Borbón y Braganza, Carlos Luis María. Conde de Montemolín. Madrid, 31.I.1818 – Brunnsée, Estiria (Austria), 13.I.1861. Pretendiente carlista a la Corona de España.
Era don Carlos Luis hijo del pretendiente Carlos (V) como rey de los carlistas, y de María Francisca de Asís y Braganza, hija del rey de Portugal Juan VI. En una carta dirigida por el rey Fernando VII, el mismo día del nacimiento de su sobrino, le comunicaba que a las seis y media de la mañana había nacido en el Palacio Real el hijo de su hermano y expresaba su satisfacción por este hecho. En aquel momento Carlos Luis, a quien apadrinó el propio Rey, parecía llamado a serlo en el futuro, aunque la realidad fue que este Infante llevó una vida bastante distinta a aquella a la que parecía destinado.
En marzo de 1833 hubo de acompañar a su padre a tierras de Portugal, donde comenzó su exilio; tenía entonces quince años. El día 2 de noviembre de ese mismo año escribió una carta a su madre en la que le comunicaba el itinerario que había seguido desde su salida de Madrid, un total de treinta y seis poblaciones en poco más de ocho meses y sólo en un lugar, Coimbra, había permanecido de forma continuada veintiséis días. Éste era el signo de su azarosa vida.
En lo que a su educación se refiere, se encargaron de su formación en ciencias y humanidades los jesuitas padres Puyal y Frías. De música, Mariano Lidón y de pintura, Vicente López —que había sido pintor de cámara de la Corte— y que, al surgir el conflicto sucesorio, tomó partido por el carlismo. Junto a ellos estaban asignados al servicio de los infantes los condes de Negrillos y del Prado, el de Ovando y los ayudas de cámara García Martín, Sainz y Cruilles. Todos ellos acompañaron a su padre en el exilio, siendo García Martín uno de los consejeros de Carlos Luis, cuando éste fue nominado como rey carlista, tras la abdicación de su padre. Se conocen testimonios del padre Puyol, capellán de las Salesas Reales, acerca de la buena disposición y aprovechamiento para el estudio de don Carlos Luis, antes de salir de España.
Perdida en Portugal la guerra entre los partidarios de don Miguel y don Pedro por parte de los primeros, hubo de salir el infante junto a su padre camino de Reino Unido en el navío de la Marina británica Donegal.
Allí falleció su madre el 11 de junio de 1834, mientras su padre, Carlos, luchaba en tierras de Navarra.
En Inglaterra, y tras este luctuoso hecho, permaneció el infante poco tiempo, ya que en 1835 pasó a tierras alemanas. En Salzburgo tuvieron su residencia Carlos Luis y sus hermanas, hasta que en octubre de 1838, acompañando a su tía y nueva mujer de su padre, la famosa y decisiva políticamente princesa de Beira, vino a España.
En tierras de Navarra, y en plena guerra, perfeccionó su educación militar bajo la tutela del general de Infantería Bruno de Villarreal. Asistió en Azcoitia a la ratificación del matrimonio de su padre Carlos María Isidro con su nueva esposa la princesa de Beira y finalmente, tras la traición del general Maroto y el Convenio de Vergara, los acompañó al destierro. En la frontera los recibió el legitimista francés marqués de Lalande y aunque intentaron permanecer cerca de la frontera —ya que sus partidarios seguían la guerra en tierras de la Corona de Aragón— fueron obligados a fijar su residencia en Bourges. Allí vivieron, inicialmente, en el Hotel Panette y más tarde, en 1845, en el Palacio Arzobispal, siempre bajo vigilancia de las autoridades francesas. Siguió allí su formación técnicomilitar en Artillería, bajo la supervisión del general Montenegro. Fue precisamente en estas fechas cuando se produjo la abdicación del rey carlista Carlos (V) en su hijo Carlos Luis.
El 18 de mayo de 1845 Carlos (V) dirigió a su hijo la carta siguiente: “Mi muy querido hijo: Hallándome resuelto a separarme de los negocios políticos, he determinado renunciar en ti y transmitirte mis derechos a la corona. En consecuencia te incluyo el Acta de Renuncia que podrá hacer valer cuando juzgues oportuno.
Ruego al Todopoderoso te conceda la dicha de poder establecer la paz y unión de nuestra desgraciada patria, haciendo así la felicidad de todos los españoles.
Desde hoy tomo el título de Conde de Molina, bajo el cual quiero ser conocido en adelante. Carlos”.
Fue en estos días, una vez aceptados los derechos, cuando Carlos Luis tomó el título por el que fue más conocido de conde de Montemolín —título que fue elegido por haber pertenecido este señorío de la provincia de Badajoz a su padre—.
