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Marcial Lalanda del Pino

Biografía

Lalanda del Pino, Marcial. Vaciamadrid (Madrid), 20.IX.1903 – Madrid, 24.X.1990. Torero.

Perteneció a una familia de toreros: hermano de Martín (novillero, nacido en Talavera de la Reina en 1893) y de Eduardo (novillero y banderillero, El Escorial, 1894), primo de Pablo Lalanda (matador de toros, Ventas con Peña Aguilera, 1902) y tío de Pablo Lalanda Lalanda (matador, hijo de Eduardo). Su abuelo fue, durante más de treinta años, conocedor y administrador de la ganadería del duque de Veragua, y su padre mayoral de la vacada de Enrique Gutiérrez de Salamanca y de la plaza de toros de Madrid, además de tratante de ganado. Marcial nació en la finca “El Porcal”, situada en el término de Vaciamadrid, y fue bautizado en la madrileña iglesia de la Paloma. La cercanía del matadero influyó también en la afición de los hermanos Lalanda, pues ahí dieron sus primeros capotazos.

Marcial Lalanda adquirió gran notoriedad como becerrista, actuando con sus hermanos y también con su primo, con el que formó cuadrilla (también como novillero) durante varios años. “¿Por qué quiero ser yo torero, a los diez años, sin haber visto ninguna corrida?”, se pregunta Marcial en su Tauromaquia escrita con Andrés Amorós. Y se responde: “Sencillamente, por el ambiente, por haber visto a mis hermanos, que se iban a torear a los pueblos cercanos. [...] No fui a los toros empujado por la desesperación económica, como algunos. Sí, desde luego, con afán de mejorar”.

Según Cossío, toreó por primera vez una becerra el 24 de junio de 1913, en la finca “Aldea Nueva”, del ganadero Luis Baeza, en Segovia. Actuó por primera vez en público el 15 de agosto de 1914, en Alameda de la Sagra (Toledo). Cossío señala que fue el 14, pero Lalanda corrige la fecha en su texto biográfico. En la ciudad de Toledo toreó en compañía de sus hermanos el 8 de noviembre de ese mismo año; Cossío recoge el comentario que en el número 983 de la revista Sol y Sombra se hizo de esa becerrada: “El público, contento, quedó satisfecho con la lucida labor del niño Marcial, que fue llevado en hombros hasta Zocodover.

Once años de edad, y salía de una plaza en hombros, después ser ovacionado y de obtener una oreja, hace profetizar un risueño porvenir a este capullo taurino, si no se marchita antes de empezar a abrirse, por no haber tenido celo ni paciencia para dejar que la Naturaleza sea su única educadora y directora”.

Si bien por ley estaba prohibido torear a los menores de dieciséis años, Marcial y Pablo Lalanda continuaron participando en algunas becerradas. En su Tauromaquia, indica: “A mí me sirvió muchísimo el que me prohibieran torear, por mi escasa edad. Por esa razón, sólo podía hacerlo en algunos pueblos, en los que se hacía la vista gorda. Así fui creciendo despacio, como torero”. Sí toreó en la becerrada organizada por el gremio de zapateros en Madrid el 1 de agosto de 1915, alternando, además de con su primo, con los también niños Eladio Amorós, Fausto Barajas e Isidro Ballesteros. Entre otras becerradas, en 1915 toreó el 5 de septiembre en Vista Alegre (Madrid) y el 20 de ese mismo mes Chinchón; en 1916, el 29 de junio lidió en Talavera de la Reina becerros de la viuda de Ortega (en esa plaza, en su etapa de becerrista, toreó todos los años) y, por primera vez de luces, el 8 de septiembre toreó en Morata de Tajuña. Durante los dos años siguientes continuó participando en becerradas junto a su primo, para debutar con picadores el 29 de mayo de 1919 en Valdepeñas, con novillos de Agustín Flores.

El 10 de abril de 1920 toreó en Madrid, con su primo y con el rejoneador Basilio Barajas, una novillada sin público (en realidad fue una fiesta privada), organizada en honor de los hermanos de la reina Victoria Eugenia, los marqueses de Carisbrooke. En ese festejo también estuvo presente José Goméz Gallito, el gran referente técnico y artístico de Lalanda, siendo ésta la única vez que el gran maestro sevillano vio torear a Marcial, pues falleció a consecuencia de una cornada en Talavera de la Reina el 16 de mayo de ese mismo año 1920.

