Jáuregui y de Aldecoa, Agustín de. Lecaroz (Navarra), 17.V.1711 – Lima (Perú), 29.IV.1784. Militar, gobernador, presidente de Audiencia, virrey del Perú, caballero de la Orden de Santiago.
Nació en el palacio de Ohárriz, Lecaroz, en el valle del Baztán. Fueron sus padres, Matías de Jáuregui (Lecaroz, 21 de febrero de 1675), señor del Palacio de Jáuregui, y Juana María de Aldecoa y Datúe (Elizondo, 19 de febrero de 1670). Sus abuelos paternos fueron Pedro de Jáuregui (Lecaroz, 16 de febrero de 1634), señor del Palacio de Jáuregui, y María de Apeztegui (Arrazu, 13 de mayo de 1620). Sus abuelos maternos, Francisco de Aldecoa y Datúe (Elizondo, 9 de septiembre de 1647), señor del Palacio de Datúe, y María de Borda (Maya, 22 de abril de 1646).
El escudo de Agustín de Jáuregui, tal y como figura en los documentos virreinales, es definido por Juan Luis Espejo como Escudo cuartelado: el primero, oro con tres losanges de azur puestos dos uno; el segundo, gules, tres bandas de oro; el tercero, plata, dos veneras de azur; el cuarto, plata, cinco estrellas de azur en sotuer, y en punta, torre de gules; bordura general de gules cargadas de doce estrellas de oro. Sobre el todo, escudete jaquelado de plata y sable.
Desde pequeño se le dirigió hacia la carrera militar; así, fue caballerizo de campo de Felipe V. Como recompensa a sus actuaciones en el norte de África, en Mazalquivir y Orán (1732), pasó a ser capitán de Dragones del Regimiento de Almansa, regimiento con el que fue enviado a América, a consecuencia de las invasiones inglesas de las Antillas.
Marchó a América en 1741 y llegó a Cuba, donde luchó con los ingleses. Allí conoció a Martín de Aróstegui, director de la Real Compañía de La Habana y en 1747 se casó con la hija de este, María Luisa de Aróstegui.
Por Real Orden de 30 de julio de 1748, regresó a España con su regimiento. Fue ascendido a brigadier y recibió el mando del Regimiento de Dragones de Sagunto, con el que intervino en la Guerra de Portugal, tomando la plaza de Almeida, en agosto de 1762.
Su actuación en esta batalla le valió el ascenso a mariscal de campo.
El 25 de junio de 1772, Carlos III le nombró gobernador, presidente y capitán general de Chile, donde sucedió a Francisco Javier Morales y se distinguió al reorganizar allí las fuerzas de guarnición, siendo ascendido a teniente general.
Durante su gobierno de Chile, de 1773 a 1780, los puntos más sobresalientes del gobierno de Jáuregui fueron la reorganización del Ejército. Nombró coronel a Ambrosio O’Higgins y le dio la comandancia general de la frontera. En su tiempo se creó el virreinato de Buenos Aires y se le agregó Cuyo, separándolo de Chile. También acometió la pacificación de los indios pehuenches, el empadronamiento del Obispado de Santiago, la expedición a la ciudad de los Césares y el reconocimiento de las islas de San Carlos y Otageti. También fundó un colegio de indios, siendo nombrado director Agustín de Escandón, obispo de Concepción, y la erección de una academia de jurisprudencia que recibió el nombre de Academia Carolina.
Por Real Disposición del 10 de enero de 1780, Agustín de Jáuregui fue nombrado virrey del Perú, en sustitución de Manuel de Guirior. Llegó el día 19 de julio de 1780 al puerto de Callao en el paquebot Nuestra Señora de Montserrat y juró el cargo en Lima el día 22 en presencia del visitador general José Antonio de Areche y de la Real Audiencia. Como el propio Jáuregui indica en la Relación de Gobierno, permaneció en el cargo tres años, ocho meses y doce días.
