Alfonso de Haro, Juan. Señor de Calahorra. ?, p.m. s. xiii – c. 1292. Noble, ricohombre y merino mayor de Álava.
Primogénito de Alfonso López de Haro y de María Álvarez de Cameros, supone la segunda generación de la rama riojana del linaje de los Haro. Para facilitar la sucesión, su padre lo vincula a sus responsabilidades políticas, confirmando sus donaciones al monasterio de Santa María de Herce, en 1248 y 1261, y suscribiendo juntos dos diplomas de Santa María de Cañas en 1262; al año siguiente, Juan Alfonso figura ya al frente de Calahorra. Aun así, tras la muerte de Alfonso López en 1264, no recibe Nájera y Logroño, tenencias que sí había poseído su padre. Este repliegue (quizás motivado por las presiones del señor de Vizcaya sobre la Rioja Alta) le impulsa a ampliar sus dominios en la Rioja Baja y Soria y consolidar sus posiciones en la frontera del Ebro con Navarra y Aragón, convirtiéndose en un interlocutor ineludible en las relaciones de Castilla con estos dos reinos.
Aunque en 1269 figura como “prestamero” real de Ocón y es suscriptor habitual de los diplomas regios desde mayo de 1270, la pérdida de las tenencias altorriojanas le inspira un resentimiento contra Alfonso X; de ahí su participación en las sublevaciones de los infantes don Felipe y don Fabrique en 1270 y 1276, respectivamente. La drástica represión de este último levantamiento por parte del rey castellano le hace replantearse sus posiciones. A pesar de frustrarse sus aspiraciones al señorío de Cameros (tras la ejecución de Simón Ruiz en 1277, los nuevos titulares serán los infantes Pedro y Jaime), se convierte en uno de los más fieles vasallos del “rey sabio”, acompañándole en la firma de los acuerdos de Ágreda con Pedro III de Aragón (1281). No obstante, la prueba de fuego de su lealtad viene dada por la sublevación del infante don Sancho; entonces, Juan Alfonso de Haro cierra filas en torno a Alfonso X, combatiendo a los rebeldes.
En 1283, figura como “mentor” del infante don Jaime y ambos protagonizan acciones armadas contra don Sancho. Mientras se hallan cercados en Treviño por el señor de Vizcaya, pierden el castillo de Clavijo a manos de los logroñeses; una vez roto el asedio, a pesar de la ayuda franco-navarra, sus ataques contra Logroño y Tarazona son rechazados por Pedro III de Aragón, monarca aliado del infante rebelde.
Su férrea fidelidad a Alfonso X le indispone con el nuevo monarca, Sancho IV. Este rey no sólo se niega a nombrarle señor de Cameros, sino que, además, le retira la ciudad de Calahorra, cuyo señorío entrega a Sancho Martínez de Leiva. No obstante, la precaria posición del nuevo monarca no le permite prescindir de sus servicios; por tanto, desde julio de 1284, confirma privilegios del rey castellano y, al año siguiente, le acompaña en el socorro a la plaza de Jerez, sitiada por los granadinos. A cambio, Sancho IV reconoce sus posiciones en la frontera navarra con la devolución de Calahorra, en noviembre de ese mismo año, y su nombramiento como “merino mayor de Álava”, en 1286, “prestamero” en Nájera, Calahorra, Arnedo, Alfaro, Autol, Yanguas, Ágreda, Cervera del Río Alhama, Aguilar del Río Alhama, Berlanga [...], a partir de 1288, y señor de la cofradía de Arriaga en 1291. Después de la “tragedia de Alfaro” y durante la guerra con Jaime II de Aragón, Sancho IV precisa aún más de su apoyo. Por tanto, participa en la expedición contra Tarazona, en 1289, y en el asedio de Moya, un año más tarde; siendo también delegado regio en el tratado de Monteagudo, que pone fin a la contienda.
En virtud de esta paz, recibe la guarda de los castillos de Alfaro, Cervera de Río Alhama y Ágreda en 1292.
De este modo, se convierte en el principal vasallo del rey castellano en la frontera del Ebro frente a Navarra y Aragón. En función de este papel, se interpreta el enlace matrimonial de su primogénito con Teresa Almoravid, perteneciente a un linaje navarro favorable a la política castellana.
El descenso de las rentas señoriales a raíz de la contracción del crecimiento económico feudal, junto con la detención de la reconquista, vuelca las apetencias y la agresividad de la nobleza contra los dominios de concejos urbanos e instituciones religiosas. Así, aprovechando la guerra contra don Sancho, ocupa el castillo de Clavijo para, desde allí, saquear el alfoz de Logroño, ciudad partidaria del infante rebelde. Ya en paz, no respeta la inmunidad de los logroñeses respecto al pago del portazgo; de ahí que, en 1288, el concejo de Logroño le recuerde su obligación de no exigirles este impuesto en las localidades bajo su control.
En cuanto a los centros religiosos, entra en conflicto con ellos por la posesión de lugares y la percepción de rentas. Ante Santa María de Nájera, cede el cobro de la martiniega de Torrecilla de Cameros en 1269; tres años después, a cambio de Santurdejo, renuncia a la usurpación de la villa de Urturi. Asimismo, la martiniega de Calahorra le enfrenta con San Martín de Albelda. Especial importancia tiene su relación con Santa María de Herce, monasterio fundado por sus padres. Aunque desde 1251 se halla dentro de la encomienda regia, Juan Alfonso de Haro ejerce de hecho el patronazgo, interviniendo en su funcionamiento interno (en 1267, habla contra la abadesa en el Capítulo General del Císter) y percibiendo derechos jurisdiccionales en lugares del señorío monástico. En 1268, los abades de Monsalud de Córcoles y de Escarp, delegados del Císter, discuten sus intromisiones, pero confirman su patronazgo al reconocerle derecho de visita y obligación de defender el cenobio.
Figura casado con Constanza (o Mayor) Alfonso desde julio de 1272, matrimonio cuyo primogénito recibe también el nombre de Juan Alfonso de Haro.
Al igual que su padre hizo con él, asocia a su heredero en sus intervenciones públicas desde muy temprano: entre 1290 y 1292, padre e hijo reciben juntos pagos de Sancho IV y toman los castillos encomendados por el tratado de Monteagudo. Esta homonimia de padre e hijo ha llevado a muchos autores, como Diago Hernando y González Crespo, a considerarlos una misma persona; sin embargo, Gaibrois y Pérez Carazo diferencian entre el padre, casado con Constanza Alfonso, y el hijo, marido de Teresa Almoravid.
Más probable esta segunda opción que sitúa la defunción de Juan Alfonso de Haro hacia 1292, año en cuyo mes de enero su hijo confirma un privilegio de Sancho IV como “Johan Alfonso” y no con el nombre completo de “Johan Alfonso de Haro”, que su padre venía empleando. Un año más tarde, su primogénito percibe en solitario una soldada regia y, en 1298, al frente de Calahorra ya figura “don Johan Alfonso, so el domna Teresa Almoravit su mugier”.
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Tomás Sáenz de Haro