Ayuda

Pío del Río Hortega

Imagen
Biografía

Río Hortega, Pío del. Portillo (Valladolid), 5.V.1882 – Buenos Aires (Argentina), 1.VI.1945. Médico, histopatólogo.

Nacido en el seno de una familia acomodada, cursó sus estudios en la Facultad de Medicina de Valladolid. Buen e inquieto estudiante, fue durante la carrera alumno interno en la Cátedra de Anatomía, primero con Salvino Sierra y luego con Leonardo de la Peña y Díaz. Ya durante ese período comenzó a trabajar en la Cátedra de Histología y Anatomía Patológica que regentaba el que sería uno de sus maestros y mentores Leopoldo López García y con el que una vez acabada la carrera continuaría en su cátedra como profesor ayudante de Clases Prácticas. Como era costumbre en su época, acabada la licenciatura, fue entre 1907 y 1910 médico rural, desarrollando su trabajo en su pueblo natal, Portillo, experiencia que no le satisfizo. Ante ello se decantó definitivamente por la histología y anatomía patológica, volviendo de nuevo a la Cátedra del maestro López García, del cual no se había desligado durante esos años, y donde había realizado su tesis doctoral. Dicha tesis, que leyó en Madrid en 1909, versó sobre Etiología y anatomía patológica de los tumores del encéfalo, un tema que le preocuparía durante toda su vida y en el que fue una autoridad reconocida a nivel mundial. Ya por entonces comenzó a trabajar simultáneamente con Leonardo de la Peña, quien le ofreció realizar estudios histopatológicos de carácter privado, lo cual aceptó con agrado pues significaban unos ingresos necesarios para él. Entre 1911 y 1913 desempeñó, con carácter interino, el cargo de profesor auxiliar de la misma asignatura en la Cátedra de López García, trabajando directamente junto a Tomás Gutiérrez Perrín al que siempre reconoció como amigo y uno de los que más le enseñó en el campo de la histología. Durante esos años se planteó firmemente hacer carrera universitaria, llegando incluso a firmar oposiciones a profesor auxiliar aunque finalmente renunció para dedicarse a su auténtica vocación: la investigación histopatológica.

Sin embargo, Río Hortega se planteaba miras más altas desde el punto de vista científico y sabía que el centro máximo histológico mundial estaba en Madrid, donde trabajaba Cajal y toda su escuela. Trabajar con Cajal o cerca de él era una ambición que muchos histólogos tenían por entonces. Cajal, Premio Nóbel por sus estudios sobre la estructura del sistema nervioso, era un estímulo al que no pudo resistir al igual que otros muchos médicos de su época. Ya en Madrid, acudió al Laboratorio de Nicolás Achúcarro con una carta de recomendación de su maestro Leopoldo López García, lo que le abrió las puertas en dicho laboratorio. Tras un breve tiempo en él, lo abandonó momentáneamente ya que fue nombrado Jefe de Sección en el Instituto del Cáncer de Madrid, materia, por otra parte, por la siempre había mostrado un gran interés. Tras pocos meses en dicho Instituto, en 1913 la Junta de Ampliación de Estudios le pensionó para trabajar en temas cancerológicos en París, haciéndolo con Marcel Prenant, Maurice Letulle; en Londres en el Imperial Cancer Research Foundation con John Murray, y en el Middlex Hospital con Lazarus Barlow.