Desposeídos de todas sus posesiones en España y de todas sus rentas, vivían los miembros de la Familia Real carlista de una forma precaria en Bourges y, sólo la ayuda de algunos legitimistas franceses, especialmente del vizconde de Walsh, les permitió vivir dignamente. Precisamente, este personaje francés —parte de cuya correspondencia posee el autor de este artículo— fue el contacto con muchos de los generales y oficiales de la Primera Guerra, como es el caso del general Cabrera. Walsh fue, entre otras cosas, director del periódico francés La Mode.
El primer documento público de don Carlos Luis fue el de su aceptación, publicado en España por Jaime Balmes y que, con sus comentarios, salió a la luz en El Pensamiento de la Nación. En este documento aparecía la frase: “Si algún día la Divina Providencia me abre de nuevo las puertas de mi patria, para mí no habrá partidos, no habrá más que españoles”.
Este manifiesto estaba fechado el 23 de mayo de 1845. Durante algún tiempo y por esta época algunos periódicos españoles, como el antes citado, abogaron por el casamiento de don Carlos con la hija de Fernando VII, doña Isabel, como una manera de acabar con el conflicto dinástico. Aunque parece ser que hubo negociaciones secretas, este enlace no se llegó a producir, casándose doña Isabel con su primo Francisco de Asís en octubre de 1846. Este hecho del casamiento de doña Isabel fue anunciado varios meses antes, y el 17 de septiembre don Carlos Luis huyó secretamente de Bourges. Así lo retrataba el prefecto de Bourges en la orden de detención emitida contra él: “Edad 28 años, estatura 5 pies, cabellos y cejas negros, frente estrecha y abultada, ojos pardos, nariz gruesa y larga y un poco torcida, regular. Barba negra cerrada, cara ovalada, color moreno”. Paralelamente a la evasión del conde de Montemolín se produjo la del general Cabrera. Pocos días antes de su salida de Bourges, el día 12, don Carlos Luis había hecho un nuevo manifiesto a los españoles. Todo apuntaba a que, fracasados los intentos de los partidarios de la fusión dinástica, se abría nuevamente el camino de la guerra.
Los años 1847, 1848 y 1849 vivieron los levantamientos de los partidarios del conde de Montemolín en Cataluña. Tristany y el barón de Eroles fueron dos de los principales dirigentes de los sublevados. Éstos llegaron a ocupar puntos importantes, como Cervera o Guisona, poniendo en jaque a las tropas del general Bretón que fue destituido por el Gobierno de la Reina, siendo sustituido por el general Pavía el 13 de marzo de 1847. Los intentos frustrados del secretario de don Carlos Luis, Romualdo María Mon, por conseguir que el movimiento fuera secundado en Navarra y Vascongadas, determinaron el fracaso de los levantamientos. El conde de Montemolín estaba en Londres acompañado por el duque de Medinasidonia y el marqués de Villafranca. El 17 de mayo, Benito Tristany fue fusilado en Solsona y la causa carlista en Cataluña sufrió un duro golpe. Pese a todo, los cuarenta mil soldados que el Gobierno tenía en la zona catalana tardaron más de dos años en sofocar el levantamiento, lo que da idea de su entidad, que fue general en Cataluña. En 1848, Miguel Vila y Castel eran, por encargo de conde de Montemolín, quienes dirigieron la sublevación de Cataluña, si bien el jefe de más prestigio —ya adquirido en la primera guerra— era José Margoret, al que se deben las principales proclamas dirigidas a los partidarios del pretendiente.
En el país vasco fracasó la raíz del levantamiento: fue el fusilamiento del general Alzan, prendido al pasar la frontera. Este general, junto a Elío, eran los encargados de reactivar el movimiento carlista en el norte. La guerra en tierras de Valencia estuvo dirigida, inicialmente, por el general Forcadell y fue especialmente reactivada con la llegada de Cabrera. Pero todo acabó cuando el 25 de abril, el general Cabrera atravesó una vez más la frontera, siendo conducido preso a Perpiñán.
Por su parte, el conde de Montemolín —pese a intentarlo— no había llegado a cruzar la frontera y había sido hecho preso por las autoridades francesas que lo reintegraron a Inglaterra.
Si esto acontecía en la guerra, fuera de ella hay que resaltar que pese a los obstáculos diplomáticos del Gobierno de Isabel II, el conde de Montemolín casó con doña Carolina de Borbón, hermana del rey de Nápoles, el 10 de julio de 1850, en el palacio real de Caserta. Como consecuencia de este hecho, el Gobierno español llegó a retirar a su embajador el duque de Rivas. Poco antes, el 30 de mayo de 1849, en Londres, Carlos Luis había llegado a abdicar a favor de su hermano Juan, no siendo tal abdicación aceptada por éste ni por lo propios consejeros del conde de Montemolín.
