Pedregal y Sánchez Calvo, José Manuel. Oviedo (Asturias), 1.XII.1871 – Avilés (Asturias), 3.I.1948. Ministro de Hacienda, diputado.
Hijo de Manuel Pedregal y Cañedo, ministro de Gracia y Justicia con Pi y Margall y de Hacienda con Castelar. José Manuel Pedregal apenas disfrutó de su ciudad natal, pues, cuando tenía un año de edad, su padre decidió instalarse en Madrid, adonde se trasladó toda la familia. Realizó sus primeros estudios en la Institución Libre de Enseñanza, fundada por varios catedráticos (Azcárate, Salmerón, Labra, etc.), separados de sus cátedras por su admiración por las ideas vanguardistas, de la que su padre fue también fundador y entusiasta colaborador. Más tarde estudió Derecho en este mismo centro, doctorándose en la Universidad Central (1894). El ambiente familiar pesó de gran manera en la formación del carácter del joven Pedregal que, en los primeros años de su carrera, se mantuvo muy unido a la Institución Libre de Enseñanza.
Ocupó la vacante de consiliario a la muerte de su padre (1896); fue miembro de la Junta Directiva del Instituto (1903), bajo la presidencia de Segismundo Moret, y presidente interino (1907-1908), y efectivo desde el fallecimiento de uno de los fundadores, Gumersindo de Azcárate (1917).
Dedicado a la abogacía, su matrimonio con la avilesina María Fernández (1900), que procedía de una familia de saneada situación económica, le permitió dedicarse a la política. En 1907 obtuvo por primera vez el acta de diputado por el distrito de Avilés (Asturias), donde consiguió derrotar al marqués de Teverga, y cuyo escaño ocupó, ininterrumpidamente, hasta la dictadura de Primo de Rivera (1923). Dos años antes, en los comicios de 1905, no pudo conseguir su escaño por Madrid, en la candidatura dirigida por García Prieto, a pesar de haber obtenido más votos.
Republicano, se afilió al Partido Reformista de Melquíades Álvarez y representó el sector izquierdista de la formación. En los primeros años del siglo xx, con el sistema canovista de la alternancia de los dos grandes bloques políticos ya en franca decadencia, el discurso fresco del gijonés Melquíades Álvarez fue capaz de aglutinar a un heterogéneo grupo de personas, procedentes de diferentes conceptos políticos, desde monárquicos defraudados hasta “republicanos gubernamentales”.
En aquel ambiente, José Manuel Pedregal, con su pertenencia al Partido Reformista, sirvió para mantener la posición doctrinal de la nueva formación política. Pedregal seguía, en lo ideológico, la estela de su padre y de Gumersindo de Azcárate, y en lo político, la de Melquíades Álvarez. Sin embargo, a Melquíades Álvarez, que compartía con Pedregal su admiración por Azcárate, le separaba de Pedregal esa ansia revolucionaria que todo republicano representaba.
A pesar de estas diferencias, siguió Pedregal la estela política del melquiadismo hasta donde le fue posible, actuando en mítines, celebraciones y banquetes en lugares de preferencia, siempre al lado del tribuno gijonés.
Desde la proclamación del reformismo, como opción política (1912), hasta la dictadura de Primo de Rivera, se vivió en una permanente crisis institucional, sin que ningún gobierno fuera capaz de controlar aquella situación de desgaste. Los desórdenes sociales, la huelga de 1917, el problema de las Juntas de Defensa, el desarrollo de la guerra de África, que alcanzó su mayor desastre en Annual (1921), el informe Picasso, que pretendía depurar responsabilidades políticas y militares sobre aquel suceso, y el interés de Sánchez Guerra en llevarlo a las Cortes, etc. animaron a un grupo de santones de la política del momento a alcanzar un acuerdo capaz de resolver los viejos problemas, y devolver la confianza a los españoles. Este acuerdo, conocido como la coalición de Hendaya, se celebró en el chalet de García Prieto en la localidad francesa (1922), y en él participaron, además del propio García Prieto, el duque de Alba, el conde de Romanones y Melquíades Álvarez. Entre los cuatro acordaron, con buen entendimiento, repartirse las diferentes parcelas de poder para resolver los grandes conflictos que aquejaban a España: García Prieto sería el nuevo presidente del gabinete; Romanones presidiría el Senado y Álvarez, el Congreso; el duque de Alba se haría cargo de la cartera de Estado y el resto de los ministerios serían repartidos entre miembros de los grupos que representaban los presentes en el pacto. La política de acuerdos de Álvarez, al frente del reformismo, había dado sus frutos y, por fin, miembros de este partido tenían la ocasión de llegar al poder pero en el vehículo equivocado, según el sentir de muchos de ellos.
