Puyal y Poveda, Atanasio. Alpera (Murcia), 2.V.1751 – Calahorra (La Rioja), 21.X.1827. Canónigo, obispo de Calahorra.
Ingresó en el Seminario murciano de San Fulgencio en 1762. Encauzado por los jesuitas, recibió una sólida formación en Humanidades, Filosofía, Teología, Historia y Derecho. En 1780 fue nombrado profesor y rector del Seminario de Cartagena. Pronto obtuvo por oposición una canongía en San Isidro de Madrid. El cardenal Lorenzana lo hizo su consultor.
Con apenas cuarenta años de edad, fue nombrado obispo auxiliar de Toledo para Madrid. Durante la Guerra de la Independencia, el cardenal de Borbón lo designó como gobernador del arzobispado de Toledo, demostrando gran equilibrio, acierto y prudencia en circunstancias tan delicadas. Nunca excedió los límites de un trato educado y meramente material con el francés. En 1810 con su non licet y su rechazo al obispado de Astorga que le ofrecía Bonaparte, viviendo su obispo legítimo, Puyal, cual otro Bautista, ofreció con denuedo su cabeza antes que faltar a las sagradas leyes de la religión, preservando a la Iglesia española de un cisma que le amenazaba.
Sabio y modesto, atento al confesionario, asiduo de la predicación y de las misiones, se ha dicho de él que fue “campeón en Madrid de la ilustración católica de su tiempo, el enemigo más formidable del jansenismo, asociado de ilustres eruditos para la edición famosa de los Santos Padres Toledanos, poseedor de una gran biblioteca, y que no admitió en 1813 el arzobispado de Toledo por no prestarse a firmar la abolición del Tribunal del Santo Oficio de la Fe” (M. A. Nafría, 1828).
Terminada la Guerra de la Independencia, y fallecido el obispo anterior, Mateo Aguiriano, Puyal fue elegido para regir la extensa diócesis de Calahorra el 1 de septiembre de 1814, que gobernó como pastor solícito durante una docena de años, hasta su muerte en 1827. Fue el obispo providencial que necesitaba la Iglesia después de la ruina tan generalizada y el desgarro de tantas conciencias. En el informe de la visita ad limina, con fecha 8 de septiembre de 1819, firmado en Oñate (Guipúzcoa, diócesis de Calahorra), dice que estaba procediendo a la visita paulatina de todo su extenso obispado “tras la pasada perturbaci6n de todas las cosas y guerras calamitosísimas, de las que se habían derivado innumerables males”. Para remedio de los mismos servía la visita pastoral que estaba realizando detenidamente, con misiones populares en ciudades, villas y lugares, con gran provecho y conversión de las almas. A los aspirantes al sacerdocio, el propio obispo los reunía y les daba diez días de ejercicios espirituales.
Cuando todo parecía enderezado, nuevas convulsiones políticas volvieron a perturbar la paz de los pueblos con motivo del trienio liberal de 1820-1823. Puyal volvió a ser de nuevo el pastor de la paz y la luz de las almas. El 11 de agosto de 1822 publicó una significativa carta pastoral, recomendando la Constitución política de la Monarquía española por no ser opuesta a la religión católica, y aconsejando que se evite la rebeldía porque conduce a la guerra civil. Eso no impide que Puyal reconozca los males ocasionados por la revolución, y en 1824 anuncia que se van a predicar misiones para reparar los gravísimos daños que han causado a España las doctrinas irreligiosas esparcidas hasta en los pueblos y aldeas más apartadas.
Fiel hasta el final a su misión de paz, el 12 de agosto de 1825 publica una nueva carta pastoral de dieciséis páginas, recomendando la tranquilidad pública, la reconciliación entre los conciudadanos y la práctica de la fe y de la caridad entre todos, el mejor legado de su ministerio. El doctor Nafría, lectoral de Calahorra, posteriormente obispo de Coria, en la oración fúnebre por la muerte de Puyal, bien pudo calificarlo con justicia como “roca en medio de la tempestad, león y cordero, prelado docto, santo y pacífico, amigo de los pobres que han sido al fin sus herederos por testamento, testimonio personal de todas las virtudes [...]”. Dejó al Seminario su rica biblioteca, con una excelente edición que se conserva de las obras, naturalmente, de su patrón san Atanasio; entre sus hojas, algunas cartas familiares de Puyal.
Obras de ~: Cartas pastorales, Calahorra, 16 de mayo de 1821 y 11 de agosto de 1822, Vitoria, Imprenta de Baltasar Manteli, 1822; Costumbres, escándalos y observancia de las fiestas eclesiásticas (carta pastoral), Calahorra, 26 de noviembre de 1823; Las sectas de jacobinos, francmasones, iluminados, carbonarios, comuneros, anilleros, europeos, etc. (carta pastoral, con inclusión del Breve apostólico de Pío VII de 13 de septiembre de 1821), Calahorra, 11 de junio de 1824; La reconciliación entre los conciudadanos y la práctica de la fe y de la caridad (carta pastoral), Calahorra, 12 de agosto de 1825.
Fuentes y bibl.: Archivo Diocesano de Calahorra, Obispos, papeles sueltos de Puyal, 7/15; Archivio Segreto Vaticano, S. Congregatio Concilii, Relationes, 167 A y B, Calagurritana.
M. A. Nafría, Oración fúnebre de don Atanasio Puyal y Poveda, obispo de Calahorra, Madrid, Imprenta de Ibarra, 1828; F. Bujanda, Episcopologio Calagurritano, Logroño, Obra de Vocaciones Sacerdotales, 1944, pág. 67; L. Sierra, “Alfonso Aguado y Xarabo: un obispo intruso en Calahorra durante la guerra de la Independencia (1812)”, en La reacción del episcopado ante el decreto sobre matrimonios del ministro Urquijo, 1799-1813, Bilbao, Estudios de Deusto, 1964, págs. 3-14; A. Araguás, “Puyal y Poveda, Anastasio”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 2036; I. Tellechea Idígoras, Diócesis de Calahorra y Santo Domingo. Las Relaciones de Visitas “Ad Limina” (1598-1890), Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1991, págs. 40-42 y 125-128; E. Sáinz Ripa, Sedes episcopales de La Rioja, t. IV, Logroño, Obispado, 1997, págs. 269-286.
Felipe Abad León
