Urueña, Alonso de. Urueña (Valladolid), c. 1395 – La Espina (Valladolid), c. 1485. Cisterciense (OCist.), abad de La Espina, comisario general.
A legua y media del Monasterio de la Santa Espina se eleva la antiquísima villa de Urueña sobre la cúspide de una loma. Todavía conserva sus murallas que la sirven de apretado cinturón, lo que delata su importancia en tiempos antiguos. En ella vio la primera luz fray Alonso hacia 1395. En su juventud hizo su ingreso en el Monasterio Cisterciense de la Santa Espina, de donde había de ser uno de los abades más ilustres. Sus valores personales debieron de ser de excepción, como lo demuestra el hecho de haber sido elevado en plena juventud a la dignidad abacial, antes de cumplir los treinta años, con la particularidad de que antes había desempeñado el cargo de prior en tiempos de su antecesor. Su gobierno se prolongó desde 1420 hasta 1485, sesenta y cuatro años, período record, el más largo que se conoce en la historia de los monasterios.
“Fr. Alonso de Urueña Prior del Abbad pasado, fue electo año de mil y quatrocientos y veynte. Cotejada la primera escritura que se halla suya con la vltima se colige dellas que tuuo la Abadía más de sesenta y tres años. Fue hombre de valor, restauró mucha hazienda de la casa, que estaua perdida. Hizo el oficio de Visitador de los Monasterios de Castilla, por Comissión del General de Císter, y lo tuvo treinta años”.
Sus valores eran bien conocidos en las altas esferas de la Orden, puesto que en 1433 le confiaron una misión delicada. Hacía pocos años que se había establecido en España una nueva observancia implantada por fray Martín de Vargas con ánimo de reformar los monasterios de España. El capítulo general del Císter miró con malos ojos este brote de excisión, máxime cuando en 1430 incorporó el reformador a la misma el Monasterio de Valbuena. A fin de atajarle los pasos, nombró el capítulo general a los abades de Herrera, fray Ramón Galiana y fray Alonso de Urueña, de La Espina, para “imponer censuras y aplicar otros remedios señalados en el derecho contra Martín de Vargas que se decía prior del priorato cisterciense de Montesión, en la diócesis de Toledo. Debe restituir, además, el interesado, la abadía de Valbuena a la Orden, por tenerla usurpada injustamente sin previa autorización de la Orden”. Se les confiaban a ambos otras importantes comisiones, pero la principal era sin duda la referida, acabar con la reforma intentada por Martín de Vargas. El monje no debió de preocuparse mucho de poner en práctica tales mandatos, pues a los pocos años, en 1441 se le conminó a él mismo que “corte todo trato con Martín de Vargas que intentaba someter a otros monasterios, de lo contrario, quedaba suspenso del cargo”. Se lee entre líneas que le debía ser simpática la reforma iniciada por Vargas en España; no obstante, debía aparentar mantenerse a cierta distancia, así siguió gozando por muchos años de la confianza del capítulo general del Císter.
Pero en 1456 se da a entender en las Definiciones de los capítulos generales que la observancia en la Santa Espina no debía de ser del todo exacta, puesto que fue comisionado el abad de Carracedo para que “bien por sí mismo, bien tomando por acompañantes algunos otros abades, vaya a los monasterios de la Espina, en Castilla y Melón en Galicia, examine el estado de la observancia, corrija, reforme y cambie todo cuanto comprenda es digno de ello, hasta llegar a la deposición de los respectivos abades, eligiéndose otros en su lugar”. Tenía amplias facultades del capítulo general, pero no las debió de emplear, puesto que continuaron los dos abades al frente de sus monasterios. Para su monasterio fue un gran abad, no sólo por el dilatado período de su gobierno, sino principalmente por los recuerdos positivos que quedan de él. He aquí un elenco. “Por el año de 1460 libertó la Granja de Monreal del censo perpetuo en que estaua y la arrendó por vidas, y dize delante del Juez en su dicho que este dho año de 1460 se cumplían quarenta años que era Abbad de la Espina, y la última fue una posesión que por su mandado fue un religioso desta casa a tomar a Urueña de los bienes y heredades que cabían a este monasterio de la legítima de dho Abbad que tenía noventa años de edad y acaso más en esta sazón. Fue hombre de gran valor, y ansí como vivió mucho, hizo mucho, y defendió y sacó y compró mucha hazienda, y trasladó y confirmó muchos privilegios y otras muchas escripturas. La primera que hay suya es del año 1428 en que compró cierta parte de la heredad de Griegos. Compró quatro sexmos en las azeñas de Eslva, compró al cabildo de Palencia los mimbreros de Castromonte... Hizo muchos apeos. Finalmente hay tantas escripturas de solo su tiempo que de todos sus predecesores juntos”.
