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Antonio Margil de Jesús

Biografía

Margil de Jesús, Antonio. Valencia, 18.VIII.1657 – Ciudad de México (México), 6.VIII.1726. Polifacético misionero franciscano (OFM) de Centroamérica, México y Texas.

Nació en el seno de una familia de escasos recursos económicos, la que, con el beneplácito de su madre y no obstante la oposición de su padre, abandonó en 1673 para ingresar en la Orden Franciscana, en Valencia en 1674.

Una vez superado el año de noviciado, cursó brillantemente los preceptivos tres años de Filosofía en Denia (Alicante) y los cuatro de Teología en Valencia, lo que le permitió ascender al sacerdocio en esta misma ciudad en 1682 y ejercer brevemente el ministerio pastoral en el convento castellonense de Santa Catalina de Onda.

Encontrándose de nuevo en Denia, se alistó en la expedición misionera que el franciscano Antonio Llinás estaba organizando con destino al futuro colegio de misiones de Querétaro (México), para lo cual a pie (como lo hará siempre en adelante) se dirigió a Cádiz, donde se embarcó para Nueva España el 4 de marzo de 1683 junto con otros veinticinco franciscanos, en cuya lista de embarque o “reseña” se le califica simplemente de confesor y perteneciente a la provincia franciscana de Valencia.

Una vez en Querétaro, el 15 de agosto de 1683 inauguró oficialmente el colegio de misiones al que iba destinado (primero de los treinta y dos centros autónomos de esta clase que llegó a fundar la Orden Franciscana en la América española, denominados también colegios de misiones o de Propaganda Fide), pero en el mes de octubre se trasladó a pie, junto con otros doce compañeros, a predicar en la Ciudad de México.

A partir de este momento, en lugar de ponerse a disposición del colegio, inició por propia cuenta un sorprendente y complejísimo proceso de insaciable vocación misionera itinerante en el que, con la no menos sorprendente tolerancia de sus superiores, supo compaginar sus deseos con las pocas y a veces contradictorias órdenes que recibió, así como con una copiosa correspondencia con cuantos podían ayudarlo en su apostolado (incluidos virreyes y gobernadores), en un caso único en la historia de la Orden Franciscana.

De hecho, en lugar de regresar a Querétaro una vez finalizada su predicación en la capital mexicana, en marzo de 1684 se encaminó a predicar en las ciudades yucatecas de Campeche y Mérida, mientras que en abril se encaminó, a través de Tabasco y Chiapas, a Guatemala, en adelante acompañado por fray Melchor López de Jesús, en cumplimiento del precepto de la Orden Franciscana de que sus miembros viajaran siempre acompañados.

Éste fue el comienzo de su incansable y característica peregrinación evangelizadora, siempre a pie, practicada por él en adelante, por lo que parecía que “solo en no parar encontraba descanso”, a pesar de que su sistema de vida no era la más propia de un atleta, pues solía consistir en no dormir más que dos horas por la noche y una de siesta, en no desayunar nada por la mañana y no comer más que verduras a mediodía.

Este momento representa también el inicio de la posterior costumbre franciscana de entrar en los poblados a los que se dirigía entonando canciones religiosas, principalmente el célebre Alabado, compuesto y difundido por él mismo.

A pesar de ello, a su llegada a Tuxtla Gutiérrez (estado mexicano de Chiapas) se encontraba ya tan agotado que estuvo a punto de fallecer, lo que no fue obstáculo para que, tras un breve reposo, prosiguiera viaje a Ciudad Real, donde, siempre junto con fray Melchor, predicó una misión, de la misma manera que lo había hecho anteriormente en Tabasco, Campeche y Mérida.

Tras permanecer un mes en Soconusco, en adelante ya precedido de la fama de santidad que lo acompañará siempre, continuó hasta Guatemala, adonde llegó en septiembre de 1685 y donde, tras haber evitado una sublevación de los soldados españoles, en enero de 1686 predicó en la catedral una misión de ocho días en presencia de las máximas autoridades, a lo que añadió una infatigable predicación por toda la comarca y una entrega total a la asistencia de los afectados por una gravísima epidemia.

