Bautista Cachaza, Julián. Madrid, 21.IV.1901 – Buenos Aires (Argentina), 8.VI.1961. Compositor, profesor y director.
Formado en el Conservatorio de Madrid, cursó estudios de piano con Pilar Fernández Mora y armonía con Benito García de la Parra. Posteriormente fue discípulo de Conrado del Campo, lo que le impulsó a dedicarse a la composición y a integrarse en el Grupo de los Ocho de Madrid (célula madrileña de la Generación del 27). La obra musical de Bautista se enmarca en la renovación cultural y musical que estaba experimentando Madrid en torno a 1915, basada en el intento de adoptar los métodos de las vanguardias europeas: la actividades promovidas por la Sociedad Nacional de Música, la Orquesta Filarmónica dirigida por Pérez Casas y la crítica de Adolfo Salazar en El Sol fueron los baluartes de dicha renovación. Junto a Salvador Bacarisse trabajó en la emisora Unión Radio, fue profesor de Armonía del Conservatorio de Madrid y secretario del mismo durante la guerra civil, así como miembro del Consejo Central de la Música y de la sección española de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea (SIMC).
Una vez finalizada la guerra civil española, se exilió primero en Bruselas y después en Argentina, donde coincidió con Manuel de Falla, Jaume Pahissa y otros compositores españoles. En Argentina participó activamente en la vida musical de la nación: así, por ejemplo, en 1943 intervino en el teatro Colón, dirigiendo la suite de su ballet Juerga y se dedicó a la enseñanza, a la composición de música para cine y, ocasionalmente, a la dirección orquestal. En una carta nos ofrece sus impresiones de su nuevo país de adopción: “Pero tengo que reconocer que si alguna prueba necesitaba de la simpatía que aquí se me tiene, ésta ha sido la piedra de toque (se refiere a uno de los premios recibidos). Ya antes se me había demostrado al nombrarme profesor de Composición en el Conservatorio Nacional, a pesar de no tener carta de ciudadanía, sin que por ello se haya levantado el más mínimo aire de protesta, sino al contrario, con el beneplácito de todos en general”.
Durante algún tiempo ejerció como profesor de Composición en el Conservatorio de San Juan de Puerto Rico.
Su vida como compositor está plagada de reconocimientos: Premio Nacional de Música en España en 1923 y 1926 con dos cuartetos; primer premio de Unión Radio en 1932, por su Obertura para una ópera grotesca; primer premio en 1958 del Concurso Internacional Ricordi Americana para celebrar su 150 aniversario con la Sinfonía Ricordiana, y premio de la Asociación de Conciertos de Cámara en el Festival Interamericano por su Tercer cuarteto de cuerdas. Según Emilio Casares “componía con lentitud y minuciosidad, con un sistema de trabajo severo y disciplinado; su obra es muy corta, tratando de evitar el componer mecánicamente, como fruto exclusivo de la capacidad técnica, y siempre con una postura crítica; de hecho destruye varias de sus primeras obras”. Por su parte, su amigo Juan José Castro afirmó lo siguiente: “Su obra, fruto de un pensamiento rico y prieto, es parca en los medios, jugosa en las ideas. Discreto, sobrio en su persona, así quiere que sea su arte. Nada extraño, pues, que su producción se demore, sometida como es a minuciosas revisiones antes de que el artista decida liberarla para que eche a volar. Tan porfiada disciplina, al tiempo que limpia su discurso del menor atisbo declamatorio, de todo elemento superfluo, impone su ritmo a la producción del músico cuyo mensaje, menos numeroso de este modo, se enriquece antes de empobrecerse”. En otro momento sigue diciendo Castro: “Una fuerte, una tierna amistad me unió a Julián Bautista. Admiré en él su vocación de músico y su vocación de hombre libre. Su vida fue una gran lección en ambos sentidos: la integridad artística —que no podía desfallecer— tenía en el hombre su perfecto equivalente. Este ser delicado, modesto, que abunda en simpatía, silenciaba actos de valentía inequívoca que lo desbordaron cuando se trató de defender causas impostergables para la salud de su patria. Así era su modestia”.
