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Juan José Vértiz y Salcedo

Biografía

Vértiz y Salcedo, Juan José. Mérida de Yucatán (México), 2.II.1718 – ?, 1799. Gobernador y virrey de Río de la Plata.

Procedente de una ilustre familia nobiliaria, era hijo de Juan José Vértiz y Hontañón, gobernador de las provincias de Nueva Vizcaya y de Yucatán, y de María Violante de Salcedo, de reputada familia hidalga.

El hecho de que su padre ya se encontrara en América ejerciendo las labores políticas propias del cargo de gobernador, explica por qué nació en Mérida, provincia de Yucatán, en 1720. La excelente reputación de su padre en los diferentes destinos en los que sirvió sin duda le pudo haber ayudado en su rápida carrera política, ingresando muy joven, como era práctica habitual, en el ejército, hacia 1737.

Aunque nació en el Virreinato de Nueva España tuvo que pasar su formación militar y sus primeros años en Europa. Allí sirvió en diferentes destinos en Italia y Portugal, perfeccionando sus conocimientos castrenses y adquiriendo pericia militar. Su carrera militar fue rápida, pues en 1768 era ya brigadier, rango militar que rara vez se adquiría sin haber antes pasado por una amplia estancia en América sirviendo en un cargo de relevancia política y militar. Junto con el ascenso a brigadier le llegó su nombramiento como segundo inspector de tropas de Buenos Aires, con fecha de 24 de agosto de 1768, con un sueldo anual de 6000 pesos.

Trasladado a su nuevo destino, arribó al puerto de Montevideo el 3 de enero de 1769, a bordo del buque principal de la armada que comandaba el capitán de navío Juan Ignacio de Madariaga. El 7 de enero tomaba posesión oficialmente del cargo en la ciudad de Buenos Aires. Muy pronto tuvo que llevar a cabo importantes misiones militares, como la que en 1770 organizó el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Bucareli y Ursúa para expulsar a los ingleses de las islas Malvinas. Vértiz tuvo que hacerse cargo desde Montevideo del alistamiento y el control de tropas que iban a embarcar para la expedición. La misión de desalojo partió desde Montevideo el 11 de abril de 1770 y culminó con un éxito rotundo.

Las notables dotes organizativas y de mando le hicieron merecedor del cargo de gobernador interino de la Gobernación de Buenos Aires una vez que Bucareli abandonó su cargo en septiembre del mismo año para ser destinado a España, hacia donde partió el 12 de septiembre en la fragata Santa Rosa. Vértiz vio acompañado su ascenso político con otro de carácter militar, al ser promovido a mariscal de Campo dos meses antes de su nuevo nombramiento. Se dedicó inmediatamente a poner la costa y el interior en el mejor estado de defensa posible para prevenir ataques de los ingleses. Suprimió gastos superfluos e innecesarios saneando parcialmente la hacienda local. Aunque su rango y cargo eran superiores al que ostentaba anteriormente, aún mantenía el mismo sueldo, por lo que solicitó su aumento alegando que los traslados y viajes le procuraban gastos difícilmente sostenibles, lo que le obligaba a contraer deudas, algo muy mal visto para un cargo de semejante naturaleza. Por este motivo, en marzo de 1771 le fue concedido un sueldo de 9000 pesos, aunque aún inferior a los 12.000 que recibía Bucareli.

El 16 de agosto de 1771 le fue concedido finalmente en propiedad el cargo de gobernador y capitán general de Buenos Aires. Se dedicó a perseguir el contrabando que tan pernicioso era para las arcas públicas, al tiempo que mantenía un férreo control sobre la administración militar, aumentando los fortines y guardias fronterizos y mejorando la disciplina del Ejército. Llevó a cabo una amplia labor de reorganización durante los primeros meses de su mandato, unificando los uniformes del Ejército, reglamentando las milicias provinciales, y dictaminando el tiempo que debían actuar en cada misión. Aunque la provincia contaba ya con un Regimiento Provincial de Caballería asentado en Buenos Aires según Real Instrucción de 1764, éste no estaba bien estructurado y se había convertido poco menos que en una unidad semi-independiente y sin buena instrucción. El nuevo gobernador mostró siempre su predisposición por las tropas milicianas, a quienes creía mejor preparadas para combatir al enemigo debido a su buen conocimiento del terreno y perfecta aclimatación. Vértiz se preocupó de dotar a esta unidad de una nueva organización miliciana, para lo cual introdujo el Nuevo Plan de Milicias dado el 15 de marzo de 1772. Depuró tanto al Batallón de Infantería como al Cuerpo de Caballería ya existentes desde época de Pedro Cevallos, mezclando los elementos menos diestros y deseados con hombres de reputada y buena formación militar. El Cuerpo de Caballería fue organizado según los regimientos peninsulares, dotándolo de doce compañías agrupadas en cuatro escuadrones. En 1774 las reformas introducidas empezaron a dar sus frutos, ya que el número de soldados aumentó considerablemente, hasta alcanzar los 7471 hombres, de ellos 6122 españoles y el resto criollos.

