Borbón y Borbón, Margarita de. El Ángel de la Caridad. Duquesa de Madrid. Lucca (Italia), 1.I.1847 – Viarregio (Italia), 29.I.1893. Princesa de Parma y esposa del pretendiente carlista Carlos (VII).
Hija primogénita de Luisa de Borbón —nieta de Carlos X, rey de Francia, hija del asesinado duque de Berry y única hermana de Enrique (V), conde de Chambord—, y de Fernando Carlos III, duque de Parma, quienes se habían casado en Froshdorf el 10 de noviembre de 1845, ante la Emperatriz reinante y un cortejo de archiduques de Austria y de príncipes extranjeros.
Como la archiduquesa María Luisa, quien fue esposa de Napoleón, tuvo en usufructo el principado de Parma. El joven matrimonio se instaló en el palacio ducal de Lucca hasta el 17 de diciembre de 1847, fecha en la que murió la viuda de Napoleón y recibieron la herencia de Parma. Pero la revolución de febrero del año siguiente los obligó a exiliarse en Inglaterra. Al regresar a Parma el 25 de agosto de 1849, debido a la abdicación de su padre, el nuevo duque recibió oficialmente el nombre de Carlos III. La familia también había aumentado: Roberto siguió a Margarita, al año siguiente nació Alicia y, en 1851, Enrique, conde de Bardí; los cuatro hermanos vivieron estrechamente unidos. Su padre reconoció a Isabel II como reina de España, guardando así los privilegios pecuniarios de la condición de infante de España. En noviembre de 1853, Carlos III vino a Madrid, donde fue bien recibido por la Corte, causando hilaridad sus acrobacias y sus chascarrillos. Poco tiempo después, una tarde, paseando por la ciudad, fue apuñalado por Antonio Carra. A la mañana siguiente, recibió los sacramentos y se despidió de sus hijos, y aquella misma tarde, pidiendo perdón a su esposa, expiró: era el 27 de marzo de 1854. Desde entonces, Luisa se convirtió en la regente; los cinco años que gobernó el ducado de 616 hectáreas lo hizo con verdadera austeridad hasta que consiguió sustanciales mejoras en las finanzas y la estabilidad del ducado.
Mientras el heredero y su hermano estudiaron en el colegio de Lasalle, Margarita y su hermana Alicia lo hicieron en el colegio del Sagrado Corazón, cuyas religiosas habían regresado debido a los ruegos de la regente a la santa fundadora, madre Borat. En 1859, los cuatro hermanos recibieron en Bolonia la confirmación de manos del papa Pío IX, siguieron viaje hacia Venecia —que encantó a Margarita—, y luego fueron a pasar el verano a Froshdorf junto a los tíos Chambord, que tanto les mimaban. En Froshdorf pasaron los días cazando y montando a caballo, pero la etiqueta tan estricta de palacio les resultaba molesta.
Margarita se preparó con fervor para la primera comunión que tuvo lugar el 22 de mayo de 1858 y ya por entonces sintió estar en lugar preferente frente a sus compañeras.
La guerra entre Austria y Cerdeña les sorprendió en medio de las vacaciones de Pascua de 1859. La regente, como tenía en su territorio la fortaleza de Plasencia ocupada por los austríacos, no podía actuar y se resignó a la neutralidad, enviando a sus hijos —y a su preceptor— a Brascello. Mientras ella, con el apoyo del mayordomo mayor, y las dos niñas —disfrazadas de chico como nietos de su aya madame de Richebois—, se hicieron pasar por una familia francesa y, a galope, cruzaron las veinte millas que les separaban de la frontera. Con posterioridad regresaron de nuevo a Parma, pero sólo durante treinta y cinco días. El 13 de junio la duquesa cruzó a Suiza por la frontera de Treviso, le acompañaba Amos Escalante como encargado de negocios de España, mientras la bandera tricolor con el escudo de Saboya ondeaba en el palacio ducal de Parma. Margarita y su hermana ingresaron aquel invierno en el colegio del Sagrado Corazón de Riedenburg, donde tuvieron que aprender el alemán.
A primeros de enero de 1864, Margarita cumplió los dieciocho años y su madre decidió abandonar el castillo de Wartepp para trasladarse a Venecia, donde el conde de Chambord vivía en invierno. Hacía años que ella había adquirido el magnífico palacio Giustiniani Login —donde pensaba poner de largo a Margarita—, pero la ciudad de los canales le fue nefasta a la antigua regente, quien falleció el 1 de febrero del mismo año. El conde Chambord fue nombrado tutor de los cuatro huérfanos que en adelante vivieron en el palacio Cavalli, en el Gran Canal.
