Antolínez, Nuño. Agustín. Valladolid, 6.XII.1554 – Villagarcía (La Coruña), 19.VI.1626. Agustino (OSA), catedrático de Salamanca, teólogo, escriturario, obispo de Ciudad Rodrigo y arzobispo de Santiago de Compostela.
Nació en el seno de una familia noble. Sus padres, Galaaz Antolínez de Burgos y Catalina Alfonso de Saavedra, residentes en Valladolid, en la calle de Olleros, hoy Duque de la Victoria, lo bautizaron en la parroquia de San Miguel con el nombre de Nuño, a los diez días de su nacimiento. Siete de sus doce hermanos fueron religiosos o clérigos. En 1570 realizó el noviciado en el convento de San Agustín de su ciudad natal. Al año siguiente emitió su profesión religiosa, tomando el nombre de Agustín, ante el prior, Gabriel Pinelo. Después de sus estudios de Lógica, Filosofía natural y Metafísica, probablemente en Valladolid (1571-1576), inició sus estudios de Teología en la prestigiosa Universidad de Salamanca (1576-1578), donde fue ordenado sacerdote por el obispo de la ciudad, Francisco de Soto Salazar. Interrumpió sus estudios para desempeñar el oficio de lector de Artes en el convento San Agustín de la villa riojana de Haro.
Regresó de nuevo a Salamanca y continuó sus estudios de Teología con vistas a conseguir el grado de bachiller (1585), de licenciado y de maestro en Teología (1586); su padrino en este último grado fue el insigne agustino, humanista y poeta, fray Luis de León.
Con los títulos conseguidos, la experiencia docente en Haro y quizás sustituyendo en la cátedra a alguno de sus hermanos en Salamanca, Antolínez inició su labor universitaria en la que sobresalió como defensor de la misma universidad frente al maestrescuela, los poderes civiles, la Inquisición, la picaresca de los alumnos e hizo solemne juramento de mantenerse fiel al Estatuto. Fue, igualmente, defensor de los alumnos, de sus profesores, entre ellos el doctor Antonio Pichardo y abogado de los religiosos (como los descalzos de la Orden de San Francisco de la provincia de San José de Salamanca, las monjas de Madrigal o los jesuitas de Salamanca). Destacó por su veneración a los santos. Fue comisionado para redactar las cartas de canonización de santo Tomás de Villanueva y celebró con solemnidad las fiestas con motivo de la beatificación de Santa Teresa de Ávila. En su compromiso con los pobres y desvalidos no se quedó atrás. Es tenido por gran limosnero. Y por sus cualidades humanitarias fue comisionado por la universidad como visitador del hospital del estudio; y, junto al maestro Arroyo, ejerció de comisario en lo referente a los niños expósitos de la ciudad e iglesia salmantina. Fue Antolínez, también, el alma promotora y redactor del Estatuto y Juramento que la universidad hiciera en 1618 de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, amén de ser encomendado para adornar la capilla del culto.
Como catedrático de la universidad opositó a varias de sus cátedras. En 1591 perdió la de Durando frente al dominico Alonso de Luna. Venció a Pedro Ledesma en 1594 en la cátedra de Santo Tomás, defendiendo una “teología concejil” o pluralismo teológico que se diría hoy, y se manifestó partidario de la doctrina de Molina. En 1596, después de estar agotado por una enfermedad que le tuvo cuatro meses en cama, ganó la oposición a la cátedra de Durando frente a su opositor Pedro de Herrera. Mientras desempeñó el cargo de provincial en la provincia agustiniana de Castilla fue sustituido por Manuel Sarmiento, Francisco Cornejo, Alfonso Vargas, Juan de San Agustín, y los licenciados Solano y Cepeda. En 1600 compitió por la cátedra de Biblia, pero quizás por razones de salud, y porque ocupaba el cargo de prior provincial, debió de renunciar a dicha cátedra, venciendo años más tarde, en 1604, al dominico Pedro de Herrera.
Agustín Antolínez perteneció a la escuela agustiniana, en la que destacan hombres como Martín de Córdoba, Juan López, Juan de Guevara, fray Luis de León, Pedro de Uceda, Pedro de Aragón y Mendoza. En 1609 se impuso a Pedro Cornejo en una reñida oposición a la prestigiosa cátedra de Prima de Teología. En ella permaneció hasta 1622, fecha de su jubilación y en la que fue promovido al episcopado en la diócesis de Ciudad Rodrigo.
En tres ocasiones ocupó Antolínez el puesto de provincial 1598-1601, 1602-1604 y 1607, tiempo en el que atajó abusos, promovió la reforma y recolección.