De vuelta a Madrid en 1915, se integró, esta vez ya de forma definitiva, en el Laboratorio de Histología Normal y Patológica que dirigía Nicolás Achúcarro y Lund, que sería, como siempre reconoció, su auténtico e indiscutible maestro, comenzando a partir de ese momento además una relación indirecta y profunda con Santiago Ramón y Cajal, del cual aunque nunca fue discípulo directo, sí lo fue de forma indirecta debido no sólo a la personalidad de Cajal y cuanto irradiaba, sino también debido a la gran interrelación científica y buena armonía que existía entre los laboratorios de Cajal y Achúcarro. Este período de su vida fue verdaderamente importante y tremendamente productivo ya que entre los años 1915 y 1918 llegó a publicar nada menos que veinte artículos científicos, muchos de los cuales tuvieron honda repercusión internacional en el mejor conocimiento de la estructura del sistema nervioso. Durante esos años se volcó completamente en el estudio histológico del sistema nervioso abandonando temporalmente su otra línea de trabajo como eran sus anatomopatológicos en el campo de los tumores cerebrales. Tal era su capacidad, conocimientos, seriedad y dedicación al trabajo que cuando fallece su maestro Nicolás Achúcarro fue designado jefe de dicho laboratorio. Uno de sus mayores objetivos durante esos años fue el aprendizaje en profundidad de las diversas técnicas neurohistológicas y sus modalidades de la impregnación argéntica con las que tanto éxito había tenido toda la escuela de Achúcarro y Cajal. Al lado de Achúcarro conoció todos los secretos de su método tanino-argéntico profundizando en diversas variantes de tinción para conseguir sus objetivos, destacando fundamentalmente sus cuatro variantes, una para teñir los haces de colágeno, otra para la reticulita, otra para el centrosoma y una última para la neuroglía protoplasmática y fibrosa.

Los trabajos y aportaciones que realizó Pío del Río Hortega a lo largo de su dedicación a la investigación histopatológica fueron, sin duda, de gran importancia y trascendencia. Como su maestro, dedicó un tiempo de su vida al perfeccionamiento de las diversas técnicas de tinción, ideando en 1919 diversas variantes y entre ellas la del carbonato de plata amoniacal. Esta técnica, que tanto prestigio le dio y que le permitió hacer sus principales descubrimientos, se basaba en una primera fijación del tejido a estudiar en formol al 10 por ciento, formol bromuro durante no menos de veinticuatro horas. Tras ello se realizaban los cortes por congelación, posteriormente se sometían los mismos a lavado con agua destilada y a continuación se hacía la impregnación con carbonato de plata. Para ello se realizaba una solución que estaba compuesta por cinco centímetros cúbicos de nitrato de plata al 10 por ciento y quince centímetros cúbicos de carbonato de sosa al 5 por ciento, con amoniaco en cantidad suficiente para disolver el precipitado que se formaba. En este momento se aplicaba la solución de Bielschowsky, y posteriormente se procedía nuevamente al lavado con agua destilada, se reducía con formol al 1-10 por ciento, se viraba la coloración mediante cloruro de oro al 1 por 500 primero unos minutos en frío y luego a 40 grados hasta adquirir una coloración púrpura oscuro, y por último se procedía a la fijación mediante hiposultifo sódico del 5 al 15 por ciento. La técnica se completa con el lavado, deshidratación y montaje. Esta técnica le permitió observar a Río Hortega estructuras del sistema nervioso que habían permanecido ocultas hasta entonces.

A partir de esos momentos, y con esa técnica perfectamente montada, se metió de lleno en el estudio de la neuroglía siguiendo los trabajos de Achúcarro. Hasta ese momento se conocían tan sólo dos variedades de neuroglía y un llamado por Cajal tercer elemento o células apolares por otros autores, que había sido mal estudiado fundamentalmente por razones de falta de un método bueno de tinción. Río Hortega trabajó sobre este tercer elemento y descubrió que en él existían dos tipos distintos de células hasta entonces desconocidas, la microglía o mesoglía, que sería posteriormente conocida como célula de Hortega, y la oligodendroglía o glía interfascicular. En su primera aportación descubre con su nuevo método de tinción unas células alargadas, libres en la textura nerviosa en reposo o en condiciones de normalidad, pero que se movilizan en el edema y reblandecimiento cerebral, pasando a ser de carácter ameboide y granuloso al cargarse de detritus grasos por la fagocitosis, trasformándose en células desescombradotas o células en bastoncitos (ya conocidas por entonces) al elongarse deslizándose entre las células nerviosas. A esta nueva variedad de células no descritas hasta ese momento las denominó microglía. Debido a su comportamiento histiocitario-macrofágico pensó que su origen era mesenquimal, pudiendo, por tanto, denominarse mesoglía. En 1921 describió una nueva variedad de neuroglía que denominó glía con escasas radiaciones u oligodendroglía. Estas células serían una de las muchas células llamadas apolares por Cajal. Estas aportaciones suyas, que fueron sin duda trascendentes, las completó posteriormente al demostrar que las células de Schwan de los nervios periféricos son también oligodendroglía. Estudió igualmente la epífisis demostrando que los lóbulos de ésta contienen solamente neuroglía de carácter fibroso. Estos importantes trabajos de Río Hortega sobre la microglía y oligodendroglía originaron algún que otro problema científico entre su grupo y el de Ramón y Cajal, dando lugar a una importante controversia científica que tardo muchos años en dilucidarse.

