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José Luis Hidalgo Iglesias

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Biografía

Hidalgo Iglesias, José Luis. El rudo cántabro. Torres, Torrelavega (Cantabria), 10.X.1919 – Madrid, 3.II.1947. Pintor, poeta y crítico literario.

Es uno de los poetas más representativos de la línea existencial de la primera promoción de posguerra o de la década de 1940, de carácter rehumanizador frente al clasicismo que había impuesto el Grupo Garcilasista. Fue precursor de la denominada Quinta del 42 santanderina, formada por José Hierro, Julio Maruri, Enrique Sordo, Carlos Salomón, Marcelo Arroita- Jáuregui, Carlos Nieto y Ángel Laguillo, entre otros; fundaron la revista Proel (1944-1945; 1946-1950); el núcleo principal de su poesía se define por la indagación metafísica en torno a la muerte, el tiempo, el ser humano y Dios, temas esencialmente recurrentes en toda poesía meditativa, cuyos máximos exponentes habían sido Miguel de Unamuno y Antonio Machado.

Hidalgo perdió a su madre, Josefa Iglesias González, temprano (12 de abril de 1929), con sólo nueve años, circunstancia que le marcó profundamente, ya que el tema de la ausencia materna está presente en algunas de sus poesías iniciales (“A mi madre muerta”), con un tono de desarraigo y angustia que subyace en muchas de sus composiciones y que se acentuó tras la Guerra Civil. En 1929 se trasladó a vivir a casa de su tío Casimiro Iglesias, donde transcurrió su infancia y juventud; en la Biblioteca Popular de Torrelavega leyó a Ortega y Gasset, Spengler, Unamuno, Los Evangelios y los poetas de la Generación del 27 en la Antología de Gerardo Diego, escritores que ejercieron una notable influencia en Hidalgo Iglesias; también en esta época entabló amistad con Julio Maruri, Rodríguez Alcalde y Aurelio García Cantalapiedra, este último fue uno de sus principales biógrafos y fundador de la revista literaria Peñalabra (1971-1987). En 1934, a los quince años, empezó a publicar sus primeras composiciones, principalmente cuentos y greguerías, en el Impulsor de Torrelavega; su primera poesía, “Noche”, data del 14 de julio de 1935.

Su interés por la literatura y el arte moderno le formaron como incipiente pintor y escritor, llegando a impartir conferencias sobre poesía de vanguardia en la Biblioteca Popular de su ciudad (5 de mayo de 1936), mientras en su faceta artística participó como cartelista en la Olimpiada Popular de Barcelona en el mes de julio de 1936, donde le sorprendió la revolución y la Guerra Civil. A su vuelta, en el mes de agosto, pasó por Madrid y visitó a Gutiérrez Solana, por quien sentía una gran admiración, no sólo pictórica, sino también literaria; el tono tremendista de La España negra se puede rastrear en algunas de sus composiciones en torno a la muerte. En su ciudad natal trabajó en la docencia, sustituyendo a un profesor de Dibujo en Santander y, más tarde, en el instituto de enseñanza media de Torrelavega; en ese mismo año también conoció a José Hierro, amistad que nunca abandonó. En 1937 escribió Canciones para niños, y de un año antes datan sus Pseudopoesías, de carácter neorromántico. Su afán literario le condujo, junto a José Hierro, a visitar a escritores importantes en su formación, como el novelista Manuel Llano, autor de El sol de los muertos (1929), o el póstumo El dolor de tierra verde (1949), obras marcadas por las características de la Escuela del Septentrión (determinado paisaje y estado del alma definidos por la tristeza y la melancolía), que también son relevantes en estos poetas, y sobre todo Gerardo Diego, quien llegará a ejercer un magisterio determinante, pues ambos jóvenes llegaron a regalarle un libro con composiciones propias; así, la tendencia vanguardista del autor del Manual de espumas (1924) se puede rastrear en los poemarios iniciales de Hidalgo.

