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Antonio Mourín

Biografía

Mourín, Antonio. Íñigo de Rosende, Francisco Callart. Santiago de Compostela (La Coruña), 20.VII.1707 – Forli (Italia), 19.VIII.1787. Jesuita (SI) expulso, superior, predicador y moralista.

Usó los seudónimos de Íñigo de Rosende y Francisco Callart. Hervás trató personalmente a Mourín, por ser éste su superior y pertenecer ambos a la misma provincia jesuítica de Toledo, por lo que ha dejado una biografía suficiente. Nacido en un lugar cerca de Santiago, desde su más tierna edad estudió la latinidad en Madrid, donde fue recibido entre los jesuitas de la provincia de Toledo el 31 de octubre de 1720. Habiendo repasado las letras humanas, y ejercitado felizmente en la Retórica, estudió la Filosofía y Teología en Alcalá, instruyéndose al mismo tiempo con sumo empeño en toda ciencia sagrada y eclesiástica. Enseñó la Retórica a los jesuitas en Villarejo, la Filosofía en Alcalá, la Teología Moral en Cuenca y la Escolástico-Dogmática en Toledo, de cuyo colegio fue rector. Hizo la profesión solemne de los últimos votos en 1740. En 1755 fue nombrado para la congregación general de los jesuitas; después fue elegido superior del noviciado jesuítico de Madrid, y en 1767 era provincial de Toledo al salir desterrados los jesuitas de España.

Según Hervás, “el señor Mourín fue dotado de sublimidad de ingenio y de espíritu, con que claramente se distinguía por su doctrina entre los sabios de primer orden, y por su virtud entre las personas religiosas.

Su instrucción en las ciencias sagradas, canónicas y eclesiásticas, su crítica imparcial, su elocuencia y su don de consejo excedían los límites comunes; por lo que estas dotes, con las singulares del candor de su ánimo, de su humildad, de su retiro y del desprecio de los honores mundanos, lo hacían oráculo venerado, buscado y consultado de toda clase de personas”.

Entre las autoridades que solicitaron su consejo se encontraban el obispo de Cuenca entre 1738 y 1759, José Flores Osorio (Ponferrada, 1674-Cuenca, 1759), quien “lo miraba como director de las útiles empresas que, estando Mourín en Cuenca, meditó hacer y después efectuó gloriosamente”. Desde Cuenca Mourín pasó a Toledo y en esta ciudad el cardenal, Luis Fernández de Córdoba, “se valió de él para arreglar la instrucción de su clero y el mejor gobierno de su arzobispado”.

La considerable fama de Mourín hizo que el rey Fernando VI lo honrase consultándole sobre negocios importantes y haciéndole su predicador extraordinario, pero rehusó el honor de teólogo real, según Hervás: “Estos honores dieron motivo a la religiosidad y humildad de Mourín para no aparecer en Madrid, sino por expreso orden de sus superiores. Fue llamado varias veces para predicar al Rey y en sus sermones los sabios hallaron una elocuencia eficaz, docta y popular. Mas, después de haber predicado entre los aplausos reales y cortesanos, huía siempre como avergonzado a su retiro en Toledo. Pensó el Rey Fernando VI en hacerlo su teólogo y consejero extraordinario, y descubrió su intención a personas aficionadas a Mourín, el cual se valió de esta noticia para suplicar, por medio de un ilustre amigo suyo, a Su Majestad que, sirviéndose de su persona como le agradase, le hiciese la gracia de no distinguirlo públicamente con el honroso título de su teólogo y consejero. El Rey, no queriendo ofender su humildad, condescendió con sus súplicas, compatibles con su intención de valerse de sus consejos, como lo hizo consultándole muchas veces. Mourín, que por su talento y científica instrucción era admirado, con este acto de humildad heroica y notorio a la Corte, se hizo, a sus ministros y grandes, respetable por su virtud”.

Cuando le fue inevitable trasladarse a Madrid, procuró pasar desapercibido: “Transferido Mourín a Madrid, vivió como en un desierto en el retiro de su aposento y de la biblioteca del Colegio Imperial”, no saliendo del colegio sino cuando se lo mandaban los superiores o el ejercicio de los ministerios eclesiásticos le obligaban a presentarse en público. A pesar de la humildad de su carácter, Mourín tuvo cargos de gran responsabilidad dentro de la Orden (provincial de Toledo entre 1765-1767) poco antes de la expulsión, en momentos muy difíciles históricamente, pues el 1 de diciembre de 1766 escribe desde Badajoz una Carta, en su calidad de provincial de la provincia de Toledo, a los padres superiores de la misma, con la intención de calmar la crispación política que había surgido con motivos de los motines llamados contra Esquilache, pues está acompañada de la Real Cédula de Su Magestad, sobre que los eclesiásticos Seculares y Regulares se abstengan de declamaciones y murmuraciones contra el Gobierno.

