Baltasar, Juan Antonio. Lucerna (Suiza), 10.IV.1697 – Ciudad de México (México), 23.IV.1763. Misionero jesuita (SI).
El jesuita suizo Juan Antonio Baltasar nació el 10 de abril de 1697 en Lucerna y entró a formar parte de la Compañía de Jesús en la provincia veneciana el 27 de octubre de 1712. Años después, ya en 1719, pasó a México y profesó en 1730. Fue rector del Colegio de San Gregorio y del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús en México. Actuó como visitador general en los años 1743 y 1744, y como visitador de las misiones norteñas de 1750 a 1753, cuando llegó a ser provincial de los jesuitas en la Nueva España.
Participó en la elaboración de la obra Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús, escritos por un padre de la misma sagrada religión de su provincia de México, título general bajo el cual hay una historia de Nayarit, Sonora, Sinaloa y las dos Californias. La obra reúne testimonios de miembros de la Orden jesuita acerca de la colonización de territorios del occidente y noroeste de México, especialmente Nayarit y Sonora, así como de regiones del suroeste de Estados Unidos que posteriormente pertenecerían al estado de Arizona.
En la primera parte de la obra José Ortega (1700- 1768), jesuita criollo nacido en Tlascalan, escribe sobre la Maravillosa reducción y conquista de la provincia de San Joseph del Gran Nayar. La compilación se realizó a instancias del jesuita criollo nacido en Caracas y trasladado a México, Juan Francisco López (1699-1783), y fue posible por la labor de Francisco Fluviá (1699-1783), jesuita catalán nacido en Olot (Gerona).
La segunda parte de la obra es la que compiló el padre Juan Antonio Baltasar, siguiendo las relaciones del también jesuita Eusebio Francisco Kino (1645- 1711), así como los escritos de Jacobo Sedelmayer (1703-1788), jesuita nacido en Baviera.
Los Apostólicos afanes se publicaron en Barcelona en 1754, y tuvieron una reedición como Historia del Nayarit, Sonora, Sinaloa y ambas Californias. Que con el titulo de Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús, en la América Septentrional se publicó anónima en Barcelona el año de 1754, edición y prólogo de Manuel de Olaguíbel, México, Tipografía de E. Abadiano, 1887. Luego hubo una nueva edición de los Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús, por José de Ortega; Juan Antonio Baltasar; Eusebio Francisco Kino; Francisco Javier Fluvía; Juan Francisco López; Ferdinand Konsag; Juan B Iguíniz, reimpresa en México por L. Álvarez y Álvarez de la Cadena, 1944. Y varias ediciones más, hasta los Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús en su provincia de México, edición de Francisco Javier Fluvía, y con las adiciones de Juan Antonio Baltasar (1754), Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto Nacional Indigenista, 1996.
Al padre Juan Antonio Baltasar corresponde la autoría De los principios, progresos y descaecimiento de la espiritual conquista de la provincia de la Pimería Alta por la muerte del padre Eusebio Francisco Kino, y también De nuevos progresos, varios descubrimientos y estado presente de la Pimería Alta. En ellas destaca la labor del padre Eusebio Francisco Kino, cosmógrafo, explorador, cartógrafo y cronista, que había nacido en Trento el 10 de agosto de 1645 y que ingresó en la Compañía de Jesús hacia 1665-1669. Estudiante en las universidades de Ingolstadt y Friburgo, fue profesor de Matemáticas en el colegio jesuita de Ingolstadt, y cuando el Elector de Baviera le pidió que enseñara en su Universidad no aceptó, porque quería ir a las misiones del Extremo Oriente, pero sus superiores le enviaron a México. Partió hacia España en 1678, en 1680 embarcó para México y llegó a Veracruz en 1681. En el virreinato tuvo una controversia de carácter astronómico con Carlos Sigüenza y Góngora, y salió hacia las misiones de la Alta Pimería, donde pensaba instalar una base para las de la Baja California, donde inició su labor el 13 de mayo de 1687 con la misión de Nuestra Señora de Dolores, en el valle de San Miguel. Sus relaciones y mapas aportan detalles de las misiones de la Pimería —Arizona y Sonora—, comprobando en sus expediciones que California no era una isla, sino una península. El padre Kino murió el 15 de marzo de 1711 en la misión de la Magdalena, en Sonora, que él mismo había fundado, ya que quería extender las misiones hacia el norte para enlazar con las de la Pimería en el río Colorado y establecer la comunicación desde este río hasta Monterrey. No encontró apoyo ni del virrey, ni de la propia Compañía de Jesús, y su proyecto de unir Sonora, Pimería y Arizona con California sería retomado un siglo más tarde por los franciscanos con fray Junípero Serra al frente.
