González Lucas, Miguel Luis. Luis Miguel Dominguín. Madrid, 9.XII.1925 –Sotogrande, San Roque (Cádiz), 8.V.1996. Torero.
Conocido y anunciado siempre en los carteles como Luis Miguel, su sobrino Domingo Dominguín afirma en su libro Dominguines contra Dominguines que su nombre real era, y así lo atestigua la partida de bautismo, Miguel Luis. Respecto a la fecha de nacimiento, aunque tanto Cossío como Don Ventura indican que nació en 1926, su biógrafo Carlos Abella corrige la fecha e indica que vino al mundo en 1925. Hijo de María Gracia Lucas (1891-1983) y del torero, apoderado y empresario Domingo González Mateos Dominguín (1895-1958) —apodo que tomaron todos los diestros de esa dinastía—, Luis Miguel fue hermano de los toreros Domingo y Pepe.
Nacido y educado en un ambiente netamente taurino, desde muy niño toreó becerras y con once años estoqueó su primer novillo en San Martín de Valdeiglesias.
El 25 de junio de 1937 toreó con sus hermanos en la plaza lisboeta de Campo Pequeño.
Durante 1938 actuó en veintidós festivales. Vistió su primer traje de luces el 25 de julio de 1939 en Linares, al día siguiente hizo el paseíllo en Alicante, más adelante toreó en Córdoba y, aún como becerrista, se presentó en la plaza de Las Ventas, vestido de azul y oro, el 11 de agosto de 1940, en compañía de Valentín Jiménez Niño de la Valencia y el rejoneador portugués Paquito Mascarenhas. Abella recoge un texto del crítico Gregorio Corrochano, publicado en el periódico España, de Tánger, en el que afirma que “todo lo que hace este niño tiene un aplomo, una serenidad y un gesto de torero que son irreprochables. Todo lo sabe. Todo lo hace. Todo lo domina. Leyendo esto, el lector preguntará: ¿Es que ha resucitado...? No; no ha resucitado nadie. Es que ha nacido un torero”. Un torero que con los años acabaría por convertirse en uno de los más importantes del siglo xx. Según Abella, “en el toreo hay figuras que por sus condiciones artísticas consiguen escalar las altas cumbres del éxito, pero son muy pocos los que a las anteriores cualidades añaden las de ser un ‘mandón’. Y Luis Miguel reunía esas cualidades para mandar en la Fiesta, es decir, para escoger toros, fechas y compañeros de sus carteles, además de percibir los más altos emolumentos”.
Tras torear un buen número de becerradas en 1940, y ante la imposibilidad de torear novilladas en España debido a su aún corta edad, en 1941 viajó con su padre y hermanos a América, recibiendo el 23 de noviembre, unos días antes de cumplir los dieciséis años, la alternativa en Bogotá de manos de Domingo Ortega. Al no tener validez en España ese doctorado porque se había concedido fuera de este país (Don Ventura ni siquiera llega a citarlo), en 1942 Luis Miguel regresó a la Península Ibérica para seguir toreando como novillero. En Madrid se presentó con picadores el 5 de septiembre de 1943, alternando con Rafael Perea Boni y Angelete, con novillos de Arturo Sánchez Cobaleda. En ese festejo Dominguín cortó dos orejas, una de cada uno de sus enemigos. En 1944, tras tomar parte en veinticinco festejos picados y después de obtener dos orejas el día 30 de julio en Sevilla en su despedida como novillero, tomó la alternativa el 2 de agosto en La Coruña, de manos de nuevo de Domingo Ortega, que le cedió la lidia y muerte del toro Cuenco, de Samuel Hermanos. El testigo de la ceremonia fue su hermano Domingo Dominguín. Antes de finalizar la temporada de 1944, Luis Miguel intervino en otras ocho corridas de toros. Con Manolete alternó por primera vez el 25 de agosto en Almería. Según Abella, “el ímpetu arrollador de Luis Miguel se vio frenado y su camino entorpecido, hasta el extremo de que en 1945 toreó cuarenta y una corridas, pero muchas de ellas ‘montadas’ [organizadas] por su padre.
Con Manolete, Luis Miguel sólo toreó cuatro corridas”. Una de ellas fue la de la confirmación de su alternativa, el 14 de junio, con Pepe Luis Vázquez completando un cartel estelar. Los toros fueron de Antonio Pérez, y el de la ceremonia se llamó Secretario.
El festejo que cambió definitivamente el rumbo de la vida taurina de Dominguín tuvo lugar el 19 de septiembre de 1946. Se trata de la corrida de beneficencia, en la que en el mes de julio se anunció que torearían el rejoneador Álvaro Domecq, Gitanillo de Triana, Antonio Bienvenida y Manolete, que se encontraba temporalmente apartado de los ruedos e iba a reaparecer por un día. La familia Dominguín concentró toda su energía y estrategia en lograr la inclusión de Luis Miguel en tan importante festejo y, de esa manera, superar las reticencias de José Flores Camará, apoderado de Manuel Rodríguez. Para conseguirlo, Dominguín no sólo se ofreció a torear gratis (igual que el diestro cordobés), sino que incluso dio un donativo de 100.000 pesetas. Dice Abella: “¿Qué torero —incluido Manolete— se hubiera atrevido a vetar la presencia en el cartel del joven y prometedor Luis Miguel?”. Ese día, Dominguín cortó tres orejas (dos fueron al toro Victorioso, lidiado en octavo lugar) y Manolete dos, que, además, resultó herido.
