Vázquez de Ayllón, Lucas. Toledo, c. 1478 – Carolina del Norte (Estados Unidos), 18.X.1526. Descubridor y oidor de la Audiencia de Santo Domingo.
Vázquez de Ayllón nació en Toledo hacia el año 1478, en el seno de una noble familia de mozárabes, hay quienes sustentan que de conversos. Fueron sus padres Juan de Ayllón, regidor de esta ciudad, e Inés de Villalobos (con ocasión de solicitar y concedérsele el hábito de la Orden de Santiago, hizo información de limpieza de sangre. Los testigos presentados declararon que había nacido hacia 1478 y que todos sus antepasados, tanto por línea paterna como materna, eran “hijosdalgos limpios”, que su padre venía de la “casta de los mozárabes de Toledo, de la misma cepa de Don Esteban Yllán, de donde proceden todos los buenos linajes de Toledo” y que su abuelo paterno, Pedro Álvarez de Toledo, fue alcalde de los mozárabes por mucho tiempo y no podía tener este oficio quien no fuera hijodalgo. Los informantes añadían que desconocían si tenía caballos, aunque sí sabían que tenía en su casa escuderos y muchas bestias, y que era persona rica que los podía tener, concluyendo que un hermano suyo, Perálvarez de Toledo, era caballero de la Orden de Santiago. Valladolid, 25 de agosto de 1523). En 1506 pasó a La Española con el nombramiento de alcalde mayor de Concepción de la Vega, a fin de prestar ayuda en la administración de justicia al licenciado Alonso Maldonado, alcalde mayor de Santo Domingo. Dividida la isla para tal quehacer en dos zonas: norte y sur, correspondió la primera a Vázquez de Ayllón con residencia en Concepción de la Vega y jurisdicción sobre las villas de Santiago, Puerto Plata, Puerto Real y Lares de Guahaba.
En Concepción de la Vega permaneció hasta 1510 año en que regresa a España a dar cuenta del juicio de residencia que por mandato de Diego Colón le ha tomado el licenciado Francisco de la Fuente. Termina así lo que se puede denominar su primera etapa en la isla, período en el que su persona e intereses van a quedar estrechamente ligados a la misma. Se ha casado en segundas nupcias con Ana Becerra, hija del licenciado Juan Becerra, descubridor de minas de oro, rico estanciero y regidor de la villa de Santiago; y ha recibido de Ovando una encomienda de más de cuatrocientos indios.
Es muy probable que también, ahora, comience a adquirir tierras en diversas partes de la isla, sobre todo, su principal hacienda, en el término de Puerto Plata que dedicó al cultivo azucarero, y quizá comenzó a interesarse por el negocio de la trata indígena.
A fines de marzo de 1512 Vázquez de Ayllón embarca en Sevilla para volver a La Española. Ahora como juez de apelación junto a los licenciados Matienzos y Villalobos, que van a constituir de hecho la primera audiencia de Santo Domingo. La razón de tal nombramiento estribaba en el buen hacer de Ayllón en el desempeño de su anterior cargo, como lo probaba su juicio de residencia y, sin duda, por haberse decantado por el bando realista, lo que llevaría a Fonseca y Conchillos a optar por su elección.
En esta nueva etapa que ahora inicia y que abarca hasta 1523 va a intervenir muy directamente en el devenir histórico antillano y, muy señaladamente, en su proceso expansivo. Vázquez de Ayllón, como Diego de Velázquez, Hernández de Córdoba, Juan de Grijalba o Francisco de Garay, entre otros, son claros exponentes de los hombres que van a protagonizar este proceso expansivo del Caribe. Son ellos o enviados suyos los que llevarán a cabo la empresa descubridora, tomando el relevo de los grandes marinos que hasta estos momentos han intervenido desde España. Dentro del mismo, hay que circunscribir los tres viajes que Ayllón organizó hacia las costas orientales de los actuales Estados Unidos de América, que se sucedieron, respectivamente, en los años de 1520- 1521, 1525 y 1526.
