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Pedro Pérez de Mezquía

Biografía

Pérez de Mezquía, Pedro. Vitoria (Álava), 1685- 1691 – Ciudad de México (México), 1764. Misionero franciscano (OFM), fundador y orientador de las misiones mexicanas de Sierra Gorda.

Es conocido indistintamente con el apellido de Pérez de Mezquía, de Mesquía o de Mezcua por carecer totalmente de datos acerca de él hasta que el 22 de julio de 1715 aparece en la lista de los treinta franciscanos que se disponían a viajar al Colegio de Misiones de Querétaro (México), en cuya reseña se le describe como “sacerdote, predicador apostólico, del colegio de Sahagún, de 30 años, natural de Vitoria, bien dispuesto, lleno de rostro y éste rosado y blanco”.

Esta descripción indica que, aunque ingresó en la Orden Franciscana en la entonces denominada provincia de Cantabria, posteriormente se incorporó voluntariamente a un centro como el Colegio leonés de Sahagún perteneciente a una tendencia franciscana especializada en la labor misional.

La edad de treinta años que se le asigna en la reseña no se conjuga con la de cincuenta que se le calculó en otra reseña de 1741, según la cual habría nacido en 1691, ni con la de sesenta y uno que se le atribuía en 1749, colocando su nacimiento en 1688.

Poco después de haber llegado al Colegio, concretamente a comienzos de 1716, fue destinado a la misión de Texas, en la que sólo permaneció hasta 1719 porque todos los franciscanos tuvieron que abandonarla debido a la invasión de los franceses, como consecuencia de la guerra declarada entre España y Francia en enero de ese mismo año.

En 1724 fue nombrado superior del Colegio mexicano de Querétaro, cargo en el que en 1730 fue ratificado para un segundo mandato y nombrado viceprefecto de las misiones de ese mismo Colegio, para las que en ese mismo año impartió una serie de normas sobre su modo de proceder.

Este segundo período no llegó a agotarlo porque, tras intentar infructuosamente en 1732 fundar un Colegio de misioneros en Puebla, en 1733 optó por formar parte del grupo de franciscanos de Querétaro que fueron destinados al nuevo Colegio de misiones de San Fernando inaugurado en la Ciudad de México.

Con destino a ese Colegio recolectó a lo largo de 1739 y 1740 en España una expedición de trece franciscanos, los cuales viajaron a México a comienzos de 1742.

Al hacerse cargo este Colegio de San Fernando de las misiones de Sierra Gorda (nordeste de Querétaro) en 1744 lo destacó a ellas en calidad de presidente, por lo que se dirigió a ellas acompañado del general José Escandón.

Una vez explorado el territorio, ambos acordaron escoger los cinco lugares que juzgaron más a propósito para convertirlos en otros cinco puestos misionales a los que el padre Mezquía destinó inmediatamente dos misioneros para cada uno de ellos, procediendo a continuación a la solemne inauguración de esta nueva misión.

Por su parte, el general Escandón estableció en Jalpan, convertida en capital de la misión, una compañía de soldados con sus correspondientes oficiales, al mando de un capitán y de un teniente, para que acudieran a la misión a la que fueran llamados en caso de necesidad.

Debido a que con anterioridad a ellos ya habían evangelizado este territorio otros religiosos, los nuevos misioneros iniciaron su labor informándose sobre cuántos indígenas del total de tres mil ochocientos cuarenta que habitaban en él estaban bautizados para proceder a su preparación para recibir el sacramento mediante los intérpretes que desde la Ciudad de México los habían acompañado con este fin.

Simultáneamente, el padre Mezquía, que ya tenía experiencia en este punto adquirida durante su estancia en Texas con el padre Margil (1716-1722), elaboró en ese mismo año de 1744 unas Instrucciones generales para las misiones de Propaganda, junto con una Instrucción particular para los misioneros de Sierra Gorda, a las que debían atenerse los misioneros para el gobierno de la misión tanto desde el punto de vista espiritual como del temporal, similares a las vigentes en la evangelización de las restantes misiones de los colegios de Querétaro y de Zacatecas.

En el campo del gobierno espiritual se ordenaba, entre otras cosas, que todos los habitantes adultos de cada misión acudiesen por la mañana al salir el sol a la iglesia para asistir a la misa, rezar y aprender el catecismo, mientras que los niños y niñas mayores de cinco años acudirían también a la iglesia por la mañana y por la tarde para rezar y asistir a la catequesis.

Por supuesto, nadie podía faltar a la misa de los domingos, concluida la cual el sacerdote pasaría lista a los asistentes, cada uno de los cuales se haría presente acudiendo a besarle la mano.

Por lo que se refiere a los misioneros, se les impone la obligación de visitar con frecuencia a los indígenas enfermos, de asistirlos en el momento de su muerte y de acompañarlos en el entierro, junto con el resto de los habitantes. Deberían también esforzarse por evitar las enemistades entre los indígenas, así como la perpetración de escándalos o los malos ejemplos En el campo del gobierno temporal, los misioneros debían hacer todo lo posible para iniciar a los indígenas en el arte de la agricultura como medio de subsistencia de los mismos. Para ello les propone que invirtieran parte de la subvención oficial que recibían anualmente para cubrir sus propias necesidades en la compra de las herramientas y aperos necesarios para el cultivo de la tierra, así como en la adquisición de animales de tiro y domésticos para que, bajo la directa y permanente orientación de un misionero, pudieran recoger una cosecha, la que administrarían comunitariamente como en la primitiva Iglesia.

En 1745 visitó oficialmente, por encargo del Colegio de San Fernando, las cinco misiones fundadas el año anterior en Sierra Gorda, en las que, según el mismo afirma en 1746, habitaban mil doscientas tres familias integradas por cuatro mil ocho miembros, totalmente desprovistos de toda “economía política y racional”.

En julio de 1749 aparece en Cádiz presentando para la reseña a veintiocho franciscanos dispuestos a viajar al Colegio de San Fernando, entre los que figuró fray Junípero Serra. En la reseña de los integrantes de la expedición aparece él mismo, pero con los únicos datos de que era sacerdote y de que tenía sesenta y un años.

En 1761-1762 aparece firmando un documento, junto con otros franciscanos, en el que se afirma, entre otras cosas, que “hoy día tienen los indios de estas misiones regularmente el suficiente sustento para su manutención anual”.

Murió a comienzos de 1764 en el Colegio de Misiones de San Fernando de México.

 

Bibl.: F. de Lejarza, “Las misiones del colegio de San Fernando de México en 1746”, en Archivo Ibero-Americano (Madrid), 6 (1946), págs. 89-97; M. Geiger, “The internal organization and activities of San Fernando College, Mexico City, 1734-1858”, en The Americas (Washington), 6 (1949), págs. 3-31; I. Omaecheverria, “The Texas abajo: Fray Pedro de Mezquía, maestro y precursor de Fray Junípero Serra”, en Missionalia Hispanica (Madrid), 13 (1956), págs. 541-559; Pedro Pérez de Mezquía, O. F. M., Maestro y Precursor de Fray Junípero Serra en las misiones, Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1963; L. Gómez Canedo, Sierra Gorda. Un típico enclave misional en el centro de México (siglos xvii y xviii), Pachuca (México), 1976.

 

Pedro Borges Morán

 

 

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