Bautista había compuesto algunos ensayos previos a su catálogo que hizo desaparecer: Sonata para violín y piano, Cuarteto de cuerdas, Canciones sobre poesías de Bécquer e Impresiones sinfónicas, obras todas ellas que le permitieron presentar su primera obra, Interior, una ópera sobre texto de M. Maeterlinck, en la que seguía la costumbre entonces imperante en Europa de poner música a dramas en un solo acto; el autor había descubierto Pelléas et Mélisande, lo que explicaría la influencia estética de Debussy. En opinión de Casares, “la escritura armónica, orquestal y vocal significa, además, una postura de liberación del compositor del pensamiento de su maestro Conrado del Campo, adalid de las tendencias germánicas opuesto a cuanto representaba Francia; significa, además, la aceptación de lo que fue la corriente determinante de Bautista antes de desembocar en el neoclasicismo”.
La siguiente obra, La Flute de jade (1921), colección de tres canciones para soprano y piano, sobre textos chinos traducidos al francés por Franz Toussaint, permite la reafirmación en la apuesta impresionista del compositor. Colores (1921-1922) vendría a profundizar la identificación que con la música francesa sentía Bautista.
En plena etapa impresionista, Bautista compone dos obras de otro carácter, con claras alusiones nacionales: se trata de Dos canciones, sobre textos de Martínez Sierra, para soprano, y un ballet, Juerga, que conjuntamente con el posterior Preludio y danza para guitarra, de 1928, constituyen un intermedio nacionalista en su trayectoria artística. Para Casares, “ello no implica el abandono de la estética impresionista sino simplemente acomodar esta estética a realidades nacionales que era el aspecto defendido por Falla y que por otra parte se basaba en un hecho natural: la proximidad entre impresionismo y folclore español, tal como habían demostrado Falla, Ravel y Debussy”.
Juerga es el primer ballet de Bautista: el ballet gozó de cierta predilección por parte de la Generación del 27 debido a varias razones. Una de ellas fue el intento de imitar lo que prevalecía en la escena europea, dada la gran repercusión social y cultural de los ballets rusos y del propio Stravinski, el cual se estaba convirtiendo en la principal fuente de inspiración para los músicos españoles, en sustitución de Debussy. Otra razón fue la coincidencia con la actividad de genios de la danza española, como La Argentina y La Argentinita.
La tercera razón fue el gusto de los años veinte por el cultivo del cuerpo y de la danza. La última razón fue que el ballet se consideró como vía alternativa a la fracasada ópera española. Juerga está compuesta de los siguientes números: Preludio, Vals, Pasacalle y entrada de los juerguistas, Danza del pollo enamorado, Danza grotesca, Danzón de la flamenca (tango), Danza del torero de rumbo (zapateado), Danza general y Nocturno.
En la década de 1920, la estética impresionista entró en decadencia. A partir de entonces se puede hablar del período neoclásico de Bautista. El neoclasicismo a nivel europeo fue defendido por Stravinski y el último Falla. En 1922 compuso Bautista su Primer cuarteto, para instrumentos de arco, Premio Nacional de 1923: con esta obra y con la Sonatina trío (1924- 1925), para violín, viola y violonchelo, respondía de inmediato a las nuevas tendencias con un consciente desprendimiento de toda la estética impresionista.
Al respecto, Rodolfo Halffter señaló lo siguiente: “El hecho de escribir un trío ya revela el propósito de simplificación”. Por su parte, Adolfo Salazar escribió en 1930: “Las obras de Bautista, en efecto, unen a su refinada escritura una gran belleza de sonido y son de gran atracción para el auditor. Bautista, a pesar de su juventud, cuenta con una producción dilatada y varias obras suyas han sido objeto de recompensas en los concursos oficiales de Bellas Artes. El cuarteto francés tocó el segundo de los escritos por él en La menor, obra de fuerte carácter moderno y de gran vigor rítmico”. Preludio para un tibor japonés (1927), para orquesta y Preludio y danza para guitarra (1928), son las dos obras siguientes. La primera revela el gusto por la moda oriental, refinada y sutil, como las estampas japonesas. Preludio y danza representa el retorno a un idioma nacional, partiendo del profundo conocimiento de la guitarra, basado en el flamenco.
