Vigón Suero-Díaz, Juan. Marqués de Vigón (I). Colunga (Asturias), 30.X.1880 – Madrid, 24.V.1955. Teniente general del Ejército, ministro del Aire, jefe del Alto Estado Mayor, presidente de la Junta de Energía Nuclear, consejero del Reino, consejero nacional del Movimiento, procurador en Cortes, Medalla Militar individual.
Hijo del reputado historiador y antropólogo mierense Braulio Vigón Casquero, catedrático del Real Instituto Jovellanos de Gijón y galardonado con la Medalla de Mérito de la Real Academia de la Historia, y de la colunguesa Rosario Suerodíaz Montoto. El 1 de julio de 1896, cuando tenía dieciséis años, decidió seguir los pasos de su abuelo paterno, oficial de la Guardia Civil, e ingresó por oposición en la Academia de Ingenieros de Guadalajara, donde coincidiría con Eduardo Barrón Ramos de Sotomayor y con Emilio Herrera Linares.
El 11 de julio de 1900 recibió el despacho de teniente y fue destinado al 1.er Regimiento de Zapadores Minadores, de guarnición en Logroño, solicitando en noviembre ser trasladado a la compañía destacada en Gijón, afecta a la Comandancia de Ingenieros de dicha ciudad. En enero de 1903 regresó a Logroño, donde solo permaneció siete meses al ser autorizado a trasladarse de nuevo a Gijón con seis meses de licencia por enfermedad. Disuelto su regimiento en 1905, causó alta en el de Pontoneros, ubicado en Zaragoza. En febrero de 1906 le correspondió el ascenso a capitán por antigüedad y pasó destinado a Valladolid, al 6.º Regimiento Mixto de Ingenieros.
En agosto del mismo año aprobó la oposición de ingreso en la Escuela Superior de Guerra para obtener el diploma de Estado Mayor. Una vez superado el plan de estudios en julio de 1909, realizó durante los siguientes dos años las prácticas reglamentarias para la obtención de dicho título en Ceuta, en Madrid y en Ibiza. A su término, quedó agregado al Estado Mayor Central. En septiembre de 1911, al mismo tiempo que se reconocía su aptitud para el Servicio de Estado Mayor, se le concedieron seis meses de licencia para viajar a Buenos Aires, donde el 30 de octubre contrajo matrimonio con María Esther Sánchez Pertierra.
En febrero de 1912 se incorporó al 5.º Regimiento Mixto de Ingenieros, ubicado en San Sebastián, del que pasó en abril de 1916 al Regimiento Mixto de Ingenieros de Ceuta, tomando el mando de la compañía de Zapadores destacada en Tetuán. Durante su breve estancia en el Protectorado de Marruecos, se ocupó de construir pistas para facilitar el movimiento de las columnas que combatían contra El Raisuni. En marzo de 1917 regresó a San Sebastián, a su antiguo regimiento, que ahora había tomado el nombre de 1.er Regimiento de Zapadores. Poco después, en agosto de ese mismo año, fue nombrado profesor de la Academia de Ingenieros, trasladándose a Guadalajara para impartir las asignaturas de Comunicaciones, Arte, Geografía e Historia Militar. En enero de 1918 pasó destinado al Estado Mayor Central, donde en septiembre le correspondió ascender a comandante por antigüedad, siendo nombrado profesor auxiliar de la Escuela Superior de Guerra, a cargo de las asignaturas de Estudios Técnicos y Prácticas de las Comunicaciones Militares, puesto que compatibilizó desde junio de 1920 con el de vocal de la Comisión para la Redacción del Reglamento de Servicios de Campaña.
En noviembre de 1921 fue designado ayudante de órdenes de Alfonso XIII. En agosto de 1924 ascendió a teniente coronel por antigüedad sin cambiar de destino. Cuatro años después, una vez cumplido el plazo establecido para desempeñar el puesto de ayudante del Rey, este le nombró profesor del Príncipe de Asturias y de los Infantes Don Jaime, Don Juan y Don Gonzalo, quedando agregado a la Casa Militar de Su Majestad. En junio de 1930, dejó de ser profesor del Príncipe de Asturias y del Infante Don Jaime, pero continuó desempeñando el mismo cometido con sus hermanos menores.
El 16 de abril de 1931, al proclamarse la República y marchar al extranjero la Familia Real, quedó en situación de disponible en Madrid y en junio solicitó el retiro, acogiéndose al Decreto promulgado por Azaña. En septiembre, tras pasar cuatro meses en Suiza con la Familia Real, se estableció con su mujer y sus nueve hijos en el concejo de Caravia, aldea muy cercana a Colunga, donde todavía residía su madre. En octubre de 1934, al pasar por las inmediaciones de Caravia la columna procedente de Bilbao que se dirigía a Oviedo para reprimir los disturbios que estaban asolando la ciudad, su jefe, el teniente coronel Solchaga, le instó a unirse a ella en calidad de jefe de Estado Mayor. La columna quedó detenida en Langreo y Vigón regresó a su domicilio en noviembre.
