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Nicolás de Ribera

Biografía

Ribera, Nicolás de. El Viejo. Torre Alháquime (Cádiz), 1492 – Lima (Perú), 1563. Conquistador del Perú, uno de los “Trece de la Fama”, primer alcalde de Lima.

Copiosa es la información que se tiene sobre este conquistador, sobre todo gracias a los trabajos del historiador y polígrafo peruano José de la Riva Agüero y Osma. Nicolás de Ribera pasa a Indias alrededor de 1520 y se radica en Panamá. Era hombre de solar conocido, poseía modales distinguidos y no pocos conocimientos culturales. Por entonces Pizarro y Almagro planeaban la expedición a Levante, cuyos preparativos estaban llenos de problemas y detalles que planteaban un gran reto. Nicolás de Ribera se unió a ellos y su ayuda resultaría valiosísima desde un primer momento.

Se le pidió supervisar la construcción de una pequeña carabela que llevaría el nombre de Santiaguillo.

Una vez concluido el trabajo, cargaron alimentos, los milites subieron a bordo y levaron anclas. Corría el año 1524, Pizarro iba al mando de la expedición y Nicolás de Ribera ocupaba el cargo de tesorero del Rey.

Los tramos iniciales de este primer viaje descubridor no fueron venturosos. Toparon con indios que les ofrecieron tenaz resistencia y Ribera resulto herido, aunque no de gravedad. Pizarro decidió permanecer en Chochama y envió la Santiaguillo, con Nicolás de Ribera, para que diera cuenta de la empresa al gobernador Pedrarias Dávila. A Panamá también había regresado Almagro que encontró igual resistencia que Pizarro en su progresión. Mientras se aparejaba a la desarbolada Santiaguillo, Nicolás de Ribera fue a Nombre de Dios con el propósito de reclutar gente. Logro reunir treinta hombres y con ellos regresó a Panamá donde se habían reclutado otros treinta soldados y comprado alimentos y seis caballos. Almagro y Ribera con todos estos elementos fueron en busca de Pizarro, quien los recibió con albricias. Mas poco después surgió una pelea entre los hombres que se habían quedado con Pizarro y el nuevo aporte llevado por Almagro. Ambos jefes respaldaron a los suyos y estuvieron a punto de sacar las espadas para batirse por algo sin mayor importancia.

Fue en este lance donde Nicolás de Ribera demostró sus grandes dotes de conciliador y hombre prudente y sosegado. Habló tanto a Pizarro como a Almagro logrando que se reconciliaran.

Continuó, pues, este segundo viaje sin encontrar tierras con riquezas pero sí belicosos aborígenes. Fue entonces cuando Pizarro decidió permanecer en la isla del Gallo donde los encontraría la carabela al mando de la cual estaba Tafur, el enviado del gobernador Pedro de los Ríos para rescatar a los descontentos. Nicolás de Ribera el Viejo decidió quedarse junto a Pizarro y su nombre pasaría a la Historia como uno de los Trece de la Fama. De la isla del Gallo pasaron a la Gorgona donde los recogió la carabela de Bartolomé Ruiz y continuaron la singladura hacia el Sur hasta lograr el muy alentador encuentro con la gente de Tumbes. De regreso en Panamá, Francisco Pizarro emprendió viaje a España y, en la Capitulación de Toledo, Nicolás de Ribera sería honrado con el título de caballero de la Espuela Dorada y nombrado regidor de la entonces nonata ciudad de Tumbes. Mientras esto ocurría en España, Almagro le pidió a Ribera, que había alcanzado merecida fama de hombre probo, que fuera a Nombre de Dios a reclutar soldados, marinos y aparejos para sus embarcaciones. Es fama que Nicolás de Ribera para ir en pos de Nombre de Dios remontó el río Chagres hasta el punto denominado Las Cruces, estableciendo una ruta que muy pronto sería utilizada por todos los viajeros a través del Istmo. Cumplido el encargo, Nicolás de Ribera volvió a partir, esta vez a Nicaragua a reclutar soldados y conseguir esclavos indios. Ya estaba de regreso en Panamá cuando llegó Pizarro de España. Otra vez se agriaron los ánimos entre Pizarro y Almagro. Este último se sentía defraudado. La empresa del Perú estaba a punto de zozobrar, pero el clérigo Hernando de Luque, el licenciado Gaspar de Espinosa y Nicolás de Ribera actuaron de consuno como amigables componedores y el tercer y definitivo viaje al Perú pudo efectuarse.

Es importante remarcar la evidente actitud de sincero equilibrio de Nicolás de Ribera para mantener unidos a dos hombres ya poseídos por graves desconfianzas: Pizarro y Almagro.

Nicolás de Ribera se embarcó en el tercer viaje, pero cumpliendo órdenes de Pizarro volvió con Almagro a Panamá a reclutar más hombres, esta vez en Veragua.