En fechas inmediatas anteriores al primero de estos periplos, Ayllón fue comisionado por la Audiencia de Santo Domingo al fin de paralizar la armada que, al mando de Pánfilo de Narváez, Diego Velázquez preparaba contra Hernán Cortés. En dos barcos, Ayllón con algunos funcionarios marchó a Cuba. Los intentos del oidor fueron en vano, Velázquez no atendió sus demandas y ordenó a Narváez seguir con la empresa. Ayllón, por su parte, decidió seguirle, pensando que quizá podría convencerle sin la presencia del gobernador cubano, y, también, para mediar entre Narváez y Cortés.
Una vez en México, el oidor se convirtió en un elemento perturbador para los planes de Nárvaez. Ayllón seguía manifestando que consideraba una ofensa a la Audiencia su desobediencia, y, peor aún, comenzó a hablar favorablemente de Cortés e incluso le escribió manifestando su posición. Narváez no vio otra salida que ordenar aprisionarle y llevarlo ante Diego Velázquez.
Ayllón no fue a Cuba, en la travesía amenazó al capitán y a la tripulación que de hacerlo los condenaría a la horca y, por el contrario, les ofrecía la libertad si lo dejaban en Santo Domingo.
Tras penosa navegación, arribaron al puerto de San Nicolás, distante cuatrocientos ochenta kilómetros de Santo Domingo, distancia que el oidor hubo de recorrer a pie. Desde la capital, escribió a la Corona del mal trato recibido por Velázquez y Narváez, vejatorio tanto para ésta como para él. Informes que serían de gran ayuda para los partidarios de Cortés en la metrópoli. Es probable que se personara ante el comité que Carlos V nombró para que le asesorarán sobre el tema de Cortés (al referirse a este episodio H. Thomas comenta que Ayllón no deseaba ir a México, ya que como protegido de Fonseca estaría a favor de Narváez, pero que una de sus características era obedecer siempre a sus superiores, la personificación misma de la disciplina y la lealtad a Castilla. Y añade que era inflexible, inteligente, experimentado, que gozaba de buenos contactos; pero también corrupto, pretencioso y despiadado).
Se ha insistido en que Ayllón, impresionado por la empresa de Hernán Cortés, pretendió emularle y, a tal fin, se decidió a buscar nuevos reinos al norte de las tierras descubiertas por Ponce de León. Tal hipótesis, aunque totalmente válida para las dos últimas expediciones del oidor —1525 y 1526—, no lo es para el periplo de 1520-1521, que se trata de uno más de los que se dirigen a las Lucayas y a las islas y costas de Tierra Firme para capturar indios.
En síntesis, este viaje presenta los siguientes hechos.
Una carabela fletada por Vázquez de Ayllón y el escribano de la Audiencia de Santo Domingo, Diego Caballero, zarpó de Puerto Plata en diciembre de 1520. Esta nave capitaneada por Francisco Gordillo se encontró, a la altura de Las Lucayas, con otra comandada por Pedro de Quexos, remitida, a su vez, por otro oidor de Santo Domingo, Juan Ortiz Matienzo, asociado con el empresario Sancho de Urrutia.
Esta segunda embarcación había partido igualmente desde La Española en fechas inmediatamente anteriores.
Ambas tenían por objetivo inmediato la captura de indios en aquellas islas. Al encontrarlas deshabitadas, los capitanes —Quexos y Gordillo— decidieron unir sus empresas y acordaron poner rumbo al Norte.
Después de ocho ó nueve días de singladura y cuando se encontraban, según sus cálculos, a unas ciento diez o ciento quince leguas de Las Lucayas, y sin hallar tierra, resolvieron cambiar de dirección y dirigirse a las costas de La Florida. Al tercer día descubrieron tierra, arribándose a ella en la desembocadura de un río. Tal hecho acontecía el 24 de junio de 1521, razón por la que la tierra y río fueron bautizados con el nombre de San Juan Bautista, encontrándose ubicados en los 33.º y medio de latitud.
Los expedicionarios permanecerían en aquel lugar, sin explorar ninguna otra zona, veintidós días.
