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Diego de Frías

Biografía

Frías, Diego de. Ocaña (Toledo), p. m. s. xv – ¿Valbuena (Valladolid)?, f. s. xv. Monje cisterciense (OCist.), abad general de la Congregación de Castilla.

La escasez de documentos conocidos en el momento presente impide tejer la semblanza completa de este monje, cuya huella en la reforma del Císter español fue muy profunda. Sólo se sabe que era oriundo de Ocaña, donde estaba muy arraigado el ideal cisterciense por haber salido de allí monjes de prestigio, y hasta andando los tiempos, se erigiría allí un monasterio femenino del Císter. Después de una formación adecuada y de haber prestado señalados servicios a la Orden, le sublimaron al mando supremo de la Congregación en 1480, en tiempos en que se estaba consolidando la reforma española y a la que él prestaría un servicio de primera orden, como se va a ver. Dado que era uno de los primeros reformadores de la Congregación, estuvo al frente de ella durante cinco años, en los cuales se advierte una actividad destacada tanto dentro de ella como fuera. Tuvo la suerte de recoger los frutos sembrados por sus antecesores fray Juan de Cifuentes y por otro hijo ilustre de Ocaña, fray Juan Bautista de Ocaña, que al mismo tiempo era abad de Valbuena, los cuales recorrieron la mayor parte de los monasterios en nombre de fray Hernando de Talavera —por insinuación de los Reyes Católicos— para disponer los corazones de los monjes para entrar por el camino estrecho de la reforma española, implantada en 1427 por fray Martín de Vargas.

Dícese que a poco de verse al frente de la Congregación fray Diego de Frías “comenzó a romper lanzas por la casa más flaca que se ha agregado a la observancia, Sotos Albos (Segovia)”, que más tarde quedó reducida a simple priorato, debido a sus escasas rentas para mantener una comunidad. Ese mismo año, 1481, en que se tramitó el cambio de la pequeña casa segoviana, se unió a la Congregación la abadía de Sacramenia, en la misma provincia de Segovia, por más que la administración de los bienes se los reservó el abad comendatario Juan de Acebes, hasta su muerte, en 1491, año en que quedó completamente libre para los monjes abiertos a la reforma.

Los Reyes Católicos tenían tan buen concepto formado del padre Frías, que en 1485 le mostraron su ardiente deseo de que visitara algunos monasterios del Císter, particularmente el de la Espina, a fin de establecer en ellos la reforma española. Así se lo manifestaron por medio de documento correspondiente: “Don Fernando e Doña Isabel: Sepades que por parte del devoto religioso Fray Diego de Frías, abad reformador de las casas de Observancia de San Bernardo, de la orden del Císter, de nuestros reynos, e de algunos abades e religiosos de la dicha orden están profanados e deshordenados así en lo espiritual como en lo temporal, en tanto grado y de tal manera que, si no se reformasen y pusiesen en observancia e religión, los dichos monasterios se perderían e en ellos no sería nuestro Señor servido ni alabado [...]”.

A continuación señalan el monasterio de la Espina, porque acababa de fallecer fray Alonso de Urueña, abad perpetuo que había ocupado la sede por un período récord de sesenta y cinco años, y los monjes habían manifestado deseos de entrar en la reforma promovida por los Monarcas. Tardó poco en acudir fray Diego de Frías, tomando posesión del monasterio y poniéndolo en manos de fray Martín de Curiel de Valdearcos, que anteriormente había sido reformador.

Antes de la Espina se había anexionado la comunidad de Las Huelgas Reales de Valladolid, por sugerencias igualmente de los Reyes Católicos, que habían pedido su intervención a instancia de su abadesa sor Isabel de Herrera. Siguió la incorporación de Valparaíso, en la cual tuvo que desplegar fray Diego una diplomacia sugerida por las circunstancias, pues no bastaba que los Monarcas le hubieran confiado esa misión laudable de tratar de llevar las comunidades al camino de la observancia, sino que debían esperar las oportunidades para realizar la unión con paz y sin herir los sentimientos de los comendatarios. Esto explica que muchas veces permitieran que se llevasen los comendatarios la mayor parte de las rentas de por vida. Aceptó la orden, el reformador se dignó a actuar, sabiendo que muy pronto iban a dejar todo en manos de los monjes. El 9 de junio de 1485, verificaba su anhelada unión el monasterio de Valdeiglesias, después de una tentativa infructuosa realizada ya en tiempos de fray Martín de Vargas.

No se conoce ninguna otra noticia importante sobre este monje cisterciense que tan meritorios servicios prestó a la Orden.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, leg. 16621, fol. 32.

A. Manrique, Cisterciensium seu verius ecclesiasticorum Annalium a condito Cistercio, IV. Comp. Observantiae Castellae, vol. IV, Lugduni, sumpt. Haered. G. Boissat & Laurentii Anisson, 1642, págs. 601-602; D. Yáñez Neira, “Toledanos ilustres en la orden del Císter en el s. xv”, en Anales Toledanos, XII (1977), págs. 89-91.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO