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Juan Antonio Zaratiegui y Celigüeta

Biografía

Zaratiegui y Celigüeta, Juan Antonio. Olite (Navarra), 27.I.1805 – Utrera (Sevilla), 28.I.1873. General carlista.

“Dedicado a la curia por no poder seguir la carrera literaria”, según cuenta Pirala, Zaratiegui conservó la afición a los libros, y era frecuente que en los juegos bélicos que las circunstancias propiciaban entre los niños de la época arengara a sus huestes mezclando textos de César y Carlomagno, de Carlos V y Alejandro. Durante el Trienio Liberal se incorporó a la división realista de Navarra, en circunstancias que conocemos gracias a una certificación expedida por el general Santos Ladrón “en el mes de junio de 1822 época en que dio principio a formarse aquella división, lleno del mayor celo por defender los sagrados derechos de V.M. abandonando su casa se reunió con una porción de mozos del pueblo de su naturaleza y apoderándose de las armas que tenían en el mismo los llamados milicianos nacionales, marcharon incontinente a unirse con los demás realistas que juntos compusieron aquella tan decidida y fidelísima división que ha sabido sostener la justa causa hasta el exterminio total de los infames revolucionarios”.

Sus servicios durante aquella campaña, que acabó de teniente, pueden seguirse en su hoja de servicios: “1822: tomó las armas el 30 de junio; se halló en la sorpresa de Boleas el 9 de septiembre, en la acción de Benavarre el 18 de id.; en la de Fons el 14 de octubre, en la de Barbastro el mismo día, en la de Casbas el 15 y en la de Nazar el 27. 1823: En la acción de Muniain el 7 de enero; en la de Estella el 19 de id.; en la retirada de Sangüesa el 20; en la de Ayerbe el 15 de febrero; desde el 16 al 22 en el bloqueo de Huesca; en la acción de Larrasaoña el 26 de marzo; desde el 27 hasta el 22 de abril en el bloqueo de Pamplona; desde el 14 al 26 de mayo en el de Mozón; en la acción de Tamarite el 17 de junio por la que fue recomendado y recibió las gracias; desde el 1.º hasta el 12 de octubre en la línea del Cinca y persecución de Barber y San Miguel, desde dicho día hasta el 30 en el bloqueo de Lérida.” “Por su disposición y demás prendas” Ladrón le destino al Estado Mayor, y durante el tiempo de su mando actuó como secretario de la Comandancia General, encontrándose entre sus tareas la redacción del Diario del Ejército, lo que no le privó de hallarse en todas las acciones mencionadas “portándose con la mayor bizarría”, como lo prueba el hecho de que le fuese concedida la Cruz de San Fernando de 1.ª Clase.

En 1824 acompañó a Ladrón a Madrid, siendo destinado a la inspección de infantería, de donde el 1 de marzo de 1826 pasó al regimiento de infantería del Rey 1.º de ligeros, por aquel entonces de guarnición en Zaragoza. Alcanzó el grado de capitán el 13 de septiembre de 1826 y el 11 de mayo de 1831 se le destinó al regimiento de voluntarios de Navarra, cuya diputación pidió en septiembre del mismo año que pasase a la oficina que debía ocuparse de la organización de los voluntarios realistas. En 1832 se reincorporó a su regimiento en León, y permaneció en el ejército de observación sobre la frontera de Portugal. Depurado en marzo de 1833 por sus conocidas simpatías carlistas pasó algún tiempo en Valladolid, donde se encontraba de cuartel el general Ladrón, hasta que a finales de junio de dirigió a Navarra para encargarse de nuevo de la secretaría de la inspección de Voluntarios Realistas. Enviado por la diputación a Barcelona para completar su equipo no tardó en ser llamado por Llauder, en aquellos momentos capitán general del Principado, que viendo en su misión objetivos políticos ordenó que se le vigilase. El 3 de octubre de 1833, al tener noticia de la muerte de Fernando VII, se presentó ante Llauder para que le otorgase pasaporte para volver a Navarra. Se ignora cuál hubiera sido el resultado de la entrevista, pues acababa de comenzar cuando hizo acto de presencia el obispo de Barcelona, circunstancia que Zaratiegui aprovechó para salir del despacho, dirigirse a la secretaría y pedir el pasaporte que necesitaba alegando que así lo había ordenado Llauder. El 11 de octubre de 1833 hizo su entrada en Tudela, y el 12 mantuvo contactos con un sargento de la columna del conde de Castejón, que se encontraba en Catarroso, con el propósito de sublevar las tropas a favor de don Carlos, pero las fuerzas cristinas continuaron su camino antes de que hubiera habido tiempo de ultimar los detalles.

