Campo y Zabaleta, Conrado del. Madrid, 28.X.1878 – 17.III.1953. Compositor, pedagogo musical e intérprete.
De niño ingresó en el coro del Colegio de San Antón, donde, al mismo tiempo que realizaba estudios elementales con los padres escolapios, aprendió solfeo con el maestro José Veguillas. A los once años, en 1890, inició sus estudios de Solfeo y Violín en el Conservatorio de Madrid y, como dice Tomás Borrás, “desde su ingreso ya no habrá de salir nunca del conservatorio”.
Fueron sus maestros Llanos y Hernandez (solfeo), Luis Amato y José del Hierro (violín), Jesús Monasterio (música de cámara), Pedro Fontanilla (armonía) y Emilio Serrano (composición). Su expediente se abrió con un Primer Premio en Solfeo, en el año 1890, y culminó en 1899 con el Primer Premio en Composición por el poema sinfónico Entre las ruinas, estrenado ese año en el Teatro Real por la Orquesta de la Sociedad de Conciertos, bajo la dirección de Tomás Bretón.
Al mismo tiempo que realizaba los estudios oficiales, Del Campo ejerció, casi desde la infancia, el oficio de violinista y violista en varias orquestas madrileñas.
Desde 1891 a 1893, fue violinista en la Orquesta del Circo de Colón. A los catorce años entró en el Teatro Apolo como concertino, y en 1896, sin dejar el Apolo, comenzó su colaboración como viola en el Teatro Real. A lo largo de su vida, desempeñó una constante actividad musical como instrumentista y director orquestal.
Al terminar en 1899 los estudios en el Conservatorio, inició una intensa actividad de intérprete y compositor. Como viola del Teatro Real, puesto que desempeñó hasta 1925, participó, desde el foso, en la representación de óperas de Wagner y R. Strauss, sus compositores preferidos, como El ocaso de los dioses (1909), Salomé (1910), Tristán e Isolda —su éxito en 1911 motivó la creación de la Asociación Wagneriana Madrileña, de la que Del Campo fue socio fundador— y otras obras de la música europea.
Durante estos años, Del Campo trabajó como intérprete y compositor de la Sinfónica de Madrid, orquesta de la que fue, en 1903, uno de los fundadores, y desde 1904, vicepresidente de la entidad. En ese mismo año de 1903 fundó con Julio Francés, Odón Gonzalez y Luis Villa el Cuarteto Francés. Impulsar la música de cámara en España, crear un repertorio de música de cámara específicamente español y colaborar con las incipientes sociedades filarmónicas, fueron los principales objetivos de este cuarteto.
En esos años de juventud se fueron afianzando la fama y el prestigio del compositor. Entre las obras de cámara de estos años, cabe destacar el Cuarteto n.º 1 Oriental, estrenado en 1904, fiel reflejo de la moda arabizante de principios de siglo. En 1907 estrenó el cuarteto A buen juez mejor testigo, composición inspirada en el romance de Zorrilla sobre la leyenda de El Cristo de la Vega. El Cuarteto n.º 5, Caprichos románticos, inspirado en las Rimas de Bécquer y estrenado en 1908, es uno de los más personales del compositor. Otra obra peculiar es el Cuarteto n.º 6 Asturiano, denominado “cuatro estudios en forma de cuarteto sobre cantos populares asturianos”. Presentada la obra en 1909 al concurso Augusto Charro Hidalgo, instituido por el Ateneo de Madrid, obtuvo el Primer Premio. Finalmente, el Cuarteto n.º 7 en mi menor, premiado en el Concurso Nacional de la Exposición de Artes Decorativas de 1911, se estrenó al año siguiente en París por el Cuarteto Lejeune.