En febrero de 1936, el triunfo electoral del Frente Popular le impulsó a trasladarse con su familia a Buenos Aires, con intención de afincarse definitivamente en Argentina. Sin embargo, al conocer que buena parte de sus compañeros se habían alzado en armas contra el llamado gobierno del Frente Popular, emprendió el regreso. En agosto desembarcó en Lisboa y se presentó en Burgos al general Mola, quien le ordenó marchar a Pamplona para integrarse en la columna del coronel Beorlegui que se disponía a tomar Irún y San Sebastián. Logrado este objetivo en septiembre, fue nombrado jefe de Estado Mayor de las recién creadas Brigadas Navarras. Desde octubre hasta final de año planificó las operaciones que dieron como resultado la total ocupación de Guipúzcoa y la derrota de las tropas enviadas por el gobierno vasco contra Álava, siendo ascendido a coronel en enero de 1937.
El 31 de marzo de ese año, el Ejército del Norte inició la ofensiva que le permitiría apoderarse de toda la cornisa cantábrica a lo largo de los siguientes meses, primero a las órdenes de Mola y, tras la muerte de este en junio, a las de Dávila. Las Brigadas Navarras fueron la principal fuerza de choque en la campaña del Norte y tanto Mola como Dávila reconocieron que el triunfo se debía en buena parte a la cuidada dirección y planificación de las operaciones por parte del coronel Vigón. Debido a ello, Franco le recompensó en septiembre, nada más culminarse la ocupación de Cantabria, con el ascenso a general de brigada por méritos de guerra y con la concesión de la Medalla Militar individual.
En noviembre, una vez ocupada Asturias y convertidas las Brigadas Navarras en Divisiones autónomas, Dávila decidió nombrarle jefe de Estado Mayor del Ejército del Norte. A primeros de diciembre, junto con el Cuartel General, se trasladó a Medinaceli para planificar la prevista operación contra Guadalajara. Al conocer el gobierno republicano los planes franquistas, decidió atacar por sorpresa en Teruel, a consecuencia de lo cual el principal teatro de operaciones se establecería en los aledaños del Mediterráneo hasta el final de la guerra. Una vez más, Vigón se distinguió como magistral director de operaciones y los triunfos obtenidos en el Alfambra, en Teruel y en la vertiginosa explotación del éxito por el norte y por el sur del Ebro que llevó al Ejército del Norte hasta Lérida y hasta las orillas del Mediterráneo fueron en buena medida debidos a su pericia.
Otro tanto podría decirse del modo en que condujo las operaciones en la batalla del Ebro, de julio a noviembre de 1938, y en la ocupación de Cataluña en enero y febrero de 1939. Al disolverse el Ejército del Norte cuando las tropas republicanas cruzaron la frontera francesa, Franco, muy reconocido a su labor, le agregó a su Cuartel General en Burgos, donde permaneció hasta que en agosto decidió disgregar el Ministerio de Defensa Nacional en los de Ejército, Marina y Aire y crear un órgano de coordinación que recibió el nombre de Alto Estado Mayor, cuya organización y puesta en marcha confió al general Vigón.
En junio de 1940, Franco cesó al general Yagüe como ministro del Aire debido a un enfrentamiento con su entonces todopoderoso cuñado, Ramón Serrano Suñer, y lo desterró a San Leonardo de Arganza, su pueblo natal. Para sustituirle eligió a Vigón, al que ascendió a general de división por méritos de guerra, y al que mantuvo en el puesto hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El nombramiento fue un nuevo varapalo para los aviadores, de cuya ideología política desconfiaba, y sobre todo para Kindelán, eficaz organizador y director de la fuerza aérea durante la Guerra Civil, pero manifiestamente partidario de restaurar la Monarquía. No obstante, la designación de Vigón era más congruente que la de Yagüe un año antes, debido a su procedencia del Cuerpo de Ingenieros, impulsor y gestor de la aeronáutica desde comienzos del siglo xx.
Durante sus primeros meses en el Ministerio, se ocupó básicamente de conocer el estado en que se encontraba la fuerza aérea, mediante visitas a todas sus bases. Ante el triste panorama contemplado, pretendió renovarla, dando de baja numeroso material procedente de la Guerra Civil y reponiéndolo con aeronaves aliadas que, por cualquier causa, se veían obligadas a aterrizar o amarar en suelo o aguas españolas, además de adquirir aviones de fabricación española, ante la imposibilidad de hacerlo en el extranjero a causa de la guerra mundial. A este efecto, potenció la industria aeronáutica, implicándose también en ella mediante la adquisición por el Estado de un tercio de las acciones de la empresa Construcciones Aeronáuticas, S. A. (CASA), y creó el Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA) y posteriormente la Dirección General de Protección al Vuelo, responsable de implantar e implementar las hasta entonces inexistentes ayudas a la navegación. No obstante, la escasez de combustible y de repuestos impedía a menudo volar y la variedad del material y la falta de instrucción provocaron gran número de accidentes, que ocasionaron 105 bajas mortales.