Lo que ocurre durante esos años en su relación con Cajal tiene sin duda gran interés. Los importantes descubrimientos de Río Hortera de alguna forma no satisfacen al maestro, el cual no acepta dichos descubrimientos, al menos inicialmente; entabla con él una dura polémica llegando no sólo a la ruptura científica sino también a la de la amistad que tenían. En ello jugó un importante papel no sólo el sentimiento encontrado de Cajal por no haber sido él el descubridor y el que aclarara lo que en su día llamó como “tercer elemento”, sino también el enfrentamiento existente entre diversos miembros de ambas escuelas, los cuales potenciaban de alguna forma tal mala relación evitando la reconciliación. El enfrentamiento fue, sin duda, de gran envergadura y como consecuencia de ello fue expulsado por Cajal del Laboratorio que con él compartía en el edificio del Museo Arqueológico del Paseo de Atocha. Tal separación física del Laboratorio de Histología Normal y Patológica del de Investigaciones Biológicas que dirigía Río Hortega fue un episodio que caló tremendamente en los círculos científicos, siendo origen de comentarios de todo tipo entre los discípulos de Cajal y Río Hortega. Como consecuencia de ello se instaló en otro lugar, concretamente en el Laboratorio de Histología Normal y Patológica de la Junta de Ampliación de Estudios en la Residencia de Estudiantes en la calle Pinar, si bien es cierto que ello fue posible gracias al informe favorable del propio Cajal. Tal enfrentamiento fue sin duda importante y no sólo por la separación física sino además por el hecho de Río Hortega no pudo publicar sus trabajos en una revista tan leída en el mundo como Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, la cual estaba dirigida por Cajal. Durante ese período sus publicaciones vieron la luz en otras revistas como el Boletín de la Real Sociedad Española de Biología, Archivos de Neurobiología o en el Boletín de la Sociedad de Historia Natural. Como consecuencia de lo anterior, Río Hortega fundó además una nueva revista que denominó Trabajos del Laboratorio de Histopatología, la cual se publicó entre 1918 y 1934. Con el decurso de los años, y tras la aceptación universal de los descubrimientos de Río Hortega, Cajal, en cierta forma arrinconado, reconoció científicamente sus méritos y aportaciones como de primera magnitud, aunque realizó determinadas matizaciones y puntualizaciones a sus interpretaciones. Años más tarde para satisfacción de unos y disgusto de otros recondujeron una amistad que nunca debió romperse.

Aunque Río Hortega había destacado sobremanera como histólogo, dedicó mucho tiempo al estudio de los tumores cerebrales y sobre todo a los gliomas, si bien en este caso sus aportaciones no tuvieron la brillantez de sus estudios sobre la neuroglía. En 1933 presentó una ponencia en el Congreso Internacional de la Lucha contra el Cáncer celebrado en Madrid sobre la anatomía microscópica de estos tumores que se convirtió luego en monografía indispensable y de referencia. Su prestigio en este campo llegó a ser también sobresaliente, siendo requerido por todos los foros en que discutía de estos problemas. Cuando en 1936 acudió al Tercer Congreso Internacional del Cáncer en Bruselas, fue nombrado por la Unión Internacional contra el Cáncer como uno de los responsables del Atlas de diagnóstico de los tumores que iba a realizar dicha Asociación. Su labor en el campo de los tumores cerebrales quedó plasmada no sólo en sus muchos artículos publicados, sino también en un libro específico sobre ello, Anatomía microscópica de los tumores del sistema nervioso central y periférico, que fue publicado en Madrid en 1934, y muchos años más tarde (1962), cuando ya había fallecido, fue traducido y publicado en inglés por una editorial norteamericana. Cuando en 1928, José Goyanes Capdevilla se hizo cargo de la dirección del Instituto del Cáncer, fue nombrado jefe de la Sección de Investigaciones Biológicas, concretamente para trabajar en el Laboratorio de Histopatología, del Instituto Nacional del Cáncer debido a sus grandes conocimientos en este campo. Su dedicación a esta materia le llevó además a aceptar la Subdirección del Instituto del Cáncer, siendo nombrado en 1931 su director. Previamente en 1930 había fundado la revista Archivos Españoles de Oncología que editó el Instituto Nacional del Cáncer, revista en la que publicó un buen número de artículos sobre histopatología de los tumores del sistema nervioso. En 1933 organizó como director del Instituto del Cáncer el I Congreso Internacional de Cancerología que se celebró en Madrid. En esos años su prestigio e influencia le llevaron a ser nombrado, en 1933, Consejero de Sanidad.