El Decreto de expulsión de 1767 lo sorprendió en la Casa Profesa de Madrid, comenzando un destierro que abarcará los últimos veinte años de su vida (1767-1787). Mourín y sus compañeros de la provincia de Toledo fueron llevados a Cartagena y, después de pasar un año en Ajaccio (Córcega), en 1768 se estableció en la pequeña ciudad de Forli (Estados Pontificios), donde Hervás pudo observarlo, como superior suyo que era: “En Italia vivió siempre en el retiro de los ejercicios espirituales y del estudio sagrado y eclesiástico.

Su espíritu, siempre igual en las adversidades y en la miseria que experimentó; su conversación, siempre instructiva y sembrada de sentencias escogidas que le suministraba su memoria felicísima; y su vida siempre edificativa aún a las personas más religiosas”.

Murió con la serenidad, grandeza de ánimo y humildad de espíritu con que había vivido en España en tiempos más felices.

Hervás reseña cuatro impresos y otros tantos manuscritos de Mourín, hombre humilde, quien no se preocupó de la impresión de sus escritos, por lo que, incluso para sus contemporáneos, resultaba difícil una correcta descripción de los mismos, de manera que Hervás concluye su artículo al hablar de los Sermones y panegíricos: “Se ignora si estos sermones fueron escritos por Mourín en su juventud o en edad madura”. Muchos de ellos debieron de ser mezclados con la producción literaria de otros jesuitas en el Colegio Imperial de Madrid, donde Campomanes mandó reunir toda la documentación jesuítica. Por ejemplo, el tomo en folio de respuestas a las consultas del rey Fernando VI, tomo que estaba en el aposento, “que se llamaba del Provincial, en el Colegio Imperial de Madrid” (Hervás). La variada personalidad de Mourín se refleja en sus escritos, como canonista (Exposición de la bula de la Santa Cruzada, obra compuesta a instancias de Andrés Cerezo de Nieva, comisario general de Cruzada), o como moralista (Lecciones theológico-morales sobre el juego). Pero, además, Mourín fue un buen traductor de libros italianos y portugueses.

 

Obras de ~: Vieyra impugnado por la Madre Sor Juana Inés de la Cruz, religiosa del Orden de San Gerónimo, de la ciudad de México. Y defendido por la Madre Sor Margarita Ignacia, religiosa de San Agustín, en su convento de Santa Mónica de la ciudad de Lisboa. Pónese al principio el sermón del mandato del Padre Antonio Vieyra, que impugna la Madre Sor Juana y que defiende la Madre Sor Margarita. Y al fin se añade la Oración fúnebre que dixo en las honras del P. Vieyra el Ilmo. y Rmo. D. Manuel Cayetano de Sousa [...], Madrid, 1731; Lecciones theológico-morales sobre el juego. Obra del P. Cesar Calino, de la Compañía de Jesús. Traducida del toscano en castellano por Don Francisco Callart, theólogo, Madrid, 1737; Finezas de Jesús Sacramentado para con los hombres, e ingratitudes de los hombres para con Jesús Sacramentado, escrito en lengua toscana y portuguesa por el P. Fray Juan Joseph de Santa Teresa, carmelita descalzo, y traducido en castellano por don Íñigo Rosende, presbítero, Madrid, 1738; El joven Joseph. Discursos morales del Padre Cesar Calino, de la Compañía de Jesús, predicados a los seminaristas nobles del Seminario de San Francisco Xavier de Bolonia. Traducidos de toscano en español por don Íñigo Rosende, Madrid, 1739; Sermón del Apóstol y único Patrón de España, Santiago, predicado en la Iglesia del Real Convento de San Phelipe de Madrid, por el Rmo. P. M. a su real Congregación de Naturales y Originarios del Reyno de Galicia, Madrid, 1748; Exposición de la bula de la Santa Cruzada, Madrid, 1757; Vida del jesuita Squarzafigo, s. l., s. f. (inéd.); Carta a los jesuitas de la provincia de Toledo, s. l., s. f. (inéd.); Respuestas a las consultas del Rey Católico Fernando VI, s. l., s. f. (inéd.); Crisis operum moralium illustrissimi D. D. Geneti, s. l., s. f. (inéd.); Sermones y panejíricos, s. l., s. f. (inéd.); Adversaria ad fidei catholicae explananda mysteria, s. l., s. f. (inéd.).

 

Bibl.: C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, vols. V, IX y XI, Bruxelles-Paris, O. Schepens-A. Picard, 1890, cols. 1347-1348, 695 y 597 respect.; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vol. V, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas - Instituto Miguel de Cervantes, 1989, pág. 853; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 396-398.

 

Antonio Astorgano Abajo