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Martín de Córdoba

Biografía

Córdoba, Martín de. Córdoba, c. 1400 – Valladolid, 5.VII.1476. Agustino (OSA), predicador, catedrático y polígrafo.

En el convento San Agustín de su ciudad natal ingresó en la vida religiosa. Con licencia del general de la Orden Agustiniana, Agustín Favaroni de Roma, otorgada el 4 de agosto de 1420, llegó al convento San Agustín de Salamanca para leer al maestro de las Sentencias, Pedro Lombardo, con los mismos privilegios y exenciones de los bachilleres formados. El mismo general agustino, el 25 de marzo de 1424, le concedió la licencia para que pudiese recibir el grado de lector en la Universidad de Zaragoza, a condición de que continuase de profesor en el convento salmantino.

A instancias del sacrista del papa Eugenio V, el prior general Gregorio de Rímini, le nombró bachiller el 13 de enero de 1431 y le concedió licencia para graduarse de maestro de Teología en la Universidad de Toulouse (1536), donde también ejerció la docencia durante algunos años.

El 11 de mayo de 1443 era Martín de Córdoba vicario general de la Observancia en el convento de Salamanca, cargo en el que continuó en 1451, cuando había sido incorporado el convento agustino a la reforma (1448), con el fin de que el estudio general del convento de Salamanca no fuese suprimido por los observantes. Sin embargo, cuando éste pasó a depender de la Congregación de la Observancia por disposición del papa Nicolás V, mediante la bula Romani Pontificis providencia, de fecha 28 de septiembre de 1451, Martín de Córdoba, junto con los estudiantes superiores y maestros salmantinos, fue expulsado antes de mayo de 1453, por considerar que no eran compatibles su dedicación a los estudios con la estricta aplicación del régimen “observante”. Por entonces Martín era catedrático de Teología y de Filosofía moral en la Universidad de Salamanca, tras la incorporación del grado de doctor en la universidad salmantina. El 15 de abril de 1461, por mandato del general de la Orden, Guillermo Bechi o Bechio, fue destinado al convento de Toulouse. En su universidad enseñó Teología y escribió un comentario sobre las cartas de san Pablo. Al año siguiente renunció al obispado de Badajoz. En efecto, Martín de Córdoba gozó de una situación privilegiada en la Corte de Juan II de Castilla, quien le propuso para la diócesis de Badajoz en 1462, pero que rehusó, según informan los historiadores Jerónimo Román (Crónica, fol. 94v.) y Enrique Flórez (España Sagrada, ed. de R. Lazcano, Guadarrama, Madrid, t. XVII, pág. 157).

Asistió en calidad de presidente a los capítulos de la provincia de Castilla celebrados el 2 de junio de 1465, el 1 de enero de 1468, el 3 de mayo de 1471 y el 27 de junio de 1473. Durante este tiempo se relacionó con la Corte de Enrique IV (1425-1474), y continuó aconsejando a Isabel de Portugal, que le confió la educación de su hijo Alfonso hasta su prematura muerte (5 de julio de 1468), y de la infanta Isabel, principalmente entre los quince y diecisiete años.

Tras el fallecimiento de Alfonso, Martín de Córdoba volvió los ojos hacia Isabel, cuando todavía estaba soltera y no esperaba que sobre ella recayera la Corona de Castilla. Fue predicador en la Corte de Castilla, pero su predicación y consejo no lograron sosegar los ánimos encontrados de aquel tiempo, por lo que tuvo que abandonar la Corte. El cronista Román y el historiador Manuel Vidal, le presentan como defensor de la ortodoxia y perseguidor de los judíos.

Del convento de Valladolid fue nombrado vicario general por el general Jacobo de Aquila el 9 de junio de 1470, cargo en el que fue reelegido el 7 de junio de 1476 por el mismo general agustino. Un mes más tarde fallecería en Valladolid. Sus restos mortales descansan en lo que fue la iglesia del convento de San Agustín, en el paseo de Isabel la Católica, al lado de Las Moreras.