La música orquestal, con obras destinadas a la Orquesta Sinfónica de Madrid, dirigida por Fernández Arbós, fue otra de las facetas creativas de Conrado del Campo. Una de las obras más representativas es el poema sinfónico La divina comedia, estrenado en el Teatro Real en 1908. Una orientación propiamente casticista aparece en la Fantasía sobre temas del Maestro Chapí, estrenada en el Teatro de la Zarzuela en 1913. Del mismo año es el poema sinfónico Granada, inspirada en “Cantos del trovador”, de Zorrilla y que obtuvo el Primer Premio del certamen organizado por el Ateneo de Sevilla en 1913.
Una de las vocaciones más firmes de Conrado del Campo fue la ópera y la zarzuela. En 1911 estrenó en el Teatro Real la ópera El final de Don Álvaro, con libreto de Carlos Fernández Shaw, sobre Don Álvaro o la fueza del sino, del Duque de Rivas. En esta obra, Collet veía la cima de la ópera española. Sobre una estructura dramática continua, sin separaciones entre arias, tal como preconizó Wagner, Del Campo introduce temas de evocación popular, melodías modales, coros y, sobre todo, una rica y variada orquestación.
Otra ópera es La tragedia del beso, también con libreto de Carlos Fernández Shaw, estrenada en el Teatro Real en 1915.
A finales de 1909, Conrado de Campo comenzó a colaborar en revistas y periódicos como El Heraldo, Bellas Artes, la Revista Musical de Bilbao, sobre temas de actualidad musical, con lo que se afianzó su prestigio musical y su influencia.
El 9 de junio de 1915 ganó por oposición la cátedra de Armonía del Conservatorio de Madrid. Su actividad docente tuvo una gran influencia en varias generaciones musicales. Impartió las asignaturas de Armonía, Contrapunto, Fuga y, a partir de 1921, Composición. Algunos de sus discípulos fueron Bacarisse, Bautista, Jacinto Guerrero, Ángel Barrios, Moreno Gans, Remacha, Muñoz Molleda, Argenta, Casal Chapí, Moraleda, Victorino Echevarría, García Leoz, Enrique Franco, Cristóbal Halfter, Miguel Alonso y Antonio Iglesias. En estos años, con los profesores Pérez Casas y García de la Parra, fundó la Sociedad Didáctico Musical, entidad orientada a la educación musical profesional. El 27 de abril de 1918 contrajo matrimonio con Anna Faustman, joven alemana aficionada al canto. El matrimonio tuvo tres hijos, Ricardo, autor de una biografía inédita de su padre; Elsa, cantante profesional, y Elena.
Conrado del Campo compaginó sus obligaciones académicas con la interpretación. En 1919, el Cuarteto Francés se transformó en el Quinteto de Madrid, con la inclusión de Joaquín Turina como pianista. La actividad del Quinteto de Madrid duró seis años y en 1925 se reconvirtió en la Agrupación de Unión Radio, integrada por Julio Francés e Ignacio Tomé (primer y segundo violín respectivamente), Conrado del Campo (viola), Juan Ruiz Casaux (violonchelo), Lucio González (contrabajo) y José María Franco (piano).
Conrado del Campo trabajó en los años veinte en varias óperas y zarzuelas, entre las que sobresale El Avapiés, definida por J. Subirá como “ópera goyesca”, y que se estrenó en el Real en 1919. También para el Teatro Real escribe El cielo y Madrid se casan, una serie de estampas musicales madrileñas con texto de Víctor Espinos compuestas con motivo del tercer centenario de la canonización de san Isidro y estrenada en 1922. La obra, de ambiente castizo, es un buen ejemplo de las tendencias dieciochescas y neoclásicas de la música española de esa época. Una de las óperas de Conrado del Campo que tuvo mayor repercusión internacional fue Fantochines, ópera de cámara en un acto sobre libreto de T. Borrás, en el que se resucita a los personajes de la commedia dell’arte. Se estrenó en 1923, en el Teatro Real, y se tradujo al francés y al inglés. En 1927 Conrado del Campo, después de una breve estancia en Alemania para ampliar estudios, colabora en el tercer centenario del fallecimiento de Góngora, una efeméride que señaló el pistoletazo de salida de la Generación del 27, con las Seis pequeñas composiciones para coro y orquesta. De esta época son varios poemas sinfónicos como Una kasida, obra que obtuvo el Primer Premio del Concurso del Gran Casino de San Sebastián, celebrado en 1920. La obertura sinfónica Del Madrid que fue... es una composición de raigambre casticista, estrenada por la Orquesta Clásica bajo la dirección de Saco del Valle en 1930.