La personalidad de Bautista alcanzaba mayor influencia en el panorama musical español de los años treinta. Así, por ejemplo, la interpretación de la Suite all’antica (1932), a cargo de la Orquesta Filarmónica en el teatro Español de Madrid, el concierto que incluía el Preludio para un tibor japonés, la interpretación de Juerga por la Orquesta Sinfónica en abril de 1932 o un concierto íntegro dedicado a sus obras, organizado por la emisora Unión Radio, supusieron el lanzamiento definitivo de este músico. Sin duda, las palabras de Salazar en El Sol (1932), con motivo del estreno de su Obertura para una ópera grotesca, son reveladoras: “No es dudoso que la obra de Bautista fuese acreedora al premio otorgado, porque, fuera de los maestros actuales, en Europa no se escribe por todo su ámbito mejor música que la que Bautista ofrece en aquélla. Excelente trozo de música en donde la seriedad de la idea es correlativa de la seriedad de la técnica. Creo que esta obertura es lo mejor que ha salido de manos de este joven compositor madrileño y su procedencia parece venir de las últimas obras de Stravinski no estravinskianas, sino ambicionadoras de una música abstracta, como en los primeros tiempos clásicos. La forma de la primera obertura de Juan Christian Bach es muy propicia para las necesidades que actualmente sienten los compositores de una música apretada, ceñida, sin el expresivismo de la sonata, ni de las formas libres postbeethovianas. La obertura de Bautista se ciñe a ese criterio y consiste en dos breves movimientos sinfónicos, seguidos de uno mucho más amplio y desarrollado.
Es una forma que sin rigor, conviene a la abstracción de las ideas, al paso que revela una libertad digna de aplauso frente a la estricta supeditación a los modelos dieciochescos, seguidos al pie de la letra por otros compositores modernos”.
Tres obras quedaban aún del período español antes del exilio: la Sonata concertata a quattro (1933-1934), para violín, viola, violonchelo y piano; el Estrambote (1934), pequeña obra para gran orquesta en homenaje a Arbós, con motivo de su setenta aniversario, “homenaje en prueba de admiración y de afecto”, y la obra Tres ciudades, sobre poesías de Lorca, para canto y piano u orquesta.
Durante la Guerra civil participó activamente defendiendo la República y fue miembro del Consejo Central de la Música en 1937. Una vez finalizada la contienda se inicia el período argentino. Antes de viajar al país sudamericano, en Bruselas compuso la Seconda sonata concertata a quattro, d’après Giovanni Battista Pergolese, op. 15 (1938), para violín, viola, violonchelo y piano, que envió al Quatuor Belge a Clavier de Bruselas, patrocinado por la reina Isabel de Bélgica, y obtuvo el primer premio otorgado por un jurado formado por Honegger, Tansmann, Casella e Ibert, y en competencia con ciento veinte compositores europeos. La obra fue realizada a partir de un tema de Pergolesi que, asimismo, había inspirado la primera obra neoclásica de Stravinski, Pulcinella. Como destaca el compositor Ramón Barce, “la Sonata resulta apretadamente trabada” y es, sin duda, una de las mejores obras de cámara de Bautista y de su generación. Todas estas obras, junto con otras dos perdidas, el Concierto para piano y orquesta y Don Perlimplín, constituían el bagaje con que Bautista llegaba a Argentina. Escribió música para más de treinta películas, convirtiéndose en un destacado compositor de cine. El período argentino no significó un cambio en las concepciones compositivas de Bautista, que permaneció unido a sus sistemas anteriores.
La obra inicial en Argentina tiene cierto sabor nostálgico: Fantasía española, para clarinete y orquesta (1945-1946) y los Cuatro poemas galegos, para contralto, flauta, oboe, clarinete, viola, violonchelo y arpa (1946), representan un recuerdo del Falla del Retablo y de Psyché, mientras el Romance del rey Rodrigo (1956), para coro a capella, hace referencia al Renacimiento español.
Después de Cuatro poemas galegos se produce un largo paréntesis de creación hasta 1956, año en que presenta la Sinfonía breve. En una carta a Fernando Remacha señala la importancia de esta sinfonía: “Durante el festival de Caracas celebrado últimamente y al que asistí invitado como te dije, tuve la ocasión de escuchar mucha música latinoamericana y puedo asegurarte, modestia aparte, que mi última obra Sinfonía breve, que se incluyó en los programas del festival, fue de lo mejor. Así fue reconocido por la gente entendida, entre ellos el crítico del The New York Times, que estuvo invitado. Esta prueba de Caracas, además de haberme permitido conocer este país y mucha gente de entre la fauna de compositores de América, ha servido en parte evidentemente, para consolidar mi pequeño prestigio y tal vez tenga repercusiones importantes en un futuro inmediato.
