Álvaro de Córdoba, Beato. ?, c. 1360 – Escalaceli (Córdoba), 1430. Teólogo, confesor real y reformador dominico (OP).
Bartolomé Sánchez de Feria, en su Palestra sagrada o Memorial de los Santos de Córdoba, inicia la semblanza de “san Álvaro” así: “De su patria, padres, infancia y nacimiento nada se sabe con certeza hasta que el tiempo descubra monumentos más firmes” (I, pág. 31). Y casi lo mismo repite el marqués de las Escalonías en su libro Fundaciones monásticas en la Sierra de Córdoba (1909). El tiempo ha permitido a los investigadores “descubrir” monumentos o documentos que hacen saber noticias biográficas “firmes” sobre este personaje al que los cordobeses le han profesado honda devoción, de la que han surgido dos piadosos frutos: el de prohijación o “cordobización” y el de “canonización popular”: san Álvaro de Córdoba.
Los más antiguos documentos conocidos le apellidan “de Zamora”. El primero es la concesión de grado o título de “maestro en sagrada teología”, que le otorgó Benedicto XIII el 21 de diciembre de 1416, reconociendo y galardonando sus muchos y laboriosos años de enseñanza en el Estudio General de Valladolid [Archivio Secreto Vaticano (ASV), Registri Supplicationum, t. 349, fol. 347r.]. La honrosa ceremonia de colación o investidura tuvo lugar en la Universidad de Salamanca. Por esos años, 1415-1420, fue confesor de Juan II de Castillas (Archivo General de la Orden de Predicadores, lib. Kkk, fol. 689r.). Formaba parte del grupo de “observantes” capitaneado por fray Luis de Valladolid, que partió para Constanza como embajador del rey Juan, llevando como compañero a fray Juan de Torquemada, entonces joven, y de Constanza; acabado el concilio que eligió Papa a Martín V y canceló el Cisma de Occidente, lo envió a estudiar a París.
Entre las mercedes que Martín V repartió a manos llenas a sus lectores, a fray Luis de Valladolid le concedió facultad para fundar seis conventos “reformados” de frailes y cuatro de monjas (5 de febrero de 1418; Boletín de la Orden, II, 534). De regreso a Valladolid, delegó la ejecución en fray Álvaro, quien dejó la cátedra de Teología y el confesionario del Rey y se fue a evangelizar en Andalucía y a iniciar la “reforma”, fundando conventos. El Rey le obsequió con un munificiente donativo para “fundar” el primer convento “reformado”, el de Santo Domingo de Escalaceli, en las soleadas estribaciones de Sierra Morena, a una legua de Córdoba.
A “fray Álvaro” —los documentos andaluces no le dan apellido, contentándose con llamarle “sabio”, “maestro en teología” y otros análogos— se le halla en Sevilla media docena de veces los años 1420-1426, nada menos que en los libros de cuentas y limosnas del Concejo o Ayuntamiento, en los que el mayordomo anota las sumas que le han entregado para su mantenimiento por sus sermones en la ciudad y también para “ayuda a la edificación” de Escalaceli (F. Collantes de Terán, 1980).
Se conoce también la escritura de la compraventa de la Torre de Berlanga que fray Álvaro hizo el 13 de junio de 1423 para edificar Escalaceli. Y el nombramiento que le hizo el papa Martín V, el 4 de enero de 1427, de “Superior mayor” de la reforma de los dominicos a “súplica” de la reina María de “Castilla y León”; el diploma papal alude expresamente al convento cordobés de Escalaceli, que “el dilecto hijo Álvaro de Zamora” ha construido con licencia de la sede apostólica (Boletín de la Orden, II, 674). En fin, tratando de datos firmes, hay uno más: el 1 de abril de 1427 aceptó “el honrado y sabio varón fray Álvaro, maestro en santa teología, un solar para que haga una casa” u hospicio (hospedería) intramuros en Córdoba.