Tal fue la razón por la que no lo encontramos en la fundación de San Miguel de Piura, ni tampoco en Cajamarca el día de la captura del Inca Atahualpa. Llegó con la hueste de Almagro en marzo o abril de 1533 y, de inmediato, se puso bajo las órdenes de Pizarro que lo dejó al frente de la guarnición de Jauja, en la región central del Perú actual. Pizarro lo envió luego a reconocer la costa e impedir, con la máxima fortaleza, las pretensiones de Pedro de Alvarado. Nicolás de Ribera bajó a los llanos y fundó un pueblo en el valle de Pachacamac. Volvió entonces a Jauja y, con una hueste numerosa, Francisco Pizarro bajó también a la costa llegando a Chincha, nombre mítico en los inicios de la conquista. Nicolás de Ribera fue nombrado teniente de gobernador y en Pisco fundó la ciudad de Sangallán. Estando así las cosas, llegó la expedición de Pedro de Alvarado con ánimo belicoso. Almagro y Pizarro estaban en Pachacamac y enviaron en mensajero a Nicolás de Ribera para que se les reuniera lo más pronto posible. Se llegó a un acuerdo con Alvarado y, vuelta la calma, Pizarro dispuso despoblar Sangallán y se exploró hasta ubicar el sitio donde se fundaría el 18 de enero de 1535 la Ciudad de los Reyes, llamada también Lima. Nicolás de Ribera fue el primer alcalde de la que sería la capital de la Nueva Castilla, virreinato del Perú y República del Perú. No sólo su primer alcalde, sino quien con la ayuda de Diego de Agüero trazó los solares y el lugar de la Plaza Mayor dándole forma de un gran tablero de ajedrez.

Obviamente los méritos de Nicolás de Ribera recibieron recompensa. Ya en Jauja recibió depósito de indios que fueron variando por otros de mejor calidad.

Consta que Ribera el Viejo recibió los indios de Tarcho, Chinchao, Cayambo y otros más, en Huánuco, a los que se agregó los de Mango, en Huaylas y, finalmente, la encomienda de Hurin Ica. A las tareas bélicas siguieron las pacíficas en la nueva ciudad de Lima, pero Manco Inca se rebeló y puso cerco al Cuzco y a la Ciudad de los Reyes. Ésta fue atacada por los hombres de Titu Yupanqui y los cristianos tuvieron que hacer prodigios de valor mientras miles de indios gritaban: “¡Barbudos a la mar!” La muerte de su caudillo, Titu Yupanqui, desconcertó a los nativos que emprendieron la retirada. Nicolás de Ribera había luchado como los buenos con excelentes armas y caballos.

El retorno de Almagro de su fracasada expedición a Chile permitió salvar al Cuzco del asedio incaico, pero Hernando Pizarro fue hecho prisionero por el adelantado que reclamaba esa ciudad como capital de su gobernación de Nueva Toledo. Francisco Pizarro confió a Ribera una misión delicadísima: ir al Cuzco y negociar con Almagro. Una vez más Nicolás de Ribera mostró sus dotes diplomáticas. Fue bien recibido por Almagro pero no logró que pusiera en libertad a Hernando y Gonzalo Pizarro. Ya las cosas estaban demasiado deterioradas entre los viejos socios. El 26 de junio de 1541 los almagristas asesinaron en Lima a Francisco Pizarro y proclamaron como gobernador a Diego de Almagro el Mozo. Previamente, el 6 de abril de 1538, Hernando Pizarro había derrotado al adelantado Diego de Almagro en la batalla de Salinas y ordenó su ejecución en el Cuzco el 8 de julio del mismo año. Al morir Francisco Pizarro, la vida de Nicolás de Ribera corrió grave peligro y tuvo que escapar hasta Trujillo donde se unió a Vaca de Castro.

No estuvo presente en la batalla de Chupas, pues se le ordenó mantener en calma a la gente de Lima.

Durante la gran rebelión de Gonzalo Pizarro (1544- 1548), Nicolás de Ribera, que había vuelto a tomar la vara de alcalde de Lima, recibió la orden de los oidores de capturar al virrey Blasco Núñez Vela. En un primer momento respaldó a Gonzalo Pizarro, pero en 1547 pudo reunirse con Pedro de la Gasca y lo siguió hasta el desbande pizarrista de Jaquijahuana. Vuelta la paz, Nicolás de Ribera recibió múltiples honores. Por entonces comenzaron a llamarle El Viejo, para distinguirlo de su homónimo Nicolás de Ribera a quien se puso el remoquete de El Mozo, por contar con menos años. Tenía menos de sesenta, pero en el siglo XVI éstos ya eran muchos. No intervino en la rebelión de Francisco Hernández Girón (1553) por problemas de salud. Derrotado el último caudillo de la soldadesca y algunos encomenderos descontentos, el virrey marqués de Cañete, el 16 de octubre de 1556, puso en manos de Nicolás de Ribera los símbolos de regidor del Cabildo de Lima. Desgraciadamente ya estaba muy enfermo, pero antes de morir fundó el Hospital de Naturales de Ica y en la condición de alférez del Ayuntamiento limeño estuvo presente en la jura de Felipe II el 25 de julio de 1557. Falleció en Lima los primeros días de 1563. Hasta el presente el cargo de alcalde de Lima se le conoce como “el que ocupa el sillón de Nicolás de Ribera El Viejo”.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Secc. Patronato, 98, n.º 3, Ramo 1, 129, n.º 1, Ramo 9, 128, n.º 1 Ramo 2, 90, n.º 1 Ramo 25.

P. Cieza de León, Crónica del Perú (Tercera Parte), Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú-Academia Nacional de la Historia, 1989; A. Oliva, SJ, Historia del reino y Provincia del Perú, de sus Reyes, Incas, Descubrimiento y Conquista por los españoles de la Corona de Castilla, con otras singularidades concernientes a la Historia, Lima, Imprenta de San Pedro, 1895; J. de la Riva Agüero y Osma, El primer Alcalde de Lima, Nicolás de Ribera, el Viejo, y su posteridad, Lima, Imprenta Gil, 1935.

 

Héctor López Martínez