Por lo pronto la casa Ricordi me ha pedido nuevas obras”. En 1956 compuso asimismo una pequeña obra, Romance del rey Rodrigo, para coro mixto, escrita sobre un texto del romancero español, que fue estrenada en Buenos Aires en el teatro Cómico. El interés de la casa Ricordi por Bautista se manifestó en su obra de más envergadura, la Segunda sinfonía, “Ricordiana”, terminada el 30 de diciembre de 1957 y premiada por esta editorial en el Concurso Internacional que conmemoró el 150 aniversario de su fundación. El estreno fue llevado a cabo por la Orquesta Sinfónica Nacional argentina, bajo la dirección de Juan José Castro. Su última obra fue el Cuarteto n.º 3 para instrumentos de cuerda, terminado el 12 de agosto de 1958, con el que obtuvo el premio del Concurso Interamericano organizado por la Asociación de Conciertos de Cámara de Buenos Aires; para Emilio Casares, esta obra “recuerda el ambiente de su segunda sinfonía, una obra expresionista sin duda, con cierto amargor que se inicia desde el primer compás y a lo largo de esa especie de introducción que es el Moderato, pero que continúa en el segundo movimiento, movimiento vivaz e incisivo; el lento es una de las partes de mayor belleza de la obra, de gran lirismo; la partitura se cierra con un movimiento de gran expresión rítmica y de armonía árida, elemento siempre integrado en los gustos de lo que había sido la Generación de la República”.
Obras de ~: Música escénica: Interior, 1920; Juerga, 1921; Don Perlimplín. Orquesta: Preludio para un tibor japonés, op. 9, 1927; Obertura para una ópera grotesca, 1932; Suite all’antica, op. 11, 1932; Estrambote (sobre un tema de Arbós) 1934; Sinfonía breve, 1956; Segunda sinfonía “Ricordiana”, 1957. Orquesta y solista: Fantasía española, op. 17, 1945- 1946; Concierto para piano y orquesta.
Banda: Florida, 1926.
Coro: Romance del rey Rodrigo, 1956.
Voz y conjunto instrumental: Cuatro poemas galegos, op. 18, 1946.
Voz y piano: Dos canciones, op. 3 , 1921; La Flute de jade, op. 2, 1921; Tres ciudades, 1937.
Conjunto instrumental: Primer cuarteto de cuerdas, op. 6, 1922; Sonatina trío, op. 7, 1924; Segundo cuarteto, op. 8, 1926; Sonata concertata a quattro, 1933-1934; Seconda sonata concertata a quattro d’après Giovonni Battista Pergolese, op. 15, 1939; Cuarteto n.º 3, 1958; Preludio para un tibor japonés.
Solista: Colores, 1921-1922; Preludio y danza, op. 10, 1928.
Escritos: “Lo típico y la producción sinfónica”, en Música, 3 (1938), págs. 23-29; Memoria sobre la evolución en el desarrollo de la armonía, s. f. (ms.).
Bibl.: R. García Morillo, Julián Bautista en la música española contemporánea, Santiago de Chile, Instituto de Investigaciones Musicales, Facultad de Ciencias y Artes Musicales, s. f. (col. Ensayos, n.º 6) [Separata de la Revista Musical Chilena, publicada por el Instituto de Extensión Musical. Universidad de Chile, n.os 35-36 (agosto-noviembre 1949)]; R. Halffter, “Julián Bautista”, en Música, 1 (1938); J. J. Castro, “Los silencios de Bautista”; R. García Morillo, “Julián Bautista”; y A. Ginastera, “El pensamiento de Julián Bautista”, en Ars, 93 (1961); E. Casares, “La música española hasta 1939 o la restauración musical”, en VV. AA., Actas del Congreso Internacional “España y la música de Occidente”, vol. II, Madrid, Ministerio de Cultura, 1987; E. Casares, “Bautista Cachaza, Julián”, en E. Casares (dir. y coord.), Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana, vol. 2, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 1999, págs. 301-309.
Paulino Capdepón Verdú