Sin contar —porque oficialmente no es posible hacerlo— la novillada de Carisbrooke, Marcial debutó en Madrid el 24 de mayo de 1920, con utreros del duque de Veragua, y repitió el 8 de agosto. Ese día, todavía con quince años, a Lalanda le tocaron la música en banderillas y cortó una oreja del sexto novillo de la tarde, de la ganadería de Villamarta. Regresó a Madrid el día 17 de ese mismo mes. Finalizó la temporada de 1920 sumando treinta y una novilladas, haciendo el paseíllo en todas las ocasiones (excepto en una) en compañía de su primo. En 1921, el año de su alternativa, Marcial hizo cincuenta y un paseíllos como novillero, además de otros seis como matador de toros. El 28 de septiembre de 1921, Juan Belmonte le cedió, en presencia de Manuel Jiménez Chicuelo, el toro Pichuchi, de la ganadería de Rafael Surga. A partir de ese momento, y durante los veinte años que se mantuvo en activo, Marcial Lalanda ocupó una plaza destacada en la primera fila del toreo.

Confirmó la alternativa en una fecha de triste recuerdo para la historia del toreo: el 7 de mayo de 1922, de manos de Juan Luis de la Rosa y en presencia de Manuel Granero, quien en ese mismo festejo murió víctima de la cornada que le infirió el toro Pocapena, de Veragua. El toro de la confirmación de Marcial se llamaba Misionero, y también pertenecía al hierro ducal. Finalizó su primera temporada como matador de toros sumando setenta y nueve corridas en España (tres tuvieron como escenario ruedos franceses), según las tablas estadísticas publicada en su Tauromaquia, y setenta y siete según la relación cronológica de festejos ofrecida en ese mismo libro.

Durante los años siguientes consolidó y aumentó el prestigio alcanzado en sus primeras temporadas. Toreó todos los años un número considerable de festejos, siendo las campañas comprendidas entre de 1929 y 1932 los años en que encadenó más actuaciones.

En 1929 hizo ochenta y cinco paseíllos, llegando a ochenta y siete en 1930. Además, a esos festejos hay que sumar los dieciocho de la campaña americana (seis en noviembre y diciembre de 1930 y el resto en enero y febrero de 1931). A partir de 1933, comenzó a torear menos corridas (especialmente, como es lógico, durante los años que duró la Guerra Civil), si bien una vez finalizada ésta, y hasta que se retiró en 1942, ya nunca superó el medio centenar de paseíllos.

En su última campaña toreó dieciséis corridas; se despidió de los ruedos el 18 de octubre, alternando en Madrid con Pepe Luis Vázquez (torero al que muy pronto pasó a apoderar) y Juan Mari Pérez-Tabernero, que resultó herido. Los toros fueron de Antonio Pérez, y el último que lidió Marcial se llamaba Bombita. Unos días después, el 25 de octubre, dijo adiós de manera definitiva a los toros en un festival en Alameda de la Sagra.

A lo largo de su carrera, Marcial Lalanda realizó ciento veintidós paseíllos en Madrid (en las plazas de la carretera de Aragón y Las Ventas), cinco menos que en la ciudad de Barcelona. En tercer lugar se sitúa el coso de Valencia, con sesenta y una corridas. En Sevilla, pese a haber tomado la alternativa en la Maestranza, únicamente actuó en cuarenta y tres corridas.

Respecto a los toreros con los que alternó, en primer lugar está su primo Pablo Lalanda, con el que toreó en ciento ochenta y tres ocasiones. A continuación se sitúan Domingo Ortega y Vicente Barrera, con ciento setenta y ciento sesenta y ocho corridas, respectivamente.