Durante los mismos se tomó posesión de la tierra en nombre de la Corona, Vázquez de Ayllón, Caballero y Sánchez de Urrutia; se entablaron relaciones amistosas con los indígenas, que les dispensaron una buena acogida. Traicionada por los españoles que a la hora de partir apresaron a unos ciento treinta, cuando visitaban las naves.
En el regreso se perdió la carabela enviada por Ayllón y Caballero y, con ella, la mayor parte de su tripulación y los indios embarcados. La nave de Quexo arribaría, sin novedad alguna, a Santo Domingo. Los sesenta indios traídos se repartirán posteriormente entre los cuatro promotores de la empresa. Dado que tenían la intención de continuar la exploración de las tierras recién descubiertas, acordaron devolver a los indios en el futuro viaje que se hiciera a ellas, al objeto de establecer relaciones pacíficas. Quizá los únicos que sobrevivieron y pudieron regresar a su tierra fueron los que habían correspondido a Vázquez de Ayllón, entre ellos al que llamaron Francisco Chicora, que tanto influiría en el ánimo del oidor para que emprendiera la conquista y poblamiento de la zona avistada, sin duda, para algún día volver con los suyos.
Vázquez de Ayllón decide explorar más detenidamente las tierras descubiertas por Gordillo y Quexo e iniciar su posterior colonización. Empresa de la que no va a hacer partícipe a ninguno de sus socios y para lograrlo viene a España en octubre o noviembre de 1521 a capitular con la Corona.
En esas fechas en el mapa del Nuevo Mundo quedaba por descubrir la casi totalidad de la fachada atlántica septentrional. Nada se conocía de lo que había entre las tierras descubiertas por Ponce de León, al Sur, y lo hallado, al Norte, por los ingleses y los Corte Real.
Además del interés que este dilatado litoral y su interior despertaban como zona de colonización, existía el, no menor, de encontrar por ahí un paso interoceánico.
Es por ello que la Corona acogió favorablemente la propuesta de Ayllón. Más aún, proviniendo de un hombre perfectamente situado para llevarla a cabo, con poder político, prestigio social y elevadas riquezas, requisitos muy a tener en cuenta a la hora de organizarla y sufragarla, además de residir en La Española, envidiable plataforma.
La capitulación se concertó en Valladolid el 12 de junio de 1523 y su contenido nos muestra claras finalidades descubridoras y colonizadoras. En el aspecto descubridor se fijaba un doble objetivo. Por un lado, explorar los litorales atlánticos norteamericanos a partir de los 37.º y navegar hacia latitudes superiores ochocientas leguas o hasta dar con otras tierras descubiertas, con la intención de hallar el ansiado paso.
Por otro, recorrer la tierra adentro en la franja costera entre los 35.º y 37º. La finalidad colonizadora era también primordial, aunque supeditada a los resultados de la descubridora. Se fijaba que la empresa debería iniciarse en el verano de 1524 otorgándosele un plazo de tres años para ejecutarla.
Tras fijar los objetivos primordiales, la capitulación recogía en veinticinco cláusulas las concesiones premiales, que, como en otros asientos, eran de muy diversas materias: legislativas, gubernativas, ejecutivas, económicas y religiosas. Entre otras, la reserva por un período de seis años de la zona por él descubierta y otras doscientas leguas más allá del último punto alcanzado; nombramiento de gobernador, adelantado y alguacil mayor con 350.000 maravedís de sueldo anual; se le otorgaba el quinceavo de todas las rentas; facultad para repartir aguas, tierras y solares; propiedad privada de quince leguas cuadradas; derechos sobre las pesquerías; 500 ducados de oro de renta de lo que se obtuviera de la seda producida..., y se le prohibía hacer repartimientos de indios.
A finales de 1523 partía de Sevilla Vázquez de Ayllón hacia La Española al objeto de poner en marcha la conquista y colonización de las fantásticas y quiméricas provincias de Duache, Chicora, Pirayte..., que sólo existían en la mente de Francisco de Chicora.
