Argüello, Alfonso de. ?, s. m. s. XIV – p. m. s. XV. Religioso franciscano (OFM), obispo de León, Palencia y Sigüenza, arzobispo de Zaragoza, provincial franciscano, embajador y confesor real.
Fray Alfonso de Argüello era un franciscano que probablemente tuvo su origen en una zona de la montaña leonesa denominada los Argüellos. Varias personas con este mismo origen aparecen en la documentación de esta época. En el año 1397 fue enviado, junto al doctor Alfonso Rodríguez, como embajador del rey de Castilla con el fin de buscar una rápida solución al Cisma. Era maestro en Teología y catedrático de Vísperas en la Universidad de Salamanca.
En 1401 acudió en la embajada castellana para mostrar la obediencia de Enrique III a Benedicto XIII, el cual lo envió a su vez como representante al rey castellano. Se adhirió a la obediencia de Benedicto XIII, del cual siempre fue seguidor incondicional, aun en contra de los reyes de Castilla y Aragón cuando estos intimaron años después al pontífice a la renuncia. Fue provincial de la Orden franciscana en Castilla.
Este Papa le nombró obispo de León en 1403, de donde lo fue hasta 1415, participando activamente en todos los acontecimientos de la ciudad. La documentación de la época —capitular y municipal— le cita con frecuencia. Mandó que se hicieran las ordenanzas del hospital de San Lázaro, participó activamente en los acontecimientos que se produjeron en León a la muerte de Enrique III y estuvo presente en el acto de juramento de los regentes en la minoría de edad de Juan II. Se enfrentó violentamente a parte del cabildo catedral, a algunos miembros del regimiento y a los poderosos Quiñones de León. Se le llegó a acusar de que su comportamiento no era nada ejemplar, dada su condición eclesiástica. Dichas disputas se solventaron en 1410 mediante una concordia. En 1408 asistió al concilio de Perpiñán convocado por Benedicto XIII, y en 1414 asistió como embajador de Castilla a la coronación de Fernando de Antequera como rey de Aragón (a quien ayudó en sus gestiones para subir al trono) y, al año siguiente, acompañó a la infanta doña María, que se iba a casar con el príncipe don Alfonso, a Aragón. La promoción al arzobispado de Toledo de Sancho de Rojas dejó vacante el obispado de Palencia que ocupó desde 1415 Alfonso de Argüello. Además de obispo de Palencia lo fue también de Sigüenza en 1417, hasta que fue nombrado arzobispo de Zaragoza en 1419.
Alfonso de Argüello fue un personaje que se movió muy próximo a la Corte. Él mismo decía que era hombre respetado en Roma, en la Corte del rey de Castilla e, incluso, en la del rey de Francia. Tuvo excelente relación con la regente Catalina de Lancaster y con Fernando de Antequera, de quien era su confesor, así como con Benedicto XIII, desde que éste ocupó la silla de Aviñón. La relación con el infante Fernando de Antequera, primero como regente de Castilla y después como rey de Aragón, marcó su trayectoria política.
Como ya se ha mencionado, se implicó en la instauración de la dinastía Trastámara en Aragón, donde fue conocido como el “castellano”. Cuando el papa Martín V le nombró arzobispo de Zaragoza, era canciller y confesor del rey de Aragón, Alfonso V, el Magnánimo, y el Monarca escribió al cabildo zaragozano para que le recibieran como le correspondía, lo cual hace suponer que no era el candidato preferido para ocupar esta sede arzobispal.
En 1420 el Rey le concedió vasallos y tierras. Participó en las Cortes celebradas en Maella (1423) y en las que se celebraron en Teruel (1428). Durante los diez años que fue arzobispo de Zaragoza realizó una importante actividad pontifical, en parte relacionada con la Orden franciscana, y siguió teniendo gran presencia en la vida política. El arzobispo fue denunciado de estar a favor de los castellanos en el momento en que las disputas entre aragoneses y castellanos eran más violentas. Se le acusaba de tener relaciones con el rey de Castilla y su condestable, Álvaro de Luna.
Este hecho parece que fue el motivo por el cual, el 4 de febrero de 1429, se le convocó a una reunión en el convento del Carmen en Zaragoza, de donde nunca más salió. Se dice que pudo ser arrojado al río Ebro o emparedado en el mismo convento. El autor de Silva Palentina también se hizo eco de su misteriosa desaparición al decir que este arzobispo “no se sabe qué hizo, ni cómo, ni dónde murió, porque hasta hoy no pareció ni vivo ni muerto”. Atanasio López apuntaba como responsable a la reina María y al propio Alfonso V, con quien al parecer tuvo desencuentros hacia el final de su vida.
Fuentes y bibl.: M. de Alpertil, Chronica actitatorum temporibus Domini Benedicti XIII, Paderborn, 1906; A. López, “Confesores de la Familia Real de Aragón”, en Archivo Ibero-americano de Estudios históricos, 92 (marzo-abril de 1929), págs. 145-240, y 93 (mayo-junio de 1929), págs. 289-337; L. Wadding, Annales Minorum seu Trium Ordinum a S. Francisco Institutorum, t. XII (1448-1456), ed. de J. M.ª Fonseca, Florencia, 1932; C. Rosell (ed.), Crónicas de los Reyes de Castilla, desde don Alfonso el Sabio hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel, vol. II, Madrid, Atlas, 1953 (Boletín de Autores Españoles, vol. 68), pág. 270; A. Fernández de Madrid, Silva Palentina, Palencia, Diputación Provincial, 1976, pág. 283; M. Risco, España Sagrada, vol. XXXVI, León, Celarayn, 1980, págs. 45-49 (ed. facs. Madrid, en la oficina de Blas Román, 1787); J. de M. Carriazo y Arroquia (ed.), Crónica de Juan II de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1982, pág. 45; J. M. Santamarta Luengos, Señorío y relaciones de poder en la Baja Edad Media (Concejo y Cabildo catedral en el siglo XV), León, Universidad, 1993, págs. 132- 138; A. Serrano Martínez, “Episcopologio de Zaragoza”, en Aragonia Sacra XVI-XVII, 2001-2003 (Zaragoza, Comisión Regional del Patrimonio Cultural de la Iglesia en Aragón) (2003), pág. 214; A. Polanco Pérez La iglesia catedral de Palencia en el S. XV (1402-1470): poder y mentalidades sociales a fines de la Edad Media, tesis doctoral, Valladolid, Universidad, 2006; O. Villarroel González, “Eclesiásticos en la diplomacia castellana en el siglo XV”, en Anuario de Estudios Medievales, 40, 2 (julio-diciembre 2010), págs. 791-819; O. Villarroel González, El Rey y la Iglesia Castellana. Relaciones de poder con Juan II (1406-1454), Madrid, Fundación Ramón Areces, 2011.
José María Santamarta Luengos y Guillermo Fernando Arquero Caballero