Desde Guatemala se dirigió, siempre a pie y predicando por donde pasaba, a Honduras, Nicaragua y Costa Rica, para a comienzos de 1688 detenerse especialmente en Cartago (Costa Rica), donde, además de a predicar, se dedicó a erradicar el vicio de la chicha, muy difundido entre los nativos.

A comienzos de 1689, todavía en Costa Rica, se encaminó a Talamanca, cuyos habitantes estaban enemistados con los españoles por temor a que éstos los hicieran esclavos, por lo que allí inició su labor consiguiendo del gobernador español que prohibiera esa costumbre. Este detalle para con los nativos le abrió la doble posibilidad de ir fundando en esa región un total de quince poblados de indígenas, a los que consiguió unir entre sí mediante la apertura de caminos, así como la de administrar numerosos bautismos.

En agosto de 1691 recibió de sus superiores la orden de regresar a Querétaro, por lo que en diciembre de ese mismo año estaba de regreso en Guatemala, donde recibió la noticia de que se le autorizaba a seguir evangelizando en Centroamérica, por lo que, a ruegos del obispo de Guatemala, a finales de ese año se dirigió a la región guatemalteca de Verapaz a pacificar a un sector de indígenas que se habían sublevado.

A los seis meses de estancia en Verapaz recibió la contraorden de regresar a la ciudad de Guatemala para fundar en ella un convento destinado a convertirse en colegio de misiones como el suyo de Querétaro, pero, al no poseer la licencia real necesaria para ello, regresó de nuevo a Verapaz, donde a mediados de 1692 se propuso evangelizar a los dificilísimos chols, lacandones e itzaes, mientras que en 1694, ahora acompañado de fray Pedro de la Concepción Urtiaga, concibió el proyecto de construir una carretera por ese territorio a fin de unir a Yucatán con Guatemala, idea que fue muy discutida y en cuya discusión y realización desempeñó Margil un papel muy destacado.

Para la realización de este proyecto salió de Guatemala en enero de 1695 acompañando al presidente de la región, Antonio Barrios Leal, y a más de seiscientos soldados, de manera que a finales de abril se encontraba ya entre los lacandones, entre los que permaneció desde febrero de 1695 hasta marzo de 1697, fecha en la que recibió la noticia oficial de que tenía que hacerse cargo de la dirección del colegio de Querétaro.

A las cuatro de la tarde del 22 de abril llegó a este colegio con los pies destrozados, tras trece años de ausencia, e inmediatamente se hizo cargo de su nuevo cometido, en el que se distinguió por ser el mejor cumplidor de las obligaciones de la casa, por construir una enfermería para los religiosos y por saber compatibilizar estas obligaciones domésticas con el ejercicio exterior de la predicación.

En este último sentido, además de viajar alguna vez a México y a Valladolid, ejerció un intenso apostolado en la propia ciudad de Querétaro, en la que no dejó de crearse problemas por su celo en hacer desaparecer de la misma determinadas costumbres pecaminosas.

Al cumplir en abril de 1700 los prescritos tres años de su guardianía, se dispuso a dejarla, pero los superiores se la ampliaron hasta enero de 1701.

Ya libre de sus responsabilidades, en abril de ese mismo año recibió de sus superiores la orden de que viajara de nuevo a Guatemala, donde le esperaba el presidente de la Audiencia para que aplacara a sus enemigos. El viaje lo realizó llevando consigo la autorización, firmada en Madrid el 16 de julio de 1700, para fundar el denominado colegio de Cristo Crucificado de Guatemala, fundación que realizó en junio de 1701, tras lo cual en septiembre de 1702 se celebró Capítulo, en el cual fue elegido superior del colegio.

En las Navidades de ese mismo año delegó su cargo en el padre Tomás de Arrivillaga, mientras que él emprendió viaje a Nicaragua, a cuyas ciudades de León, Managua y Granada prestó una atención especial en sus predicaciones, con la circunstancia ulterior de que en la última fundó un segundo convento con miras a que se convirtiese, como el de Guatemala, en colegio de misiones, categoría que no llegó a adquirir nunca.

Posteriormente se trasladó a la provincia de Tologalpa, en Nicaragua, que estaba sin evangelizar, donde permaneció hasta que en julio de 1703 regresó de nuevo al colegio de Guatemala, donde pudo dedicarse plenamente a la construcción del edificio.