Martín de Córdoba escribió varias obras, algunas de indudable interés y otras permanecieron en el convento de Valladolid hasta que para hacer frente a las necesidades conventuales, fueron vendidas al monasterio de San Benito de la misma ciudad. En el siglo xvi todavía se conservaban algunos de estos manuscritos, según atestigua Ambrosio de Morales en su Viaje.

La obra que mayor atención ha despertado es la que escribió para la educación de Isabel, cuando era todavía infanta, y para refutar los argumentos de quienes se oponían a que las mujeres reinasen. Lleva por título Jardín de las nobles doncellas (Valladolid, 1500), y el libro fue compuesto poco después de la muerte del infante Alonso, julio de 1468, y antes del casamiento de Isabel con Fernando, octubre de 1469.

Según esta datación, fijada objetivamente por Fernando Rubio (pág. XXX, de la introducción a su edición en la Biblioteca de Autores Españoles, vol. 171, Madrid, 1964), difícilmente puede sostenerse que la obra fuese recibida por Isabel el 22 de abril de 1467, como lo hace Luis Suárez en su biografía de Isabel, reina de España (Madrid, 2004, págs. 16 y 367). La obra Jardín de las nobles doncellas está perfectamente pensada y equilibrada, estructurada en tres partes divididas, cada una de ellas en capítulos; nueve en la primera parte y diez en la segunda y tercera, con el fin de “hazer una breve escritura que hable de la generación e condición, composición de las nobles dueñas; en especial de aquellas que son o esperan ser reinas, esperando por este trabajo de sólo Dios galardón, por lo cual los reyes reinan y los siervos son dignos de ser reyes” (edición de F. Rubio, Prosistas castellanos del siglo xv, II, Madrid, 1964, pág. 68). Ofrece un resumen del tratado De Regimine Principum, de Egidio Romano, adaptado y acomodado a la formación de la mujer cuando ésta atravesaba por una situación marginal, establecida a partir de la superioridad masculina y la dependencia e inmovilidad de la figura femenina, llena de defectos e imperfecciones. Los exegetas de Martín de Córdoba, por lo general, se muestran parciales, fragmentarios, sin lograr reflejar una visión completa y coherente de toda la obra.

El Jardín de las nobles doncellas de Martín de Córdoba tuvo una intención política, como es la defensa de los derechos legítimos de la infanta Isabel al trono de Castilla y la orientación de la vida de las “nobles dueñas” de la Corte. La influencia, por lo tanto, de Martín de Córdoba en los Reyes Católicos, no resultó pequeña, proponiendo a la infanta Isabel como “legítima heredera al trono de Castilla”. En efecto, el agustino sostiene que las mujeres pueden gobernar o tener regimiento igual que los hombres, como a vivir las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

Muestra su preocupación por la figura de la mujer en el mundo, principalmente por su educación, apoyado en las enseñanzas de la Biblia, los Padres de la Iglesia, los teólogos medievales y varios tratados doctrinales.

Define un modelo ideal de mujer dirigido a preservar el honor y la honestidad propia y familiar, prepararse para el matrimonio, ocuparse de las tareas domésticas y del servicio al marido, y, por supuesto, contribuir a la procreación. En realidad, el Jardín de Martín de Córdoba se sitúa en la línea de la literatura pro-feminista de la época.

Escribió en castellano un tratado teológico y espiritual De la predestinación, cuando los acontecimientos políticos hacían variar la posición social de innumerables ciudadanos, los cuales se veían afectados por la alternativa de tranquilidad e incertidumbre, de prestigio e infamia, de cargos honrosos y postergación, de puestos de responsabilidad y cárcel, de vencedor y vencido. En estas circunstancias sociales, de agitación desordenada, escribe Martín de Córdoba sobre la predestinación. Expone la doctrina de san Agustín y santo Tomás de Aquino, la gratuidad de la gracia, la inhabilidad de la predestinación, que no obstaculiza la libertad humana y la elección divina.