Finalizada la temporada, Luis Miguel se encontraba situado ya en la primera fila del toreo. Dominguín era la joven figura emergente, un torero que tenía unas enormes ansias de llegar a la cima y que no respetaba a nadie, por muchos “galones” que tuvieran. Así han sido siempre, manifestándolo en la calle o sólo en el ruedo, todas las grandes figuras del toreo de todos los tiempos.
En 1947, Luis Miguel y Manolete deberían haberse encontrado en cuatro corridas: Vitoria, San Sebastián, Linares y Madrid, la última en la de la prensa programada para el 25 de septiembre. Pero, como es sabido, Manuel Rodríguez falleció en Linares a consecuencia de la cornada que el toro Isleño, de Miura, le infirió el 28 de agosto. Según Abella, “la muerte de Manolete causó una tremenda impresión en el joven Luis Miguel. No es fácil asimilar la muerte de un rival con apenas veintiún años y, aunque Luis Miguel se convirtió en el más importante matador de toros del momento y se ganó la animadversión de muchos públicos por su aire altivo, pedante y suficiente, lo cierto es que Linares dejó una gran cicatriz en el alma de Luis Miguel, que siguió toreando con idéntica rabia y feroz espíritu competitivo”. Dominguín, que finalizó la temporada de 1947 situado a la cabeza del escalafón, iba a encontrarse en lo que restaba de campaña una gran animadversión por parte de algunos públicos, que le “culpaban” de la muerte de Manolete.
Pero su trayectoria era imparable. En 1948 toreó cien corridas, firmando, entre otros momentos importantes, los siguientes: se presentó con gran éxito en Sevilla (cinco tardes, cinco orejas); toreó en solitario seis toros de Guardiola en Barcelona (fue premiado con diez orejas, tres rabos y tres patas) y el 28 de agosto, en el primer aniversario de la muerte de Manolete, en Linares obtuvo cuatro orejas y un rabo y recibió como premio el I Trofeo Manolete, “uno de los pocos galardones, de los miles obtenidos a lo largo de su vida, que adorna con orgullo una de las estanterías de la su casa de ‘La Virgen’”, dice Abella.
Siempre polémico y altivo, el 17 de mayo de 1949 se autoproclamó en la plaza de Madrid número uno del toreo. Así lo narró el crítico Giraldillo en el diario ABC: “Se halla Luis Miguel en su momento cumbre. La Fiesta se centra en él, y esto, que le da conciencia de sus deberes, le lleva a gestos de rebeldía, sublevación de su amor propio y propia conciencia de artista [...]. Ayer tuvo uno de esos gestos soberbios, ¡pero qué soberbiamente encajado en el centro de una formidable faena! Ocurrió en el toro cuarto. Acaba de triunfar Manolo González. Luis Miguel se convirtió en espectador de sí mismo: se proclamó el número uno. Pero el público, que ya estaba entregado, que le aclamaba con delirio, no le admitió como juez y parte. La pasión de sus adversarios, ya domeñada por el gran torero, se puso en pie, vibrante de indignación. Y lo extraordinario es que se impuso. Joselito lo dijo al salir de la plaza; Luis Miguel lo indicó en medio de una faena”. Según Abella, el momento culminante de la faena fueron unos circulares perfectos “que no despertaron en el exigente público madrileño el clamor que Luis Miguel esperaba. De hecho, se trata de una novedad que no agrada a los puristas, por lo que Luis Miguel se volvió retador hacia el público y levantó el dedo índice derecho, proclamándose así el número uno del toreo”. Fue un gesto de soberbia, quizá, pero también gesto de rabia, de reivindicación y reafirmación personal. Y añade Abella: “Intencionadamente, Luis Miguel busca el enfrentamiento con el público, consciente de que su insolencia tenía el sólido soporte de un acreditado oficio y de una asombrosa facilidad”.
Mantuvo la categoría en los años siguientes, aunque redujo voluntariamente el número de sus actuaciones.
Entre 1953 y 1956 estuvo apartado de los ruedos. En 1955 había conocido en la embajada de Cuba a la actriz italiana Lucía Bosé, que se encontraba en España rodando la película La muerte de un ciclista bajo la dirección de Juan Antonio Bardem. El 1 de marzo de 1955 se casaron por lo civil en Las Vegas y religiosamente el 16 de octubre ya en España. De esta unión nació el cantante Miguel Bosé y dos mujeres: Lucía y Paola Dominguín.
