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Hernando del Castillo

Biografía

Castillo, Hernando del. Segovia, s. m. s. XV – ¿Valencia?, p. t. s. XVI. Librero y literato.

Son muy escasos los datos biográficos de que se disponen sobre el Hernando del Castillo compilador del Cancionero general, que nada tiene que ver con el fraile homónimo que escribió la Historia general de la Orden de Predicadores (1584). En realidad, el único dato relevante de su biografía es su protagonismo en la confección del Cancionero general, voluminosa antología poética que se acabó de imprimir el 15 de enero de 1511 en el taller valenciano de Cristóbal Cofman. Poco más de un año antes, el 22 de diciembre de 1509, ante el notario Joan Casanova firmaron contrato de edición Hernando del Castillo, el impresor Cofman y el mercader Lorenzo Ganot, en el que estipulan el reparto proporcional de las futuras ganancias. En este documento aparece Castillo con nombre y apellido, sin más precisión. En otro documento posterior, de 16 de abril de 1512, ante el mismo notario, Castillo reconoce a Ganot haber cobrado su parte y se identifica como libraterius, vicinus civitatis Valencie. En otro protocolo del 2 de octubre del mismo año aparece Castillo como vicinus civitatis Segovie, regni Castelle, nunch residens Valencie. Hay también constancia documental de que en 1513 “Ferrando del Castillo, librer” está adscrito a la parroquia valenciana de San Bartolomé.

No se tiene documentación detallada ni de su nacimiento y primeros años en Segovia ni de que hubiera vuelto a ella, al menos en calidad de residente fijo.

Lo que sí consta es su actividad en Valencia al menos de 1509 a 1518, fecha en que muere su mujer, Joana Díez, después de dictar testamento ante el notario Jerónimo Carbonell. Philippe Berger llega a la conclusión de que, por una parte, las relaciones con el II conde de Oliva tuvieron que venir de antes, lo que permite anticipar su llegada a Valencia, y, por otra, la ausencia de Hernando del Castillo en protocolos y demás documentación valenciana con posterioridad a la muerte de su mujer en 1518 es indicio de su marcha definitiva de Valencia. Cabría pensar también que, por razones desconocidas, la muerte de su mujer sólo supuso el cese de la actividad de Castillo como librero, sin que se tengan noticias tanto de su paradero como del lugar y fecha de su muerte. Su hijo Pedro, también librero y beneficiario de alguna de las mandas del testamento de su madre, tuvo librería al menos hasta 1542.

En el prólogo de la primera edición del Cancionero dejó testimonio Castillo tanto de algunos datos de su biografía como de su personalidad. Manifiesta, por ejemplo, que “fue siempre muy afectado a las cosas del metro, en qualquier lengua que sea, mayormente en la castellana, maternal y propia mía, que de veinte años a esta parte, esta natural inclinación me hizo investigar, haber y recolegir de diversas partes y diversos auctores, con la más diligencia que pude, todas las obras que de Juan de Mena acá se escribieron, o a mi noticia pudieron venir, de los auctores que en este género de escrevir auctoridad tienen en nuestro tiempo”.

En el mismo prólogo dedica el libro al conde de Oliva, Serafín de Centelles, “a cuyo servicio —dice— yo después que estoy en este reino estoy dedicado y ofrescido”, palabras que ponen de manifiesto lo que está fuera de duda: la pertenencia de Hernando del Castillo al círculo literario (y no sólo literario) del poderoso noble valenciano, a quien Juan Bautista Agnesio calificó de comes litteratus, y cuyas aficiones le venían del ambiente familiar, de los Urreas aragoneses, a los que estaba ligado por línea materna.