Fue amigo del condestable de Castilla Álvaro de Luna, a quien dedicó su obra Compendio de la fortuna, escrita entre los años 1440 y 1453, y dividido en dos libros, especulativo el primero y práctico el segundo. Define la fortuna como “un suceso inopinado íntimamente unido a una causa final”, de donde deduce que sólo el hombre es capaz de fortuna. Es un tratado completo del tema, y en él Martín de Córdoba se muestra un senequista, no sólo por abordar el tema de la fortuna, a que tanto alude Séneca, sino también por el conocimiento que manifiesta de sus obras.

En el último cuarto del siglo xv redactó una “densa obrilla” de preceptiva de la predicación, de modo semejante de las Artes praedicandi de los siglos precedentes.

El autor da mucha importancia a la cuestión del tema de la predicación, al tiempo que ofrece normas sobre las partes del sermón, la confirmación y la amplificación.

Sobre la potestad eclesiástica escribió Notabilis repetitio, obra de reciente edición, en el que plantea la distinción de potestad de orden y de jurisdicción, presente de forma implícita en ciertas instituciones como los archidiáconos, arciprestes, etc. El tema lo aborda desde diferentes puntos de vista: jurídico, teológico y eclesiológico. Por lo demás, este opúsculo de Martín de Córdoba informa de cómo se configuraba la potestad eclesiástica en el siglo xv y sus formas históricas, aportando testimonios de canonistas.

El estilo clásico, sencillo y armonioso de la prosa de Martín de Córdoba, presente en el Jardín de nobles doncellas, que fluye lozano y garboso hasta alcanzar elevadas cotas de belleza literaria, motivó que su nombre fuese incluido por la Academia Española en el Catálogo de las autoridades de la lengua.

 

Obras de ~: Jardín de nobles doncellas, Valladolid, Imprenta Juan de Burgos, 1500 [Medina del Campo, Imprenta Juan de Espinosa, 1542; ed. facs., introd. de F. García, col. Joyas Bibliográficas, 10, Toledo, Tipografía Rafael Gómez Menor, 1953; ed., pról. y notas de F. García, Madrid, Religión y Cultura, 1956; ed. de F. Rubio, en Prosistas españoles del siglo xvi, II, Madrid, Atlas, 1964 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. 171), págs. 65-117; ed. crít. y est. de H. Goldberg, Chapel Hill, UNC Departament of Romance Language, 1974 (col. North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures, 137)]; Compendio de la fortuna, ed. y notas de F. Rubio, Madrid, Imprenta Monasterio de El Escorial, 1958, págs. 1-190 (ed. y est. de F. Rubio, en Prosistas españoles del siglo xvi, II, op. cit., págs. 3-66); “Tratado de la predestinación”, ed. de F. Riesco Bravo, en La Basílica Teresiana, 4 (1917), págs. 323-332 y 353-361; 5 (1918), págs. 366-373; en A. S ánchez Fraile, Un tratado del siglo xv sobre la predestinación en castellano debido a Martín Alfonso de Córdoba, Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 1956, págs. 1-90 (ed. de F. Rubio, en Prosistas españoles del siglo xvi, II, op. cit., págs. 119-155); “Ars Praedicandi”, edición de F. Rubio, en La Ciudad de Dios (CD), 172 (1959), págs. 330-348; “Notabilis repetitio”, ed. de F. Campo del Pozo, en CD, 208 (1995), págs. 674-694; De prospera et adversa fortuna, s. f. (inéd.); Hexaemeron, sive de operibus sex dierum, s. f. (inéd.); Commentaria in Apocalypsim Sancti Joannis, s. f. (inéd.); In divi Pauli ‘Epistolas’ commentaria et quaestionibus, s. f. (inéd.); Alabanza de la virginidad, para religiosas, s. f. (inéd.); De mystica et vera theologia, s. f. (inéd.); Liber diverarum historiarum, s. f. (inéd.); Logica et philosophia, s. f. (inéd.).

 

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Rafael Lazcano González