Los meses de septiembre a diciembre de 1703 los pasó por segunda vez en la región costarricense de Talamanca, mientras que en marzo de 1704 emprendió de nuevo viaje a Guatemala, donde, junto con otros dos franciscanos, predicó una misión en Suchitequepec, se esforzó en hacer desaparecer las idolatría que se practicaba en esa población y concibió la idea de viajar a Perú a fundar otro colegio, la que terminó abandonando disuadido por el padre Arrivillaga en carta de 1704, por lo que en agosto de ese mismo año decidió regresar a Guatemala.

Durante el viaje atravesó varios poblados de indígenas en los que encontró y trató de extirpar la floreciente idolatría que reinaba en ellos, cultivada por medio millar de sacerdotes paganos, a los que en algunas de esas poblaciones tuvo que hacer frente.

En este mismo mes de agosto de 1704 comenzó a preocuparse por el envío a Talamanca de unos ochenta soldados para pacificar la región, a la que él mismo se propuso evangelizar de nuevo durante seis o siete meses porque había que “reconvertir” a esas tribus.

Por esta misma razón, en 1705 él mismo se dirigió desde Guatemala a la Audiencia para que aprobara ese proyecto, pero él no pudo regresar a la región, porque en agosto de ese mismo año tuvo que asistir al Capítulo reunido en el colegio de Guatemala, en el que presentó unas célebres “constituciones municipales” o reglamento para el colegio de misiones de Cristo Crucificado.

Este tercer viaje a Talamanca lo pudo emprender finalmente a mediados de junio de 1706 junto con otros dos franciscanos y cinco soldados, pero el 15 de julio recibía la orden de que regresara inmediatamente al colegio de Propaganda Fide de Zacatecas, por lo que tuvo que volver de nuevo a Guatemala, donde informó a la Audiencia sobre la situación en Talamanca, tras lo cual prosiguió viajando para, después de pasar las Navidades en su colegio de Querétaro, llegar al de Zacatecas en enero de 1707.

A finales de este mismo año recibió la oferta de ser nombrado superior del colegio de Guatemala, que no aceptó.

Lo que sí hizo fue viajar a Durango y luego a Zacatecas, desde donde prosiguió viaje a Querétaro para hablar con el comisario o superior general franciscano, quien lo designó presidente del Capítulo Provincial que se celebró en febrero de 1709, tras lo cual regresó a Querétaro, pero en marzo volvió a Zacatecas, donde en noviembre organizó una misión.

Con gran sorpresa para él mismo, en 1710 recibió del gobernador de Guadalajara (México) el encargo de que se responsabilizara de la evangelización de lo que hoy es el estado mexicano de Nayarit, por lo que a comienzos de 1711 viajó a Guadalajara con ese fin, a pesar de lo cual ese proyecto no se llegó a realizar.

En este nuevo ambiente evangelizador, en 1714 fundó en la ribera del río Sabinas la primera misión que su nuevo colegio de Zacatecas llegó a tener en el estado de Coahuila, mientras que a finales de septiembre de 1714 viajó al Nuevo Reino de León y en junio de 1715 fue nombrado vicario general de las misiones de ese reino.

En julio de 1715, a petición del virrey de Nueva España formó parte de la expedición religiosa y militar que en enero de 1716 se dirigió a Texas entre otros objetivos con el de reanudar su evangelización, abandonada por los franciscanos en 1693.

En el curso de este viaje se puso gravemente enfermo, hasta el punto de que a finales de abril de 1716, ya cruzado el Río Grande, recibió los últimos sacramentos y quedó al cargo de un hermano lego, mientras los restantes setenta y cinco expedicionarios proseguían su viaje a Texas.

En julio, ya recuperado, se reincorporó a la expedición y fijó su residencia en la nueva misión texana de Nuestra Señora de Guadalupe, una de las cuatro fundadas por los expedicionarios, en la que pasó todo el año 1716, hasta que a mediados de 1717 la abandonó, mientras que en febrero de 1718 se trasladó a la nueva de San Miguel de Linares, en la que vivió durante dos años como un ermitaño debido a su precaria salud.

