Gandaluce Urbina, José. Agustín María de Aríñez. Aríñez (Álava), 25.VIII.1858 – Auak, islas Carolinas (Estados Federados de Micronesia), 27.II.1899. Capuchino (OFMCap.), misionero y lingüista.
Ingresó en la Orden capuchina y provincia de Castilla, el 3 de diciembre de 1876. Un año más tarde, el 4 de diciembre de 1877, emitía su profesión simple y, tres años más tarde, la confirmaba con su profesión solemne.
Recibió la ordenación sacerdotal el 20 de diciembre de 1884, momento de recuperación religiosa, que se manifestó en la restauración de las provincias capuchinas en España y el fuerte ardor misionero. Al ser confiada la evangelización de las islas Carolinas a los capuchinos españoles en 1886, el padre Aríñez fue escogido para formar parte de la primera expedición, que tuvo como intención la evangelización de los naturales, y poner freno a la amenaza de los misioneros protestantes. Ésta se organizó en el convento de Arenys de Mar y fue de un grupo de doce religiosos, seis sacerdotes y seis hermanos, de los que el padre Agustín fue designado como prefecto. Embarcaron en el puerto de Barcelona el 1 de abril de 1886, llegando a Singapur el 7 de mayo después de innumerables y serios percances; por fin, el día 12 entraron en el puerto de Manila y, al día siguiente, desembarcaron en la ciudad. Hasta el 15 de junio permanecieron en el convento de los franciscanos. En ese momento se dividieron en dos grupos, uno hacia las Carolinas Occidentales, entre los que se encuentra el padre Agustín, y los otros permanecieron en Manila hasta el 27 de junio, momento en el que el obispo les encomendó la atención de dos capillas.
En junio de 1890 se trasladó a Metalanin, a instancias de sus superiores y del gobernador, con la intención de consolidar una nueva fundación, tarea que se vio pronto frustrada, ya que los naturales asesinaron a todos los españoles y tagalos que encontraron, saliendo el padre Aríñez ileso del suceso. Por su habilidad con las lenguas de las islas, desempeñó en diversas ocasiones el papel de traductor e intérprete oficial, al mismo tiempo que acompañaba a las tropas en las diversas expediciones, animándolas y administrando los sacramentos a los heridos. Por parte del Gobierno gozó de un gran aprecio, que se vio posteriormente truncado cuando en su predicación atacaba los desmanes y falta de moral de los españoles. Al mismo tiempo que desempeñaba estos trabajos institucionales, dedicaba todo el tiempo que le quedaba disponible a la elaboración de un diccionario, pensado especialmente para el uso de los misioneros, en el aprendizaje de la lengua, por lo que lo acompañó de una serie de frases hechas. Al año siguiente, en 1893, completó esta obra con un catecismo bilingüe. De esta manera, añadía dos herramientas oportunas para la actividad que desarrollaban en aquellas tierras. En agosto de 1896 los misioneros recibieron una noticia que reconocía los esfuerzos de diez años de duro trabajo, y por Real Orden de 17 de agosto se declaraba a los capuchinos de Filipinas como misioneros de Ultramar.
En 1898, cuando se encontraba en la misión de Ponapé, la situación se hizo insostenible. Algunos misioneros fueron llamados por el gobernador de Filipinas para informar sobre el estado belicoso de las tribus de las Carolinas, pero una vez en Manila se les negó el pasaje para regresar a la misión. El ambiente era de fuerte turbación ante el desmembramiento de aquello que había sido un gran imperio y la vida de los misioneros corría graves peligros. Palabras de elogio tuvo en su memoria Ricardo Becerro, diputado por Vitoria, resaltando su carácter patriótico, en un momento de desmembramiento: “En los diarios de Manila y en los archivos del Ministerio de Ultramar, así como en varias publicaciones, están consignados sus hechos memorables, realizados como guía y consejero de las columnas de españoles, que tuvieron que apaciguar las sangrientas insurrecciones de los indígenas, como en el ataque de Ona, donde admiró a sus compatriotas por su serenidad, resistencia y auxilios.
No manejó el acero, sino que les animó con el ejemplo, con sus consejos y con su bondad... Los capuchinos españoles han sabido hacer en aquellos lejanos territorios, en pro de los kanakas, al instruirlos y educarlos, lo que nunca idearon ni lograron los misioneros norteamericanos, que atienden más al provecho suyo y de su tierra que al bien de los desamparados y humildes indígenas. Misioneros por misioneros, entre el castellano y el yanqui, ha demostrado el P. Aríñez de parte de cuáles está la ventaja, lo mismo difundiendo generosa y desinteresadamente el idioma y la fe de su patria entre los habitantes de aquellos apartados horizontes, que sosteniendo con admirable perseverancia y valeroso esfuerzo su bandera cuando ha sido necesario defenderla”.
Falleció en Auak, en la misión de Ponapé, fruto de una indisposición estomacal, que se vio agravada por la administración de algún veneno por un practicante mestizo a instancias de algunos españoles que querían perder de vista a aquel celoso misionero. Esto ocurría el 27 de febrero de 1899. Merece la pena reseñar su correspondencia con distintas estructuras de su Orden religiosa, en la que proporciona amplios datos de valor etnográfico.
Obras de ~: Diccionario hispano-kanaka o sea modesta colección de las voces mas usuales y conocidas de esta lengua de la ascensión o Ponapé, Tambobong, Asilo de Huérfanos, 1892; Catecismo de doctrina cristiana hispano-kanaka. Seguido de un pequeño devocionario y una colección de cánticos religiosos en lengua castellana, Manila, Colegio Santo Tomás, 1893.
Bibl.: R. Becerro de Bengoa, “El Rdo. P. Agustín de Aríñez”, en De la Ilustración Española y Americana, 22 de noviembre de 1899; Analecta Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum, 15 (1899), pág. 288; Anuario de las misiones de la Provincia de Navarra-Cantabria-Aragón, Pamplona, Imprenta de Nuestra Señora de los Dolores, 1934, págs. 71-72; B. de Arbeiza, Reseña histórica de los Capuchinos de Filipinas (1886- 1952), Pamplona, PP. Capuchinos, 1969; L. de Aspurz, “Aríñez, Agustín de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 93-94; F. X. Hezel, The Catholic Church in Micronesia: Historical essays on the Catholic Church in the Caroline-Marshall Islands, Saipan, Elite printing, 2003 (2.ª ed.).
Miguel Anxo Pena González, OFMCap