González Fernández, Fernando. Fernando de Illescas. Illescas (Toledo), s. m. s. xiv – Valladolid, 16.VIII.1419 post. Religioso franciscano (OFM), confesor y albacea del rey Juan I, confesor de Enrique III, delegado de Castilla en el Concilio de Constanza, reformador del calendario hispánico y de las religiosas clarisas, bibliófilo.
Este personaje, que vivió a finales del siglo XIV y principios del XV, está mal descrito en la Enciclopedia Espasa (artículo que se sabe lo redactó el historiador dominico padre Getino, a pesar de que no lleva la firma), pues se le atribuye la condición de religioso dominico y lo da como fallecido hacia 1406, siendo así que fue franciscano y falleció después del 16 de agosto de 1419.
Nacido en Illescas en fecha indeterminada, fue hijo de Alfonso González y de Mencía Fernández, aunque al ingresar como franciscano adoptó, como era usual, el gentilicio de su pueblo natal como nombre en religión.
Durante unos cuarenta años fue uno de los eclesiásticos más influyentes de Castilla; además de tomar parte en importantes asuntos públicos, tuvo a su cargo, por orden de los papas, la reforma de las religiosas clarisas.
El rey Juan I de Castilla (durante 1379-1390) lo eligió como su confesor y le confió algunas misiones diplomáticas. La más importante, sin duda, fue el viaje, con otros dos comisionados (Ruy Bernárdez y Álvaro Meléndez), para interrogar a cardenales y personalidades de las Cortes papales de Aviñón (Clemente VII) y de Roma (Urbano VI) para que el reino de Castilla se atuviera a cuál era el Pontífice legítimo. Salieron a principios de 1380 hacia Aviñón. Allí recogieron treinta y dos testimonios, diez de ellos de cardenales. Viajaron luego al reino de Nápoles, donde tomaron dos testimonios de cardenales, y siguieron a Roma, donde llegaron en agosto de 1380 y recogieron veintinueve testimonios sobre Urbano VI. La embajada regresó a España el 27 de septiembre de 1380. El 26 de mayo anterior ya Clemente VII dirigió al rey Juan I una carta que empezaba: “Licet, fili carissimi [...]”, en la que le daba cuenta de que había recibido a sus embajadores y le presentaba testimonios de sus cardenales sobre la ilegitimidad de la elección de su oponente (Urbano VI).
Esto era una prematura intromisión. Y antes había habido otra. Parecía natural que los llamados “embajadores”, en el cumplimiento de su delicada misión, se mostrasen indiferentes, rehusando aceptar cualquier favor que debilitase su postura neutral. No ocurrió así, pues consta que fray Fernando, el 16 de mayo de 1380, antes de escribir Clemente VII al rey Juan I, ya aceptaba el cargo de visitador del monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Su postura ante Urbano VI fue contraria, y así consta en la memoria que presentó Ruy Bernárdez.
Todo ello inclinó a Juan I hacia el partido “clementista”, presionado además por las sagaces negociaciones del cardenal español Luna. Así pues, en la larga asamblea de Medina del Campo (del 23 de noviembre de 1380 al 19 de mayo de 1381), Castilla se adhirió a la causa del papa Clemente VII, quien, agradecido por ello, nombró a fray Fernando su capellán pontificio el 3 de agosto de 1382; y el 13 de noviembre de 1382, estando fray Fernando en Aviñón, le dio atribuciones de la penitenciaría apostólica.
En 1383 fue enviado fray Fernando por Juan I al reino de Navarra. No se sabe su misión; sólo existen recibos del limosnero de Navarra de haberle dado un regalo real de “cuatro tazas de plata”. También volvió a regalarle piezas de plata en 1385.
Juan I hizo aprobar por las Cortes de Segovia de 1383, recogiendo la opinión de fray Fernando, según había observado éste en su viaje a Francia e Italia, que los años se contasen por la “era de Cristo” (a partir del nacimiento de Jesucristo) y no por la era del César, como se contaban en España. La llamaba “era hispánica” había dejado de existir.
Proclamado rey de Portugal el maestre de Avís (Juan I), el monarca castellano quiso defender los derechos de su mujer, Beatriz, pero las tropas castellanas fueron derrotadas en Aljubarrota. Y fray Fernando negoció una tregua y después figuró entre la delegación que acordó otra tregua de seis años con Portugal.
