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Marcos de Niza

Biografía

Marcos de Niza. Niza (Francia), c. 1500 – Ciudad de México (México), 3.III.1558. Misionero franciscano (OFM) y explorador.

Marcos de Niza es uno de los misioneros franciscanos más notables y al mismo tiempo más enigmáticos de la primera mitad del siglo XVI. Quizá se le conozca, más que por otra cosa, por las discusiones que han levantado dos documentos que proceden de su pluma: un informe sobre la conquista de Perú y la relación sobre su expedición a Nuevo México. Se ha discutido mucho el valor histórico de algunos datos contenidos en esos textos; no hay duda, sin embargo, que son el mejor testimonio de su ideario e intensa actividad misionera.

Pocas son las noticias que se tienen sobre su vida antes de llegar a América. Su nombre y la información unánime de los antiguos cronistas lo señalan como natural de Niza (noroeste de Francia). Lo que resulta difícil de explicar es por qué los cronistas lo hacen miembro de una provincia franciscana del sur de Francia, Aquitania, cuando en la región de la que procede había una provincia, San Luis, que tenía un convento de gran importancia en Niza —Santa Cruz—, en donde se celebró un Capítulo General de la Orden en 1535 en el que, por cierto, se concedió el título de Custodia (entidad independiente) a los franciscanos del Perú, que en ese tiempo estaban bajo su dirección. En el mismo Capítulo se concedió el título de Provincia a los franciscanos de México, entidad a la que se incorporaría pocos años después.

Los cronistas lo consideran el fundador de la provincia franciscana del Perú. Muy probablemente llegó a tierras sudamericanas en 1531. Se sabe de cierto, según un testimonio que se analizará más adelante, que en 1532 ya misionaba en esa zona con un número todavía no bien identificado de franciscanos. Pudo haber salido de España quizá a principios de 1531, o a fines de 1530. Siguiendo la ruta más viable de esa época, debió de haber desembarcado primero en Santo Domingo, de donde pasó a Nicaragua. Hacia mediados de 1531 se encontraba en Ecuador. Documentos posteriores (1534) lo ubican en ese país. En 1535, al ser erigida la Custodia del Perú, fray Marcos fue elegido por sus hermanos como su primer superior (custodio).

De este primer contacto de Marcos de Niza con América proviene uno de los documentos que pone en relación directa con su pensamiento y actividades misioneras. Se trata de un informe sobre los atropellos cometidos en la conquista del Perú y Ecuador, que recogió Bartolomé de Las Casas y reprodujo en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias publicada en 1552. Según el texto de Las Casas escribe el franciscano: “Yo, fray Marcos de Niza, de la orden de Sant Francisco, comisario sobre los frailes de la mesma orden en las provincias del Perú, que fue [sic] de los primeros religiosos que con los primeros cristianos entraron en las dichas provincias, digo dando testimonio verdadero de algunas cosas que yo con mis ojos vi en aquella tierra, mayormente cerca del tractamiento y conquistas hechas a los naturales”. Entre otros acontecimientos menciona la muerte de “Atabaliba [Atahualpa]” “después de haber dado más de dos millones de oro a los españoles”, así como de la ejecución y castigo de algunos gobernantes indígenas, entre ellos “Chamba”, “señor muy principal de la provincia de Quito, sin culpa ni aun haber hecho por qué”. Se señala, asimismo, que en la conquista de Quito “los españoles recogieron mucho dinero de indios y los encerraron en tres casas grandes, cuantos en ellas cupieron e pegáronles fuego y quemáronlos a todos sin hacer la menor cosa contra español ni dar la menor causa”.

Finalmente señala: “yo mismo vi ante mis ojos a los españoles cortar manos, narices y orejas a indios e indias, sin propósito, sino porque se les antojaba hacerlo, y en tantos lugares y partes que sería largo contar”.

No parece haber duda sobre la autenticidad de este texto de casi tres páginas reproducido en la Brevísima relación. Bartolomé de Las Casas dice que Marcos de Niza lo escribió y lo envío a varias personas de Castilla.

Hay testimonios que nos confirman ambas cosas.

El primer arzobispo de México, fray Juan de Zumárraga, en carta del 4 de abril de 1537 a un eclesiástico no identificado informa sobre un escrito acerca de las crueldades de la conquista de Perú que pidió a fray Marcos de Niza para enviarlo a Carlos V, detalle que incluye Las Casas en su Brevísima relación.

Dice el arzobispo de México: “De prisa tomé al fray Marcos, que le tengo aquí en casa, y le hice decir y firmar eso que verá vuestra merced que más lástima le porná que la carta que yo escribo al Señor Doctor Bernal [Juan Bernal Díaz de Luco], habiéndole en parte oído”. Añade Zumárraga que con anterioridad había presentado a fray Marcos al virrey Antonio de Mendoza, “y su señoría envió su relación a Su Majestad y a los de su Consejo”.

