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Acisclo de Moya de Contreras

Biografía

Moya de Contreras, Acisclo de. Pedroche (Córdoba), 1505 – Montserrat (Barcelona), 2.V.1564. Teólogo, inquisidor, obispo de Vic, arzobispo de Valencia, padre del Concilio de Trento.

Sus padres se llamaban Pedro Ruiz de Moya y Antonia Muñoz de Contreras. Fue colegial del Colegio de San Bartolomé de Salamanca, el centro, en aquellos tiempos, de más brillante historia pedagógica de toda Europa, donde cursó cinco años de Derecho. Acisclo de Moya realizó sus estudios en la época de mayor esplendor de la Universidad de Salamanca. Centro y eje de todo ello fue el dominico Francisco de Vitoria, que desde su Cátedra de Teología supo incorporar a la teología escolástica tradicional los valores modernos aportados por el humanismo, adecuándola a las nuevas exigencias de la época y que configuró el actual Derecho Internacional.

De 1542 a 1554 desempeñó en Zaragoza el cargo de inquisidor de Aragón. Un breve pontificio del 26 de septiembre de 1550 dirigido a Acisclo de Moya y Contreras consta que es inquisidor de la Doctrina de la Fe en Zaragoza. Cargo que ostentaba aún en 1554, ya que en “La vida y la crónica de Gonzalo Hernández de Córdova […]. Por Pablo Iovi […] Zaragoza 1554 la dedicatoria está dirigida al muy reverendo y muy magnífico Señor Licenciado Moya de Contreras, Inquisidor en el reino de Aragón” (C. Gutiérrez, 1951).

El 6 de julio de 1554 el papa Julio III lo nombró obispo de Vic. Tomó posesión de dicha diócesis el 23 de septiembre del mismo año.

El Concilio de Trento, inaugurado el 13 de diciembre de 1545, después de realizarse dos etapas, había quedado interrumpido el 28 de abril de 1552 transcurriendo diez años hasta que el papa Pío IV convocaba de nuevo la reapertura del Concilio el 15 de noviembre de 1560 con la bula Ecclesiae regimen. En ella manifestaba su interés por la reforma eclesiástica y la conclusión de dicho Concilio. El rey de España, Felipe II, deseaba que esta nueva etapa fuese una continuación de las dos anteriores. El rey de Francia, Enrique II y el emperador de Alemania, Fernando II, mostraban interés en que fuese el planteamiento de un nuevo Concilio.

Cuando Felipe II se cercioró de que era continuación y conclusión de las etapas anteriores comenzó a prestar una eficiente colaboración. Tuvo sumo empeño en la selección de los obispos que tenían que participar.

Dispuso que el mayor número de obispos españoles se dirigiesen a Trento para participar en las sesiones conciliares.

El primero en ponerse en camino fue Acisclo de Moya y Contreras, obispo de Vic. En viaje aún por tierras catalanas se encontró con Pedro Guerrero, arzobispo de Granada; Antonio Agustín, obispo de Lérida; Juan Quiñones, obispo de Calahorra-La Calzada y Jerónimo de Velasco, obispo de Oviedo, que también se dirigían a participar en el Concilio.

Acisclo de Moya llegó a Trento el 26 de septiembre de 1561. Alegró extraordinariamente a los legados del Concilio, al presentarles las credenciales del monarca español y comunicarles que en fechas próximas llegarían otros obispos españoles. El 18 de enero de 1562, con gran solemnidad se celebró la primera sesión de la tercera y última etapa del Concilio de Trento. Se iban a determinar temas de capital importancia, no tratados en las dos etapas anteriores, como los referentes a la eucaristía, a la santa misa, y al orden sacerdotal, y sobre todo quedaba por resolver el problema vital: el de la auténtica reforma eclesiástica.

Pedro Guerrero, arzobispo de Granada, era portador de los memoriales del maestro san Juan de Ávila.

Fue secundado por un gran número de obispos que demostraron profunda formación y amplios conocimientos teológicos.

A través de las actas conciliares se constatan las intervenciones de Acisclo de Moya y Contreras, ya adhiriéndose a las intervenciones del arzobispo Guerrero, de Martín Pérez de Ayala, obispo de Segovia, y del beato Bartolomé de los Mártires, arzobispo de Braga (Portugal), ya con directas intervenciones suyas en la misma asamblea conciliar en que aportaba con detalles la reforma que la Iglesia necesitaba en aquellos momentos. Mostró en sus actuaciones sus eximias virtudes religiosas y dio excelentes pruebas de sus conocimientos teológicos y dotes pastorales.