Como reformador, san Álvaro fundó otro convento en Sevilla, en las “huertas del rey”, bajo la advocación, bella y estimulante, de santo Domingo de Portaceli (ASV, Registri Supplicationum, t. 366, fols. 169v.- 170 r.). Cabe recordar de paso que Portaceli será hospedería en el siglo XVI de los dominicos que desde Sevilla zarpan para la evangelización del Nuevo Mundo, y que en Puerto Rico fundarán otro convento con ese evocador nombre.
En cuanto a la “reforma” intentada por san Álvaro, el modelo en el que se inspiró fue el italiano, promovido por santa Catalina de Siena y puesto en marcha por el beato Raimundo de Capua. Pero san Álvaro le dio alma y vida “trasponiendo” los santos lugares de Jerusalén, a los que peregrinó como preparación a su empresa reformadora, construyendo en los aledaños del convento capillas, que fueron “el primer vía crucis” de Europa, un vía crucis que él recorría penitentemente, un “vía crucis esencial”, como decía el obispo de Córdoba fray Albino Menéndez-Reigada, y en el que se inspiró más tarde san Leonardo de Porto Maurizio. En Escalaceli, lugar de peregrinaciones religiosas, tuvo una fuente la rica religiosidad pasionaria de Andalucía.
San Álvaro recibió sepultura en la capilla especial de la iglesita de Escalaceli, donde se veneran sus restos.
Canonizado por la devoción del pueblo, en 1442, Eugenio IV concedió indulgencias a los fieles que visitasen la iglesia, y Benedicto XIV (el 22 de septiembre de 1739) inscribió a fray Álvaro en el elenco de los beatos, señalando el 19 de febrero como su día litúrgico (Breviarium SOP, Roma, 1744, págs. 499-500).
Fuentes y bibl.: Archivio Segreto Vaticano, Riti 207- 213, 7 legs.: proceso de beatificación de san Álvaro; Archivo de la Catedral de Córdoba, Libro de protocolos de Escalaceli.
J. de Marieta, Vida del bienaventurado fray Álvaro de Córdoba, Madrid, 1601; L. Sotillo de Mesa, Vida/y milagros del siervo de Dios el santo fr. / Álvaro de Córdoba, fundador del convento de Santo Domingo de Scala-coeli, Sevilla, 1660; J. de Ribas, Vida / y milagros / de el b. fray Álvaro de Córdoba, del Orden de Predicadores, hijo del Real Convento de San Pablo de Córdoba [?], Córdoba, 1687; H. García, Vida de San Álvaro de Córdoba, Córdoba, 1875; R. Castaño, San Álvaro de Córdoba y su convento de Escalaceli, Vergara, Imprenta de El Santísimo Rosario, 1906; C. Gil Atrio, “España, ¿cuna del vía crucis”, en Archivo Ibero-Americano, 2.ª época, 11 (1951), págs. 63-92; A. Menéndez-Reigada, “El santuario de escalaceli. Realidades y ensueños”, en Diario Córdoba, 21 de febrero de 1954, págs. 1 y 3; J. Goñi Gaztambide, “Recompensas de Martín V a sus lectores españoles”, en Hispania sacra, 11 (1958), págs. 259-297; Á. Huerga, “Córdoba, Álvaro de”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 619-622; J. M. Palmares, “Aspectos de la historia del convento de San Pablo de Valladolid”, en Archivum Fratrum Praedicatorum, 43 (1973), págs. 91- 135; M. Nieto Cumplido, “Repercusiones del Cisma de Occidente en la diócesis de Córdoba”, en Boletín de la Academia de Córdoba, 47 (1978), págs. 47-73; F. Collantes de Terán, Inventario de los papeles del mayordomazgo del s. xv, t. II, Sevilla, Ayuntamiento, 1980, págs. 64, 84, 157, 181-182, 185 y 188; Á. Huerga, Escalaceli, Salamanca, Universidad Pontificia de Salamanca, 1981; “San Álvaro de Córdoba”, en J. L. Gago et al., Estampas de místicos, Caleruega (Burgos), OPE, 1986, págs. 133-146.
Álvaro Huerga Teruelo, OP