Aceptando la autoría del escrito no ha sido fácil discernir acerca de la veracidad de los hechos narrados.

Desde luego, no hay duda de la honorabilidad de fray Marcos y del aprecio que de él tuvieron sus hermanos, a quien eligieron para importantes oficios en la orden tanto en Perú como en México. Zumárraga en la carta citada dice: “Este padre es gran religioso, digno de fe y aprobado en virtud y de mucha religión”. Sin embargo, no faltan críticos, como Raúl Porras Barreneachea, que consideran dignos de poco crédito los escritos de fray Marcos. Desafortunadamente se ha carecido de historiadores que examinen con cuidado los datos de esta relación. Ciertamente, hay hechos acreditados por otras fuentes, como la muerte de Atahualpa y el rescate en oro que pagó el gobernante incaico así como los desmanes de Sebastián de Benalcázar en la conquista de Quito. Pero hay detalles bien conocidos que no concuerdan con los informes de fray Marcos, por ejemplo, la forma de ejecución de Atahualpa, que fue por garrote y no por hoguera “Luego quemaron al dicho Atabalipa [Atahualpa]”, dice la relación transcrita por Las Casas. Antonine Tibesar, examinando estos testimonios a través de dos versiones, la impresa en la Brevísima en 1552 y la publicada por Antonio María Fabié en 1879 —que corresponde a un manuscrito anterior al publicado en 1552—, encuentra variantes interesantes que lo llevan a la conclusión de que Las Casas editó el texto de fray Marcos. Así, por ejemplo, la versión impresa en 1552 recurre con frecuencia a la frase “yo con mis ojos ví” o “soy testigo y doy testimonio” o “soy testigo de vista”, que no se encuentran en la relación de Fabié.

Igualmente en la versión impresa de 1552 se dan cifras exactas que en la de Fabié sólo aparecen en forma indefinida. Dice la relación de 1552: “Después de haber dado el mayor cacique Atabalipa [Atahualpa] más de dos millones de oro a los españoles [...]”, mientras que la de Fabié dice: “Después de les haber dado su mayor cacique Atabalipa [Atahualpa] los millones susodichos [...]”. Tibesar concluye que Las Casas hizo más que corregir el, sin duda, poco correcto castellano de un fraile francés. Si hay exageraciones en la relación de fray Marcos no necesariamente se deben atribuir al franciscano.

Al margen de estas discusiones de crítica documental no parece quedar duda de las ideas de fray Marcos de Niza sobre la relación entre conquista y evangelización. Este franciscano formó parte de un creciente grupo de misioneros que en la década de 1530 empezó a crear una fuerte oposición a las conquistas.

Basados en lo que ellos vieron, o en las versiones que escucharon, prepararon el ambiente intelectual en el que se discutieron las Nuevas Leyes de 1542. Fray Marcos de Niza fue, sin duda, testigo de varias crueldades cometidas en esas guerras, sobre todo en la conquista del Ecuador, en donde, al parecer, pasó la mayor parte del tiempo mientras fue miembro de las provincias del Perú. En relación con estos sucesos narra en la información que se viene citando que en cierta ocasión, en uno de los arranques inhumanos de esas guerras, se mandó incendiar unas chozas en las que se encontraban niños y mujeres. Un clérigo —de nombre Ocaña— intentó rescatar a un muchacho, pero un soldado se lo arrebató de las manos y lo arrojó nuevamente al fuego, en donde se calcinó. Narra fray Marcos que ese mismo día murió el soldado cuando regresaba al campamento, y añade “yo fui de parecer que no se enterrase”.

Esta valiente actitud cristiana ante un crimen no lo llevó a generalizar conductas de los soldados, como lo acusan algunos historiadores del Perú. El trato y aprecio que de él tuvieron varios conquistadores, como Pedro de Alvarado, Diego de Almagro, Francisco Vázquez de Coronado, nos indican que fue un misionero que, aunque criticó los comportamientos anticristianos de las guerras, supo mantener relaciones abiertas con las personas de su época.

