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Alonso de Sanlúcar de Barrameda

Biografía

Alonso de Sanlúcar de Barrameda. Alonso de Barrameda. ¿Sanlúcar de Barrameda? (Cádiz), s. m. s. xiv – España, X.1434. Religioso franciscano (OFM) y primer obispo de la diócesis de Rubicón, a su vez la primera creada en las Islas Canarias.

La falta de datos biográficos de Alfonso de Sanlucar de Barrameda, primer obispo de las Islas Canarias, puede compensarse con algunas referencias que se poseen sobre la fundación y desarrollo de la propia diócesis, en los albores del siglo xv. En primer lugar hay que aludir, como un antecedente remoto, a un primer intento de fundación, por el papa Clemente VI, en el siglo xiv, de la diócesis de Canarias, de la que se hubiera nombrado obispo a un tal Bernard, pero la guerra entre Francia y España rompió este primer intento.

Pasados unos decenios y, por supuesto, antes de la conquista definitiva de las Islas Canarias por la Corona de Castilla, a principios de 1404, Jean de Bethencourt, de regreso a España después de la práctica conquista de Lanzarote, la isla más próxima a la Península, llega a Castilla para rendir vasallaje a su Rey y pasa después a Aviñón para dar cuenta al papa cismático Benedicto XIII (el español Pedro de Luna) del resultado de su expedición. A consecuencia de ello, Benedicto XIII, por su bula Apostolatos officium, fechada el 7 de julio de 1404, erige la nueva diócesis de San Marcial del Rubicón (Rubicón: un fuerte construido en el sur de la isla, en la región de Las Coloradas, con su nombre, al parecer, dado por el color rojo del terreno; en latín diocesis rubiconensis), como sufragánea del Arzobispado de Sevilla, en cuya bula, siguiendo el uso general del Bajo Imperio Romano, a la pequeña iglesia existente se la eleva al rango de catedral, y a lo que era un castillo y poco más se le da nombre de ciudad.

Además, por otra bula del mismo día, la Romanus pontíficex, nombra al franciscano Alonso de Sanlúcar de Barrameda (por otros llamado, simplemente, Alonso de Barrameda) obispo de la nueva diócesis.

El Papa le envía una carta el 13 de agosto de 1404 en la que le autoriza ser consagrado por cualquier obispo católico, asimismo le manda la fórmula del juramento que había de hacer ante el obispo consagrante y que debía devolver firmado por él y sellado con su sello.

Según los historiadores hay dos hipótesis sobre el nuevo obispo: una, que viajó y tomó posesión de su diócesis, y otra, que nunca llegó a hacer tal cosa. Sí se sabe que hubo conflictos con el capellán militar Le Verrier, que creía que se le había dado con anterioridad por el papa Luna una especie de delegación o prepatronato cuasi episcopal por bula anterior del 22 de enero de 1403. Siguen los problemas porque, en 1406, el reino de Castilla abandona la obediencia al papa Benedicto XIII, para someterse a la de Inocencio VII, y entonces éste designa obispo de Rubicón a un teólogo de Sevilla que, al parecer, conocía la lengua de los lanzaroteños, y se llamaba Alberto de Las Casas, también conocido por Martín de Las Casas por otros historiadores. Este nuevo obispo viaja y se asienta en la villa Valtarajal y, más tarde, en San Marcial de Rubicón, donde fallece antes de 1410 (L. Tormo, 1973). Mientras, su oponente, Alonso de Sanlúcar de Barrameda, que vivía en la Península, sobrevivió hasta una edad muy avanzada, pues murió en octubre de 1434. Hasta el año 1415 conservó el título de obispo de Rubicón, pero en dicho año fue transferido a la diócesis “histórica” de Lirba (diocesis libariense), en el Asia Menor; es decir, un Obispado honorífico, del que fue despojado por Benedicto XIII al siguiente año, 1416, por haberse separado de su obediencia, mediante su bula Sincerae devotionis, dada en Peñíscola, el 1 de abril de 1416 (pergamino conservado en el monasterio de Guadalupe), por la que, además, nombraba nuevo obispo de Rubicón a otro franciscano, fray Mendo de Viezmar, quien, después del Concilio de Constanza (1418), se reconcilió con Martín V, por lo que fue confirmado en su dignidad.

Así siguieron nuevos obispos, en total diez, a partir de Alonso de Barrameda, hasta que la diócesis de Rubicón fue transferida, en 1483, por el papa Sixto IV, a Las Palmas (civitas Palmarum).