Sobre este torero, Néstor Luján escribió con mucho tino: “Al enfocar la personalidad de Marcial Lalanda, se ha de señalar ante todo que es el torero de mayor extensión de este período: desde la muerte de Joselito al triunfo de Manolete van 23 años, en el transcurso de los cuales Lalanda, sobrado de recursos, con una tenacidad extraordinaria, no cedió un ápice delante de ningún torero. Contendió con todos y, con su arte vistoso, su repertorio escogido y su sagacidad jamás desmentida, a todos supo aventajar con maestría. Todo ello es más meritorio por cuanto Marcial Lalanda tenía escasas condiciones físicas para triunfar [...]. Pero Marcial, con una clara inteligencia, supo fabricar un toreo en el que los defectos de su figura se presentaban como méritos. [...] Lalanda se pareció a Joselito en su repertorio variado, en su conocimiento de las reses y en su brillantez y valor continuados. Se asemejó, en cambio, a Belmonte en su intención estética, en su intento de expresar, a través del retorcimiento de su toreo, una vibración temperamental. Lalanda ha sido, si no el torero de una época, el más completo y sólido. Más finos y depurados han sido Chicuelo y Gitanillo de Triana, más dominadores Vicente Barrera y Domingo Ortega, más alegre y vital Manolo Bienvenida, más elegantes Antonio Márquez y Victoriano de la Serna, más clásico el Niño de la Palma. Pero, en conjunto, Lalanda les superó a todos en cantidad, en aliento y en fortaleza”.

Según Don Ventura, “Marcial Lalanda fue un diestro que siguió la línea de Joselito el Gallo —si bien careció del poder, de la expansión muscular y de la alegría de aquel portentoso torero—, es decir que su cuerda arrastró, además de una gran dignidad profesional, una inteligencia penetrante y una destreza de admirable justeza de expresión. Fue, en suma, un torero cerebral catalogado entre los dominadores, y creó con el capote el ‘galleo de la mariposa’, la más bella manifestación del toreo por la cara. Matando fue bastante seguro, merced a un ‘tranquillo’ muy personal e intransferible. Torero largo y sabio, hay que hacer constar finalmente que desde que empezó a torear le aplicaron el apelativo de ‘joven maestro’”.

Preocupado igual que Ricardo Torres Bombita por sus compañeros más modestos, si el sevillano fundó la Asociación de Auxilios Mutuos Benéficos de Toreros, Marcial dio un nuevo impulso al llamado Montepío de Toreros, del que fue presidente a partir de 1923, y para el que toreó una corrida gratis en 1929.

En su Tauromaquia Marcial dice, sin nostalgia del pasado y sin vanidad, y con una autocrítica sinceridad encomiable: “Yo he sido un torero que no he tenido —creo— gran arte. He suplido eso con dominio, con técnica, dando a cada toro la lidia adecuada. No creo haber traído al toreo nada importante, salvo el dominio, en la mayor parte de los toros. [...] No tuve yo la gracia torera de un Pepe Luis ni la vena poética de un La Serna. Fui, simplemente, un técnico del toreo”.

Así debió de ser, sin duda, si lo dice el propio Marcial; lo que por modestia se calla es que fue figura máxima del toreo durante veintidós años consecutivos: “El más grande”, según la famosa letra de su popular pasodoble.

Lalanda toreó la última corrida de la plaza vieja de Madrid (la de la carretera de Aragón), el 14 de octubre de 1934, y la primera (la inauguración, aunque volvió a cerrarse) de Las Ventas, el 17 de junio de 1931. Y también la primera que tuvo lugar en ese mismo coso, una vez que éste reabrió definitivamente sus puertas, el 21 de octubre de 1934, en el festejo en que Juan Belmonte cortó dos orejas y rabo. Siete días después, el propio Marcial obtuvo esos mismos trofeos, de un toro de Juan Sánchez de Terrones, en una corrida celebrada a beneficio de la Asociación de Escritores y Artistas.

Una vez retirado, se hizo apoderado de los hermanos Pepe Luis y Manolo Vázquez y de Antonio Ordóñez, y continuó con su ganadería, que había comprado en 1931.

La Escuela Taurina de Madrid lleva el nombre de “Marcial Lalanda”, en recuerdo y homenaje al gran maestro madrileño.

 

Obras de ~: con A. Amorós, La tauromaquia de Marcial Lalanda, Madrid, Espasa Calpe, 1987.