Dominguín regresó a los ruedos en 1957 y en 1959 tuvo lugar el famoso “verano sangriento”, como llamó Ernest Hemingway en su libro del mismo título a la gran rivalidad que Luis Miguel y su cuñado Antonio Ordóñez vivieron durante esa temporada. Una rivalidad que fue, por otra parte, provocada por los dos toreros. En 1959 y 1960 Dominguín toreó, respectivamente, cuarenta y cuarenta y dos corridas, si bien el año del “verano sangriento” (1959) perdió varias corridas debido a los dos percances graves que sufrió.
Al muy “ordoñista” libro del Nobel norteamericano respondió el crítico Gregorio Corrochano con el volumen Cuando suena el clarín, en el que ofrecía una versión distinta de los hechos y sucesos acaecidos en las diferentes plazas de toros en aquellos meses de intensa y sangrienta rivalidad.
Al final de la temporada de 1960, se retiró de los ruedos, en el que parecía que iba a ser su adiós definitivo.
Tras un sonado idilio con su prima Mariví, se separó de Lucía Bosé en 1968. Un par de años después, reapareció en los ruedos, el 10 de agosto de 1971, para permanecer en activo hasta 1973, temporada en la que volvió a torear en Madrid, una plaza en la que, tras sus éxitos iniciales, no fue muy asiduo a lo largo de su carrera. Su última corrida en España la toreó en Barcelona, el 23 de septiembre de 1973, alternando con Ruiz Miguel y Julio Robles. Se vistió por última vez de torero el 1 de diciembre de ese año en Quito, junto a Palomo Linares y el torero ecuatoriano Edgar Peñaherrera, que tomaba la alternativa. Ese día, al entrar a matar a un toro de Galache, Dominguín sufrió una fractura de peroné de la pierna derecha, y, tras recuperarse, ya nunca más regresó a los ruedos.
Torero de una personalidad fascinante, Abella señala a este respecto: “Uno de los atractivos más notables de Luis Miguel es que su personalidad le ha permitido conocer y tratar en profundidad a los más insólitos y variados personajes de la vida española.
Dominguín fue amigo de Pablo Ruiz Picasso, de Jorge Semprún, de Rafael Alberti, de Salvador Dalí y de Orson Welles, entre otros muchos personajes. Se trató con el general Franco y con muchos de sus ministros, a los que hablaba de Picasso al tiempo que le preguntaban por su hermano Domingo, reconocido comunista”. Además, su fama de galán le acompañó durante toda su vida, siendo famosos sus romances con las actrices Ava Gardner, Romy Scheider y María Félix, entre otras. Sobre este tema, se pregunta Abella: “¿Ha habido un hombre español con mayor éxito entre las mujeres? ¿Ha habido otro galán de la brillantez de Luis Miguel Dominguín? ¿Conocemos otro protagonista de la vida social de nuestro país que en el ejercicio de su vida profesional haya gozado de tanto prestigio como conquistador?”. El diestro madrileño intervino en dos películas, Around the World in 80 days, en 1956, con el cómico mexicano Cantinflas, y en la excelente Yo he visto la muerte, dirigida en 1965 por José María Forqué.
A pesar de su enorme capacidad como torero, demostrada en su poderío y facilidad ante los toros, su personalidad y fama no fueron del agrado de todos los aficionados. Por ejemplo, del escritor Néstor Luján, según se desprende de este comentario: “Luis Miguel ha sido un personaje tan popular y tan conocido como cualquiera de estos manidos y celebrados figurones [antes ha nombrado a Brigitte Bardot y a los príncipes de Mónaco]. Los últimos años de este torero de cóctel y fiesta campera han sido de una popularidad sin límites entre los centros de frivolidad mundial y ante el más desdeñoso encogimiento de hombros de la afición española”.
Aunque es obvio que no todos opinaban así. Corrochano dejó escrito sobre Luis Miguel: “Pisan los ruedos de las plazas de toros tres clases de toreros: toreros que no son toreros, aunque se vistan de seda, toreros que son toreros, pero no tienen casta de toreros, y toreros que tienen casta de toreros; de los primeros hay muchos, de los segundos hay menos, de los terceros tan pocos, que pasan años sin verse. Torero, lo que se dice torero de casta, es Luis Miguel Dominguín. El torero de casta se define: por su modo de estar en la plaza, por la atención constante al toro, por la tranquilidad, por sus reacciones, por su superioridad, [...] por superarse con afán ilimitado en busca de la perfección cada tarde. Así es Luis Miguel Dominguín”.
En 1982 comenzó una relación con Rosario Primo de Rivera, con quien se casó en diciembre de 1987.
Lucía Bosé impidió que pudieran contraer matrimonio eclesiástico. Al final de su vida se fue desprendiendo de sus propiedades y se refugió junto con su segunda esposa en su casa de la urbanización gaditana de Sotogrande, donde falleció el 8 de mayo de 1996.
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José Luis Ramón Carrión