La causa, según la versión del conde de Rodezno, había sido los amores de este príncipe con una ambiciosa y noble dama inglesa —miss Horsey—, y la oposición del Consejo carlista.
En el matrimonio de don Carlos Luis intervino decisivamente la duquesa de Berry, representante del legitimismo francés y hermana del monarca napolitano.
Las Cortes de Rusia y Austria habían dado su apoyo al matrimonio. En 1850, y tras su matrimonio, fijó su residencia en Nápoles, en la quinta Capodimonte, que se convirtió en el centro de refugio y conspiración de los legitimistas. Por allí pasaron, entre otros, Cabrera o Elio. En 1855, murió en Trieste Carlos (V), siendo enterrado en la cripta de San Justo en la catedral, la misma en la que años más tarde serían enterrados el propio Carlos Luis, la princesa de Beira y Carlos (VII).
El hecho más conocido y significativo de la vida política de Carlos (VI) fue, sin duda, el pronunciamiento de San Carlos de la Rápita. Envuelto en la nebulosa, al igual que la propia muerte del conde de Montemolín, ha sido un hecho aún no suficientemente estudiado. Se ha llegado a decir que el propio rey consorte Francisco de Asís estaba complicado en la conspiración, al igual que el conde de Cleonard o el banquero Salamanca, según el historiador Antonio Pirala. Nada es seguro, tan sólo que el intento del general Ortega fracasó. El pretendiente a bordo del Huveaune fondeó en la bahía de Palma. Allí se unió el general Ortega con cinco vapores y dos buques de vela.
La expedición se componía de unos tres mil seiscientos hombres, cuatro piezas de artillería y cien caballos.
El 1 de abril de 1860 zarpó la expedición y arribó por la noche a San Carlos de la Rápita. El supuesto apoyo al desembarco no tuvo lugar, fueron apresados Elio, Ortega y su ayudante Cavero. El proceso de Ortega fue rapidísimo y, con su muerte y el silencio de Cavero, finalmente indultado, todo quedó en el misterio.
La emperatriz Eugenia de Montijo llegó a intervenir a favor de Cavero y Elio, haciendo que se les retirase la pena de muerte. El conde de Montemolín y su hermano, presos igualmente, fueron conducidos al Gobierno militar de Tortosa. El Gobierno optó por una amnistía y el pretendiente carlista renunció entonces a sus derechos.
El 15 de mayo llegó a Londres donde le esperaban don Juan y Cabrera. Allí se retractó, declarando que era nula cualquier abdicación hecha en prisión. Se supone que lo hizo en parte por los movimientos de su hermano don Juan y el rechazo que, a la postura de carácter liberal por él adoptada, dio el movimiento carlista y los periódicos que apoyaban su causa, La Esperanza, La Regeneración, El Diario español o El Pensamiento español, entre otros.
Poco tiempo de vida quedaba a Montemolín en esta época convulsa y misteriosa del partido carlista, que necesita una seria revisión histórica. El lunes, 28 de diciembre de 1860, en el palacio de Brunnsée (Stiria) el infante Fernando caía gravemente enfermo, supuestamente de tifus. Murió el día 7 de enero de 1861, el día 5 don Carlos Luis y doña Carolina tuvieron los mismos síntomas, y los días 13 y 14 de enero murieron ambos esposos, primero Montemolín y más tarde doña Carolina. Así acabó la vida de este nieto de Carlos IV, al que los historiadores han considerado bondadoso pero débil de carácter, que tuvo una vida llena de destierros y acontecimientos oscuros o misteriosos.
Fuentes y bibl.: Archivo de los Sres. Cavero y Asín (Zaragoza).
Biografía del Señor Dn. Carlos Luis María de Borbón y Braganza, conde de Montemolín, Madrid, Manuel Morales y Rodríguez, 1855; C. Constante, San Carlos de la Rápita o el conde de Montemolin, Barcelona, La Propaganda Catalana, 1884; A. Pirala, Historia Contemporánea. Segunda parte de la Guerra Civil. Anales desde 1843 hasta el fallecimiento de Alfonso XII, Madrid, Tipografía Felipe González Rojas, 1892- 1906; J. Falcó, “Carlos VI Conde de Montemolín”, en Biblioteca Popular Carlista, t. XXI, Barcelona, La Hormiga de Oro, 1897, págs. 10-15; R. Brea, Carlistas de antaño, Barcelona, La Bandera Regional, 1910, pág. 23; J. Navarro, Apuntes bibliográficos de la Prensa carlista, Valencia, Sanchís, Torres y Sanchís, 1918; Conde de Rodezno, La princesa de Beira y los hijos de don Carlos, Madrid, Voluntad, 1928; C. Abanades López, Dinastía legítima. Carlos VI, Madrid, El Siglo Futuro, 1936.
Francisco Asín Remírez de Esparza