Levantó un patrón de las misiones que habían dirigido los jesuitas expulsados en 1767, y elaboró un exhaustivo informe sobre el número de tribus existentes en su gobernación. Dotó de un asilo para niños expósitos a Buenos Aires gracias a la recaudación de un impuesto especial sobre la utilización del teatro público.

Desde el punto de vista del gobierno interior, había tenido especial cuidado con los lugares públicos, estableciendo comisarios de barrios y fundando el primer teatro de comedias estable de Buenos Aires, todo ello en su primer año de gobierno. Recorrió la práctica totalidad de la provincia hasta llegar al río Grande, y aunque la real hacienda no estaba en el mejor estado deseable, procuró establecer defensas en los lugares más débiles y que podían ser objeto de ataque enemigo más fácilmente. Aunque solicitó un retiro a España debido a su delicada salud, lo cierto es que el rey Carlos III lo mantuvo en el puesto dadas las sobradas cualidades mostradas, lo que dificultaba enormemente un recambio de garantías.

Las necesidades militares le llevaron a solicitar un préstamo voluntario para abastecer de soldados y municiones la frontera del río Grande, especialmente el fuerte de Santa Teresa. En 1773 los portugueses se establecieron ilegalmente en la sierra de Los Tapes y a lo largo de los ríos Yacuy y Grande, lo que obligó a Vértiz a una rápida respuesta. Preparó un cuerpo expedicionario compuesto por mil catorce hombres de las milicias de Buenos Aires y de Santa Fe, y emprendió la marcha desde Montevideo el 7 de noviembre del mismo año. El 5 de enero llegó al río Piquirí encontrándose con el grueso de las tropas portuguesas a quienes puso en fuga con un ataque rápido y decidido.

Dejó guarniciones en diversos lugares mientras limpiaba el territorio de algunos focos aislados, haciendo fortificar de paso la ciudad de Maldonado.

Las tensiones militares en la zona del río de la Plata con los portugueses y con los ingleses determinaron desde Madrid, con el apoyo de informes de las autoridades americanas, que se estableciera un nuevo virreinato en el cono sur del continente americano con un marcado cariz militar. Así es como surgió el Virreinato del Río de la Plata en 1776 enmarcado, obviamente, en el gran programa reformista militar que desde Madrid estaba auspiciando el ministro José de Gálvez, antiguo visitador del gran virreinato novohispano y gran conocedor de la realidad político-militar de las Indias.

Temporalmente fue nombrado primer virrey Pedro Cevallos, hacia quien Vértiz tenía una mal disimulada animadversión. Cevallos llevó a cabo la expulsión de los portugueses del establecimiento de Sacramento, motivo principal de su arribo a América, pero ocultó las grandes dotes militares de Vértiz a Madrid en espera de que su sucesor en el cargo fuera alguno de sus lugartenientes en esta última campaña, es decir, Victorio de Navia o el marqués de Casa Cagigal. Pese a todo, el Rey estimó conveniente nombrar como sucesor de Cevallos a Vértiz ya que éste había demostrado sobradamente en todos sus anteriores servicios una notable profesionalidad y entrega, mientras que los recomendados por Cevallos no contaban con los avales de la experiencia suficiente. Así, en 1777 fue nombrado virrey del Río de la Plata, con fecha original dada en San Lorenzo el 27 de octubre, adquiriendo de este modo el mayor rango político y militar que era posible alcanzar en América. Además fue recompensado con un ascenso militar a teniente general.

Cevallos hizo entrega oficialmente del mando a Vértiz en Montevideo el 26 de junio de 1778, para posteriormente salir rumbo a España a bordo del navío El Serio.

Durante sus cinco años de mandato al frente del nuevo virreinato realizó una amplia labor militar, política y social. La erección del virreinato, que había tenido un marcado cariz militar, obligó a crear mayores compromisos para la conservación del orden interior de un territorio vasto y de gran variedad de climas, lo que a su vez llevó a prestar más atención e importancia a las milicias, que se vieron aumentadas en número. Vértiz incorporó de esta forma a una gran cantidad de población lugareña al ejército para hacerla responsable parcial de la defensa común del virreinato a través de las milicias. En 1777 ya había más de veintiún mil hombres en armas en la provincia de Tucumán. En 1779 había convertido las compañías de Infantería de Montevideo en el Batallón de Milicias de Montevideo, compuesto formalmente por una compañía de granaderos y ocho de fusileros, a la manera peninsular. En octubre de 1780 extinguió el Cuerpo de Dragones Provinciales de Buenos Aires, organizado también por Cevallos en 1766, para crear seguidamente las Milicias de la Campaña de Buenos Aires, organizadas en cuarenta y cinco compañías sueltas todas ellas de caballería. Enroló en este nuevo cuerpo a todas las gentes capaces de defender el virreinato, aunque no se activaban a no ser que hubiera peligro de invasión.