El principal acontecimiento de su virreinato fue la sublevación de Tupac Amaru, nombre incaico de José Gabriel Condorcanqui. Inmediatamente envió refuerzos a Cuzco con Gabriel de Avilés. Además de a la insurrección india, tuvo que hacer frente al peligro de un ataque marítimo inglés. Y hubo de enviar auxilios a Valparaíso, Chiloé y la flota; por atender a la costa, no pudo el virrey tomar personalmente el mando del Ejército contra Tupac Amaru y lo puso en manos de Areche, que lo exigió, con el general José del Valle, quien socorrió Cuzco e impidió que cayera en manos de los insurrectos. Para cortar los motivos de la sublevación, Jáuregui prohibió radicalmente los corregimientos de los corregidores (7 de diciembre de 1780), aunque reconociendo el derecho a cobrar, sin excesos, lo ya distribuido: para ello, formó una sala en la Audiencia. Aunque Tupac Amaru fue derrotado, hecho preso y ejecutado, con muchos de los suyos, la rebelión siguió sostenida por un primo de Tupac Amaru, Diego Cristóbal, que encontró apoyo en muchos caciques indígenas. El país estaba empobrecido y le fue difícil al virrey organizar tropas para sofocar la rebelión; el temor a un ataque de los ingleses a los puertos del Pacífico le obligó a buscar solución rápida al movimiento indígena: dio indulto general (10 de septiembre de 1781), eximiendo, a la vez, del pago de tributos por un año a los indios que se dedicasen a sus tareas habituales. El propio Diego Cristóbal se acogió al perdón, jurando fidelidad con él otros caciques. En 1783 el virrey dijo que la rebelión había resurgido, y los rebeldes fueron ejecutados en Cuzco en julio de 1783. Parece ser que el virrey cumplía órdenes de la Península que había ordenado que no quedase rastro de la familia de los Tupac Amaru por miedo a nuevas rebeliones. Al mismo tiempo, se había desarrollado en el Alto Perú la sublevación de los catarís.
También hubo que reprimir la sublevación de Huarochirí, promovida por Felipe Velasco. En sus informes, señalaba el virrey con exactitud la causa de los levantamientos.
Como el motivo de las insurrecciones eran los abusos y perjuicios causados a los indios en los repartimientos, en las mitas y en los obrajes y las vejaciones que les hacían los arrendatarios de diezmos, tributos y curas, aconsejó el virrey a la Corona una administración más justa de estos servicios y exacciones; propuso que se les hiciera justicia y se respetasen sus derechos, se mejorara la mita y como medida preventiva propuso que no hubiera milicias de indios en lugares apartados, que se acabara con la lengua indígena y que se les enseñara el castellano y que adoctrinasen a los indios los párrocos, medidas todas ellas que requerían un gran cambio en la administración del virreinato.
Se extinguieron los repartimientos hechos por los corregidores; se prohibieron los enganches o empeños que los dueños de minas hacían con los indios, reteniéndolos en su servicio con el pretexto de que les eran deudores de géneros entregados; se limitó a seis meses el período obligatorio de la mita y se incorporaron las encomiendas que aún quedaban en la isla de Chiloé a los bienes de la Corona.
Para contrarrestar los ataques de las armadas inglesas, el virrey reforzó las fortificaciones de Callao, convirtió el Colegio Real de San Felipe en cuartel, completó regimientos, fortaleciendo su disciplina, para todo lo cual ayudó con sus recursos el Consulado de Comercio de Lima. Siguiendo con sus reformas, suspendió la cátedra de Lengua India y la sustituyó por la Filosofía Moral.
También reorganizó el servicio de correos, estableciendo uno mensual entre Lima y Buenos Aires; ayudó a las autoridades eclesiásticas en sus intentos de evitar las disensiones y la falta de disciplina en el seno de las comunidades religiosas, así como para reconciliar los dos bandos que se disputaban el nombramiento de rector de la Universidad de Lima.
Agustín de Jáuregui cesó el 3 de abril de 1784, entregando el mando a Teodoro de Croix. Murió el día 29 de ese mismo mes.
Obras de ~: Relación de Gobierno, en Real Academia de la Historia, col. Mata Linares, t. LI, sign. 9/1706 (ed. y estud. de R. Contreras, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1982).
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Lima, 659, 660, 661, 662, 663, 664, 665 y 667; Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 4188; Col. Documentos de Indias, 29, N. 14; Consejos, 20346, exp. 2.
J. Baquijano, Elogio del Excelentísimo señor don Agustín de Jáuregui y Aldecoa [Ö], Lima, 1781 (Real Academia de la Historia, sign. 14/7706); V. de Cadenas y Vicent, Caballeros de la Orden de Santiago. Siglo XVIII, t. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Salazar y Castro, Ediciones Hidalguía, 1978, pág. 65; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, Madrid, Alianza Editorial, 1981; M. Artola Gallego (dir.), Enciclopedia de Historia de España, vol. IV, Madrid, Alianza Editorial, 1991.
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