La condesa de Chambord tenía una hermana, Beatriz de Módena, quien tenía dos hijos: Carlos y Alfonso Carlos. Vivía separada de su esposo Juan de Borbón, segundo hijo del llamado Carlos (V) por los legitimistas, quien tras la muerte de su hermano, el conde de Montemolín en 1860, se había convertido en el pretendiente carlista. A Juan de Borbón nunca le interesó la política y vivía su vida en Inglaterra, a diferencia de su primogénito Carlos, que no pensaba más que en llegar a ser rey de España. En Trieste, en su visita a la princesa de Beira, viuda de Carlos (V), le revelaron al joven —de diecisiete años— su destino soberano y con verdadero convencimiento se sintió rey desde entonces.
Por entonces Carlos ya se había interesado por Margarita —rubia, de ojos azules y muy simpática— era un año mayor que él, se sentía legitimista y era muy religiosa. Se conocían pero no se habían tratado; ella le temía por sus maneras bruscas y dominantes; él buscaba atraerla y para ello encontró en Venecia un picadero para montar a caballo que hizo las delicias de los Parma. Margarita empezó por entonces a aprender español —idioma que llegó a dominar—, y poco después se comprometió con su primo.
Por entonces, las intentonas liberales de Juan de reconocer a Isabel II fueron mal vistas (él mismo se defendió explicando: “Deseo educar a mis hijos como príncipes españoles y no como monaguillos austríacos y quiero vivir con ellos en España”). Al conde de Chambord no le gustaba la boda y fue su esposa la que suplicó a su marido que permitiese dicho enlace, que finalmente tuvo lugar el 4 de febrero de 1847 en Froshdorf. Durante el viaje de luna de miel, los nuevos esposos viajaron a Trieste, donde Margarita pudo conocer la pequeña Corte de la princesa de Beira. En adelante se manifestó profundamente carlista; el matrimonio había despertado en ella un profundo amor hacia su esposo.
El 20 de junio de 1868 tuvo lugar en Londres una reunión carlista en donde Carlos tomó el sonoro título de duque de Madrid. El 7 de septiembre en Gratz, la nueva duquesa dio a luz una niña a la que llamaron Blanca de Castilla y el día 30 del mismo mes Isabel II y su familia abandonaron España hacia el exilio. Tres días después, en el hotel Lafitte, Juan se encontró con el joven duque de Madrid y abdicó en su primogénito aquellos derechos que tan mal había usado. En noviembre, el joven matrimonio se instaló en París, en la calle Chauveau Lagarde, número 14. Carlos se convirtió en el príncipe errante; intentando entrar en España. Margarita —que había empeñado sus alhajas para comprar fusiles— trató de verle en sus escondites; y, profundamente enamorada, sintió celos durante sus largas ausencias.
El año 1870 fue ventajoso para los carlistas que se reunieron en Suiza en la brillante junta de Vevey. El lunes de Pascua se dieron cita numerosas personalidades llegadas de toda España para aceptar al nieto de Carlos (V) frente a la amenaza de un Soberano extranjero. El 27 de junio de ese año, Margarita dio a luz a Jaime, y la comisión de Asturias le proclamó Príncipe de aquella región el 2 de agosto.
Años después, y habiéndose marchado Amadeo I a Italia, es cuando Carlos hizo oficialmente su entrada en España, el 16 de julio de 1873. Aquel verano, su esposa se dedicó a crear La Caridad, organización para auxiliar y socorrer a los soldados de ambos bandos.
Margarita estableció hospitales en Aoiz, Lacunza, Puente la Reina, Tolosa, Azpeitia y Verastegui. Las diputaciones sufragaron los gastos cotidianos. En el monasterio de Irache se hicieron costosas obras para habilitarlo. Ella vivía en Tartufume, cerca de Burdeos, donde tenía un hospital que, entre los heridos, curó a Radica.
En noviembre, los carlistas ganaron la batalla de Montejurra, situado al pie de Irache; pero Margarita no pudo acudir por estar embarazada. A finales del año se instaló en Pau, en la Ville du Midi, donde nació una tercera hija llamada Beatriz.