Entre tanto, Pedregal había ido ejerciendo diversos cargos: directivo del Centro de Asturianos de Madrid (1902), miembro de la Junta de Aranceles y del Consejo Superior de Emigración; presidente del Instituto de Reformas Sociales (1916-1920), vicepresidente de la Liga para la Defensa de los Derechos del Hombre; presidente de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer, en 1919 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, cuyo discurso de entrada, titulado La prerrogativa regia y la reforma constitucional, fue contestado por Amós Salvador Rodrigáñez el 4 de mayo de 1919.
Fruto, pues, del acuerdo de Hendaya, José Manuel Pedregal fue nombrado ministro de Hacienda (del 7 de diciembre de 1922 al 4 de abril de 1923).
La llegada de Pedregal al Ministerio originó el primer problema, dispuesto a no mantener el juramento habitual para el cargo, por su condición de republicano, se pensó en sustituirlo por otro miembro del Partido Reformista, también asturiano, Ramón Álvarez Valdés, ante la rotunda negativa de García Prieto.
Por otra parte, la condición de los reformistas para entrar en el gabinete había sido la modificación del artículo once de la Constitución de 1876, en cambiar el término “tolerancia” por el de “libertad” de cultos.
Las presiones de los católicos, y la presión de la Iglesia sobre los demócratas, determinaron la dimisión de José Manuel Pedregal como ministro de Hacienda en aquel gobierno de coalición demócrata-reformista.
La dimisión de José Manuel Pedregal se entiende, pues, como el comportamiento ante la exigencia ideológica, cuando ya el reformismo estaba en situación de abandonar posturas de fuerza y vivía hacia el consenso. Durante la dictadura de Primo de Rivera se mantuvo Pedregal alejado de la política, a la que volvería durante el gobierno de Dámaso Berenguer como vocal del Consejo de Estado, organismo del que sería presidente con la Segunda República (1931) y vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales (1934-1936). En 1932 se pensó en él para dirigir CAMPSA, pero lo rechazó por el elevado sueldo que llevaba aparejado. Alejado ya de Melquíades Álvarez, Pedregal mantenía buenas relaciones con Azaña y, por encargo de éste, medió ante Álvarez para acercar al reformismo (el Partido había pasado a llamarse Liberal Demócrata), a los puestos importantes de la nueva forma política. Pedregal vivía en Asturias cuando estalló la Revolución de 1934. Detenido en Avilés el día 6 de octubre, junto a su esposa y su hija, éstas fueron liberadas seis horas más tarde, mientras que Pedregal fue conducido a la Fábrica de Armas de Trubia, donde quedó prisionero en poder del comité revolucionario comunista que había tomado la fábrica de armas, por un período de doce días, hasta que fue liberado finalmente por las tropas oficiales que tomaron aquel edificio.
Obras de ~: La prerrogativa regia y la reforma constitucional, discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1919; L. V. Paret (est. histórico, estadístico y crít.), El Estado y el Banco de España: política fiduciaria y participación en los beneficios, pról. de ~, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1921.
Bibl.: M. Sánchez de los Santos, Las Cortes. Las de 1907, Madrid, Est. Tipográfico de Antonio Marzo, 1908; R. Pérez Delgado, Antonio Maura, Madrid, Tebas, 1974; M. García Venero, Melquíades Álvarez. Historia de un Liberal, Madrid, Tebas, 1974; B. Díaz Nosty, La Comuna Asturiana. Revolución de octubre de 1934, Bilbao, Zero, 1975; A. L. Oliveros, Asturias en el Resurgimiento español (Apuntes históricos y bibliográficos), Gijón, Silverio Cañada, 1989; A. Rull Sabater, Diccionario sucinto de Ministros de Hacienda (s. XIX-XX), Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1991; F. Friera Suárez, Ramón Pérez de Ayala, testigo de su tiempo, Gijón, Fundación Alvargonzález, 1997; M. Azaña, Diarios 1932-1933, “Los cuadernos robados”, Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1997; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Actas, 1998; Conde de Romanones, Notas de una vida, Madrid, Marcial Pons, 1999; G. Maura Gamazo y M. Fernández Almagro, Por qué cayó Alfonso XIII, Madrid, Alderabán, 1999.
Honorio Feito Rodríguez