogados, semejante al de Madrid, y solicitó a la Audiencia, por intermedio de su regente, el doctor Melchor Ortiz Rojano, la formulación de los estatutos, que fueron aprobados. El 25 de noviembre de 1779 se designó su primera junta directiva. El virrey Guirior consideró que se habían invadido sus atribuciones y el 28 del mismo mes de noviembre negó su legitimidad.

El Rey ordenó posteriormente la constitución del Colegio de Abogados de Lima (Cédula de 1 de junio de 1785).

Guirior llevó una política de colaboración con los prelados, lo que permitió que se corrigieran algunas ausencias de los párrocos y una mejor división de los curatos. El virrey reorganizó la Junta de Diezmos e impulsó la reinauguración de la antigua iglesia de la Virgen de los Desamparados en Lima. Asimismo cuidó mucho el reparto entre las distintas órdenes religiosas de los bienes confiscados a los jesuitas. El colegio de Moquegue en Huancavelica fue entregado a los misioneros recoletos de San Francisco. En Lima cuidó el orden público mediante el nombramiento de los alcaldes mayores y la persecución de la delincuencia, especialmente en los arrabales de Callao.

El enfrentamiento de Areche con Guirior llegó a su punto álgido en 1780, cuando el visitador trató de desprestigiar al virrey con informes ante la Corte, cuyo resultado fue el imprevisto relevo de Guirior. Le acusó de desobedecer las órdenes reales y de pretender maliciosamente la autonomía. El ministro Gálvez creyó algunas de las falsedades y ordenó destituirle.

El 10 de enero de 1780 se dio la Real Orden de sustitución de Guirior por el capitán general de Chile, Agustín de Jáuregui. Guirior le hizo entrega del mando el 21 de julio del mismo año y se embarcó para España el 7 de octubre. El juicio de residencia concluyó con su total absolución El Consejo de Indias declaró en mayo de 1785 que las acusaciones de Areche eran falsas, y le condenó a indemnizar a Guirior con 200.000 pesos por los daños sufridos, y a jubilarse con sólo la tercera parte del sueldo. Manuel Guirior murió el 25 de noviembre de 1788. En reconocimiento a sus servicios, la Corona le concedió el título de marqués de Guirior.

Obr as de ~: “Relación del estado del Nuevo Reino de Granada. Que hace el Excmo. Señor Don ~. Al Excmo. Señor Don Manuel Antonio Flórez, año de 1776”, en J. A. García y García, Relaciones de los virreyes del Nuevo Reino de Granada, ahora Estados Unidos de Venezuela, Estados Unidos de Colombia y Ecuador, Nueva York, Imprenta de Hallet & Breen, 1869.

 

Bibl.: J. A. Plaza, Memorias para la historia de la Nueva Granada: desde su descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810, Bogotá, Imprenta del Neo-Granadino por Ramón González, 1850; M. de Mendiburu, Diccionario Histórico-biográfico del Perú, t. VI, Lima, J. Francisco Solís, 1885; J. M. Groot, Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, escrita sobre documentos auténticos, Bogotá, 1890, 5 ts.; E. Restrepo Tirado, Gobernantes del Nuevo Reino de Granada en el siglo xviii, Sevilla, 1929; C. Cortés Vargas, “Un pleito Santafereño y Moreno y Escandón”, en Boletín de Historia y Antigüedades(BHA) (Bogotá), vol. xviii (1930), pág. 204; F. González Suárez, Historia General del Ecuador, Quito, D. Cadena A., 1931, 7 vols.; J. M. Marroquín, “Biografía de don Antonio Moreno y Escandón”, en BHA (Bogotá) vol. XXII, 541 (1936); C. Restrepo Canal, “Incidentes que dieron origen al Plan de estudios de Moreno y Escandón”, en BHA (Bogotá), vol. XXIII (1936), pág. 730; V. Palacio Atard, Areche y Guirior. Observaciones sobre el fracaso de una visita al Perú, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1946; G. Céspedes del Castillo, Lima y Buenos Aires. Repercusiones económicas y políticas de la creación del virreinato del Plata, Sevilla, Escuela de Estudios, Hispano-Americanos, 1947; P. M.ª Ibáñez, Crónicas de Bogotá, Bogotá, Ministerio de Educación Nacional, 1951, 4 vols.; J. M. Restrepo Sáenz, Biografías de mandatarios y ministros de la Real Hacienda, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, 1952; G. Céspedes del Castillo, “Reorganización de la hacienda vierreinal peruana en el siglo xviii”, en Anuario de Historia del Derecho Español, vol. XXIII (1953); J. Giraldo Jaramillo (ed.), Relaciones de mando de los virreyes de la Nueva Granada, Bogotá, Banco de la República, 1954; J. M. Pérez de Ayala, “Aspectos desconocidos de la vida del virrey Guirior”, en BHA (Bogotá), vol. XLIII, n.os 497 y 498 (marzo y abril de 1956); C. Alcázar Molina, Los virreinatos en el siglo xviii, Barcelona, Salvat-Imprenta Hispano- Americana, 1959; S. E. Ortiz, Nuevo Reino de Granada. El Virreinato (1753-1810), Bogotá, Lerner, 1970; A. Moreno Cebrián, El corregidor de indios y la economía peruana en el siglo xviii, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Fernández de Oviedo, 1977; A. Tauro (ed.), Enciclopedia ilustrada del Perú: síntesis del conocimiento integral del Perú, desde sus orígenes hasta la actualidad, Lima, Peisa, 1987, 6 vols.; G. Colmenares, Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada, Bogotá, Fondo de Promoción de la Cultura del Banco Popular, 1989, 3 vols.; C. Milla Batres (ed.), Compendio Histórico del Perú. Historia del siglo xviii, Lima, 1993.

 

Manuel Lucena Salmoral

Personajes similares