Gutiérrez, Felipe. Madrid, s. xvi – Guamanga (Perú), s. xvi. Conquistador, gobernador.
Nació en Madrid y era hijo del tesorero real Alonso Gutiérrez. Nombrado en 1534 gobernador de Veragua, por Cédula Real de 24 de diciembre de 1534; se le extendió el título el 6 de febrero de 1536. Se le dieron por límites de su gobernación desde donde terminaba la de Castilla del Oro hasta cabo de Gracias a Dios, abarcando así toda la costa Atlántica de Costa Rica. En compañía del clérigo Juan de Sosa, apoderado de María de Toledo, virreina de las Indias, salió de Sanlúcar con varios navíos y soldados. Por un error del piloto llegó al cabo de Honduras, siendo así que lo que buscaba era la región de Veragua. Cambiando de rumbo arribó a la isla del Escudo, luego a la bahía de Almirante, posteriormente arribó a las islas de Secativa, de donde regresó a la costa de Veragua en la que fundó la ciudad de Concepción, que por motivo de hostilidad de los indios y a falta de víveres terminó en terrible desastre, al extremo de haber ocurrido entre los soldados actos de antropofagia.
En esas travesías, recorrió y exploró parte de la zona Atlántica de Costa Rica, pero sin experiencia y sin capacidades en empresas de esta clase; se distinguió por su crueldad no sólo para con los indios sino también para con los españoles. Fue una expedición desventurada, en que sus integrantes sufrieron tantas hambres que un grupo de ellos se comió a un indio, y luego a dos españoles, lo cual fue castigado severamente por Gutiérrez, quien mandó quemar a dos soldados y marcar con un hierro candente a los otros dos culpables, a quien convirtió en esclavos.
Los indios hostilizaban a los expedicionarios, destruían las milpas y toda cosa que pudiese servirles de alimento; las pocas provisiones que había las vendía Gutiérrez a exagerados precios a sus soldados. Apareció una peste que mató a muchos, por lo que al final Gutiérrez decidió desistir de la empresa con la poca gente que le quedaba, terminando así esta expedición con el mayor de los fracasos.
Gutiérrez se fue para Panamá, a Nombre de Dios, dejando abandonados en Veragua a la mayor parte de sus compañeros, que perecieron de hambre o matados por los indios. De Panamá partió para Perú en 1536 y en 1543 capitaneó con Diego de Rojas una expedición a la Argentina, llegando hasta Córdoba y el río Paraná.
Murió en Guamanga degollado por Gonzalo Pizarro, a causa de haberse negado a seguirle en su rebeldía.
El territorio del Atlántico no había sido explorado con intenciones de colonización desde 1510, luego de la fracasada expedición de Diego de Nicuesa. Y la misma expedición de Gutiérrez con Juan de Sosa se había visto plagada de malos presagios desde su inicio, pues sus gentes entraron en una riña de la que resultaron muchos heridos y muertos. Y poco después, al haber salido del puerto de Sanlúcar, se extraviaron, arribando finalmente a cabo de Honduras.
En sus recorridos por tierra firme, dentro de la isla del Escudo, lograron conseguir hamacas, ollas de barro y demás objetos elaborados por los indios. Una vez fundada la ciudad de Concepción, a orillas del río Veragua, en territorio panameño, tuvieron Gutiérrez y sus hombres problemas de abastecerse de víveres, y la resistencia indígena comenzó a convertir en desastre ese nuevo intento de colonización.
Al interior del territorio, sus expediciones enfrentaron derrotas sangrientas a manos de los indios; y generalmente regresaban con las manos vacías. Entre los expedicionarios descorazonados estaban los capitanes Carrillo Gutiérrez, Alonso de Pisa, Pedro Encinasola y Cristóbal Enríquez. La mala suerte parecía convertirse en destino entre la empresa de Felipe Gutiérrez, porque un navío enviado a Jamaica para traer víveres encalló; otro que había sido enviado por Juan de Sosa, que regresaba con provisiones, tuvo que refugiarse en Cartagena a causa de una tempestad, y allí en Cartagena Pedro de Heredia se apoderó de la embarcación y de todo su cargamento. Solamente un tercer navío había logrado salvarse, el que fue enviado a Nombre de Dios para pedir socorro. En medio de tales penurias ocurrieron los casos de antropofagia, entre cuyas víctimas estaban los españoles Hernán Dianes y Alonso Gutiérrez.
La suma de aquellos fracasos y la efectiva resistencia de los indios hicieron que estos últimos pasaran a la ofensiva en contra de los expedicionarios españoles; poco después, devino la retirada de Felipe Gutiérrez y la mayoría de sus hombres, quedando algunos abandonados a las hostilidades de los indios. El destino final de Gutiérrez, a su paso por territorios al sur del continente, fue trágico, y el desastre de su empresa no dejaba de comentarse en la Corte, donde la memoria de las empresas de Diego Colón y de Nicuesa no se había perdido todavía. Veragua se convirtió en sinónimo de hambre y muerte; sin embargo, los descendientes de aquellos colonizadores no perdieron la ambición ante la posibilidad de apoderarse de la tierra del oro. Entre 1540 y 1541, el doctor Francisco Pérez de Robles, presidente de la Audiencia de Panamá, otorgó a su yerno, Hernán Sánchez de Badajoz, las mercedes concedidas a Felipe Gutiérrez.
No parece casual lo señalado por el historiador Ricardo Fernández Guardia, al rememorar los nuevos intentos expedicionarios de Juan de Cavallón y el padre Juan de Estrada y Rávago, a principios de 1560, al decir que “debemos creer que un hado adverso pesaba sobre todos los que se proponían conquistar los territorios al principio conocidos con el nombre de Veragua y a los cuales se encaminaba ahora el padre Estrada Rávago, siguiendo las huellas de Colón, Nicuesa, Felipe Gutiérrez, Hernán Sánchez de Badajoz y Diego Gutiérrez, cuyos desastres se han hecho legendarios, y no menos los de Cristóbal de Peña, D. Francisco Colón y Juan Fernández de Rebolledo, quienes también fracasaron o perdieron la vida en la quimérica conquista del ducado de Veragua”.
Bibl.: R. Fernández, Diccionario biográfico de Costa Rica. Época del Descubrimiento y la Conquista, San José, Sociedad de Geografía e Historia de Costa Rica, Publicación n. 1, Editorial Trejos Hermanos, 1941; Historia de Costa Rica. El Descubrimiento y la Conquista, San José, Librería Lehmann & Cía., 1941.
Carmela Velazquez