En 1938 fue obligado a cumplir el servicio militar y trasladado a Pamplona; de esta época datan las composiciones de algunos libros inéditos, como Mensaje hasta el aire, Ciudad y 10 poemas junto al mar, donde se manifiesta una veta neorromántica y el surrealismo telúrico del 27 que definen su lenguaje imaginístico y su estética sensorial. En 1939 fue enviado al frente de Extremadura y Andalucía (Córdoba), donde se le encomendó la tarea de censar a los muertos de la Guerra Civil, trabajo que le afectó terriblemente, y de ahí radica esa preocupación vital por la muerte. Su último período de servicio militar lo cumplió en Valencia, donde estudió Dibujo y Pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. En la capital levantina —donde residió con el poeta José Hierro— estableció un estudio en la calle Bonaire y entabló amistad con Ricardo Juan Blasco y Jorge Campos, grupo que fundó la revista Corcel (1942-1949), en la que llegó a colaborar; asistió también a las tertulias literarias de los bares Galicia, Mérito y El Gato Negro y se relacionó con poetas y pintores, como Ricardo Zamorano, Vicente Gaos, García Luengo, Pedro Caba, etc. En esta época de la Academia conoció a una compañera de curso, la pintora Jacinta Gil, que sería su novia, y a la que le ilustraría el libro Hazañas de Bartolillo (1943). En mayo de 1942 participó en la I Exposición de Arte Universitario de Valencia y realizó su primer mural para la Escuela de Orientación Profesional.

En 1943 terminó sus estudios y viajó a Madrid, donde se presentó al Premio Adonais con Raíz (en primer lugar se tituló Raíz del hombre), con el que obtuvo mención honorífica junto con Carlos Bousoño, Blas de Otero y José María Valverde; la obra (que recogía poemas pertenecientes a Mensaje hasta el aire, Ciudad y Luces asesinadas y otros poemas) consta de treinta y siete composiciones de gran diversidad tanto temática como formal, oscilando entre el formalismo del soneto y el verso libre, pero donde asoman ya los tintes de violencia anímica surreal que le caracterizan en poemas como Así me iré afirmando o Hay que bajar, que anuncian ya el tono metafísico y desgarrado de Los muertos (1947), libro que se publicó en Valencia en 1944 por Ediciones Cosmos, que dirigía Ricardo Juan Blasco. En Madrid también asistió a la vida literaria y cenáculos importantes donde conoció a Vicente Aleixandre, amistad decisiva en su trayectoria poética, como lo fue también para muchos jóvenes escritores de las diversas generaciones de posguerra. El 25 de octubre de 1944, Hidalgo organizó una exposición de su pintura en el Ateneo de Santander; ese mismo año entabló amistad con el Grupo Proelista, Beltrán de Heredia y el jurista y crítico literario Ricardo Gullón, quienes repercutieron decisivamente en la vida cultural de la ciudad. En esta etapa también confraternizó con los pintores Solana y Pancho Cossío. Durante estos años de 1945 y 1946 su vida transcurrió entre Valencia, Santander y Madrid, asistió a tertulias literarias, como la del Lyón o el Gijón, gestionó murales y pinturas, como el del Poblado de Pescadores en Santander, o realizó exposiciones, mientras sus críticas literarias y poemas aparecían publicados en diversas revistas de la época: Proel, Corcel, Leonardo, Entregas de Poesía, Pilar, Escorial, Espadaña, La Estafeta Literaria, Halcón, etc.