El oidor comenzó su empresa con el envío, a principios de 1525, hacia los litorales orientales del Subcontinente Norte de una expedición exploradora, preparatoria de la definitiva que llevó a cabo un año después. Esta de 1525 respondía plenamente a lo acordado en su asiento, teniendo por único y fundamental objetivo el descubrir. Y ello, como fijaba el texto capitular, en un doble plano; por un lado, navegar por el litoral norteamericano desde los 37.º hacia el Norte, al objeto de encontrar el paso del Noroeste, y, por otro, reconocer hacia el interior la franja costera situada entre los 35.º y 37.º de dicho litoral.
La expedición la componían dos carabelas con una dotación de unos sesenta hombres, bajo el mando de Pedro de Quexo. Desde La Española las naves se dirigieron a los parajes ya conocidos, la tierra y río de San Juan Bautista, en cuya desembocadura o proximidades desembarcaron. Desde donde pasaron al interior del país, que exploraron, al tiempo que entablaban relaciones de amistad con sus habitantes. Realizada esta tarea, una de las propuestas en el asiento, las carabelas pusieron proa al Norte al fin de hallar el ansiado paso para lo que navegaron 250 leguas. Si se sitúa el punto de partida en el río San Juan, 30,5.º —debieron alcanzar los 45.º o 46.º de latitud, Nueva Escocia (actual Canadá)—.
En julio de 1525 las dos naves daban por concluida su misión y emprendían el retorno a La Española, a la que arribaron sin el menor contratiempo en el mes siguiente. Traían algunos indios para que describiesen las peculiaridades de la tierra de San Juan y sirvieran de intérpretes en la futura expedición colonizadora.
Ayllón se apresuró a informar al rey Carlos del feliz desenlace del periplo y su intención de iniciar la fase pobladora. Sin embargo, la Corona no le autorizó a que la emprendiera, hasta tanto no quedaran suficientemente claros sus derechos sobre la zona, toda vez que su antiguo socio, el también oidor, Juan Ortiz Matienzo, reclamaba su pertenencia, alegando prioridad en su descubrimiento. Y ordenó a la Audiencia de Santo Domingo que emitiera un fallo sobre el asunto.
La Audiencia elevó su parecer, totalmente favorable a Vázquez de Ayllón, al Consejo de Indias el 25 de junio de 1526.
Inmediatamente Ayllón ultima los preparativos de la expedición que tendrá por objeto la colonización de su gobernación. La misma se convertirá en una de las más desdichadas de la conquista americana y estuvo presidida por el signo de la adversidad. Infortunio que se manifestó, ya desde sus inicios al impedírsele, por causa del comentado juicio, su salida en una fecha más temprana y, a su vez, más apropiada, retraso que fue clave en su desarrollo y fatal desenlace. A su mando fue el propio oidor y por piloto mayor Pedro de Quexo. La formaron unos quinientos colonos, hombres y mujeres.
La flota navegó hacia los parajes más conocidos y explorados en los anteriores periplos, es decir, hacia la tierra y río de San Juan Bautista, río, que se entiende, fue ahora rebautizado como Jordán. Si la expedición no había tenido un feliz comienzo, a partir de su arribo a las nuevas tierras se sucedieron los infortunios y adversidades. Desdichas que comenzaron con la pérdida de la nao capitana y de todos los bastimentos que transportaba en la desembocadura del río Jordán, que prosiguieron con la muerte de una veintena de españoles, enviados en misión exploratoria, a manos de la indiada. Y se continuaron con la huida de los indígenas que traían por intérpretes y la del propio Francisco de Chicora, con lo que los españoles quedaron desamparados sin la inestimable colaboración de los naturales. Desamparados y desesperanzados porque, además, resultaron vanos los intentos de encontrar las provincias de Duache, Chicora, Ita, Tacnac..., las que, como escribe Gonzalo Fernández de Oviedo, “penso el licenciado que llevaba un tesoro”.
Lo infructuoso de la búsqueda de aquellas tierras decidió a los pobladores a dirigirse costa adelante al objeto de establecer la colonia en un lugar más apropiado.
