Mendoza, Íñigo de. Burgos, c. 1424 – Valladolid, c. 1507. Religioso franciscano (OFM), poeta.
Fray Íñigo de Mendoza es uno de los más conspicuos representantes de la poesía religiosa de finales de la Edad Media. Era descendiente de la ilustre rama de los Mendoza y, por parte de madre, de la influyente familia de conversos García de Santa María. Vivió un tiempo en la corte de Enrique IV y, por lo que parece, llevó una vida mundana escasamente edificante. Abandonadas esas inclinaciones juveniles, su rectitud moral y su religiosidad contribuyeron a que la reina Isabel, con quien mantuvo siempre una relación de confianza, le nombrara su predicador y limosnero. En 1495 se retiraba al Convento de San Francisco en Valladolid, donde probablemente había tomado antes el hábito franciscano y al que siempre estaría vinculado. De su vida no hay datos posteriores a 1502, fecha en la que firmó algunos documentos de su orden y participó en las disputas entre dominicos y franciscanos sobre la Inmaculada Concepción.
Por testimonio de fray Francisco de Ávila, se sabe que en 1508 ya había fallecido.
Su principal obra poética son las Coplas de Vita Christi, que gozaron de gran aceptación y se editaron más de diez veces desde 1482. La obra fue compuesta en varias y sucesivas redacciones. La primera redacción se llevaría a cabo hacia 1467, se conserva sólo en testimonios manuscritos y relata distintos episodios de la vida de Cristo, tomados de los Evangelios canónicos, como la Natividad, la Circuncisión, la Adoración de los Reyes Magos y la historia de los Inocentes. En el relato, en quintillas dobles, se van intercalando además diversas coplas contemplativas, moralizantes y críticas.
Especialmente duras son las escritas contra Enrique IV, sus privados y los nobles. La redacción definitiva de las Coplas sería publicada en Zamora en 1482, por el impresor Antonio de Centenera. En ella amplía los episodios de la vida de Cristo y mitiga la invectiva crítica.
Añade así, situándolo antes del relato de los Inocentes, el nuevo episodio de la presentación en el templo y la huida a Egipto, esta vez con elementos de los Evangelios apócrifos. Al mismo tiempo suprimió los pasajes de más severa crítica política y eliminó referencias personales. El cuerpo fundamental de la obra, como se observa, es la materia sagrada, el relato evangélico de la vida de Cristo, en realidad la infancia, pues sólo llega hasta la matanza de los Inocentes. El nacimiento de Cristo va asociado a la idea de pobreza, y la Virgen, segunda figura principal, está vista como partícipe y también desde su dolor y humildad. Junto a esa materia sagrada hay, asimismo, una reflexión moral y política, que refleja la preocupación del poeta por su tiempo y por la situación de Castilla. De ese modo, se introducen abundantes digresiones críticas y satíricas, tanto sobre el propio Rey, los nobles, los prelados, como sobre los poetas (que en sus canciones llaman dioses a sus damas). El célebre episodio del Nacimiento, que ocupa casi cuarenta coplas, ha sido estudiado con especial atención, debido a su importancia en el desarrollo del teatro castellano. En él se sirve el autor de rituales y tradiciones líricas y dramáticas para la noche de Navidad, que vierte a su poema narrativo. El diálogo de los pastores en una lengua rústica artificialmente creada sobre cierta base dialectal, tendría a partir de entonces una larga proyección y descendencia, ya que sería la habitualmente usada por el pastor en todo el teatro del Renacimiento.
Mendoza fue autor también de abundante poesía religiosa vinculada a la piedad y tradición franciscana, que, como la de otros miembros de la orden, buscaba más la emoción y compasión que la edificación en la severidad del dogma. Son, así, poemas que se refieren a los gozos de la Virgen y a la Encarnación, pero sobre todo se inspiran en los episodios de la muerte de Cristo: la última cena, el camino del Calvario y la Verónica, o la angustia de la Virgen al pie de la Cruz.