En 1722 fue nombrado superior del colegio de Zacatecas, por lo que, después de haber fundado dos misiones, tuvo que abandonar Texas para incorporarse a su nuevo destino.

Durante su desempeño sufrió una nueva crisis de salud de la que comenzó a recuperarse en agosto de 1724, pero poco después se le volvió a agravar, de manera que el 6 de agosto de 1726 falleció en la Ciudad de México, víctima de un tumor en el hígado, a los sesenta y nueve años de edad.

A raíz de su muerte, los franciscanos de todos los colegios de misiones de América se interesaron por su canonización. El proceso se inició canónicamente en 1769, pero se abandonó en 1837, a pesar de haberse reconocido la heroicidad de sus virtudes en 1835.

 

Obras de ~: Arte de la lengua /guatemalteca/ Choltí (perdido); con J. Cabrera, Alabado dispuesto por el R. P. Fr. Antonio Margil de Jesús, misionero apostólico, traducido del castellano al idioma mexicano, México, 1728; Cartas inéditas del V. P. Fr. Antonio Margil de Jesús dirigidas a las reverendas madres del convento de Guadalajara, Guadalajara (México), 1931; con L. Lamadrid, “The letters of Margil, in the Archivo de la Recolección de Guatemala”, y M. B. Macloskey, “Two Margil documents”, en The Americas (Washington), 7 (1950-1951), págs. 323-355 y págs. 256-259, respect.; con B. Leutenegger y M. Habig, Nothingness Itself. Selected Writings of Ven. Fray Antonio Margil, Chicago, 1976.

 

Bibl.: I. F. de Espinosa, El peregrino septentrional atlante delineado en la exemplarísima vida del venerable P. Antonio Margil de Jesús, México, 1737; Crónica de los colegios de Propaganda Fide de la Nueva España, 1746 (ed. de L. Gómez Canedo, Washington 1964); Nuevas empresas del peregrino americano septentrional atlante descubiertas en lo que hizo cuando vivía y que aun después de su muerte ha manifestado el V. P. F. Antonio Margil de Jesús, México, 1747; H. Vilaplana, Vida portentosa del americano septentrional apóstol, el V. P. Antonio Margil de Jesús, México, 1763; J. D. Arricivita, Crónica seráfica y apostólica del colegio [...] de Querétaro, México, 1792; J. M. Guzmán, Notizie della vita, vitú, doni e miracoli del Ven. Fr. Antonio Margil de Jesú, estratate dei procesi compilati per la causa della sua beatificazione e canonizazione, Roma, 1836; D. Sánchez García, Un gran apóstol de las Américas Septentrional y Central: el P. Antonio Margil de Jesús, franciscano, Guatemala, 1917; L. Chávez Garibay, Fray Antonio Margil de Jesús, fuentes para sus apuntes biográficos, Querétaro, 1932; P. V. Murray, “Venerable Antonio Margil de Jesús, OFM, friar of the winged feet, 1647-1726” y L. Lamadrid, “The Letters of Margil in the Archivo de la Recolección in Guatemala”, en The Ameritas (Washington), 7 (1950-1951), págs. 267-280 y págs. 523- 555, respect.; L. Lamadrid, “Letter of Fr. Pablo de Rebullida, OFM, to venerable Antonio Margil de Jesús, OFM, Urinama, Costa Rica, 18.VIII. 1704”, en The Americas (Washington), 19 (1953-1954), págs. 89-92; W. Donahue, “The missionary actvities of Fr. Antonio Margil de Jesús in Texas”, en The Ameritas (Washington), 13 (1957-1958), págs. 45-55; E. E. Ríos, Fr. Margil de Jesús, apóstol de América, México, Porrúa, 1959; W. H. Oberste, The restless friar Venerable Fr. Antonio Margil de Jesús, missionary to the Americas, apostle of Texas, Austin, 1971; C. Sáenz de Santa Maria, “Una revisión etnorreligiosa de la Guatemala de 1704, según Fr. Antonio Margil de Jesús”, en Revista de Indias, 41 (1981), págs. 445-497; E. Oltra Perales, Fray Antonio Margil de Jesús. Un valenciano apóstol evangélico de las Américas (1657-1726), Valencia, Unión Misional Franciscana, 1995.

 

Pedro Borges Morán

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