La visión que el padre Kino tuvo del futuro de la Alta California, ponderando sus riquezas minerales, salinas y pesqueras, su buen clima para el cultivo de trigo y vides, y también para el desarrollo ganadero, fue la que le llevó a reclamar la atención de la Corona española para colonizar esa región fronteriza, y la que interesó años después al padre Juan Antonio Baltasar, a pesar de que su obra titulada Favores celestiales, historia de la región entre 1687 y 1706, nunca fue impresa. En ella escribió sobre la validez del testimonio de una vida cristiana sin la cual la acción misionera y evangelizadora quedaba estéril, y al respecto el padre Juan Antonio Baltasar da testimonio de su admiración por el padre Kino al decir de él que: “La Pimería Alta debe tanto a su incontenible celo que, con razón, él puede ser llamado ‘el Apóstol del Pima’ [...]. Atrajo y persuadió a los nativos con métodos maravillosos, sugeridos por su ferviente y encendida caridad [...]. Él fue y será siempre un ejemplo para los operarios de aquella viña del Señor, y el prototipo que todos deben proponerse imitar”.
El padre Juan Antonio Baltasar también se movió por las Californias, en las que las fundaciones de la Compañía de Jesús se articulaban a partir de la misión y los misioneros, que convivían con los responsables de actividades extractivas, desde operarios de minas, buscadores de vetas de oro y plata y gambusinos, pero también con trabajadores indígenas asalariados, comerciantes, rancheros de ganado y armadores perleros. Dos mundos, uno perdido por tierras californianas, sin apenas población indígena a la que evangelizar y con escasos misioneros, frente a otro que, a partir de las actividades económicas, empezaba a configurar una sociedad distinta a la derivada de la vida misional.
Los reales de minas, como el de Santa Ana, que se inició en el año de 1748, fueron una alternativa integradora a la colonización de tipo misional hasta entonces dirigida por miembros de la Compañía de Jesús. Los misioneros no podían impedir que los indios huyeran de las misiones para trabajar en los reales de minas, y el padre Juan Antonio Baltasar era consciente de la atracción de los centros mineros de la Nueva Vizcaya para ellos, al no vivir “debajo de campana” y para poder huir con “mujeres hurtadas”, con el acicate de los elevados salarios que atraían una mano de obra concentrada en los pueblos de misión. En tales términos informó al virrey, porque vio peligroso para las misiones la “mezcla” que se producía en los reales de minas entre “indios gentiles e indios huidos, apóstatas y rebeldes”, que terminarían “haciendo invasiones a los pueblos ya convertidos”.
En una carta al virrey Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, de fecha 13 de noviembre de 1746, en su calidad de visitador y superior de la Compañía de Jesús, el padre Juan Antonio Baltasar le decía a propósito de la dispersión de los indios yaquis y mayos: “Hallé en el real del Oro, junto a Indehé, no muy distante de Durango, setenta familias de estos indios. Aún mayor número se encuentra en los reales de Chihuahua y Cusihuiriachi, y sobre todo, son muchísimos los que se hallan en el real de Batopilas”. Y calculaba el número total de estos indígenas trabajadores en las minas del territorio en “unas tres mil almas”.
En la biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid, con la signatura 9/2282, existe distinta documentación manuscrita sobre California y su conquista: los encargos dirigidos por Andrés Marcos Burriel y López (1719-1762), quien fuera profesor de Filosofía peripatética en el colegio jesuita de Alcalá de Henares, al padre Francisco Ceballos, procurador de la provincia de Nueva España; el manuscrito del padre Miguel Venegas, cuyas Memorias fueron publicadas en México en 1739, y que sirvieron para la redacción de los tres tomos de la Noticia de la California y de su conquista espiritual y temporal, imprenta de la viuda de Manuel Fernández, Madrid, 1757, del propio padre Burriel, tras una labor de compilación de datos, que fue traducida al inglés (Londres, 1759) y al francés (París, 1767); y diferentes noticias sobre nuevos descubrimientos y correspondencia original del padre Burriel, como la que mantuvo con Juan Antonio Baltasar antes de la muerte de éste en México en 1763.