De este modo, la compilación de Castillo no es sólo testimonio de la gran poesía castellana del momento o de la inmediatamente anterior (Juan de Mena, Santillana, los Manrique…) sino también de la que entonces se estaba cultivando en Valencia en torno al conde de Oliva y a otro personaje clave, mosén Bernat Fenollar. Hernando del Castillo recoge en su compilación, junto a la poesía religiosa de altos vuelos teológicos, la que es mera expresión de sentimientos devotos; junto a la canción cortés, el emergente romancero o las procacidades de las obras de burlas provocantes a risa. Como tributo al entorno valenciano en que se gesta, Castillo da entrada a la poesía de certámenes, tan enraizada en Valencia, sin orillar la que con fervor cultivaba la nobleza en forma de invenciones y letras de justadores. Más aún, cuando, agotada la edición de Cofman, Hernando del Castillo entrega al público lector una segunda edición, no vacila en incluir textos poéticos en valenciano. Como se ve, la integración del librero y hombre de letras segoviano en el entorno valenciano fue total.

El 20 de junio de 1514 el impresor Jorge Costilla, con el que Hernando del Castillo había tenido diferencias en 1511 a cuento de la edición del Reinaldo de Montalbán, imprime el colofón de la segunda edición del Cancionero. Queda fuera de toda duda la responsabilidad y protagonismo de Castillo en esta segunda edición. Las dudas comienzan en las dos primeras ediciones toledanas, las de Juan de Villaquirán, 1517 y 1520, que mimetizan la valenciana de 1514, aunque hay indicios bastante claros de que se trata de un acto de piratería. Y, desde luego, es indudablemente pirata la también toledana de Ramón de Petras, 1527.

En el resto de las ediciones antiguas, las dos de Sevilla (1535 y 1540) y las dos de Amberes (1557 y 1573), el Cancionero de Hernando del Castillo ya es tierra de nadie. “Nuevamente añadido” en unos casos, para acomodarlo a los nuevos gustos, o duramente podado por la Inquisición en otros, recorre todo el Siglo de Oro, convirtiéndose en sustrato de la gran lírica barroca.

 

Obras de ~: Cancionero general, Valencia, Cristóbal Cofman, 1511 (ed. facs., con introd. de A. Rodríguez-Moñino, Madrid, Real Academia Española, 1958); Valencia, Jorge Costilla, 1514; Toledo, Juan de Villaquirán, 1517; Toledo, Juan de Villaquirán, 1520 (eds. facs., New York, De Vinne Press, 1904, y New York, Kraus Reprint Co., 1967); Toledo, Ramón de Petras, 1527; Sevilla, Juan Cromberger, 1535; Sevilla, Juan Cromberger, 1540; Amberes, Martín Nucio, 1557; Amberes, Philippo Nucio, 1573; ed. de J. A. de Balenchana, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles, 1882, 2 vols.; Suplemento al Cancionero general de Hernando del Castillo, ed. e introd. de A. Rodríguez-Moñino, Madrid, Castalia, 1959; ed. de J. M. Aguirre, Salamanca, Anaya, 1971 (antología); en B. Dutton (ed.), El Cancionero del siglo XV (c. 1360-1520), vols. V y VI, Salamanca, Universidad, 1990-1991, págs. 117- 538 y págs. 74-231, respect.; ed. de J. González Cuenca, Madrid, Castalia, 2004, 5 vols.

 

Bibl.: J. E. Serrano Morales, Reseña histórica en forma de diccionario de las imprentas que han existido en Valencia, Valencia, 1898-1899 [ed. facs., Valencia, Librerías París-Valencia, 1987]; F. Martí Grajales, Ensayo de un diccionario biográfico y bibliográfico de los poetas que florecieron en el Reino de Valencia hasta el año 1700, Madrid, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1927; M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1944-1945, págs. 125- 220 y 397-439; A. Rodríguez-Moñino, “Introducción”, en H. del Castillo, Cancionero general, op. cit., págs. 25-183; “Introducción”, en H. del Castillo, Suplemento al Cancionero general de Hernando del Castillo, op. cit., págs. 7-41; Manual bibliográfico de cancioneros y romanceros impresos durante el siglo XVI, Madrid, Castalia, 1963; Poesía y cancioneros (Siglo XVI). Discurso leído ante la Real Academia Española, Madrid, Real Academia Española, 1968; M. de Riquer, Història de la literatura catalana. Part antiga, Barcelona, Ariel, 1984 (4.ª ed.); P. Berger, Libro y lectura en la Valencia del Renacimiento, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1987, 2 vols.

 

Joaquín González Cuenca