La Guerra Civil española marcó, sin duda, el resto de su existencia. En septiembre de 1936 asistió en Bruselas al III Congreso Internacional del Cáncer, y a la vuelta, ya estallada la Guerra Civil, se quedó en París. Recibió la orden de la Junta Nacional de Defensa de trasladarse a Valencia, pero consiguió ser pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios para quedarse a trabajar un tiempo en París con Clovis Vincent sobre diversos aspectos relacionados con los tumores del sistema nervioso. Posteriormente se trasladó a Valencia donde tras poco tiempo se exilió definitivamente como consecuencia de los acontecimientos bélicos. Primero se desplazó a París, donde se reencontró con algunos de sus discípulos trabajando en el Laboratorio de Neuropatología del Servicio de Clovis Vicent y trasladándose posteriormente a Londres, donde fue nombrado director de la Sección de Neurohistología del Servicio de Neurocirugía de Hugh Cairns. En esos años comenzó a realizar diversas gestiones para poder desplazarse a algún país de lengua española. Estando en Londres recibió una invitación de Alberto Houssay para impartir un curso de Anatomía Patológica en la Facultad de Ciencias Naturales de Buenos Aires. Tras unos meses en Buenos Aires, fue a Montevideo donde impartió un ciclo de conferencias. Volvió a Argentina trabajando un tiempo en el Hospital de Santa Lucía en el Laboratorio de Histología Patológica y más tarde se incorporó al Centro de Investigaciones Histológicas recién creado por la Institución Cultural Española y que fue denominado con el nombre de Laboratorio Ramón y Cajal en reconocimiento a su obra. Aquí desarrolló Río Hortega una meritoria, silente e importante labor no sólo consolidando su escuela con los que le siguieron sino expandiéndola a toda Hispanoamérica, la cual de alguna forma llenó de discípulos en muy pocos años. Su labor en esos pocos años de exilio fue de primera magnitud no sólo por la creación de una nueva escuela partiendo de la nada sino también por su importante producción científica. En su corta estancia en Argentina fue capaz de fundar en 1940 la revista Archivos de Histología Normal y Patológica, una auténtica referencia en su especialidad en Hispanoamérica, y en la que empezó a volcar toda su producción científica y la de su grupo de colaboradores, llegando a publicar en ella entre los años 1942 y 1943 hasta quince trabajos.

Río Hortega no sólo fue un gran investigador sino que tuvo un gran interés en la enseñanza. A él le interesaba mucho la enseñanza directa con sus discípulos y colaboradores y le resultaba muy ardua la tarea de enseñar a los alumnos que estudiaban la licenciatura. Ya como director del Laboratorio convocó una serie de cursos sobre iniciación a la técnica histológica que fueron muy demandados por los que a esta especialidad se dedicaban, ya que tenían la oportunidad de conocer de cerca todas las técnicas de tinción que se desarrollaban en su laboratorio y observar las preparaciones sobre la neuroglía. Enseñar con el microscopio junto a él le fascinaba. Sin embargo nunca llegó a ser catedrático en España. La razón de ello no hay que buscarla en su desencuentro de muchos años con Cajal sino en su propia decisión. Su experiencia en Valladolid como profesor auxiliar interino no fue buena y en realidad le puso de manifiesto sus deficiencias para la docencia. Persona muy reservada y de gran timidez, sentía, como él mismo decía, un enorme peso en las clases que no podía superar (“tuve aversión a la cátedra, que era para mi temperamento apocado un verdadero suplicio. El laboratorio me encantaba, pero era odioso que tuviera que arrastrar el lastre de la enseñanza teórica”). Aunque llegó a firmar alguna oposición y encontrar en Cajal un generoso apoyo, a pesar de sus malas relaciones, nunca llegó a realizarlas. Tuvo que esperar al exilio para ser catedrático, ya que en 1943 la Universidad de La Plata (Argentina) le nombró profesor extraordinario de Embriología e Histología Normal. Sin embargo y a pesar de lo mucho que le costaba dictar lecciones y conferencias, lo hizo en infinidad de foros. Dictó cursos y conferencias en diversos lugares como París, Múnich y Moscú, así como en diversos países hispanoamericanos.