Muerto Juan I, en su testamento figura fray Fernando como el último de sus siete albaceas. Sucedido en el reino por su hijo Enrique III el Doliente (1390-1406), éste fue educado teniendo como ayo a fray Fernando, que también era su confesor. Asimismo, figura entre los cuatro albaceas del testamento del joven Rey, que murió a los veintisiete años.
El 17 de agosto de 1408, el papa de Aviñón, Benedicto XIII, escribió al obispo de Tortosa una carta (Scribimus dilecto...), en la que le pedía que fray Fernando se presentase “inmediatamente” en Aviñón, por tener necesidad de tratar con él arduos negocios del bien de la Iglesia, pidiendo al obispo Climent que le proveyera de todo lo preciso, como cabalgaduras o dinero. Así lo hizo y, presente en Aviñón, en el mismo año asistió al Concilio de Perpiñán. Salió de Aviñón, pero volvió a regresar y se detecta su estancia en la curia papal de Aviñón entre el 19 de octubre de 1411 y el 17 de octubre de 1415; estuvo adscrito a la Cámara Apostólica. En marzo de 1416 andaba por Cataluña “y trabajaba con ahínco en conseguir la renuncia de Benedicto XII, a fin de que el Concilio de Constanza pudiese proseguir sus negociaciones en la extinción del Cisma” (A. López, 1928: 251). La presencia de fray Fernando en dicho Concilio está estudiada por J. Goñi (1965), aunque concluye que no encuentra nada apreciable en sus intervenciones; no obstante regresó con nuevos privilegios.
Sus actividades de reforma (además de la muy importante del calendario) alcanzaron a las monjas clarisas.
Ya en Aviñón, el 16 de mayo de 1380, ratificado por la bula Ex debita (16 de noviembre de 1380), recibió fray Fernando el cargo de visitador del monasterio de Santa Clara de Tordesillas con plenos poderes, renovados el 3 de agosto de 1382 y el 21 de marzo de 1404 por Benedicto XIII. Éste amplió los poderes reformatorios de fray Fernando nombrándole visitador de las clarisas de Frechos (diócesis de León) y de Santander (19 de septiembre de 1410) y le autorizó para que antes de su muerte dejase designado un sucesor con todos esos poderes reformadores. También fue designado para examinar, con el prior de Guadalupe, los estatutos de los jerónimos de Santa María de la Sisla, que deseaban que los confirmase el Papa (10 de marzo de 1404).
Una última faceta de fray Fernando es la de bibliófilo.
En sus viajes por España, Portugal, Italia y Francia, compró gran colección de códices teológicos. Su biblioteca la donó al convento franciscano de Toledo.
El papa Martín V prohibió (16 de agosto de 1419) que saliera ningún libro de dicho convento. Éste es, por cierto, el último documento en que se menciona a fray Fernando; se supone que moriría poco después.
Fernando de Illescas tuvo dos hermanos: Juan y Alfonso; ambos fueron obispos.
Bibl.: L. Gayet, Le grand Schisme d’Occident, Les Origines, Paris, Florence, Berlin, Loescher, 1889, Appendice, págs. 1-38; C. Eubel, Bullarium franciscanum [...], vol. VII, Romae, Typis Vaticanis, 1904, págs. 222-224, 241-242, 252, 264-265, 326 y 373, n.os 599, 631, 660, 700, 752, 960, 1090, 1093-1094 y 1097; S. Puig y Puig, Episcopologio Barcinonense. Pedro de Luna, Barcelona, Editorial Políglota, 1920, págs. 60, 499, 540 y 547-549; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo- Americana [...], vol. XXVIII, 1.ª parte, Madrid, Espasa Calpe, 1925, pág. 1037; Acta Concilii Constanciensis, vol. III, Munster, 1926, págs. 535 y 538-541; A. López, “Fray Fernando de Illescas, confesor de los reyes de Castilla Juan I y Enrique III”, en Archivo Ibero-Americano, XXX (1928), págs. 241-252; J. Goñi Gaztambide, “Los españoles en el Concilio de Constanza. Notas biográficas”, en Hispania Sacra (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez), XVIII (1.er semestre de 1965), págs. 71-190, principalmente: “Fray Fernando de Illescas, O. F. M.”, en págs. 180- 185; V. Beltrán de Heredia, Bulario de la Universidad de Salamanca (1219-1549), Salamanca, Universidad, 1966, págs. 272 y 507; J. Goñi Gaztambide, “Illescas (Fernando de)”, en Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques, vol. XXV, Paris-VI, Letourze et Ané, 1995, cols. 843-844.
Fernando Rodríguez de la Torre