 

Bibl.: El Caballero Audaz (seud. de J. M. Carretero Novillo), “Marcial Lalanda, el joven maestro”, en El libro de los toreros. De Joselito a Manolete, Madrid, Imprenta Renacimiento, 1916 (2.ª ed. Madrid, Ediciones Caballero Audaz, Sáez Hermanos, 1947; Madrid, Biblioteca Nueva, 1998, págs. 117-127); T. O rts Ramos, Estudio crítico-biográfico de los principales diestros de la actualidad. Marcial Lalanda, Madrid, Editorial Alfa, 1921 (col. Los Ases del Toreo); V. Gabirondo Sarabia, Marcial Lalanda, su vida y su arte, Madrid, Imprenta Artística Sáez Hermanos, 1921 (col. Los Nuevos Doctores); A. Sánchez Carrere, Marcial Lalanda, “El rey de la filigrana”, Barcelona, Biblioteca Films, 1925 (col. Los triunfadores del ruedo, n.º 8); Uno Al Sesgo (seud. de T. O rts Ramos), Marcial Lalanda, Barcelona, Editorial Lux, ¿1926?; Un Angelito (seud. de G. Galán y Ruiz), Charlas del toreo... Lalanda, Ortega y su tiempo, Zaragoza, F. Martínez, 1932; B. Torralba de Damas, Filosofía del toreo, pról. de Marcial Lalanda e ils. de K-Hito, Madrid, Espasa Calpe, 1932; Don Ventura (seud. de V. Bagüés), Historia taurina de Marcial Lalanda, Barcelona, Imprenta Gusbert, 1942; R. Capdevila (seud. de C. Espinosa), Marcial Lalanda, Madrid, Afrodisio Aguado, 1943; J. M. Cossío, Los toros. Tratado técnico e histórico, Madrid, Espasa Calpe, 1943, vol. III, págs. 475-480, y 1961, vol. IV, pág. 524; Don Ventura (seud. de V. Bagüés), Historia de los matadores de toros Barcelona, Imprenta Castells- Bonet, 1943 (ed. Barcelona, de Gassó Hermanos, 1970, págs. 160-161); M. Soto Lluch, Por los terrenos de adentro (Estampas taurinas), pról. de M. Clavo “Corinto y oro” y dibujos de C. Ruano Llopis, Madrid, Imprenta Benzal, 1949; R. H ernández, Historia de la plaza de toros de Madrid (1874- 1934), Madrid, Imprenta Prensa Castellana, 1955; C. Jalón, Memorias de “Clarito”, Madrid, Guadarrama, 1972; V. Z abala, “Marcial Lalanda, el último brindis”, en Hablan los viejos colosos del toreo, Madrid, Sedmay, 1976, págs. 53-71; M. Lalanda y A. Amorós, La tauromaquia de Marcial Lalanda, op. cit.; F. Z umbielhl, “Marcial Lalanda”, en El torero y su sombra, Madrid, Espasa Calpe, 1987, págs. 203-241; F. Claramunt, Historia ilustrada de la Tauromaquia, Madrid, Espasa Calpe, 1989; J. L Suárez-Guanes, Madrid-Cátedra del toreo (1931- 1990), Madrid, Espasa Calpe, 1990; Barquerito (seud. de I. Álvarez Vara), “Marcial, el último maestro del toreo antiguo”, I. Aguirre Borrel, “Marcial, la orgullosa maestría”, y J. L. Ramón, “Gabriel González, el hombre que tan profundamente conoció a Marcial”, en Diario 16 (Madrid), suplemento Toros, n.º 427 (30 de octubre de 1990); D. T apia, Historia del toreo, vol. 1, Madrid, Alianza Editorial, 1992; N. Luján, Historia del toreo, Barcelona, Destino, 1993 (3.ª ed.), págs. 241- 243; J. L. Ramón, Todas las suertes por sus maestros, Madrid, Espasa Calpe, 1998; Antesala de la gloria. Historia de la Escuela Taurina de Madrid, Madrid, Espasa Calpe, 2002; J. M. Sotomayor, “Relación de las corridas de toros, novilladas con picadores y festejos de rejones celebrados en la Plaza Monumental de las Ventas de Madrid (17 de junio de 1931-23 de octubre de 2005)”, en VV. AA., Las Ventas. 75 años de historia, Madrid, Centros de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, 2006.

 

José Luis Ramón Carrión