El elegido fue la desembocadura de otro río, al que llamaron Gualdape, ubicado a cuarenta o cuarenta y cinco leguas del Jordán, donde se fundó San Miguel de Gualdape (no existe unanimidad a la hora de localizar los ríos Jordán, Gualdape y el establecimiento de San Miguel. Se han propuesto múltiples alternativas. Se entiende que muy acertada es la formulada por Demetrio Ramos, que siguiendo el mapa de Diego Ribero —el llamado Weimar de 1529— identifica al río Jordán con el Greet Peedee, en el actual estado de Carolina del Sur, al noreste de Charleston, y el río Gualdape, nombre que no aparece en el mencionado mapa, sería el rotulado como río del Príncipe que identifica con el New river Inlet, en la bahía de Onslow (D. Ramos, 1981: 348-352). Tampoco aquí la situación va a ser más favorable. La zona, aunque rica en pesca, no podrá sustentar a una población de más de quinientas personas que, por otro lado, habían perdido en el naufragio de la nao capitana, la mayor parte de sus alimentos y vestidos, a lo que se unía la hostilidad indígena. La falta de víveres y ropas de abrigo, los rigores del clima y el acoso indio comenzaron a diezmar el incipiente asentamiento.
Ayllón, ya enfermo, falleció el día de su onomástica, 18 de octubre de 1526, “como católico, rescebidos los santos sacramentos e arrepentido de sus culpas e de sus pensamientos e armada”. Tras disensiones internas, los supervivientes decidieron regresar, llevando consigo el cuerpo amortajado del oidor para enterrarle en La Española, aunque en la travesía tuvieron que arrojarle al mar, sin duda, por su descomposición.
Singladura que estuvo acompañada por un fuerte temporal que dispersó a las naves. De los quinientos expedicionarios sólo regresaron ciento cincuenta, la mayoría enfermos, que fueron arribando a diversas zonas de La Española y Puerto Rico (Fernández de Oviedo le considera responsable del fracaso, pues “el que ha de mandar soldados, soldado debe ser primero”, y agrega: “Yo creo bien que el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón supiera ser alcalde e hacer justicia..., porque para ese efecto aprendió derechos; pero nunca se vistió coraza, ni ciño espada para ganar sueldo con ella...”).
Fuentes y bibl.: Archivo General de indias (Sevilla), Patronato, legs. 15, 63 y 172; Justicia, legs. 3 y 50; Indiferente General, legs. 415 y 420; Patronato, leg. 63, ramo 24; Patronato, legs. 15, 63 y 172; Justicia, legs. 3 y 50; Indiferente General, legs. 415 y 420; Justicia, leg., 3; Archivo histórico Nacional, Órdenes Militares, leg. 711, exp. 8565.
W. Lowery, The Spanish settlements within the present limits of the United States, 1513-1561, New York, London, G. P. Putnam’s Sons, 1901; J. M. Igual, “El Atlántico Norte”, en Boletín de la Real Sociedad Geográfica (Madrid), t. LXCXXIV, n.º 7-12 (julio-diciembre, 1948), págs. 440-495; M. Fernández de Navarrete, Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, Madrid, Atlas, 1954 (Biblioteca de Autores Españoles); G. Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, Madrid, Atlas, 1959 (Biblioteca de Autores Españoles); P. Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, México, José Porrua e Hijos, 1965; M. Lucena Salmoral, “La extraña capitulación de Ayllón para el poblamiento de la actual Virginia: 1523”, en Revista de Historia de América (México), n.º 77- 78 (enero-diciembre, 1974), págs. 9-31; D. Ramos, Audacia, negocio y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate, Valladolid, Casa-Museo de Colón, Seminario Americanista de la Universidad de Valladolid, 1981; P. E. Hoffman, Lucas Vázquez de Ayllón. Columbus and the land of Ayllón; the expedition and settlement of the Southeast, ed. de J. Cook, Historical Society-Ayllón, 1992; H. Thomas, La conquista de México, Barcelona, Editorial Planeta, 1994, págs. 398-399.
Isabelo Macías Domínguez