En la sesión XXII, del 17 de septiembre de 1562, consta en la relación nominal de los padres conciliares que se encuentra enfermo; igualmente en la solemne ceremonia de la clausura, el 14 de diciembre de 1563, en la suscripción de los decretos por todos los obispos asistentes, en que figuraba como obispo de Vic.

Vacante la diócesis de Valencia por fallecimiento de su arzobispo, Francisco de Navarra, el 14 de marzo de 1563, el embajador del rey de España ante la Santa Sede, Claudio Fernández Quiñones, conde de Luna, propuso para esta sede episcopal a Acisclo de Moya.

A principios de diciembre de dicho año en el Consistorio que se celebró, actuando como secretario de Estado san Carlos Borromeo, fue aceptada la candidatura.

El nombramiento se hizo público el 27 de enero de 1564 y se le concedió, según costumbre, el palio como metropolitano el 8 de marzo inmediato.

Con la salud quebrantada, salió de Trento camino de España. Embarcó en Génova y se dirigió a Barcelona, adonde llegó cuando la ciudad estaba infectada de una epidemia, de la que quedó contagiado. Fue llevado al Monasterio de Nuestra Señora de Montserrat, que por la cercanía a Vic, su antiguo obispado, le era conocido; llegó el 26 de abril. Esta abadía, incorporada a la Observancia benedictina de Valladolid en 1494, vivía una gran observancia religiosa. El abad Benito de Tocco, que le sustituirá, poco después, en la sede episcopal de Vic, lo recibió con gran cariño fraternal.

Agravándose en su enfermedad, falleció allí el 2 de mayo inmediato.

Unos días antes, su sobrino, Pedro de Moya de Contreras, como procurador suyo, había tomado posesión del arzobispado de Valencia, con fecha del 24 de abril.

Pedro de Moya fue inquisidor de Murcia y en 1569 de Nueva España. El 17 de junio de 1573 fue nombrado arzobispo de México; y de 1584 a 1585 ejerció de virrey de Nueva España. De regreso a España en 1589 ostentó la presidencia del Consejo de las Indias.

Figura formando parte del título 8.º de las Constituciones de Valencia, en una constitución sobre la elección de los contadores de coro en que consta que ha sido ordenada por el vicario general del arzobispo Acisclo de Moya.

Sepultado Acisclo de Moya en la capilla de San Benito en el santuario de Nuestra Señora de Montserrat, se le colocó el siguiente epitafio: “Ilustrísimo y Reverendísimo Acisclo de Contreras, arzobispo de Valencia, el cual habiendo sido el primer español que llegó a Trento, como obispo de Vich y el último en volver, murió en este Monasterio, sin haber tomado más que posesión de su arzobispado, el 2 de mayo de 1564”.

Durante el breve tiempo que fue arzobispo de Valencia Acisclo de Moya, se formalizó la creación del obispado de Orihuela, segregándolo de la diócesis de Cartagena y haciéndolo sufragáneo de Valencia. El papa Pío IV firmaba la bula de erección el 14 de julio de 1564, nombrando como primer obispo a Gregorio Gallo de Andrade.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Catedral de Valencia, Recopilación de especies sueltas perdidas pertenecientes a esta Iglesia Metropolitana […] constituciones, ordenaciones, deliberaciones, privilegios, bulas […], t. I, 1765, fols. 54 y 126v.; Hallazgo de especies perdidas, t. II, fol. 35v.; Archivo General de Simancas, Patronato Real, fols. 21 y 164.

G. Escolano, Década Primera de la Historia de Valencia, lib. X, Valencia, Pedro Patricio Mey, 1611 (ed. facs., Valencia, Universidad, Departamento Historia Moderna, 1972, págs. 1770- 1772); Societas Goerresiana (ed.), Concilium Tridentinum Diariorum. Actorum pars quinta et sexta, vol. VIII, Friburgo de Brisgovia, Herder, 1919, y vol. IX, 1923; G. van Gulik y C. Eubel, Hierarchia catolica medii et recentioris aevi, vol. III, Monasterio, Typis Librariae Regensbergianae, 1935, pág. 325; C. Gutiérrez, Españoles en Trento, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1951, págs. 32-37; L. Cristiani, Trento, Historia de la Iglesia, vol. XIX, Valencia, Fliche- Martin, Edicep, 1976; J. Teixidor, Episcopologio de Valencia (1092-1773), intr. y transcr. de A. Esponera Cerdán, Valencia, Facultad de Teología, 1988 (col. Series Valentina, LXL), pág. 106; A. Llin Cháfer, Arzobispos y obispos de Valencia, Valencia, Ediciones Iglesia en Misión, 1997, págs. 103-105.

 

Arturo Llin Cháfer

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