Esbarroya, Agustín de. Córdoba, c. 1495 – 10.VIII.1554. Dominico (OP), escritor.
Hijo de Lucián de Esbarroya y Francisca de Silva, matrimonio que tuvo once hijos: Lucián, Agustín, Juan Bautista, Gregorio, Felipe, Pedro, Vicente, María, Andrea, Isabel y Jerónimo. El padre era oriundo de Génova, de la nobleza menor de aquella ciudad, con escudo de armas (“di verde alla sbarra d’oro”, según M. G. Scorza). En Córdoba lo cambiaron por otro más galonado: en el cuartel superior, un castillo con tres torres sobre fondo de grana, y tres estrellas coronando las torres; en el otro, inferior, un toro en campo verde. Los ascendientes habían inmigrado a Córdoba a raíz de la reconquista, y abierto una botica, frente a la entrada principal del convento de San Pablo, de los dominicos. En la iglesia del convento obtuvieron panteón familiar. Y en la ciudad, el título de “familiares” del Santo Oficio.
De los once hijos, el mayor, Lucián, heredó la botica y, casado con Catalina de Aviles, tuvo siete hijos; Agustín, Juan Bautista, Gregorio y Jerónimo ingresaron en el convento de San Pablo; Pedro y Vicente, en la clerecía; Isabel, en el monasterio de Santa María de las Dueñas; Felipe eligió la carrera y profesión de médico, y casó con María de Cárdenas, que le dio nueve hijos; Andrea contrajo matrimonio con Pedro Fernández Bazuelo; y María se quedó célibe; su madre la mejoró en el testamento, otorgado el 24 de abril de 1557, con su ropa y ajuar “y todos los bienes muebles que tengo de las puertas adentro de mi casa” (Archivo de Protocolos de Córdoba).
Agustín profesó en San Pablo de Córdoba, “el convento de los caballeros”, donde hizo la carrera de Filosofía y Teología, pues florecía allí un prestigioso Studium Generale. El 6 de marzo de 1523 juró los estatutos de Santo Tomás de Sevilla, donde completó su carrera y donde vivió el resto de su vida como profesor de Filosofía y de Teología, y como rector de la institución desde 1550 hasta su muerte, ocurrida en Córdoba el 10 de agosto de 1554.
Además de los cargos de profesor y de rector, o en virtud de los mismos, Agustín de Esbarroya tomó parte muy activa en la vida religiosa de la ciudad como predicador y teólogo, especialmente en la “contención” del erasmismo de Egidio y Constantino, según refieren Francisco Pacheco en el Libro de retratos, elogiándolo, y Reginaldo González de Montes (seudónimo de Casiodoro Reina) en Sanctae Inquisitionis Hispanicae Artes (Heidelberg, 1567), vituperándolo.
Como escritor, cultivó, en una primera etapa —la de profesor de Filosofía— los temas de lógica y dialéctica, publicando dos obras: Expositio primi tractatus Summularum (1533) y Dialecticae introductiones trium viarium (1535). En la segunda etapa —la de profesor de Teología, disciplina en la que obtuvo el grado de “maestro”— escribió comentarios a la Summa theologiae, de santo Tomás de Aquino; no los editó, y sólo se conocen algunos fragmentos manuscritos. Su paisano Juan Ginés de Sepúlveda invoca la autoridad de Esbarroya, “teólogo hispalense”, en su Apología pro libro de justi belli causis (Roma, 1550).
En el campo de la literatura espiritual Esbarroya publicó en romance una joya literaria, bajo el epígrafe Purificador de la conciencia, dedicada al gran público (Sevilla, 1550), que tuvo buena acogida, como lo prueban las varias ediciones en Sevilla, Toledo y Alcalá de Henares, y su traducción al italiano (Venecia, 1581). Curiosamente, un discípulo suyo, Alfonso Chacón, empezó a traducir ese librito al latín, pero desistió de la faena al morir el autor. Lo cuenta en la reseña del legado literario del maestro que incluyó en su Biblioteca.
El Purificador de la conciencia es un libro de sobrio estilo y sabrosa enjundia teológica. Diego de Estella trasvasó páginas de él a sus Meditaciones devotísimas del amor de Dios. Sin mentar al grupo de los humanistas erasmistas, en algunas páginas se detecta su noble empeño de oponer un dique de doctrina teológica sólida a la corriente de un humanismo falto de fibra, que cundía en la Sevilla de su tiempo. “Por nuestros pecados ya entre los hombres hay quien tenga por afrentar y por caso de menor valer hablar en Dios. Porque a los que hablan en Él, el vulgo les dice hipócritas, santones, alumbrados y otros malos nombres, y mofa y burla de ellos” (fol. 54r.).
Obras de ~: Expositio primi tractatus Summularum magistri Petri Hispani, Ordinis Praedicatorum, edita a fratre Augustino Sbarroya, Cordubensi, in sacra teología praesentato, eiusdem Ordinis professore, Hispali, B. Perez, 1553; Dialécticae introductiones trium viarum, placita Thomistarum videlicet ac Scotistarum necnon Nnominalium complectentes, Hispali, Juan Cromberger, 1535; Purificador de la conciencia, Sevilla y Toledo, 1550 (Sevilla, 1550; Alcalá de Henares, Luis Gutiérrez, 1554; est. prelim., ed. y notas de Á. Huerga, Madrid, Fundación Universitaria Española [FUE], 1973); Expositio I Partis ‘Summa theologiae’ Angelici Doctoris, s. l., s. f. (Biblioteca Nacional de España, ms. 9409).
Fuentes y bibl.: Biblioteca Capitular y Colombiana (Sevilla), ms. 46/3, Memorias de la casa Sbarroya; Archivo de Protocolos de Córdoba, of. 12, t. 24, fols. 176r.-177r.
A. Chacón, Biblioteca, París, 1731, col. 308; D. I. Góngora, Historia del Colegio Mayor de Santo Tomás de Sevilla, ed. de E. de la Cuadra, Sevilla, Imprenta de E. Rasco, 1890, 2 vols.; A. M. G. Scorza, Le famiglie nobili genovisi, Génova, Ed. Fratelli Frilli, 1924, págs. 73 y 222; Á. Huerga, “Esbarroya, Agustín”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 804-805; “Agustín de Esbarroya y la espiritualidad sevillana en torno al 1550”, est. prelim. y notas en A. de Esbarroya, Purificador de la conciencia, Madrid, FUE, 1973, págs. 29-191; “La obra lógica de Agustín de Esbarroya (c. 1495-1554)”, en Azafea. Estudios de Historia de la Filosofía Hispánica, 1 (1985), págs.
45- 87.
Álvaro Huerga Teruelo, OP