Camino de Pamplona tuvo noticia del fusilamiento del general Ladrón tras la acción de los Arcos. Nada más saber su llegada Zumalacárregui le envió un billete requiriéndole para una entrevista que ha sido descrita por Pirala y en la que ambos se comprometieron a tomar las armas en defensa de la legitimidad. El 8 de noviembre Zaratiegui se incorporaba a las filas carlistas. Las dificultades para el alzamiento se vieron agravadas por la falta de armas, pues como señala el propio Zaratiegui “los voluntarios realistas no tuvieron jamás en Navarra, como en las otras provincias de España, una organización regular, efecto de la indiferencia con que las autoridades locales miraron esta institución, considerando como innecesario y aún pernicioso tener fuerza armada en un país donde andaban tan uniformes las opiniones políticas”.

Secretario de Zumalacárregui, con quien hizo toda la campaña, Zaratiegui se significó en la reunión de oficiales celebrada en Lumbier el 8 de marzo de 1834, cuando el general carlista reunió a todos sus oficiales para preguntarles que pensaban de las propuestas de paz hechas por Quesada. Zaratiegui fue el primero en tomar la palabra oponiéndose de forma tajante a cualquier componenda, postura imitada de manera unánime por el resto de los presentes. En aquella época ya había sido ascendido a coronel (1 de enero de 1834).

Tras la muerte de Zumalacárregui Zaratiegui aparece entre los jefes que desde el primer momento se muestran contrarios a su sucesor, el teniente general González Moreno, y según nos cuenta uno de los implicados asistió en Zúñiga a una reunión en la que estuvieron presentes Maroto, Simón de la Torre, Bellenjero, Arjona y Arizaga, en la que se criticaron duramente las operaciones de Moreno. Pese a tales comentarios Moreno propuso su nombramiento como brigadier y jefe de estado mayor de la división de Castilla (6 de octubre de 1835). Poco más tarde, colocado al frente del ejército el teniente general Nazario Eguía, Zaratiegui fue nombrado comandante general de la división de Navarra (4 de febrero de 1836). Villarreal le nombró comandante general de la derecha del Arga (29 de junio de 1836) y comandante general de Navarra y general en jefe del cuerpo de operaciones de dicha provincia (29 de diciembre de 1836). El 21 de marzo de 1837 fue ascendido a mariscal de campo como recompensa a la conquista de Larraga y es suponer que también a los encuentros que mantuvo en Sarsfield en los alrededores de Pamplona.

Tras la salida de las provincias de la expedición Real, y ante el acoso de que ésta era objeto por parte de numerosas divisiones liberales, Zaratiegui habló con Uranga sobre la conveniencia de organizar una nueva expedición que atrajese a parte de las tropas que la perseguía, ofreciéndose voluntario para tal misión. Nombrado comandante general de ambas Castillas Zaratiegui salió del Norte al frente de una columna de cuatro mil infantes y doscientos sesenta jinetes, derrotando en Zambrana a la división auxiliar portuguesa, que trató de oponerse a su salida. El 4 de agosto tomaba al asalto la ciudad de Segovia, asalto en el que contó con la complicidad de sus habitantes, y antes del cuál fue necesario que las autoridades cristinas quitasen las armas a la mitad de la milicia nacional “para evitar que hiciesen mal uso de ellas”, buen prueba del espíritu que imperaba en la misma. Acto seguido se dirigió sobre Madrid, presentando batalla en Torrelodones el día 12. Conseguido su designio de atraer sobre sí el mayor número de tropas isabelinas posible, a lo que debió la expedición Real no ser aniquilada por Espartero, Zaratiegui abandonó Segovia, donde había hecho batir moneda con la efigie de don Carlos, y se replegó hacia en Norte de Castilla. Tras una acción indecisa con Méndez Vigo en Nebreda pudo campar a sus anchas, apoderándose del Burgo de Osma, Lerma, Aranda y Valladolid, donde hizo su entrada el 18 de septiembre de 1837. Parte de sus tropas habían ocupado Toro y otro de sus destacamentos se preparaba a caer sobre Palencia cuando tuvo recibió instrucciones para acudir en ayuda de la expedición Real. Antes de salir de Valladolid hubo de presentar batalla al barón de Carondelet a fin de dar tiempo a que se le incorporasen algunos destacamentos, retirándose sin apenas pérdidas. El 28 de septiembre penetró en Aranda pocas horas antes de que el general Lorenzo tratara de apoderarse de la misma, lo que hubiera cortado la retirada de la expedición Real, que llegó pocas horas más tarde. En el momento de producirse la incorporación de ambas columnas las fuerzas de Zaratiegui ascendían a más de diez mil hombres y setecientos jinetes, pues en los escasos meses que llevaba en Castilla se habían formado un batallón de voluntarios de Segovia, otro de Valladolid, tres de Guías de Burgos, el 6.º de Castilla y dos escuadrones de Caballería.