Obras de ~: Cartas de los PP. Provinciales Alejandro Romano, Joseph de Arjo, Mateo Ansaldo, Andrés Xavier García, Juan Antonio Baltasar, Ignacio Calderón y Juan Cevallos a los Padres Rectores y Vicerrectores del Colegio de San Andrés, s. l., 1711-1752, 37 fols.; Carta de edificación, en que el P. [...], de la Compañía de Jesús, rector del Colegio de San Gregorio de esta ciudad de México, da noticia a todos los superiores de las casas, y colegios de esta provincia de Nueva España, de la fervorosa vida del padre Juan Gumersbac, professo de quarto voto de la Compañía de Jesús, México, Imprenta de J. Bernardo de Hogal, 1737; Mapa de las missiones de Sonora, s. l., s. n., 1744; Catalogus personarum, & domiciliorum; Jesuits. Provincia de México, Mexici, Ildephonsi Collegii typographia, s. l., 1751; Carta de edificación, en que el P [...]., provincial de esta provincia de Nueva España, participa a todos los superiores, y colegios de ella, la fervorosa vida, y religiosas virtudes del V.P. Domingo de Quiroga, México, Imprenta de J. Bernardo de Hogal, 1751; Carta del P. Provincial [...], en que da noticia de la exemplar vida, religiosas virtudes, y apostólicos trabajos del fervoroso missionero el venerable P. Francisco Maria Picolo, México, 1752; Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús en su provincia de México, aprobación de fray Antonio Massó y del jesuita José Bertrán, Barcelona, Pablo Nadal, 1754, 452 págs.
Bibl.: E. F. Kino, Favores celestiales de Jesús y de María Santísima y del Glorioso Apóstol de las Indias Francisco Xavier, experimentados en las nuevas conquistas y nuevas conversiones del nuevo reino de la Nueva Navarra desta América Septentrional incógnita y paso por tierra a la California en 35 grados de altura, con su nuevo mapa cosmográfico de estas nuevas y dilatadas tierras que hasta ahora habían sido incógnitas. Dedicadas a la Real Majestad de Felipe V, muy Católico Rey, gran Monarca de las Españas y de las Indias, transcripción paleográfica de F. Fernández del Castillo, y est. crítico y notas de Emilio Bose, México, Archivo General de la Nación, 1913-1922; F. J. Alegre, Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de Nueva España, ed. de E. J. Burrus y F. Zubillaga, Roma, Institutum Historicum, 1956-1960, 4 vols.; J. A. Baltasar, “Breve elogio del Padre Kino”, en E. J. Burrus, Kino and Manje. Explorers of Sonora and Arizona. Their vision of the future, Roma, Jesuit Historical Institute, 1971, págs. 729-734; E. J. Burrus y F. Zubillaga, Misiones mexicanas de la Compañía de Jesús, 1618-1745: Cartas e informes conservados en la Colección Mateu, Madrid, José Porrúa Turanzas, 1982, 349 págs.; E. J. Burrus y F. Zubillaga, El noroeste de México: Documentos sobre las Misiones Jesuíticas, 1600-1769, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1986, 674 págs.; J. C. Galende Díaz, “Repertorio bibliográfico de la biblioteca del padre Burriel”, en Espacio, Tiempo y Forma, Moderna, 8 (1994), págs. 241-268; M. Marzal, La utopía posible, t. 2, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1994, págs. 316-335; J. A. Baltasar, Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús en su provincia de México, edición de Francisco Javier Fluvía, y con las adiciones de Juan Antonio Baltasar (1754), con pról. de Thomas Calvo y Jesús Jáuregui, México, Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto Nacional Indigenista, 1996, 452 págs.; J. L. Amao Manríquez, Mineros, misioneros y rancheros de la antigua California, México, Plaza y Valdés, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1997, 168 págs.; Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús: biográficotemático, vol. I, Roma-Madrid, Institutum Historicum, Universidad Pontificia Comillas, 2001; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española (1759-1799), est. introd., ed. crít. y notas de Antonio Astorgano Abajo, Madrid, Libris, Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 230, 338-340, 416-417 y 760-762.
Manuel Casado Arboniés