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Emilio Muñoz Jiménez-Millas

Biografía

Muñoz Jiménez-Millas, Emilio. El Corto. Madrid, 7.VI.1904 – Bani-Bu-Yahir (Marruecos), 15.IV.1925. Aviador militar.

Emilio Muñoz Jiménez-Millas fue el mayor de cuatro hermanos, fruto del matrimonio de Rafael Muñoz Riezo y María Jiménez-Millas y Cano. Sus hermanos eran Julio, José y María de las Mercedes.

Con amplios antecedentes militares en ambas ramas de la familia, Emilio ingresó como alumno en la Academia de Infantería apenas cumplidos los dieciséis años. Su tío, Emilio Jiménez Millas, pionero de la Aeronáutica Militar y notable aerostero, había fallecido dos años antes cuando realizaba las prácticas para piloto de aeroplano en un accidente aéreo en Cuatro Vientos, el 15 de julio de 1917. Su hermano José ingresó en la misma Academia dos años después y, siguiendo los pasos de Emilio, logró no menor fama en el Ejército del Aire.

Alcanzado el grado de alférez y prestando servicios en el Regimiento de Sicilia n.º 3, solicitó el curso de pilotos. Por Real Orden 30 de enero de 1923 pasó al Aeródromo de Tablada (Sevilla), para realizar dicho curso, formando parte de la 19.ª Promoción. Constituían ésta veintiséis oficiales de distintas armas que deberían pasar a la nueva Escala del Aire, creada por la reorganización de la Aeronáutica militar de 1922. Según ésta, los oficiales aviadores pasaban a la situación de supernumerarios en las escalas de origen, donde eran ascendidos cuando correspondía. Así, por Decreto Orden n.º 271, el 6 de octubre de 1923, Emilio Muñoz Jiménez-Millas obtuvo el empleo de teniente de Infantería.

Completado el curso de piloto, el 10 de abril de 1924 obtuvo el título de aeroplano de 1.ª categoría (con antigüedad del 7 de febrero) y pasó, destinado de plantilla, al Servicio de Aviación Militar en situación A. Tras realizar el curso de transformación en Cuatro Vientos —el certificado de suficiencia lleva la firma del entonces teniente coronel Kindelán el 1 de abril— consiguió el traslado voluntario a las Fuerzas Aéreas de África.

El teniente piloto Muñoz destacó inmediatamente por su arrojo y profesionalidad. Dada su juventud y, sobre todo, su baja estatura, pronto fue conocido como El Corto (el apodo debió ser muy justificado, pues el teniente de Artillería Senén Ordiales, de su misma promoción, que obtuvo la Cruz Laureada de San Fernando en el mismo teatro de operaciones, no pasaba del metro sesenta). Buscando siempre “las ocasiones de mayor riesgo y fatiga”, que constituían la actuación cotidiana de los aviadores africanos, Emilio Muñoz Jiménez-Millas participó en cuantas acciones se asignaron a su Escuadrilla. Esta era la 2.ª del Grupo 3.º de Melilla, dotada con biplanos Bristol. El avión Bristol F2B disponía de un motor Rolls de 275 HP, que le permitía una velocidad máxima de 200 kilómetros a la hora y un peso al despegue de 1353 kilogramos.

Su hoja de servicios recoge lapidariamente: “Bombardeando en la zona de Melilla el 15 de abril de 1925 resultó muerto de un disparo enemigo el oficial al que se refiere éste expediente”. Habían transcurrido menos de seis años desde su ingreso en el servicio y apenas uno en aviación. No constan sus horas de vuelo totales, pues como se trasluce del laconismo de la inscripción citada, el valor de los aviadores de entonces era tan habitual que apenas se resaltaba. No en vano se concedieron seis Cruces Laureadas de San Fernando por acciones aeronáuticas del período 1924-1925. De ahí que tampoco diga gran cosa el telegrama transmitido por el jefe de las Fuerzas Aéreas al general director del Servicio de Aeronáutica: “Para Cuatro Vientos, de Nador; transmitido el día 15 a las 19:05. En Servicio de bombardeo ha sido muerto de un disparo enemigo el Teniente Piloto D. Emilio Muñoz.

El Teniente Alemany [por Alamán] que iba con él, tomando aparato aterrizó en Axdir [por Azib] con pequeñas averías”. El error en el nombre del observador y en el del campo de emergencia empleado no necesita explicación. Lo de “pequeñas averías” sí merece una puntualización: las “pequeñas averías” eran la consecuencia habitual del intenso fuego enemigo que soportaban en su “vuelo a la española” (como fue conocido por otras aviaciones, especialmente la francesa, la versión profesional del típico “cebolleo” de los pilotos españoles en territorio hostil) los lentos y vulnerables aparatos de la época. Pegados al suelo, Bristols y De Havillands, lucían sus perforaciones como el camino más corto para la Laureada, siempre y cuando lograran regresar a territorio propio. Las normas del juicio contradictorio para su concesión, la denegaban si el aparato caía en manos enemigas.