El 21 de julio de 1931, siendo ministro de Instrucción Pública Marcelino Domingo, se decretó la creación de la Junta Nacional de la Música y Teatros Líricos, presidida por Esplá y con Falla y Conrado del Campo, entre otros músicos, como vocales. En ese mismo año, Del Campo fue elegido académico de Bellas Artes de San Fernando. La recepción solemne se realizó el 26 de junio de 1932, con el discurso titulado Importancia social de la música y necesidad de intensificar su cultivo en España. A partir de esta fecha, Del Campo fue uno de los académicos más entusiastas y activos. Las líneas maestras de sus escritos son la creación de un teatro lírico de la música española, la reivindicación del pasado musical español y las relaciones entre música y sociedad.
Durante los años de la República, Conrado del Campo, tal vez por su actividad en la Junta Nacional y en el Conservatorio, disminuyó su actividad como compositor. Su estética se encuadra dentro de un nacionalismo de raíz castellana y con influencias de la música histórica y popular española, patente en obras como el Tríptico castellano, para voz y orquesta, o la “Ofrenda a Arbós”, pieza integrada en la suite colectiva Homenaje a Arbós, estrenada en 1934. Mayor interés tiene la Suite madrileña, estrenada por la Orquesta Filarmónica de Madrid, dirigida por el propio autor en 1934. Obra de rica combinación instrumental, consta de cinco movimientos, enlazados por cuatro interludios, para dos guitarras.
El levantamiento militar de 1936 le sorprendió en Madrid.
Durante los tres años de la Guerra Civil entabló una firme amistad con John H. Milanés, cónsul de Inglaterra en la capital de España, culto diplomático, violinista aficionado y protector de músicos como Joaquín Turina. En estos angustiosos años, las reuniones en casa de Milanés, denominadas “los viernes de Milanés”, le ayudaron a superar las preocupaciones de la guerra. Conrado del Campo se dedicó en estos años a la composición de música de cámara destinada a las tertulias, y termina La malquerida, ópera con libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, adaptación del drama de Benavente.
En los años de la República, Del Campo militó en la Unión General de Trabajadores, por lo que, pasada la guerra, se le instruyó una causa de depuración, pronto sobreseída. Con sesenta años volvió a la cátedra del conservatorio, comenzó sus colaboraciones en El Alcázar como crítico musical y fue nombrado director de la Orquesta Sinfónica de Madrid, a la muerte de Arbós. Entre 1947 y 1951 fue director titular de la Orquesta Sinfónica de Radio Nacional de España. Desde abril de 1952 a marzo de 1953 escribió para Radio Nacional cuarenta y seis charlas radiofónicas, con el título de Impresiones y recuerdos de la vida de un músico español.
Pese al prestigio pedagógico de Del Campo y la veneración de su figura en los círculos musicales, su obra de compositor continúa relegada. En los años de la vejez, el compositor sigue creando con entusiasmo y fluidez: compone para el cine y la radio, estrena ballets, escribe zarzuelas, canciones, música de cámara, y, de la mano de Pemán, vuelve a intentar la aventura de la ópera con Lola la Piconera. Como recompensa a su labor musical se le tributan homenajes y se le otorgan condecoraciones, como la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio (1946); el Premio Nacional de Música del Ministerio de Educación de 1944, por el Concierto en la para violoncello y orquesta; el Premio del Concurso Nacional organizado por la Academia de Alfonso X el Sabio; también en 1944 por su Poema de los Loores a María; el Premio Eduardo Aunós 1949 del Círculo de Bellas Artes de Madrid, por la Sonata para violín y piano en re mayor; el accésit del Premio Lírico Nacional de 1950, por Lola la Piconera, y otros muchos galardones.