Sus ideas y actividades misioneras en Perú sobrepasaron el nivel de las misiones en América y llegaron al nivel universal en la Orden. En el mes de mayo de 1532 se celebró Capítulo General de la Orden en Toulouse (Francia), al que llegaron informes de los misioneros que trabajaban en las tierras recién conquistadas en América. Se conocen las cartas que enviaron dos de los representantes más importantes de la Orden en México, Martín de Valencia y Juan de Zumárraga. Hay evidencias de que Marcos de Niza, superior de los frailes en Perú, envió también un informe sobre sus actividades. En dicho Capítulo General resultó electo comisario general de los franciscanos de España, Francia y Alemania, fray Nicolás Herborn, un fraile alemán que había estado muy interesado en las noticias sobre las tierras recién conquistadas. Con los documentos recibidos de México y Perú escribió una relación sobre los nuevos descubrimientos para invitar a los frailes a participar en las misiones. La presencia de Marcos de Niza en ese documento se nota en el idealismo con que se describe la conversión de los peruanos. Dice la relación del padre Herborn que cuando los españoles llegaron a Túmbez (ciudad del norte del Perú) sus habitantes indígenas voluntariamente se sometieron al Emperador y aceptaron la fe, lo que motivó que de inmediato “se trasladara allá un superior franciscano [indudablemente Marcos de Niza] con cinco frailes” [traducción del texto latino].

Este párrafo es una versión muy cercana a la que reproduce Las Casas en su Brevísima relación: “Primeramente yo soy testigo de vista [...] que aquellos indios del Perú es la gente más benívola que entre indios haya visto”.

Esta visión de fray Marcos de Niza y otros hermanos suyos sobre la forma de evangelizar dejó huella en el Capítulo General de Toulouse. Además del documento mencionado, el padre Herborn escribió un brevísimo tratado sobre la forma de misionar en el que con sugestivas lecturas bíblicas y referencias a los mandatos de la Regla franciscana, indica cómo deben instruir y tratar a los indígenas. Sus exhortaciones finales nos dan un claro contexto de la difícil situación, que ponía en peligro la predicación evangélica.

“Los españoles —escribe— tengan cuidado de no gravar al pueblo con cargas y tributos; de otra manera lo harán rebelde”. Y añade: “Puesto que son seres humanos deben ser enseñados y educados humanamente”.

Estas recomendaciones conocidas por Marcos de Niza, ya que el padre Herborn envió su escrito a todos los frailes, parece que hubieran sido escritas para promover comportamientos diametralmente opuestos a los que recomendaba. Las guerras de conquista en el Perú se hicieron muy violentas a partir de 1533.

Fray Marcos, desilusionado por esas crueldades, abandonó Perú en 1536 a pesar de haber sido elegido por sus hermanos superiores de esa entidad franciscana.

A principios de 1537 se encontraba en Guatemala, desde donde escribió a fray Juan de Zumárraga una carta —sólo conocida por la mención que hace de ella el arzobispo de México— en la que se refería a “los desafueros y crueldades” de las guerras de Perú. Invitado por Zumárraga se trasladó a México no sabemos si como miembro de la provincia del Santo Evangelio o como delegado de los superiores generales de la Orden, pues todavía en 1539 se sigue llamando vicecomisario.

Su presencia en México dio principio a otra etapa igualmente controvertida de su vida. Apreciado por sus conocimientos teológicos, geográficos y náuticos, según lo afirma el ministro provincial de México, fray Antonio de Ciudad Rodrigo, en noviembre de 1538 recibió de parte del virrey Antonio de Mendoza el encargo de explorar los territorios hasta entonces desconocidos del norte de México sobre los que empezaban a circular numerosas versiones acerca de su riqueza.

La empresa le debió parecer atractiva no por los tesoros con que soñaban a los pobladores españoles, sino por la oportunidad anhelada de realizar una evangelización sin necesidad de conquistas. Sin ninguna escolta militar, acompañado por un grupo de indios que el virrey le dio y de un esclavo moro de nombre Estebanico, Marcos de Niza emprendió su expedición el 7 de marzo de 1539.

Su viaje hasta el actual territorio de Nuevo México, relatado y suscrito en la ciudad de México el 2 de septiembre de 1539, pocos días después de haber regresado a esa ciudad, ha suscitado tantas discusiones como su informe sobre la conquista del Perú. Se acusa a fray Marcos de dejarse llevar por su ardiente imaginación que lo lleva a afirmaciones sin sentido y a grandes exageraciones (Henry Raup Wagner). La crítica contemporánea está dando mucho más crédito a este relato. Con la excepción de alguno de sus párrafos, como en el que fray Marcos expresa que el último pueblo que a lo lejos descubrió (Hawuikuh) —meta de su exploración— era más grande que la ciudad de México, los historiadores modernos, apoyados en los descubrimientos arqueológicos de esa zona, han empezado a reconocer la importancia de los datos de este relato.

Lo que ahora nos parecen exageraciones, a los contemporáneos de fray Marcos resultó un golpe de noticias que despertó los más encontrados proyectos.