Río Hortega creó una de las escuelas españolas más importantes y productivas desde el punto de vista investigador y docente tanto en el campo de la histología como de la anatomía patológica. Muchos de sus discípulos fueron destacadas personalidades en su campo científico así como catedráticos de la Universidad, aspecto que siempre fomentó entre ellos de forma importante a pesar de estar desligado personalmente de la Universidad. Entre ellos cabe destacar a Juan Manuel Ortiz Picón, Enrique Vázquez López, Isaac Costero Tudanca, Wilder Penfield, Julio García Sánchez-Lucas, Antonio Llombart Rodríguez, Manuel Pérez Lista, José María Aldama, Felipe Jiménez Asúa y Román Alberca, todos ellos formados en España. Durante su exilio en Buenos Aires, aunque corto, fue suficiente para conseguir nuevos discípulos que destacaron hondamente y entre ellos Moisés Polak, Rogelio Pardiñas, David Clemente y León Zimerman. La producción científica de Río Hortega a lo largo de su vida fue realmente impresionante. Publicó un total de ciento dieciocho trabajos, todos con su esfuerzo personal y sólo unos pocos fueros publicados en colaboración. Su momento de máximo esplendor coincidió con su salida del Laboratorio de Cajal, años en que publicó sus descubrimientos y aportaciones más importantes trabajando ya en su Laboratorio de la Residencia de Estudiantes en Madrid. Sin embargo, y por encima del asombroso número de publicaciones escrito personalmente por él, destaca la importancia de sus contribuciones, principalmente las referidas a la neuroglía y oligodendroglía.

Río Hortega quiso ser académico de número de la Academia Nacional de Medicina a la muerte de Cajal. Sin embargo fue elegido para ocupar dicha vacante José María Villaverde y Larraz, antiguo discípulo suyo en Valladolid, histólogo de un perfil y producción científica en modo alguno similar al de Cajal, sillón que iba a ocupar, o Río Hortega el otro candidato. Curiosamente Villaverde nunca llegó a ocupar dicho sillón, pues falleció antes de hacerlo. Realmente la razón íntima del resultado de tal votación hay que buscarla en dos hechos. Uno de corte político debido a su reconocida inclinación republicana y su amistad con Alejandro Lerroux, el cual le había ofrecido a Río Hortega la cartera de Instrucción Pública, y otro que la candidatura de Villaverde era apoyada por Francisco Tello, el cual por otra parte había jugado un papel no secundario en el enfrentamiento de Cajal con él. La trascendencia social, política y científica de tal resultado en la votación tuvo gran repercusión, sobre todo como consecuencia de los escritos que hizo en diferentes publicaciones y periódicos Gonzalo Rodríguez Lafora, denunciando tales hechos, impropios, como señalaba, de una Academia científica y seria que aspira a seguir siéndolo.

Como compensación a este tipo de frustraciones, tuvo satisfacciones no al alcance de cualquiera. El prestigio y el reconocimiento científico universal a sus descubrimientos y aportaciones tuvieron tal trascendencia que fue propuesto para el Premio Nóbel en tres ocasiones. Una en 1924 a instancias de la Facultad de Medicina de Budapest y de la Sociedad de Anatomía Patológica de Buenos Aires, una segunda en 1929 por Misael Bañuelos, catedrático de Patología y Clínica Médicas de la Universidad de Valladolid, y una última, en 1937, a instancias del propio Instituto Karolinska de Estocolmo que pidió al Gobierno español que solicitara el Premio Nóbel para Río Hortega. Esta propuesta la realizó su discípulo Luis Urtubey y Rebollo, entonces catedrático de Histología de la Facultad de Medicina de Valencia.

