Salucio y Adorno, Agustín. Jerez de la Frontera (Cádiz), 1523 – Córdoba, 29.IX.1601. Dominico (OP), predicador de Felipe II, escritor.
Hijo de Jerónimo Salucio y de Isabel Adorno, de familias oriundas de Liguria (Italia), cambistas con hacienda en Chipiona. Agustín profesó en el Convento de Santo Domingo de Jerez el 20 de marzo de 1541, y fue enviado a Palma del Río (Córdoba) a cursar Filosofía. En la ciudad de Córdoba conoció, trató y admiró a san Juan de Ávila y a fray Luis de Granada, que influyeron en su vocación de ‘predicador’. En Avisos para los predicadores del evangelio los menciona como auténticos “oficiales” del púlpito y recuerda un sermón que oyó a fray Luis de Granada en San Pablo de Córdoba el 23 de junio de 1544.
En 1548 obtuvo una plaza de colegial en San Gregorio de Valladolid, cuyos estatutos juró el 23 de septiembre de aquel año, y allí permaneció durante ocho, hasta que en 1556 regresó a su Convento de Jerez, en calidad de profesor. En 1570 ascendió al Colegio- Universidad de Santo Tomás de Sevilla, a la Cátedra de Teología, y en 1574 a la silla rectoral.
Pero la vocación querida y servida de fray Agustín Salucio, maestro en Sagrada Teología, fue la de predicador. En un grueso infolio de sermones, escrito de su puño y letra, anotó lugares donde predicó esas piezas: Jerez de la Frontera, Sevilla, Marchena, Córdoba, Granada, etc. Famosos fueron sus sermones no sólo en Andalucía, sino también en Castilla, pues llegaron a noticia de santa Teresa de Jesús, que el 4 de junio de 1574 escribía a sor María de San José, priora del Carmelo de Sevilla, pidiéndole “un año entero de sermones del padre Salucio, los mejor que pueda”. En 1570 estuvo Felipe II en Córdoba, y el Domingo de Ramos asistió a un sermón de Salucio. Se conserva ese sermón, con una nota autógrafa del autor: “et placuit” (“y agradó”), seguida de otra: “el año siguiente lo prediqué en Regina, en Sevilla, y fue cosa para mi extraña lo que desplugo. Oíanlo algunos que se dieron por señalados, pero sin duda mi intención siempre ha sido parcere personis, dicere de vitiis”. En Córdoba predicó también, en las honras fúnebres de Felipe II, uno de los más sentidos y hermosos sermones de los muchos que en 1598 se dedicaron al Rey Prudente difunto.
Como buen “oficial” de púlpito, Agustín Salucio reflexionó y rumió querenciosamente su profesión, y escribió un precioso librito, de modesto epígrafe y finísimo estilo y magistral contenido: Avisos para los predicadores del santo evangelio, del que se conservan dos manuscritos y hay ya una edición moderna (1959).
Agustín Salucio, “predicador de reyes y rey de predicadores”, como le llamaron en su tiempo, terció en cuestiones sociales candentes y cultivó otras hazañas literarias más tranquilas. En el hormigueo de aquella sociedad “conflictiva” escribió un largo y punzante Discurso “acerca de la justicia y buen gobierno de España en los Estatutos de limpieza de sangre y si conviene, o no, alguna limitación en ellos”. Alineándose en la tradición y en los escritos de Juan de Torquemada y de Domingo de Valtanás, Salucio se pronunció por la “limitación” del ominoso “estatuto”, vigente en varias esferas de la alta sociedad española —catedrales, órdenes religiosas, oficios públicos—; y como es de suponer, el Discurso corrió de mano en mano manuscrito (se conservan numerosas copias), levantando polvareda polémica, y al cabo publicándose una educación clandestina, sin permiso del autor (1600), que fue mandada recoger por orden real. Incluso se prohibió, bajo amenaza de severas penas, hacer y retener copias manuscritas. Seis por lo menos se conservan en la Biblioteca Nacional de Madrid. A. Valladares lo incluyó en el tomo XV de su Seminario erudito (1778).
Aparte de los escritos reseñados, Salucio es autor de incisivas monografías, entre las que sobresalen su Tratado del origen de los villanos, a quienes llaman cristianos viejos en Castilla, publicado en 1951 por F. López Estrada; y el curioso Tractatus de ponderibus et mensuris Sacrae Scripturae; el título del manuscrito está en latín, pero el texto discurre en terso romance. Y aunque algunos estudiosos salucianos lo dan por perdido, se conserva, pulcro y aleccionador, en la biblioteca provincial (ahora pública) de Córdoba. En él se leen sabios consejos a los predicadores noveles: “No sé yo cómo tiene por afrenta y se corre de su flojedad de su flojedad y negligencia uno que desea ser estimado por predicador, y no sabe qué es el valor de un siclo, de un talento o de una mina, y lo que montan en nuestra moneda”.
Obras de ~: Sermones que predicó en la ciudad de Xerez de la Frontera, año de 1573 (en Biblioteca de El Escorial, sign. L.III.28); “Sermón que predicó el P. F. Agustín Salucio en las honras que se hicieron por el muy Católico Rey D. Felipe, nuestro señor [...] en la ciudad de Córdoba en la iglesia mayor della entre los dos coros”, en J. Íñiguez de Lequerica, Sermones funerales [...], Madrid, 1599, fols. 200v.-213v.; Discurso acerca de la justicia y buen gobierno de España en los ‘Estatutos de limpieza de sangre’, y si conviene, o no, alguna limitación en ellos, Madrid, 1600 [en A. Valladares, Seminario erudito, t. XV (1788), págs. 128-214]; Sermones ‘de tempore’ para todo el año, s. l., s. f. (en Biblioteca del Patriarca, Valencia, sign. 1078); Avisos para los predicadores del santo evangelio, s. f. (est. prelim. y ed. de Á. Huerga, Barcelona, [Clarasó]-Juan Flors, 1959, col. Espirituales Españoles, serie A, t. II); Del origen de los villanos, s. f. (ed. de F. López Estrada en Al-Andalus, 16 [1951], págs. 331- 361); Tractatus de ponderibus et mensuris Sacrae Scripturae, s. f. (en Biblioteca Provincial de Córdoba, ms. 69, fols. 1-20).
Bibl.: G. Argote de Molina, Nobleza de Andalucía, Sevilla, 1588, pág. 246; G. Arriaga, Historia de San Gregorio de Valladolid, ed. de M. Hoyos, t. II, Valladolid, Tipografía Cuesta, 1930, págs. 145-160; H. Sancho, “Saluciana. Notas y documentos para la biografía del gran predicador andaluz”, en Archivo Hispalense, 42 (1965), págs. 119-123; I. Revah, “La controverse sur les Status de sang. Un document inedit: Relación y consulta del cardenal Guevara sobre el negocio de fr. A. Salucio (13 agosto 1600)”, en Bulletin Hispanique, 73 (1971), págs. 263-306; Á. Huerga, “Salucio, Agustín”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 2156.
Álvaro Huerga Teruelo, OP