Hasta aquí, lo más esencial de lo que se conocía desde los tiempos de Viera y Clavijo, en el siglo xviii, hasta el largo artículo publicado sobre la diócesis desaparecida de Rubicón por L. Tormo (1973). Pero en el más moderno libro de Cazorla León y Sánchez Rodríguez (1997) se hace una profunda revisión de todo lo anterior, siendo lo más importante la negación de la existencia del obispo oponente Alberto de Las Casas, y la afirmación de que el obispo Alonso de Barrameda no viajó nunca a la isla canaria de Lanzarote, pues, por ejemplo, aparece viviendo en Sevilla y asistiendo a su Sínodo diocesano en marzo de 1412 (según Ortiz de Zúñiga, 1795). Además, aportan una bula, expedida en Peñíscola el 8 de diciembre de 1414, donde el papa Luna le dice que “habiendo tenido por conveniente el suspenderte, de algún tiempo a esta parte, por ciertos motivos muy justos del ejercicio de las funciones pontificales, movido ahora de tus ruegos sobre este particular, te restituimos al uso de ellas”. Y autoriza al obispo de Rubicón para que pueda llevar consigo a su diócesis personas religiosas, con tal que les autorice el viaje el arzobispo de Sevilla.

Y se le advierte, que si en tres meses no se presenta en la isla, quedará sin las licencias episcopales. A pesar de este mandato “no debió ir jamás a su obispado de Rubicón”. En una carta enviada a Martín V por Juan de Bethencourt y los isleños, y que contestó el Papa el 27 de enero de 1419 así lo dice: “el mencionado Alfonso no sólo no había procedido pasar a dichas Islas a fin de ejecutar en ellas su ministerio pastoral, sino que tampoco cuidó de dirigir aquel pueblo cristiano” (Cazorla León, Sánchez Rodríguez, 1997).

Como se puede apreciar, quizás se informe históricamente más acerca de la diócesis de Rubicón que de la vida y la obra de Alonso de Sanlúcar de Barrameda, pero los estudios sobre la cuestión están situados en este punto, no dudando que sucesivas investigaciones, similares a la citada de Cazorla León, Sánchez Rodríguez (1997), aporten más luces sobre la vida y obra de quien figura, de forma incuestionable, como primer obispo de la primer diócesis de las Islas Canarias.

 

Bibl.: J. Vieira y Clavijo, Noticias de la Historia general de las islas de Canarias, vol. I, Madrid, Imprenta de Blas Román, MDCCLXXII [1772], págs. 268-274, 286-324 y 325- 380; D. Ortiz de Zúñiga, Anales Eclesiásticos y Seculares de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Sevilla, vol. II, Madrid, Imprenta Real, 1795, lib. X; Barón de Henrion, “La fé católica se extiende a las Islas Canarias”, en Historia general de las Misiones desde el siglo xiii hasta nuestros días, vol. I, Barcelona, Librería de D. Juan Oliveres, Editor, Impresor de S. M., 1863, cap. XII, págs. 276-284 (espec. la 282, donde se transcriben fragmentos de la bula pontificia de fundación); A. López, “Fray Alfonso de Sanlúcar de Barrameda, primer Obispo de Canarias”, en Archivo Ibero-Americano, vol. I (1914), págs. 564-566; S. Ruiz: “Canaries. V. Erección de la diócesis de Canarias”, en R. Aubert et al., Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques, vol. XI, Paris-VI, Librairie Letouze et Ané, 1949, págs. 749-750; J. Álvarez Delgado, “El Rubicón de Lanzarote”, en Anuario de Estudios Atlánticos, 3 (1957), págs. 493-561; S. Jiménez, “Canarias. Diócesis de (Canarienses- Rubicensis)” y L. Tormo, “Rubicón, Diócesis desaparecida (Rubicensis)”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vols. I y III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez, 1972 y 1973, págs. 327 y ss. y págs. 2114-2117, respect.; A. Tejera Gaspar, E. Aznar Vallejo, El asentamiento franco-normando de “San Miguel del Rubicón” (Yaiza, Lanzarote). (Un modelo de arqueología de contacto), Yaiza, Ayuntamiento, 1989, pág. 28; A. Cioranescu, “Alonso de Barrameda, Fray”, en Gran Enciclopedia Canaria, vol. I, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones Canarias, 1994, pág. 210; S. Cazorla León, J. Sánchez Rodríguez, Obispos de Canarias y Rubicón, Madrid, Espasa Calpe, 1997, págs. 17-22.

 

Fernando Rodríguez de la Torre

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