Vigón, ascendido a teniente general y nombrado procurador en Cortes en 1943, fue el creador de la Academia General del Aire, que ubicó en una antigua base aeronaval a orillas del Mar Menor, organizó el Ejército del Aire en Regiones y Zonas Aéreas, y constituyó el Cuerpo de Especialistas, al objeto de disponer de buenos mecánicos. Durante su mandato, se envió a combatir contra la Unión Soviética a las llamadas Escuadrillas Azules, como contrapartida de la ayuda prestada a Franco por la Legión Cóndor. También se nacionalizó la compañía Iberia, que quedó integrada en el Instituto Nacional de Industria (INI), y se inició la construcción de una colosal sede ministerial de estilo herreriano sobre el solar de la Cárcel Modelo.
En julio de 1945, en la remodelación ministerial dirigida a constituir un gobierno más presentable ante los vencedores de la guerra mundial, Vigón creyó que había llegado la hora de confiar su bien consolidado departamento a un aviador y propuso a Franco que le sustituyera el general Eduardo González Gallarza, jefe del Estado Mayor del Aire desde 1939 y antiguo y reconocido pionero de la aviación. Vigón pasó a dirigir la Escuela Superior del Ejército y en febrero del año siguiente volvió a ser nombrado jefe del Alto Estado Mayor, puesto que compatibilizó con el de director de la citada Escuela hasta su pase a la situación de reserva en octubre de 1948, momento en que también fue nombrado consejero del Reino. En 1951, añadiría a los anteriores cargos los de presidente de la Junta de Energía Nuclear y del Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA), vicepresidente del Consejo de Economía Nacional y consejero nacional del Movimiento.
Lo más relevante de su segunda estancia en el Alto Estado Mayor, cuya sede estaba entonces en el palacete del paseo de la Castellana que también albergaba el despacho del subsecretario de la Presidencia del Gobierno, el capitán de navío Carrero Blanco, fue la dirección de las negociaciones que conducirían a la firma del acuerdo bilateral con Estados Unidos en septiembre de 1953 y posteriormente la supervisión de la llegada de material y personal estadounidense a España. Durante las negociaciones, el Ministerio de Asuntos Exteriores, a cuyo frente estaba Alberto Martín Artajo, quedó totalmente marginado y su peso recayó enteramente en Vigón como principal interlocutor, y en Carrero como correa transmisora de lo que se iba pactando con El Pardo. Franco, más interesado en lograr un acuerdo que le permitiera capitalizar interna y externamente el apoyo implícito al régimen derivado de la conexión con Estados Unidos, dio instrucciones a sus dos fieles subordinados de pasar por alto la evidente pérdida de soberanía que el pacto pudiera implicar, y a no tener en cuenta el riesgo que suponía para España su integración en el sistema defensivo occidental sin cláusula alguna de garantía de defensa mutua ni contraprestación económica suficiente y adecuada a los riesgos asumidos.
La parte dispositiva del convenio fue intencionadamente escueta y lo sustancial quedó relegado a una cláusula adicional de carácter secreto. Estados Unidos solo se comprometía a apoyar el esfuerzo defensivo español y a suministrar material bélico. A cambio, España quedaba obligada, por un plazo de diez años a permitir la utilización de una serie de bases aéreas y navales en su territorio. En caso de agresión soviética, las bases se activarían conforme a los términos especificados en dicha cláusula secreta, que autorizaba a utilizarlas libremente en caso de emergencia o amenaza de agresión contra la seguridad occidental. Es decir, la mutua defensa no quedaba garantizada ni se contemplaba la activación de las bases en caso de ataque directo al país que las albergaba. Paradójicamente, España, aparte de afrontar el riesgo de un ataque directo por parte soviética, se vería potencialmente abocada a implicarse en un conflicto originado en cualquier otro país occidental, mientras que a ninguno de ellos le afectaría una agresión contra su soberanía o intereses. Como era lógico, lo pactado exigía la presencia permanente de personal militar estadounidense en territorio español. Esto obligó a tolerar otra pérdida de soberanía al acordarse, en otra nota adicional secreta, que España renunciaba al principio de territorialidad de sus leyes penales y aceptaba que fuese competencia de una jurisdicción foránea conocer y juzgar las faltas y delitos cometidos por cualquier militar estadounidense en el interior o en el exterior de las bases.
El 20 de abril de 1955 Vigón sufrió un derrame cerebral del que no llegó a recuperarse. Complicado después con un proceso de bronconeumonía, falleció a los setenta y cuatro años en su domicilio madrileño de la calle del General Mola (actual Príncipe de Vergara) el lunes 24 de mayo. Sus restos fueron inhumados en el cementerio del concejo de Caravia. Dos meses después Franco volvió a mostrarle su agradecimiento con la concesión del título, con carácter póstumo, de marqués de Vigón, heredado por su hijo Juan Ramón Vigón Sánchez, general de división del Ejército de Tierra.
Obras de ~: con J. Olavide y B. Albarellos, San Sebastián: historia de sus fortificaciones. Siglos XVI y XVII. El sitio de 1813, San Sebastián, Ayuntamiento de San Sebastián, 1963.
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F. Puell de la Villa