Con el refuerzo de la Expedición Real, que por aquel entonces podía disponer de unos seis mil infantes y quinientos jinetes, eran diecisiete mil los carlistas situados sobre la línea del Duero, que poco antes de la irrelevante acción de Retuerta llegaron hasta diecinueve mil, pues las fuerzas de Zaratiegui seguían engrosándose. No obstante la cifra es engañosa, pues tan sólo algo más de la mitad de estas tropas eran veteranas, estando el resto en un estado muy embrionario de instrucción. Aún así, la campaña en Castilla tal vez hubiera podido mantenerse de no ser por las rivalidades existentes entre los generales que estaban al frente de ambas expediciones, lo que unido a la fuerte deserción hacia las Provincias que experimentaba la expedición Real, y que empezaba a contagiarse a la de Zaratiegui, obligó a separar las fuerzas de ambas columnas, que no tardaron en verse aisladas por la interposición de tropas liberales, viéndose obligadas a retirarse al Norte.

Una vez allí la posición de Zaratiegui pasó a ser harto comprometida. La alocución dada por don Carlos en Arciniega para explicar las causas de su regreso no podía ser más explicita a la hora de señalarle (“si la falta de municiones o de cooperación de algún cuerpo precisó por el momento a ceder terreno”), y tanto él como su segundo, el brigadier Elío, fueron arrestados de inmediato y sometidos a la correspondiente sumaria. El 6 de junio de 1838 tuvo lugar la reunión del Consejo de Generales que debía dictar su sentencia, reunión en la que el duque de Granada de Ega, Uranga y Mazarrasa fueron partidarios de imponerle la pena de muerte, mientras que el conde del Prado, Montenegro y Gastón se mostraron partidarios de la libre absolución, no faltando posturas intermedias. De la lectura de la explicación que hizo Mazarrasa de su voto y de la acusación fiscal de Vivanco la conclusión que se saca es que la única acusación de peso en su contra consistía en haber abandonado a la expedición Real frente al enemigo, hecho sobre el que Zaratiegui dio amplias explicaciones, señalando que había venido impuesto por los movimientos de las fuerzas isabelinas. En el fondo la causa encubría las disputas internas en el seno del carlismo como puede observarse fácilmente si se lee la defensa efectuada por el coronel Madrazo, en la cual las acusaciones contra el fiscal y varios miembros del tribunal son constantes.

También podría ser cierto que detrás de estos hechos estuvieran las conversaciones que según Maroto mantuvieron Zaratiegui y Elío con el infante don Sebastián, Villarreal y otros varios para estudiar una posible transacción que pusiera fin a la guerra. Ello explicaría que mientras permanecía en prisión, supuestamente incomunicado, Zaratiegui recibiera una carta del general cristino Castañeda en que le comunicaba que había hablado con Espartero y ambos deseaban hacer cuanto fuese posible en su favor: “El modo es sencillo, sólo se reduce a que V. alzase la voz de paz y fueros, siendo de esperar que por su crédito encontraría al momento partidarios sin número... Para que V. saliese adelante con la empresa puede contar con cuantos auxilios necesite por parte del gobierno de la Reina y aun de los gabinetes de Francia e Inglaterra y también con la conservación de sus empleos y honores y los de sus subordinados que tomen parte, con más a los que se hagan acreedores y con las garantías que le asegurarán que el gobierno no menoscabará jamás los privilegios Vascongados.” Al recibir este escrito (27 de agosto de 1838) que anticipaba en un año los términos del convenio de Vergara, Zaratiegui procedió a su denuncia inmediata.