En marzo de 1780, debido al aumento significativo de la población de Buenos Aires, el virrey transformó el Batallón de Españoles de Buenos Aires en regimiento con dos batallones, pasando a llamarse oficialmente Regimiento de Infantería de Milicias de Buenos Aires. En 1781 introdujo una nueva organización en las compañías del campo de Montevideo que pasaron a convertirse en Regimiento de Caballería de Milicias, con la misma estructura que el regimiento similar de Buenos Aires. En octubre de 1783 se aprobó la resolución adoptada por Vértiz de elevar el Cuerpo de Blandengues de la Frontera de Buenos Aires a seis compañías de cien hombres cada una, lo que aumentaba considerablemente la defensa de la frontera frente a los indios con notable incorporación de los elementos locales a la defensa. Aunque la reestructuración había sido importante, no aumentó demasiado la cantidad de unidades alistadas sino más bien cuidó de su calidad, limitando la presencia militar a un corto número de regimientos y unidades milicianas, a las que se concedía fuero militar, pero que estaban siempre en buena disposición para ser utilizados en caso de necesidad. En los cuerpos de milicias urbanas disfrutaban del fuero militar sólo los oficiales y sargentos, excepto que estuvieran acuartelados, en cuyo caso también los soldados o cabos podían gozar de dicho fuero.

Para suplir la deficiencia en tropa veterana del cuerpo de artillería, especialmente necesaria en las guarniciones con fortificaciones importantes como Montevideo, Maldonado, Colonia, Ensenada de Barragán y Fuerte de Buenos Aires, Vértiz elevó este cuerpo especial a dos compañías milicianas de a cien hombres en Buenos Aires, y a ciento y cincuenta hombres las compañías, también dos, de Montevideo.

Creó escuelas prácticas para la instrucción de los artilleros a extramuros de las ciudades de Buenos Aires y Montevideo, lo que corrigió parcialmente la falta de veteranos profesionales de España.

Creó el primer establecimiento permanente en la costa de la Patagonia, donde estableció las fundaciones de San José y Carmen de Patagones. Trasladó a Buenos Aires la imprenta que los jesuitas tenían en Córdoba y que después de su expulsión estaba sin uso específico.

Durante su mandato tuvo que aplicar el Decreto de Libre Comercio de 1778, la Real Ordenanza de Intendentes de 1782 y la división del virreinato en ocho intendencias y cuatro gobiernos subordinados. Ya en 1778 había elaborado un censo de la ciudad de Buenos Aires y su campiña que deparó un total de 37.679 habitantes e inició un proceso que se prolongó durante todo su gobierno virreinal que tenía como fin mejorar ostensiblemente la vida cotidiana y la implicación cada vez mayor de los criollos en muchos de sus proyectos. Algunas de estas iniciativas fueron: empedrado de la ciudad de Buenos Aires, organización del tribunal del protomedicato, fundación del hospicio para mendigos y creación del correccional de mujeres.

En 1783, último de su mandato, envió a Entre Ríos al capitán Tomás Rocamora, quien fundó los establecimientos de Gualeguay, Gualeguaychú y Concepción del Uruguay. Poco después, solicitó el relevo como virrey debido al cansancio y a los años de servicio, siéndole finalmente concedido por Real Cédula de 17 de julio de 1783. Gracias a su intachable hoja de servicios y a su buena disposición con las autoridades en septiembre del mismo año fue eximido del juicio de residencia.

El 12 de abril de 1784 se embarcó rumbo a España, donde no ostentó cargo público de relevancia.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Contaduría, 1648, 1882, 1952, 1953; Contratación, 1735.

J. J. Biedma, Crónica histórica: 1774-1834, Buenos Aires, Canter, 1905; J. Torre Revello, Juan José de Vértiz y Salcedo, gobernador y virrey de Buenos Aires: ensayo basado en documentos inéditos del Archivo de Indias, Buenos Aires, Fundación de Filosofía y Letras, 1932; G. Céspedes del Castillo, Lima y Buenos Aires: repercusiones económicas y políticas de la creación del virreinato del Plata, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano- Americanos, 1947; F. Arriba, La expedición de D. Pedro Ceballos a Buenos Aires: la fundación del virreinato del Río de la Plata, 1776-1778, Valladolid, Imprenta Allén, 1950; R. Rees Jones, El superintendente Manuel Ignacio Fernández, 1778- 1783: las reformas borbónicas en el virreinato de Buenos Aires, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, 1952; J. Lynch, Administración colonial española. 1782-1810. El sistema de intendencias en el virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires, EUDEBA, 1962; VV. AA., El virreinato del Río de la Plata, 1776-1810, Buenos Aires, Sociedad Rural Argentina, 1976; C. M. Gorla, Los establecimientos españoles en la Patagonia. Estudio institucional, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1984; L. Navarro García, Hispanoamérica en el siglo XVIII, Sevilla, Universidad, 1991; J. Beverina, El virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar. Contribución a la historia del ejército argentino, Buenos Aires, Círculo Militar, 1992.

 

José Manuel Serrano Álvarez

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