En 1945 salió a la luz su segundo libro, Los animales, en las Ediciones Proel de Santander (había intentado publicarlo con anterioridad en Valencia, en la editorial de su amigo Ricardo Juan Blasco, pero hubo problemas con la censura y tuvo que refundir algún poema, concretamente “Caballo”); el libro consta de once composiciones breves dedicadas cada una a un animal, donde predomina la impresión greguerística y la esencialidad. Este período de su vida se caracterizó por la intensa actividad poética y periodística, colaborando en revistas y diarios, como Alerta, o preparando proyectos artísticos; también llevaba adelantada una serie de poemas en torno a la muerte, una novela que dejó inacabada —titulada La escalera— y un proyecto pictórico de exposición para el cual, en diciembre, se trasladó a Valencia, donde estuvo todo el invierno pintando, a primeras horas de la mañana, paisajes del río próximos a la ciudad. La humedad y el frío repercutieron gravemente en su salud que, junto con el estado de debilidad, originaron su enfermedad pulmonar en el mes de febrero de 1946. En mayo se le trasladó urgentemente a Madrid, siendo internado en el sanatorio de Chamartín de la Rosa, donde se le diagnosticó una neumonía caseosa que le llevó a la muerte. Durante todo el año, hasta su fallecimiento, le visitaron amigos y poetas en el hospital, el escritor ordenó y corrigió poemas de ese libro premonitorio que tenía en preparación y que originariamente se iba a titular La llanura de los muertos. José Hierro y Ricardo Juan Blasco le ayudaron a clasificarlo y poner título a las composiciones; también colaboraron en la corrección Vicente Aleixandre y Ramón de Garciasol; se inició así una carrera contra reloj para sacar el libro en vida del autor, en el que Hidalgo analizó la angustia ante la realidad de la muerte, la lucha humana por la eternidad, la aceptación panteísta frente a ella y la desolación que produce la tragedia final, todo con un lenguaje de gran fuerza vital y símbolos de carácter metafísico. Pero José Luis Hidalgo murió el 3 de febrero de 1947, antes de que su obra pudiera ser publicada. Apareció póstumamente con el título de Los muertos (1947), y es la obra cumbre de la poesía existencial de posguerra.

Obras de ~: Raíz, Valencia, Cosmos, 1944; Los animales, Santander, Proel, 1945 (introd. de J. M. González Herrán, Torrelavega, A. García Cantalapiedra, 1977; pról. de Á. Sopeña, Santander, Rafael Gutiérrez Sopeña, 1985; pról. de J. Hierro, Madrid, La Palma, 1997); Los muertos, Madrid, Rialp, 1947 (col. Adonais, n.º XXXIV) (2.ª ed., introd. de González Herrán, Torrelavega, A. García Catalapiedra, 1954; ed. de J. Campos, Madrid, Taurus, 1966; ed. de J. A. González Fuentes, Santander, Publicaciones Universidad de Cantabria, 1997; ed.

de J. Uceda, Ferrol, Esquío, 1999); Obra poética completa, ed. y pról. de M. de Gracia Ifach, Santander, Institución Cultural de Cantabria, 1976; Antología poética, introd. de J. Uceda, Madrid, Aguilar, 1976; Poesía completa, ed. de A. García Cantalapiedra, F. Ruiz Soriano, B. Madariaga y J. A. González Fuentes, Santander, Centro de Estudios Montañeses, 1997; Poesías completas, ed. de J. A. González Fuentes, Barcelona, DVD Ediciones, 2000; Raíz (1944-1947). Antología poética, ed. de A. L. Prieto de Paula, Madrid, Huerga y Fierro, 2003.

 