La producción más numerosa en los años de vejez es la sinfónica y la camerística. En 1942 compone el Cuarteto n.º 9, en re mayor, que estrenado en Madrid en 1945, ha sido de las pocas obras del autor editadas en disco. También es de 1943 En La Pradera, ballet sobre un guión de Paloma Pardo. Vuelve en esta obra al ambiente dieciochesco y castizo de El Avapiés. La obra consiste básicamente en una sucesión de danzas asociadas a un argumento alegórico, en donde el valor y la verdad triunfan sobre la intriga; todo en el ámbito de una celebración festiva en la Pradera de San Isidro, a las orillas del Manzanares.
Las últimas obras de su vida intensifican la orientación definida en años anteriores: inclinación a lo poemático, sin duda un elemento romántico de su carácter y formación, y fusión de elementos castizos y folclóricos. En 1945 compuso el Cuarteto Castellano, en el cual incluye danzas inspiradas en el romancero de Castilla. En 1947 estrenó en Lisboa, con su discípulo A. Iglesias al piano, la Fantasía castellana, concierto para piano y orquesta que sintetiza a la perfección la estética de Del Campo. Obra de carácter rapsódico, en la que un tema de sabor romántico se transforma y modifica hasta estallar en una jota castellana de carácter popular.
En 1951, una enfermedad incurable afecta grave e irreversiblemente la salud del compositor. A finales de ese año abandonó la dirección orquestal, despidiéndose de la Orquesta de Radio Nacional de España el 30 de diciembre de 1951. Pese a la enfermedad, siguió componiendo sin descanso hasta el final de sus días. La última fotografía que de él se tiene, tomada por su hijo Ricardo semanas antes de morir, muestra al compositor, demacrado y enfermo, inclinado sobre sus papeles. Sus últimas obras, El Quinteto en mi mayor, subtitulada “Episodios de una vida combativa y dolorosa” y el poema sinfónico Evocación y nostalgia de los molinos de viento, poseen el carácter apasionado y romántico de las obras de su juventud. En 1971 el Ayuntamiento de Madrid le dedicó una calle. Reconocimiento póstumo a la labor pedagógica y musical de un artista cuya obra sigue, prácticamente, inédita y desconocida.
Obras de ~: (selección). Música escénica: (entre paréntesis figura el autor del libreto) La dama de Amboto (C. Fernández- Shaw), 1901; La flor del agua (V. Said Armesto), 1909; El final de Don Álvaro (C. Fernández-Shaw), 1910; La tragedia del beso (C. Fernández Shaw), 1911; La culpa (C. Martínez Sierra), 1914-1915; La romería, con A. Barrios (L. Domínguez), 1916; El Avapiés, con A. Barrios (T. Borrás), 1918; El cielo y Madrid se casan (V. Espinos), 1922; Fantochines (T. Borrás), 1923; Fígaro (T. Borrás), 1932; La malquerida (F. Romero y G. Fernández Shaw), 1938; ballet En la Pradera, 1943; Lola la Piconera (J. M.ª Pemán), 1949. Música sinfónica: Ante las ruinas, 1899; La divina comedia, 1908; Fantasía sobre temas del maestro Chapí, 1913; Granada, 1913; Una kasida, 1913; Bocetos castellanos, 1929; Obertura madrileña “Del Madrid que fue...”, 1930; Suite madrileña, 1934; Concierto para violín y orquesta, 1938; Obertura asturiana, 1942; En la pradera, 1943; Concierto en la menor para violoncello y orquesta, 1944; Fantasía castellana, 1947; Evocación y nostalgia de los molinos de viento, 1952. Música sinfónico coral: Airiños, airiños, aires, 1916; Tríptico castellano, 1931. Banda: Illice, Evocación de las palmeras, 1943. Conjunto instrumental: Catorce cuartetos, de 1903 a 1952.
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Ramón García-Avello