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San Pedro Regalado

Biografía

Pedro Regalado, San. Pedro de Valladolid. Valladolid, c. 1390 – La Aguilera (Burgos), 30.III.1456.

Reformador franciscano (OFM), santo, patrono de la ciudad y diócesis de Valladolid.

Se sabe muy poco del personaje histórico que hoy se conoce por san Pedro Regalado, mientras que se ha descrito mucho más al santo que se construyó a partir de un pobre fraile franciscano, que vivió casi toda su vida entre los eremitorios de El Abrojo y La Aguilera.

Esto último fue recreado por los hagiógrafos, lo que no quiere decir que todo lo que éstos escribieron fuese falso. Resaltan muy poco su auténtico origen familiar, el de los conversos marginados, en un tiempo difícil para los antiguos judíos. Cuando, en la primera parte del siglo XVII, el franciscano Antonio Daza escribía la primera vida del santo, existían los estatutos de limpieza de sangre, que todo lo invadían, incluso las órdenes religiosas. Se sabe muy poco de la familia de aquel niño que nació en la calle de la Costanilla (hoy de Platerías), en el espacio urbano donde habitaba en 1390 (año aproximado de su nacimiento) la población judía de aquel Valladolid. De apellido Regalado, huérfano muy pronto de padre, vivió en medio de aquella sencillez y al mismo tiempo, en medio de la marginación que despertaban los conversos. Conversos que pronto iban a tener una gran importancia en el panorama eclesiástico de los siglos xv y xvi, según recordaba uno de los más importantes, el obispo de Burgos, Pablo de Santa María. Precisamente sería este prelado el que confirmase el auténtico origen de aquel Pedro Regalado o de la Regalada. Pronto, en la tradición urbana de Valladolid, se insistió en que el bautizo se había celebrado en la parroquia del Santísimo Salvador, entonces un pequeño templo que tenía su origen en la ermita de Santa Elena.

En definitiva, aquel Pedro de la Costanilla, de la Regalada o Periquillo de Valladolid se asoció muy pronto a la Orden Franciscana y, precisamente, uno de sus primeros compañeros, casi desde la infancia —el que será fray Lope de Salazar— así lo va a confirmar a través del maestro que será de ambos, el reformador fray Pedro de Villacreces. Podía tener entonces Pedro Regalado unos catorce años, cuando empezó a participar de aquel dinamismo reformista de la Iglesia del siglo xv, tras el Cisma de Occidente. Dinamismo que se empezaba a plasmar en la fundación de los eremitorios (frente a los conventos del ámbito urbano), entre los que se encontraba el más querido de todos para Villacreces, el fundado en 1404 junto a Aranda de Duero: La Aguilera. Villacreces era un predicador demandado, además de un gran intelectual aunque, precisamente, la reforma no iba por los caminos de las letras. De esa manera, era requerido por el Convento de San Francisco, tan próximo al hogar familiar de Pedro Regalado. Le gustaba al reformador rodearse de niños y jovencitos como discípulos, entre los que se incluyeron los citados Lope de Salazar y Regalado, que pronto será denominado fray Pedro de Valladolid. Según indica Teófanes Egido, con este acercamiento, Villacreces tenía una idea precoz de lo que iban a ser los seminarios posteriores, en los cuales se instruía a los jóvenes en las primeras letras, Latinidad, Filosofía y Teología.

El rigor de aquellos franciscanos se basaba en una vida de penitencia en la contemplación de un Cristo sufriente en la cruz, que se traducía en distintos ejercicios de la Pasión. Penitencia a la que se unió lo que sus contemporáneos consideraron los primeros prodigios atribuidos en vida al sencillo fray Pedro. Aquella sociedad era mayoritariamente de pobres y de carencias de seguridades. La huida de lo mundano suponía antes la huida de las actividades intelectuales, pues consideraban que éstas eran la causa de las relajaciones que combatían. Privaciones en la cotidianidad, en la forma de vestir (con sayal grosero como los campesinos de la sociedad rural en la que vivían), descalzos (pues el calzado se disponía para los enfermos y ancianos), con un comer mortificado. Con todo, según insiste Teófanes Egido, fray Pedro de Valladolid no fue el reformador, sino el santo de la reforma.

Se convirtió en el hombre de confianza de Villacreces.