Bibl.: C. J. Cela, “Ha muerto un joven poeta”, en Arriba, 11 de febrero de 1947; G. D iego, “José Luis Hidalgo”, en ABC, 24 de febrero de 1947; L. Rosales, “José Luis Hidalgo”, en Escorial, 54 (1947), págs. 210-212; VV. AA., “Homenaje a José Luis Hidalgo”, en Corcel, 13-14-15 (1947); G. Sobejano, “José Luis Hidalgo, poeta de los muertos”, en Verbo (noviembre-diciembre de 1948); J. Hierro, “Aniversario José Luis Hidalgo”, en Alerta, 5 de febrero de 1950; L. Rodríguez Alcalde, José Luis Hidalgo, Santander, Librería Moderna, 1950 (col. Antología de escritores y artistas montañeses, 12); C. Bousoño, “La poesía de José Luis Hidalgo”, en Índice, 60 (1953); R. J. Blasco, Escritos sobre José Luis Hidalgo, Santander, Isla de los Ratones, 1956; J. Maruri, “José Luis Hidalgo y Baudelaire”, en Alerta, 3 de febrero de 1957; L. Fernández Quiñones, “José Luis Hidalgo: su poesía de la muerte”, en Revista de Literatura, t. XII, 25-26 (1958), págs. 79-119; L. Cortejoso, La aventura poética en el hombre enfermo: de Bécquer a José Luis Hidalgo, Valladolid, Minerva, 1958; A. R. Fernández y F. Susinos Ruiz, “José Luis Hidalgo”, en Archivum, t. XI (1962), págs. 231-322; M. Romano Colangeli, José Luis Hidalgo (poeta della morte), Bologna, Casa Editricea, 1965; A. S ánchez Romeralo, “Insistencia y contraste en la poesía de José Luis Hidalgo”, en Papeles de Son Armadans, CXXX (1967), págs. 51-80; M. Teira, Idea de la vida y de la muerte en la obra de José Luis Hidalgo, Torrelavega, Antonio Fernández, 1967; A. García Cantalapiedra (comp.), Verso y prosa en torno a José Luis Hidalgo, Santander, Institución Cultural de Cantabria, 1971; O. Guerrero, José Luis Hidalgo, Madrid, Epesa, 1971; A. del Villar, “Ocho poemas inéditos de José Luis Hidalgo”, en Papeles de Son Armadans, t. LXIV, CLXXXIX (1971), págs. 293-327; J. M. González Herrán, “Contenido y temas en Los muertos”, en Boletín Biblioteca Menéndez Pelayo, XLVIII (1972), págs. 407-447; VV. AA., “Homenaje a José Luis Hidalgo en el 25 aniversario de su muerte”, en Peñalabra, 2 (1972), págs. 1-41; A. García Cantalapiedra, Tiempo y vida de José Luis Hidalgo, Madrid, Taurus, 1975; E. de Torre, “José Luis Hidalgo: poeta vital”, en Hispanic Review, 49 (1981), págs. 469-482; L. J. Fernández, “Esthétique et expressions surréalistes chez José Luis Hidalgo”, en Iris, 3 (1982), págs. 15-45; A. Romarís Pais, “El sistema simbólico de Los muertos de José Luis Hidalgo”, en Boletín Biblioteca Menéndez Pelayo, LVIII (1982), págs. 325- 349; M. Mantero, “José Luis Hidalgo”, en Poetas españoles de posguerra, Madrid, Espasa Calpe, 1986, págs. 53-88; V. García de la Concha, “La metafísica sensorial de José Luis Hidalgo”, en La poesía española de 1935 a 1975, Madrid, Cátedra, 1987, págs. 609-632; R. Gullón, El Santander de mi tiempo, Santander, Gonzalo Bedia, 1990; A. García Cantalapiedra, Desde el borde de la memoria, Santander, Ediciones de Librería Estudio, 1991; F. Ruiz Soriano, “Una nota de Miguel Ángel en Los muertos”, en Altazor, 4 (1994), págs. 31-33; VV. AA., Memoria de José Luis Hidalgo en el cincuenta aniversario de Proel, Madrid, Fundación Santillana, 1994; F. Ruiz Soriano, José Luis Hidalgo, poeta surrealista, Badalona, The Winding Stair, 1996; VV. AA., “Homenaje a José Luis Hidalgo”, en La Ortiga, 5 (1997); A. García Cantalapiedra, José Luis Hidalgo: biografía en imágenes, Torrelavega, Ayuntamiento, 1997; F. Ruiz Soriano, La poesía de José Luis Hidalgo, Santander, Centro de Estudios Montañeses, 1998.

 

Francisco Ruiz Soriano

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