Cuando el teniente Muñoz se incorporó a las Fuerzas Aéreas de Melilla, Abd-el-Krim acababa de iniciar la llamada sublevación de Yébala de 1924, que puso en grave aprieto a la zona oriental del Protectorado. En diciembre, tras la dolorosa retirada de Xauen, casi todas las posiciones españolas se habían retirado a retaguardia de la llamada línea Primo de Rivera. Otras resistían a duras penas, apoyadas por la aviación, en zonas controladas por cábilas rebeldes sublevadas por el cabecilla Jeriro.

El 13 de abril de 1925, el jefe rebelde lanzó una ofensiva generalizada contra franceses y españoles, empujando a los primeros por la línea del Uarga y hostilizando nuestras posiciones de la línea de seguridad. La de Isen Lasen, en la zona de Melilla, fue el escenario donde El Corto se enfrentaría a la muerte dos días después. La posición estaba situada en el poblado de Beni-Bu-Yahi, cábila Beni Tuzin, sometida a un fuerte asedio. La presión se mantuvo, pese a la acción de nuestros aviones, hasta el desembarco de Alhucemas. El poblado fue bombardeado antes y después de la acción del teniente Muñoz: el día 19 fue derribado el Bristol del teniente Moneo, protegido por sus “puntos”, los tenientes Ordiales y Gomá; el 7 de julio, el averiado fue el mismo teniente Alamán, a cuyo rescate acudió el jefe del grupo, Fernández Mulero, que intentó sacarle, junto a su piloto, montados en los planos, sin conseguirlo.

La misión del día 15, que resultó fatídica, era de rutina: bombardeo y ametrallamiento a la concentración enemiga en la posición citada. Integrados en la 2.ª escuadrilla del Grupo 3.º, el teniente Muñoz y su observador, el también teniente Alamán, alcanzaron el objetivo y pegaron su Bristol al suelo, disparando en vuelo rasante, como era habitual. Dada la orografía y la velocidad de aquellos endebles aparatos, la búsqueda de mayor precisión de tiro llevaba consigo descender por debajo de las alturas ocupadas por el enemigo. Desde ellas, se hacía intensísimo fuego de fusilería (raras veces con ametralladora) contra los llamados “pájaros tontones” que, más que volar, revoloteaban entre las colinas donde se atrincheraban los rifeños. Las averías y consiguientes derribos eran por ello muy frecuentes, con numerosos y eficaces impactos de arriba a abajo. Uno de esos disparos alcanzó al teniente Muñoz “que muere en el acto”, según la escueta narración de Gomá. Al parecer, siguió la pasada de bombardeo con el corazón atravesado, llenando de sangre el traje de vuelo del observador. Percatado éste de la gravedad de la herida, tomó los mandos del avión y logró tomar tierra en el campo de socorro de Azib de Midar. Al aterrizar, Emilio Muñoz era ya cadáver. No había cumplido los veintidós de edad. Por esta acción le fue concedida la Medalla Militar individual. En el mismo lugar, cuatro días más tarde, la obtendría el teniente Ordiales, con los sargentos Cartagena y Gutiérrez. Ordiales obtuvo, además, la Cruz Laureada de San Fernando el 20 de octubre, en la ocupación de Axdir.

Ya se ha anotado que las actuaciones ordinarias de la aviación siempre eran extraordinarias, por el riesgo y valor que las caracterizaba; de ahí que resultaban normales las altas recompensas. Se premiaban las actuaciones heroicas, pero éstas eran tan habituales que si no requerían juicio contradictorio (como la Laureada), a veces resulta muy difícil documentar detalladamente los hechos, con el paso del tiempo. Constan, por supuesto, en las hojas de servicios, y así lo recogen, escuetamente, los expedientes. En el del teniente Muñoz figura simplemente la fecha de concesión de la Medalla Militar “por su actuación el día que lo mataron” (Decreto Orden n.º 108, Real Orden de 13 de junio) y poco más: Concesión de la Cruz del Mérito Militar de 1.ª Clase con distintivo rojo “por el 9º periodo de operaciones” (Decreto Orden n.º 284, Real Orden de 18 de diciembre) y el empleo de capitán “por méritos de guerra” (Decreto Orden n.º 177, Real Orden de 10 de agosto de 1926).

Quince años más tarde, por Decreto Orden del Ministerio del Ejército, el 18 de julio de 1941 se concedió una pensión a favor de su madre, ya viuda, María Jiménez-Millas. Su otro hijo piloto —el comandante José Muñoz, El Corto—, que había heredado el apodo y el valor de su hermano Emilio, fue derribado y muerto en Rusia al no desplegarse del todo su paracaídas, cuatro meses después. Sucedió en el marco de la Escuadrilla Azul, el 27 de noviembre de 1941.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General e Histórico del Aire (Villaviciosa de Odón, Madrid), Exp. personal.

VV. AA., Enciclopedia de Aviación y Astronáutica, vol. V, Barcelona, Garriga, 1972, págs. 1140-1141; E. Herrera Alonso, Cien aviadores de España, Madrid, Ministerio de Defensa, 2001, págs. 209-210.

 

José Ramón Marteles López

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