Córdoba, María de. Amarilis o La Gran Sultana. Madrid, c. 1597 – 1.III.1678. Actriz y directora de compañía.
Era hija de Antonio Martínez, natural de Gálvez, y de Isabel de Córdoba, natural de Talavera de la Reina. Fue hermana de la actriz Sebastiana de Córdoba, mujer del director Luis de Toledo. Contrajo matrimonio, sin el consentimiento de sus padres, con el director Andrés de la Vega, con quien tuvo un hijo, José de la Vega y Córdoba, que no fue actor. Su relación amorosa con Pedro Téllez Girón, duque de Osuna, quien le regaló unos tapices y alfombras orientales, le valió el apodo de La Gran Sultana y, a su marido, el de El Gran Turco.
Fue una de las actrices de mayor prestigio en su época, alcanzando gran éxito por sus cualidades interpretativas, sus dotes musicales y su belleza. Fue elogiada por contemporáneos, como Guillén de Castro, quien destacó las dotes de bailarina y hermosura de Amarilis en su comedia Engañarse engañando, Lope de Vega, quien evocó la figura de esta actriz en su comedia ¡Ay, verdades, que en amor...!, o Juan de Caramuel, quien, en su Primus Calamus, se refirió a ella en los siguientes términos: “declamaba, cantaba, tocaba varios instrumentos de música, danzaba y, en fin, no hacía cosa que no mereciese generales aplausos y alabanzas”.
Representó obras de destacados dramaturgos de su época como Las paredes oyen, de Juan Ruiz de Alarcón; El Brasil restituido, de Lope de Vega, o Hero y Leandro, de Mira de Amescua.
Entre 1618 y 1620 trabajó con Baltasar de Pinedo, Cristóbal de León y Pedro de Valdés, en Valencia, Valladolid y Madrid. Posteriormente, representó con su marido cuando éste formó su propia compañía.
Además, participó con él en la contratación de actores, como apoderada suya, y en el negocio del alquiler de hatos para actores y festejos de diversa índole. Asimismo, la encontramos colaborando con su marido en las tareas de la dirección de la compañía, y a ella misma se la menciona como autora, es decir, como directora de compañía, en varias ocasiones. Así, en 1626 figura como directora de una compañía que representó ante los Reyes varias comedias en Aranjuez.
Entre 1632 y 1644 participó en las representaciones de fiestas de pueblos de los alrededores de Madrid, en los que percibió una remuneración económica acorde con su alta valía profesional.
María de Córdoba interpuso contra su marido, Andrés de la Vega, dos demandas de divorcio en 1627 y 1639, alegando maltratos y acusándolo de haber dilapidado el dinero que ella había obtenido de su trabajo como actriz. Sin embargo, aunque el divorcio les fue concedido, la documentación conservada sobre la actividad profesional de ambos revela que continuaron trabajando juntos en bastantes ocasiones. De hecho, Andrés de la Vega, en su testamento de 1638, se refirió al reparto de gananciales en términos favorables para su esposa, a la que ordenaba que se le devolviese la dote, y a la que dejó como testamentaria, es decir, como albacea, en su testamento de 1647. Desde esa fecha del fallecimiento de su marido, se dedicó prioritariamente al negocio de alquiler de vestuario, y se retiró de las tablas hacia 1648, aunque excepcionalmente tomó parte en representaciones, como la que tuvo lugar ante Felipe IV durante las fiestas de Carnaval de 1650, en las que participó muy a gusto del Rey, a juzgar por el elogio que el Monarca hizo de la actriz en carta dirigida a Luisa Enríquez Manrique, condesa de Paredes de Nava: “Amarilis salió a la luz y está tan gran farsanta como siempre”.
Bibl.: E. Cotarelo y Mori, “Actores famosos del siglo xvii. María de Córdoba Amarilis y su marido Andrés de la Vega”, en Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo (Madrid), X (1933), págs. 1-33; T. Ferrer Valls (dir.) et al., Diccionario biográfico de actores del teatro clásico español, ed. digital, 2008.
Josefa Badía Herrera