Deseó que los candidatos a recibir órdenes o los priores estuvieran cualificados. Se interesó por todo lo que fueran publicaciones (sobre todo las Confesiones de Alonso de Orozco, mandadas publicar a Juan de Critana). Fundó cátedras de Filosofía y Teología, abiertas a laicos, en varios conventos: La Coruña, Ponferrada, Mansilla, Cervera del Pisuerga, Burgos, Soria y Madrigal de las Altas Torres. Impulsó la recolección de las agustinas, apoyado por Mariana de San José y María de Jesús en los conventos de Eibar, Medina del Campo, Valladolid y Palencia. Confió en los jóvenes como alternativa para la renovación de la provincia. Promovió la causa de beatificación de san Juan de Sahagún. Todas estas iniciativas y triunfos levantaron no pocas envidias y recelos. Por ello, supo a qué sabe el sabor de la cárcel doméstica.
En 1623 fue presentado Antolínez como pastor para la diócesis de Ciudad Rodrigo, vacante por haber sido promovido Jerónimo Ruiz de Camargo a la de Coria. Como obispo de Ciudad Rodrigo, Antolínez aparece como hombre virtuoso, prudente, hábil, capaz de enseñar y gobernar, muy virtuoso, ejemplar religioso, limosnero y promotor de la cultura, como demostró al mandar traducir el libro Suspiros de san Agustín, encontrado por Luis de los Ángeles en 1618 en la Biblioteca Vaticana, al obispo de Sigüenza, Sancho de Ávila. No realizó la visita a la diócesis. Casi no tuvo tiempo, pues, el 4 de abril de 1624, fue presentado por Felipe IV para arzobispo de Santiago, sede vacante por traslado de Ludovico Fernández a la diócesis de Sevilla. En esta sede sí hizo visita pastoral a la diócesis, acompañado por los jesuitas, a pesar de su avanzada edad. En ella dejó huella de trabajador incansable, asceta y orante, pobre y limosnero, defensor de la costa gallega, pastor y catequista.
Entre sus escritos, además de los temas típicos de sus clases en Salamanca: libro de Job, la visión beatífica, la predestinación, la encarnación del Verbo, tratado sobre Dios, comentario a los Salmos (perdido), etc., destacan otras obras, como el ensayo a modo de introducción general a la Sagrada Escritura titulado Disertatio de sensibus Sacrae Spcripturae, y el tratado Amores de Dios y del alma, que es un intento de unir la espiritualidad carmelita y agustiniana, con un estilo ameno y familiar. Antolínez cultivó con admiración y celo la hagiografía agustiniana, ofreciéndonos dos biografías, la de santa Clara de Montefalco y la de san Juan de Sahagún, que son dos joyas literarias. Parece ser que escribió alguna vida más (santa Rita, san Cruz, Cristina de Aguilar, santo Tomás de Villanueva, san Nicolás de Tolentino), según sus biógrafos. Teología, mística, exégesis y hagiografía agustiniana fueron, en efecto, sus pasiones literarias.
Obras de ~: De incanatione, in III, q. 9, 1586 (inéd.); Sequitur Expositio Bullae Sixto quinti. A nativitate dni. Anno 1588 discuetienda a Fr. M. Antolínez, s. l., 1588 (inéd.); Quaestio 6.ª de voluntario et involuntario, s. l., 1594-1595 (inéd.); De Praedestinatione, in I, q. 23, aa.1-5, s. l., 1595-1596 (inéd.); De visione beatifica, s. l., 1599 (inéd.); De visione beatifica, s. l., 1599 (inéd.); De praedestinatione in I, q. 23, s. l., 1602; Tratatum de Praedestinatione et de Reprobatione, s. l., 1602 (inéd.); Plática de oposiciones a la cátedra de Biblia de la Universidad de Salamanca, [Salamanca], 1604 (inéd.); Vida de San Juan de Sahún de la Orden de San Agustín N. P., Salamanca, Imprenta Artus Taberniel, 1605; Expositio super lib. Iob, s. l., 1609 (inéd.); Plática de oposiciones a la cátedra de Prima de la Universidad de Salamanca, [Salamanca], 1609 (inéd.); Historia de Santa Clara de Montefalco de la Orden de S. Agustín N. P., Salamanca, Imprenta Suaña Muñoz Viuda, 1613; Regla de N. P. San Agustín y Constituciones Prudentísimas del M. R. P. Provincial Fr. Agustín Antolínez, catedrático de Prima de Teología, Madrid, 1616 (Valladolid, 1626; Madrid, 1648; Lima, 1672; Madrid, 1683; Puebla, 1691; Puebla, 1725; Puebla, 1753; Madrid, 1850); De Praedestinatione in I, q. 23, s. l., 1614; De Praedestinatione in I, q. 23, s. l., 1620 (inéd.); Amores de Dios y del alma, c. 1636, Biblioteca Nacional de España, mss. 13505; Tratado inédito sobre los sentidos de la Sagrada Escritura, s. l., s. f. [en G. Díaz, en La Ciudad de Dios, 177 (1964), págs. 469-534].
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Isaac González Marcos, OSA.