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Martín de Aróstegui y Larrea

Biografía

Aróstegui y Larrea, Martín de. Aranaz (Navarra), VIII.1698 – La Habana (Cuba), 1761 post. Caballero de la Orden de Santiago, alguacil mayor de la Santa Inquisición, comerciante y fundador de la Real Compañía de La Habana.

Era hijo de Esteban de Aróstegui y Miqueo, y de Josefa de Larrea y Yanci, ambos naturales de Aranaz. Fueron sus hermanos Martín Esteban, caballero de Santiago, y Manuela, quien se casó con el comerciante y factor de la Compañía de La Habana en Cádiz, José de Iturrigaray. En 1726, Martín contrajo matrimonio por poder con Tomasa de Basave, nacida y residente en Cuba e hija del capitán Francisco Antonio de Basave, alcalde ordinario y alguacil mayor de la Santa Inquisición, con quien tuvo varios hijos, sobreviviéndole diez en el momento de su fallecimiento. En el orden económico, social y de política matrimonial, sus hijos siguieron las pautas de su predecesor. El mayor de los hijos varones, Martín, se casó con María Antonia Herrera y Chacón, hija del marqués de Villa Alta, y fue quien heredó un mayorazgo fundado por su padre. Otra hija, María Luisa, contrajo matrimonio con Agustín de Jáuregui, con vínculos en la Corte, caballero de Santiago, virrey de Perú y más tarde gobernador de Chile.

La vinculación de Martín de Aróstegui a personajes relacionados con el mundo mercantil guipuzcoano le llevó a participar como accionista de la Real Compañía de Caracas, fundada en 1728, y a mantener una gran amistad con Miguel Antonio de Zuaznábar, residente en Madrid y con influencia en los círculos cortesanos, ya que, además de apoderado de la Compañía de Caracas en Madrid, era ayuda de Cámara del Rey y jefe de guardarropía del Príncipe. Martín de Aróstegui y Larrea, tras haber contraído matrimonio con Tomasa Basave, se trasladó a La Habana, lo que le brindó la oportunidad de conocer el negocio y los beneficios del tráfico del tabaco cubano con destino a las reales fábricas de Sevilla. En agosto de 1738 volvió a Madrid con el propósito de conseguir el asiento de tabacos. En 1739 Martín de Aróstegui presentó una oferta formal a la Real Hacienda comprometiéndose a surtir de tabaco de la isla a las fábricas sevillanas, a un precio inferior al que hasta entonces había aplicado otro asentista. Su oferta fue aceptada el 4 de agosto del mismo año. Con la contrata en sus manos, Martín diseñó una sociedad mercantil por acciones, a la que subrogaría el asiento del tabaco y a través de la cual pudiera realizar otras operaciones mercantiles entre la metrópoli y la Gran Antilla, dados los recursos de la isla y su situación estratégica como paso obligado de los navíos que iban y volvían de tierra firme. A tal fin, y contando con el respaldo económico de un grupo de comerciantes de la isla, solicitó la autorización real para fundar una compañía semejante a la de Caracas. En la Corte contó con el apoyo de su amigo Zuaznábar, quien no sólo le acogió en su casa, sino que le ayudó en sus gestiones ante el Monarca. Como resultado, el 18 de diciembre de 1740 se expedía la Real Cédula fundacional de la Real Compañía de La Habana. Entre sus operaciones, además de la adquisición y traslado del tabaco cubano a Sevilla, se le autorizaba a comerciar con el azúcar cubano, abastecer de géneros europeos a la isla y a los presidios de La Florida y establecer guardacostas en Cuba. En 1741, el Monarca le encargó, además, la construcción de navíos para la Real Armada, en los arsenales de La Habana.

Antes de regresar a La Habana el verano de 1741, Aróstegui consiguió que numerosos accionistas de la Compañía de Caracas adquirieran también títulos de la recién creada Compañía de La Habana, y dejó establecidas dos factorías en la metrópoli para asegurar el mejor funcionamiento de la sociedad, la una en Cádiz destinada a la recepción y venta de los tabacos y otros géneros procedentes de Cuba, así como a la adquisición de géneros europeos para destinarlos a la isla, y la otra en San Sebastián para la compra de herrajes con destino a los arsenales habaneros.

La vida de la Compañía de La Habana fue muy azarosa. En 1752, por orden del Monarca, la sede se trasladó a Madrid y se inició un proceso de revisión de sus cuentas, por lo que Aróstegui se vio obligado a trasladarse a la Corte. Las críticas vertidas por algunos accionistas sobre su gestión fueron contrarrestadas por sus amigos y también accionistas residentes en la Villa. Tras un exhaustivo examen de las operaciones de la Compañía, en septiembre de 1760 Martín pudo volver a Cuba, donde fallecería poco después, dejando una larga familia bien situada, así como diversos negocios mercantiles.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, leg. 17261, fols. 47-52; leg. 20754, fols. 14- 17v.; Archivo Nacional de Cuba, Escribanías Judiciales, Varios, 1761, leg. 567/8905; 1764, leg. 891/15772; 1766, leg. 567/8905; Salinas, 1780, leg. 583/6744.

J. Pérez Balsera, Los caballeros de Santiago, t. VIII, Madrid, Estanislao Maestre, 1936, págs. 171-174; F. X. Santa Cruz y Mallen, Historia de las familias cubanas, La Habana, Hércules, 1940-1950; M.ª M. Gárate Ojanguren, Comercio ultramarino e Ilustración. La Real Compañía de La Habana, col. Ilustración Vasca, t. 6, San Sebastián, Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, 1994; M.ª M. Gárate Ojanguren y J. L. Blanco Mozo, “Martín de Aróstegui, fundador de la Real Compañía de La Habana”, en Revista Hispano Cubana (Madrid), n.º 2 (1998), págs. 73-79.

 

Montserrat Gárate Ojanguren

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