Navarro Álvarez, Laura. Laura de Santelmo. Sevilla, 1897 – Madrid, 7.V.1977. Bailaora de flamenco y bailarina de español.
Su nombre artístico se debe al consejo que recibió del pintor Sorolla, cuando se iniciaba profesionalmente en Madrid, después de cursar estudios en su ciudad natal como discípula del maestro Otero. A los trece años de edad debutó en el Teatro Romea madrileño, formando parte de un espectáculo de variedades. A continuación pasó a estudiar en el Teatro Real, actuando también en su programación y mereciendo al aplauso del público y la valoración de la crítica. Seguidamente realizó una gira por la geografía española, obteniendo señalados éxitos en escenarios de Barcelona y San Sebastián, entre otros. En 1924 llevó a cabo su primera salida al extranjero, comenzando sus actuaciones en el Teatro Olympia de París con un amplio repertorio de estilos flamencos, para seguir por teatros de Londres, Roma, Moscú, Pekín y Tokio, así como por las capitales de los países de América de Sur, a lo largo de una década. De vuelta a España, en 1933, estrenó en el Teatro del Liceo de Barcelona las obras El amor brujo y La vida breve, de Manuel de Falla, que asimismo interpretaría en diversos teatros españoles, hasta 1936, con la colaboración de destacados intérpretes como Soledad Miralles, Antonio de Triana y Miguel de Molina. Con tal motivo, el crítico Luis de Góngora, según se inserta en el ensayo El baile flamenco, de Ángel Álvarez Caballero, publicó una crítica en la que decía: “La fidelidad plástica con que ha demostrado su deseo de expresar la música de Falla fue tan admirable como su misma fuerza temperamental, cuajada de aquellas maravillosas manos que llenaban todo el escenario con su gesto”. Viajó de nuevo a Europa, actuando en varias capitales, especialmente en París. Finalizada la Guerra Civil Española, regresó a Madrid en 1940.
Viuda y con dos hijos, se dedicó a la enseñanza de su arte, tanto en su propia academia, en la madrileña calle de la Libertad, como en el Real Conservatorio Superior de Música y Danza de Madrid, donde desempeñó la Cátedra de Bailes Folklóricos Españoles, que ella misma fundó. Entre las distinciones que le fueron concedidas destacan la Encomienda de Alfonso X el Sabio, el Lazo de Isabel la Católica, la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes madrileño, así como la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Varios pintores realizaron retratos de su figura y gozó de gran popularidad, tanto en España como en varios continentes, siendo admirada por los intérpretes de la época. En la obra Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco se recoge el siguiente elogio del escritor E. Gómez Carrillo: “No es una artista que nos seduce sugiriéndonos imágenes voluptuosas. Es la bailaora sagrada, guardiana del fuego secreto que, a través de los milenarios, incendia el alma misteriosa de su raza”. Por su parte, la estudiosa Teresa Martínez de la Peña, en su libro Teoría y práctica del baile flamenco, escribe comentando su trabajo como profesora: “Lo mejor de la maestra eran sus brazos que bien curvados, hacían filigranas bajas antes de estirarlos. Quizás fue lo que mejor se quedó en la memoria de todos sus alumnos porque en realidad ella no bailaba, permanecía sentada en una silla vestida con un elegante traje negro y desde allí se limitaba a dirigir. Otro aspecto que cuidaba mucho eran las castañuelas, sus ejercicios ocupaban gran parte de la clase”. Ha quedado en la historia del baile flamenco y español, como una de las artífices más significativas.
Bibl.: T. de León-Sotelo, “Laura de Santelmo: Del escenario a una Cátedra de Baile”, en ABC (Madrid), 25 de mayo de 1963, págs. 77-80; T. Martínez de la Peña, Teoría y práctica del baile flamenco, Madrid, Aguilar, 1969; J. Blas Vega y M. Ríos Ruiz, Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, vol. II, Madrid, Cinterco, 1988; Á. Álvarez Caballero, El baile flamenco, Madrid, 1998.
Manuel Ríos Ruiz