Pese a esta prueba de fidelidad Zaratiegui no salió de prisión hasta el 4 de marzo de 1839. Poco más tarde era destinado a las inmediatas órdenes de Maroto. A principios de junio Madrazo y Zaratiegui se presentaron en el alojamiento de Arizaga, que fue informado por el primero de las gestiones que había realizado en Francia para conseguir una transacción que concluyese la guerra, añadiendo que “si Don Carlos no cede, no se le hace caso.” Acto seguido ambos marcharon al cuartel general para poner a Maroto al corriente de todos los pormenores. Tres días más tarde partieron para el cuartel real, y allí permaneció Zaratiegui cuatro o cinco jornadas hasta que fue reclamado por Maroto. En el camino pasó de nuevo a ver a Arizaga, con quien tenía buena amistad, y con el que se expresó en los siguientes términos: “Si V. me promete toda reserva, le manifestaré el tratado de paz que está ajustado por mediación de una nación extranjera, y que según me ha declarado Ramírez de la Piscina, acaba él de firmar con el arzobispo de Cuba y D. Juan Bautista Erro, y que ha sido aprobado por D. Carlos.” Zaratiegui añadió que revelaría el secreto a Maroto, y después marcharía a Navarra para propagar la especie, y reanimar con ella el espíritu público. Así se efectuó, y a los dos días todos los vecinos de Durango y habitantes de las provincias hablaban de paz.” Si hasta aquí queda claramente confirmado el papel de Zaratiegui a favor de los planes de transacción, los hechos posteriores evidencian que se distanció de Maroto. Según Pirala, entre apostólicos y marotistas surgió un tercer partido, que giraba en torno a Marcó del Pont, y que recibía el nombre de ilustrado o de transacción. En él estaban el coronel Madrazo y numerosos militares que deseaban una paz en términos distintos a los que Maroto estaba dispuesto a conceder, por lo que tenían resuelto deponerle. Pero el caos ya era prácticamente absoluto en el seno de las filas carlistas, donde a principios de agosto se producía la sublevación de varios batallones navarros contra Maroto, de la que éste acusó a Zaratiegui, aunque nosotros creemos que no tenía nada que ver con la misma. Lo cierto es que al igual que otros muchos Zaratiegui, pese a ser un decidido partidario de poner fin a la guerra merced a un acuerdo, se negó a adherirse al convenio de Vergara y mandó las tropas que cubrieron la retirada de don Carlos a Francia.

En 1845 publicó su famosa obra Vida y hechos de D. Tomás de Zumalacárregui, y en 1849 regresó a España acogiéndose a la amplia amnistía dada por Isabel II. En 1850 contrajo matrimonio en Cádiz con Beatriz Zuleta y Gil de Ledesma. Durante largos años no obtuvo ningún mando, permaneciendo de cuartel. El 21 de junio de 1855, cuando se encontraba en Sevilla, se le ordenó pasara a Canarias, lo que no tuvo lugar gracias a las representaciones a su favor que hicieron los jefes de la milicia nacional de esta ciudad, uno de los cuáles, que había luchado contra él en Castilla, recordaba que “se hacía notar por un comportamiento lleno de nobleza e hidalguía hacia los pueblos y prisioneros.” El propio general Alesón, cuando informó al Gobierno progresista de que le había comunicado la orden, no dejó de hacer presente que “casado con una señora distinguida de este país, goza de bastantes proporciones, residiendo en Utrera, donde exclusivamente se ocupa del cuidado de sus hijos, y del manejos de sus intereses, siendo enteramente ajeno a la política, como he tenido motivo de saber por noticias reservadas que he procurado adquirir en más de una ocasión.”

En 20 de marzo de 1867 fue nombrado gobernador militar de Menorca, y el 28 de septiembre, capitán general de Aragón. Teniente general el 11 de abril de 1868 fue nombrado poco después director de la Guardia Civil, puesto que resignó tras la revolución de septiembre. Miembro del centro carlista constituido en Madrid en noviembre de 1870 fue designado por Carlos (VII) para dirigir el alzamiento carlista de Andalucía, comisión que no pudo desempeñar por su escasa salud, falleciendo a los pocos meses de iniciarse la nueva guerra.

 

Obras de ~: Vida y hechos de don Tomás de Zumalacárregui, Duque de la Victoria, Conde de Zumalacárregui y Capitán General del Ejército de S.M. Carlos V, Paris, Imp. de Lacour, 1845.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Expediente personal de Juan Antonio Zaratiegui.

J. M. de Arizaga, Memoria militar y política sobre la guerra de Navarra, los fusilamientos de Estella, y los principales acontecimientos que determinaron el fin de la causa de D. Carlos Isidro de Borbón, Madrid, Imprenta de D. Vicente de Lalama, 1840; C. Madrazo Escalera, Un episodio de la guerra civil en el ejército de Carlos V, París, Imprenta Adriano Moessard y Jousset, 1840; A. Pirala, Historia de la Guerra Civil y de los partidos liberal y carlista, t. II, Madrid, Felipe González Rojas, 1890, págs. 686 y ss.; O. J. Escosa San José, “Zaratiegui en Torrelodones”, en Revista de Historia Militar, 59 (1985), págs. 123150; A. Ceballos Escalera, “4 de agosto de 1837, Zaratiegui en Segovia”, en Estudios segovianos, 87 (1990), págs. 379; A. Bullón de Mendoza y Gomez de Valugera, “Las expediciones carlistas en un inédito del general Zaratiegui”, en Aportes, 33 (1997), págs. 322.

 

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

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