A los Reyes Católicos dirigió varios poemas de contenido político, en los que se adscribe a su causa y trata de marcarles algunas directrices de gobierno. A la reina Isabel va dedicado el Dechado del Regimiento de príncipes, un breve espejo de príncipes en verso. Se trata de una no muy compleja ni desarrollada alegoría política, en la que, sobre las labores del dechado ejemplar y modélico, se entreteje la exposición doctrinal acerca de las virtudes de justicia, fortaleza y templanza, a las que corresponden respectivamente el bordado de una espada, de una torre y de una brida. Al rey Fernando, por su parte, va destinado el Sermón trobado, que se publicó con la Vita Christi en 1482. En él exhorta al Rey a imponerse sobre sus enemigos y a dominar Castilla, al tiempo que censura a quienes no reconocen a los nuevos Reyes y se han aliado con Portugal. A los mismos impulsos y motivaciones responden las Coplas en que declara cómo por el advenimiento destos muy altos señores es reparada nuestra Castilla, escritas por aquellos años y dirigidas a ambos Soberanos. Obra discutida viene siendo la Justa entre la Razón y la Sensualidad, poema alegórico en que sigue las Coplas de los pecados mortales de Juan de Mena y que le censuró jocosamente, por encargo del rey Fernando, el poeta Pedro de Cartagena, primo suyo, acusándole no sólo de plagio, sino de haber dirigido un poema, que él considera licencioso, a la reina Isabel y en él haber confesado públicamente sus inclinaciones. Muestra también de un cierto espíritu ambiguo y contradictorio, que en muchos aspectos descubrimos en fray Íñigo, debatiéndose entre un abierto vitalismo mundano y la severidad del moralista, son sus doce Coplas en vituperio de las malas hembras, que no pueden las tales ser dichas mugeres, contrapuestas a otras doce En loor de las buenas mugeres, que mucho triunfo de honor merecen, irónica recriminatoria y exaltación a la vez de la condición de la mujer.
Se le han atribuido también las famosas Coplas de Mingo Revulgo, un poema alegórico y pastoril que encierra una dura sátira contra Enrique IV y su mal gobierno. En el poema dos pastores, Gil Arribato y Mingo Revulgo, debaten sobre los males de su ganado, debidos al abandono en que lo tiene su amo, el pastor Candaulo, que representa al Rey, por lo que continuamente son atacados por los lobos, es decir, los nobles parciales y los privados. Eliminadas las perras guardadoras del ganado (Justicia, Fortaleza, Prudencia y Templanza), Gil Arribato profetiza la llegada de las tres lobas rabiosas, que no serán sino el hambre, la peste y la guerra. La atribución a fray Íñigo basa precisamente uno de sus argumentos en que las Coplas utilizan también aquella lengua rústica que el franciscano usa en el citado pasaje del Nacimiento de su Vita Christi. Por su acerada crítica contra el Rey y su tono apocalíptico, sin embargo, más propio ha parecido atribuirlas al círculo de Alonso de Palencia.
Obras de ~: Vita Christi fecho por coplas, por frey Iñigo de Mendoza, Zamora, Centenera, 1482 (ed. facs., Madrid, Real Academia Española, 1953; Coplas de Vita Christi, ed. crít. y trad. de M. Massoli, Messina-Firenze, D’Anna, 1977); Cancionero, Zamora, Antón de Centenera, c. 1483 (ed., introd. y notas de J. Rodríguez-Puértolas, Madrid, Espasa Calpe, 1968); De las ceremonias de la Misa, Sevilla, Tres compañeros alemanes, 1499.
Bibl.: K. Whinnon, “El origen de las comparaciones religiosas del siglo de oro: Mendoza, Montesino y Román”, en Revista de Filología Española, 46 (1963), págs. 263-285; M. Darbord, La poésie religieuse espagnole, des Rois Catholiques à Philippe II, Paris, Centre de Recherches de l’Institut d’Études Hispaniques, 1965; Ch. Stern, “Fray Iñigo de Mendoza and medieval dramatic ritual”, en Hispanic Review, 33 (1965), págs. 197-245; J. Rodríguez Puértolas, Fray Iñigo de Mendoza y sus “Coplas de Vita Christi”, Madrid, Gredos, 1968; De la Edad Media a la edad conflictiva, Madrid, Gredos, 1972; V. de Lama, “Los amores reales de Fray Iñigo de Mendoza”, en Revista de Literatura Medieval, 16 (2004), págs. 81-93.
Miguel Ángel Pérez Priego