Con motivo de su santo, el 12 de junio de 1874, Carlos llamó a su esposa para que viniera a España y —vestida de casera— llegó a Dancharinea, donde se encontró con su marido al que acompañó en un viaje triunfal en el que, montada en blanco caballo, llegó a Lasaca. Allí visitó el hospital. Al día siguiente fue en Casernes donde pudo hablar con Barrington y el cura Barrena que tanto trabajaron por La Caridad. En Tolosa fueron bien recibidos y, siempre montada a caballo, recorrió Guipúzcoa y Vizcaya. En esta última provincia despertaron tal entusiasmo que a duras penas en los pueblos les dejaban marchar, aclamándoles sin tregua: son “los señores de Vizcaya”. Margarita no dudó en subirse al árbol de Guernica ante la emoción de los presentes y de coger unas ramitas. Visitó los hospitales a conciencia, no le importaba acercarse a la sala de los infecciosos y a todos preguntaba lo que deseaban, siempre propicia a mejorar la suerte de los enfermos sin fijarse en qué bando habían luchado.
El 25 de junio tuvo lugar la batalla entre liberales y carlistas por Abarzuza, al día siguiente continuó la batalla así como el 27, en que el general Concha cayó mortalmente herido, sembrando el desconcierto entre los liberales, quienes abandonaron el campo de batalla, incendiando todo a su paso hacia Tafalla. Los carlistas hicieron prisioneros a algunos republicanos y a un periodista alemán, Alberto Schmidt, a quien pretendían fusilar. Hubo Consejo de Guerra. El general Dorregaray prefería una rápida ejecución, pero decidieron que el rey carlista les perdonase la vida. Enviaron a un mensajero y Carlos accedió a perdonarles, pero el enviado llegó tarde y la sentencia se cumplió en quince personas. Bismarck, indignado al saberlo, influyó en que Alemania cambiase su política. Margarita sufrió mucho por ello. El 1 de julio llegaron a Estella, donde les esperaba un gran recibimiento; esa misma tarde, por la noche, ella marchó a Irache. Allí pasó una semana que marcó su vida. Se instaló en la entrada, donde colocó su despacho, junto a una celda que hizo su dormitorio. A la mañana siguiente, junto a su esposo, visitó todas las salas, incluso las de los republicanos, donde fueron recibidos con curiosidad. Por la tarde, frente al monasterio, hubo una parada militar que los reyes carlistas a caballo revistaron entre atronadoras ovaciones.
La reina carlista trabajó sin descanso, haciendo llegar a las familias de los heridos noticias de ellos, facilitando a las esposas de los liberales que viniesen a reunirse con sus maridos, para cuidarlos si era su deseo. Hizo listas de lo que necesitaban con más urgencia, cuidó a los enfermos más difíciles, repasó la ropería, dio ánimo a los ingleses y franceses que les ayudaban y trató, junto a Josefa de Calderón, de que todo funcionara a la perfección. Los religiosos de San Juan de Dios y las Hermanas de la Caridad se turnaban en el trabajo. Como la reina carlista apenas descansaba insistía en que todos trabajasen. El doctor Landa, delegado de la Cruz Roja, vino a canjear a los soldados liberales y se quedó maravillado con aquel hospital, felicitando por ello a doña Margarita. Le gustaba vigilar la anestesia de los recién operados, leía la oración a los agonizantes y a los enfermos de vientre los mantenía despiertos para evitar las hemorragias.
Don Carlos, celoso del cariño que despertaba su esposa, el 8 de julio le ordenó que regresara a Francia. Al año siguiente, el 13 de septiembre, la dejó ir unos días a Elizondo, instalándose en Bertiz, y regresando el 19. Oficialmente ya no volvió a España. La guerra tocaba a su fin y el 26 de febrero de 1876 don Carlos decidió marchar. Al pasar por Pau, culpó a su esposa de haberle hecho perder la guerra y marchó a América. Cuando volvió, tenía veinticinco años, pero la separación del matrimonio era un hecho. Él viajaba mucho y fijó su residencia en Venecia; ella se refugió en La Tenuta Reale, una finca que heredó de su abuela, donde murió mientras dormía; acababa de cumplir cuarenta y seis años. Está enterrada, rodeada de sus cinco hijos, en la Tenuta Reale de Viarregio.
Bibl.: A. de Sagrera, La duquesa de Madrid. Última reina de los carlistas, Palma de Mallorca, Mossen Alcover, 1963.
Ana de Sagrera