Entre la mucha hacienda que La Espina poseía en tierras de Salamanca, se hallaba la granja de Morlejos, donación de un caballero llamado Álvaro Gutiérrez. De ella habla ya Alejandro III en 1163. Dicha hacienda, por hallarse tan distante del monasterio, la vendieron en 7000 maravedís con los cuales se compró el lugar de Griegos con su jurisdicción y vasallaje, así como muchas otras heredades sitas en aquellos contornos, y en Tiedra. Tal venta se realizó en el año 1300, siendo confirmada después por varios privilegios reales.
El nombre de la Santa Espina creció en popularidad, bajo el régimen de fray Alonso de Urueña. No es de extrañar que muchos magnates del Reino buscaran enterramiento en su iglesia. Habiendo fallecido no lejos del monasterio la infanta Leonor, hija de Juan II, solicitó a los monjes este Monarca la gracia de sepultarla bajo las bóvedas de su templo, distinción que le fue otorgada, según bula de Nicolás V que al mismo tiempo de autorizarlo anexaba a la Santa Espina la iglesia de Nuestra Señora de Castellanos, en la Mota del Marqués, a cuyo recuerdo va vinculada la memoria de Fernán González, de quien se dice haber depositado en ella un estandarte con la efigie de María después de la batalla de Osma. Disfrutó el monasterio por espacio de muchos años la posesión de esta iglesia, manteniendo en ella dos religiosos para cantar las divinas alabanzas, más un capellán para administrar los sacramentos a los feligreses.
Falleció este abad en una edad avanzada, cuando frisaba los noventa, poco más o menos, en 1485, y si bien es cierto que no se introdujo en la casa la observancia propagada por Martín de Vargas, dejó los ánimos dispuestos para introducirla, como en efecto ocurrió al tiempo de fallecer él, siendo la Santa Espina una de las primeras en responder a los aires de reforma y en gustar sus sabrosos frutos.
Fuentes y bibl.: Archivo del Monasterio de la Espina, Tumbo del Monasterio de la Santa Espina, fols. 80-81 (ms.).
A. de Yepes, Corónica general de la Orden de San Benito [...], t. VII, en Valladolid, por la viuda de Francisco Fernandez de Cordoua, 1621, pág. 333; F. Guillén Robles, El Monasterio de la Santa Espina: su creación, privilegios y vicisitudes, y documentos referentes á la nueva Fundación hecha en el mismo por la Excma. Sra. Condesa de la Santa Espina, Madrid, Tipografía de los Huérfanos, 1887, pág. 26; A. Gutiérrez Cuñado, Un Rincón de Castilla: reseña histórica del Real Monasterio de Santa María de la Espina y descripción de la fundación actual “Escuelas Primaria y de Agricultura con Asilo de Huérfanos”, pról. de D. Olegario Díaz-Caneja, Madrid, Imprenta Ibérica E. Maestre, 1913, pág. 100; J. M. Canivez, Statuta Capitulorum Generalium Ordinis Cisterciensis ab anno 1116 ad annum 1786, vol. II, Lovaina, 1933-1941, págs. 318 y ss., 8 vols.; D. Yánez Neira, “Fray Alonso de Urueña”, en Cistercium, XXX (1978), págs. 413-415.
Francisco Rafael de Pascual, OCist.