Aparicio y Ruiz, Francisco. Burgos, 17.VII.1852 – ?, p. m. s. xx. Político y jurista.
Nacido en el seno de una familia de clase media, hijo de Francisco Aparicio del Rey, escribano de cámara y propietario agrario, y de Pilar Ruiz. Estudió Jurisprudencia en la Universidad Central de Madrid, especializándose en Derecho Civil, Canónico y Administrativo, alcanzando el grado de doctor; asimismo, recibió un premio entregado por Alfonso XII en la Escuela Diplomática. A continuación, emprendió el ejercicio libre de la abogacía, alcanzando muy pronto un elevado prestigio e ingresando con tan sólo veinticinco años de edad en la Real Academia de Jurisprudencia, con el discurso titulado El poder temporal de los papas.
Atraído por la política, se convirtió en la figura con mayor poder del conservadurismo burgalés, pues fue el parlamentario por antonomasia de la mencionada provincia castellano-leonesa, resultando elegido diputado a Cortes de forma ininterrumpida desde 1898 hasta la dictadura de Primo de Rivera, esto es, en trece comicios electorales, dominando en gran medida los distritos de la mencionada provincia. Preeminencia que se explica porque fue un político profesional que supo perfectamente utilizar los resortes del sistema caciquil y hacer suyas las causas más populares; a este respecto, en 1885 visitó los pueblos de Burgos infectados por la epidemia de cólera, por lo que tuvo que someterse a fumigación y a pasar un tiempo recluido en cuarentena.
Su fulgurante carrera política la inició ocupando cargos locales y provinciales, accediendo a la Diputación de Burgos en 1882, presidiéndola sólo seis años después. Primeras experiencias políticas que le sirvieron para atraerse el apoyo de la red de clientelas burgalesas, al mismo tiempo que cultivó el apoyo de la prensa, fundando él mismo un periódico político, Caput Castellae, y recibiendo el respaldo incondicional del Diario de Burgos, sin excluir frecuentar con asiduidad los salones y círculos burgueses, e incentivar el mundo de la cultura, siendo cofundador de la “Liga contra la ignorancia”.
Amigo muy cercano de Silvela, a comienzos de la década de los noventa participó en la fundación de la Unión Conservadora, aupándose como una de las piezas clave del silvelismo. Desde principios del siglo xx ejerció como líder indiscutible de los conservadores burgaleses. Esta relación le sirvió para beneficiarse del ascenso del veterano político madrileño tras la crisis de 1898 y, cuando desapareció, engrosó las filas del maurismo, manteniendo una fluida correspondencia con Antonio Maura.
Con el paso del tiempo, Aparicio fue escalando posiciones en la política nacional, uniendo a sus puestos parlamentarios (como diputado a Cortes por Burgos de 1891 a 1896 y de 1898 a 1923, y vicepresidente del Congreso de los Diputados en 1901, 1903-1904, 1905-1907 y 1910) el desempeño de distintos cargos de gobierno, cada vez con una mayor responsabilidad.
De hecho, fue gobernador civil de Oviedo (1890-1891), director general de Administración Local (1899), subsecretario de Hacienda (1900), fiscal del Tribunal Supremo (1915), comisario regio de Pósitos (1917-1918) y gobernador civil de Madrid (1919).
Por último, alcanzó en 1921 un puesto en el Consejo de Ministros presidido por Manuel Allendesalazar, que se hizo cargo provisionalmente del Gobierno tras el magnicidio de Eduardo Dato y en el contexto de la grave crisis política que hacía presagiar la irrupción de una dictadura. El Rey convenció a Allendesalazar de que en su Gabinete no incluyera ni a mauristas ni a datistas con el fin de que no quedase hipotecado en las Cortes, si optaba por alguna de las corrientes conservadoras. Aparicio recibió la designación de ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, que ejerció por tiempo muy breve, desde el 13 de marzo al 14 de agosto de 1921. El Gabinete de Allendesalazar se vio obligado a dimitir ante la avalancha de críticas por el desastre de Annual (julio de 1921), cuando la precipitación de los militares al mando de la campaña marroquí provocó el exterminio de varios miles de soldados españoles, sucediéndole el también conservador Antonio Maura, que encabezó un Gobierno de emergencia nacional con miembros de distintos partidos políticos.
Estuvo en posesión de la Santa Cruz de Francisco José de Austria y de Nuestra Señora de la Concepción de Villaviciosa.
Casado con Purificación Soto Armesto, hija del conde de Encinas, uno de los más ricos latifundistas de Burgos. Amasó una gran fortuna, gracias en parte a su matrimonio, pero, también, por sus actividades como abogado y político; de hecho, reunió un considerable patrimonio urbano, rústico y bursátil, siendo cofundador de la Compañía de Aguas de Burgos.
Bibl.: M. Ossorio y Bernard, Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo xix, Madrid, Imprenta y Litografía de J. Palacios, 1903-1904, pág. 493; P. Carasa (dir.), Elites castellanas de la Restauración. Diccionario biográfico de Parlamentarios castellanos y leoneses (1876-1923), Salamanca, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1997, págs. 107-110; J. M. Cuenca y S. Miranda, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998, págs. 342-345; J. R. Urquijo Goitia, Gobiernos y ministros españoles (1808- 2000), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001, pág. 155; P. Carasa Soto y A. Fernández Sancha, “Francisco Aparicio y Ruiz: el poder local en Burgos a principios del xx”, en P. Carasa Soto (coord.), El poder local en Castilla: Estudios sobre su ejercicio durante la Restauración (1874-1923), Valladolid, Universidad, 2003, págs. 27-60; M. C. Hall, Alfonso XIII y el ocaso de la monarquía liberal 1902-1923, Madrid, Alianza Editorial, 2005, págs. 276 y 287.
Francisco Miguel Espino Jiménez