Así, cuando éste se disponía a asistir al Concilio de Constanza (en 1418, en el que se pondría fin al Cisma de Occidente), hizo vicario al sencillo franciscano de este eremitorio de La Aguilera, y del más cercano a Valladolid, El Abrojo, fundado en 1415 y del cual le hubiese gustado ser fraile a Juan II de Castilla, de no haber sido Monarca de estos Reinos. De esta manera, fray Pedro de Valladolid se convirtió en el sucesor de Villacreces, a su muerte en 1422, luchando por mantener a los dichos eremitorios dentro de la reforma franciscana e impidiendo su inclusión en otros movimientos religiosos. Precisamente, fue en La Aguilera donde murió fray Pedro, el 30 de marzo de 1456, convirtiéndose a partir de ahí su sepulcro en un referente para la peregrinación y la búsqueda de milagros.

Algunos prodigios le habían sido atribuidos en vida, como la navegación sobre el río Duero sobre su capa del hábito (para eso era un personaje de la Ribera) o su histórica faena cuando detuvo a un toro que se había escapado de Valladolid (y que le valió a mediados del siglo XX su nombramiento como patrono de los toreros).

Sus contemporáneos se cansaron de recoger los muchos milagros atribuidos a su intercesión, cuando atraía la devoción de los poderosos, cuando salía de su tumba para aliviar las necesidades de los suyos, es decir, de los pobres, o su reliquia sanaba al príncipe de Asturias, el futuro Felipe IV, vallisoletano como él.

Eran milagros necesarios para la construcción de un santo, en los cuales —desde la observación histórica— no cabe preguntarse acerca de la verosimilitud de los mismos. Sus contemporáneos y sus devotos de tiempos posteriores vivían en sociedades sacralizadas y precientíficas.

Con todo, los prodigios más famosos fueron los recreados y divulgados por la amplia literatura hagiográfica que se va a desarrollar en torno al que será proclamado como san Pedro Regalado.

Pero aquel Valladolid que le vio nacer y salir de sus contornos de forma anónima, y con apenas catorce años, le buscaba en el siglo xvii en su dimensión de ciudad, como su santo y patrono. Ésta carecía de cualquier paisano que cumpliese esta función tan necesaria, no solamente desde la individualidad de la persona, sino también desde la colectividad de las sociedades.

Valladolid comenzó celebrando en 1683 su beatificación, llegando en 1746-1747 las propias de su canonización y su proclamación como patrono de la ciudad.

 

Bibl.: A. Daza, Excelencias de la ciudad de Valladolid, con la vida y milagros del Santo Fray Pedro Regalado, natural de la misma, 1627 (ed. con ils. de F. Docampo, Milán, 1634); M. Monzaval, Historia de las heroicas virtudes, aclamación de los estupendos milagros, vida, muerte y culto de San Pedro Regalado, fundador de los conventos de Domus Dei de la Aguilera y Scala Coeli del Abrojo, primeros santuarios de la Observancia en España, Valladolid, 1684; J. Y nfantes, Historia de la vida, virtudes y milagros del glorioso San Pedro Regalado, hijo y patrón de esta muy Noble, Leal y Heroica, ciudad de Valladolid, Valladolid, 1854; M. Sangrador, Vida de San Pedro Regalado, patrono de la Muy Noble, Muy Leal y Heroica, ciudad de Valladolid, Oviedo, 1859; P. L. Carrión González et al., “Numero extraordinario con ocasión del V Centenario de San Pedro Regalado (1456-1956). Introducción a los orígenes de la observancia en España Las reformas en los siglos XIV y XV”, en Archivo Ibero-Americano, año XVII, 65-68 (enero-diciembre de 1957); M. de Castro, “Regalado, Pedro”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, págs. 2065-2066: T. Egido López, “San Pedro Regalado”, en Vallisoletanos, vol. I, Valladolid, Caja de Ahorros Popular de Valladolid, 1983, págs. 171-198; F. Pino, Vida de San Pedro Regalado, Valladolid, Institución Cultural Simancas, 1984; J. Burrieza Sánchez (coord.), La Ciudad del Regalado, catálogo de la exposición celebrada en la iglesia parroquial del Santísimo Salvador de Valladolid, Valladolid, Ayuntamiento, 2004.

 

Javier Burrieza Sánchez

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