Juan de Zumárraga, en carta a un sobrino escrita el 23 de agosto de 1539, describe la situación en esta forma: “Fray Marcos [de Niza] ha descubierto otra [tierra] muy mayor [...] El Marqués [Hernán Cortés] pretende que le correspondía la conquista y el visorrey [Antonio de Mendoza] la toma para el Emperador y quiere enviar frailes delante sin armas y que la conquista sea cristiana y apostólica y no carnicería”.

No se sabe cómo estaba informado el obispo de México sobre los planes del virrey; lo cierto es que a los pocos meses (febrero de 1540), Antonio de Mendoza ya tenía organizada una expedición militar, bajo las órdenes de Francisco Vázquez de Coronado, para penetrar en las fabulosas tierras descubiertas por fray Marcos. Formaba parte de esta expedición un grupo de cinco franciscanos a quienes acompañaba fray Marcos de Niza, ahora en calidad de ministro provincial, oficio que le había dado un capítulo celebrado hacia abril de 1540. Este nuevo cargo, en realidad sorprendente para un fraile recién incorporado a la provincia, no le permitía tomar parte activa en la expedición, pues su oficio le exigía estar en la ciudad de México para atender los asuntos de los frailes. No obstante estas obligaciones, Marcos de Niza acompañó a sus hermanos hasta Hawikuh, el pueblo que sólo había visto a la distancia y que había exaltado la imaginación del grupo que integraba la nueva expedición. El desengaño fue grande al ver sólo un pueblo con casas hechas de barro y sin la riqueza soñada. La expedición de Vázquez de Coronado continuó la búsqueda de las ciudades doradas, pero fray Marcos regresó a la ciudad de México en julio de 1540.

El resto de la vida de fray Marcos pasa inadvertida.

Ni documentos ni crónicas dan información sobre sus actividades. En una doliente carta escrita a Juan de Zumárraga a principios de 1546 se describe a sí mismo como un fraile solitario: “Huérfano, no tengo ni padre ni madre, amigo ni abrigo, sino vuestra señoría el cual he hallado más que padre en mis necesidades”.

Enfermo de artritis o deformación de sus huesos, pide al arzobispo limosna de vino, dice “por ser mi enfermedad falta de sangre y de calor natural”. En 1554 al llegar fray Jerónimo de Mendieta a México, cuando pasó por el convento de Jalapa lo encontró “gafo o tullido de pies y manos”. Al poco tiempo pasó al convento de San Francisco de la ciudad de México, donde murió el 3 de marzo de 1558.

 

Obras de ~: “Relación del viaje y descubrimiento de las siete ciudades en las Indias [...]”, en J. F. Pacheco, F. de Cárdenas y L. Torres de Mendoza (dirs.), Colección de Documentos Inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones Españolas en América y Oceanía, vol. III, Madrid, Imprenta de M. Bernardo de Quirós, 1864-1884, págs. 325-351.

 

Bibl.: N. Herborn, Relatio Vera de Novis Insulis, 1532, ms.

(Trierer Statbibliotek, codex 1374); B. de Las Casas, Brevísima relación de las destruyción de las Indias, Sevilla, 1552; D. de Córdova y Salinas, Crónica de la religiosísima provincia de los doze apóstoles del Perú, Lima, 1651; A. M. Fabié, Vida y escritos de D. Fray Bartolomé de las Casas, Madrid, Imprenta de Miguel Ginesta, 1879; M. Jiménez de la Espada, “Tres Cartas familiares de fray Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobispo de México y contestación a otra que le dirige fray Marcos de Niza”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, VI (1885), págs. 239-252; M. Cuevas (ed.), “Carta de Don fray Juan de Zumarraga a un eclesiástico desconocido”, en G. García (dir.), Documentos inéditos del siglo XVI para la historia de México, México, Talleres del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1914; H. Herborn, “Epitome convertendi gentes Indiarum ad fiden Christi”, en Annales Minorum (Florencia), XV (1933), págs. 360-372; H. R. Wagner, “Fray Marcos de Niza”, en New Mexico Historical Review, IX (1934), págs. 184-227; G. J. Undreiner, “Fray Marcos de Niza and His Journey to Cibola”, en The Americas, III (1947), págs. 415-486; A. Tibesar, Franciscan Beginnings in Colonial Peru, Washington, D. C., Academy of American Franciscan History, 1953; A. Chávez, The Coronado Friars, Washington, D. C., Academy of American Franciscan History, 1968; T. G[lick], “Niza, Marcos de”, en J. M.ª López Piñero, Th. F. Glick, V. Navarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. II, Barcelona, Ediciones Península, 1983, pág. 112.

 

Francisco Morales Valerio