Entre la multitud de distinciones y honores que recibió a lo largo de su vida cabe destacar su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Yale en 1912, por la Universidad de Montevideo en 1925, por la Universidad de Oxford en 1937, por la Universidad de París en 1939 y por la Universidad de la Plata en 1941. En 1922 fue nombrado académico de honor de la Academia de Medicina de Lima, en 1925 miembro de honor de la Sociedad Argentina de Biología y académico de honor de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. Ese mismo año fue además elegido vicepresidente de la Real Sociedad de Historia Natural y en 1926 elegido su presidente. Fue también redactor-jefe de la Revista Española de Biología.

 

Obras de ~: “Contribution a l’etude de l’histophatologie de la neuroglie Ses variations dans le remollissement cerebral”, en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, 14 (1916), págs. 189-223; “Contribución al conocimiento de las epiteliofibrillas”, en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, 15 (1917), págs. 201-300; “Noticia de un nuevo y fácil método para la coloración de la neuroglía y el tejido conjuntivo”, en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, 15 (1918), págs. 367-378; “Sobre la verdadera significación de las células neuróglicas llamadas amiboides”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 7 (1919), págs. 229-243; “El tercer elemento de los centros nerviosos. Poder fagocitario y movilidad de la microglía”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 8 (1919), págs. 154-165; “Coloración rápida de tejidos normales y patológicos con el carbonato de plata amoniacal”, en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, 17 (1919), págs. 229-235; “La microglía y su trasformación en células de bastoncillo y cuerpos gránulos-adiposos”, en Archivos de Neurobiología, 1 (1920), págs. 171-415; “Estudios sobre la neuroglía. La glía de escasas radiaciones (oligodendroglía)”, en Archivos de Neurobiología, 2 (1921), págs. 16-43; “Constitución histológica de la glándula pineal”, en Trabajos del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, 21 (1923), págs. 95-140; “Lo que debe entenderse por ‘tercer elemento’ de los centros nerviosos”, en Boletín de la Sociedad Española de Biología, 9 (1924), págs. 33-35; “Papel de la microglía en la formación de los cuerpos amiláceos del tejido nervioso”, en Sociedad Española de Biología, 25 (1924), págs. 127-141; “Manera sencilla de teñir epiteliofibrillas y ciertos retículos protoplasmáticos de difícil demostración”, en Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural, 26 (1926), págs. 107-113; “Fundamentos y reglas de una técnica de impregnación férrica aplicable especialmente al sistema retículo-endotelial”, en Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural, 27 (1927), págs. 372-383; “Tercera aportación al conocimiento morfológico e interpretación funcional de la oligodendroglía”, en Memoria de la Real Sociedad de Historia Natural, 14 (1928), págs. 1-122; “Concept histogénique, morphologique, physiologyque et phisiophatologique de la microglie”, en Revista de Neurología, 30 (1930), págs. 956-1030; “Anatomía microscópica de los tumores del sistema nervioso central y periférico”, Ponencia al Congreso Internacional. Lucha Científica y Asociación contra el Cáncer. Octubre, Madrid, 1933, págs. 5-315; “Arte y artificio de la ciencia neurológica”, en Residencia, IV (1933), págs. 191-207; “The microglie”, en Lancet, 6036 (1939), págs. 1023-1026; “Estudios sobre la neuroglía periférica”, en Revista de la Sociedad Argentina de Biología, 18 (1941), págs. 512-520; “Contribución al conocimiento citológico de los tumores del nervio y quiasma óptico”, en Archivos de Histología Normal y Patológica, 2 (1943), págs. 267-306; “Aplicación de la técnica del carbonato argéntico al estudio de la neuroglía fibrosa en la gliosis”, en La Semana Médica. Número del Cincuentenario (1944), págs. 613-617; El maestro y yo, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1986.

 

Bibl.: P. Masson, “L’oeuvre scientifique de Pío del Río-Hortega”, en Journal de L’Hotel Dieu, 6 (1945), págs. 405-416; W. Buño, “Don Pío del Río Hortega; bosquejo parcial de su obra”, en Revista Neuropsiquiátrica, 8 (1945), págs. 262- 387; M. Polak, “Pío del Río Hortega, 1882-1945”, en Archivos de Histología Normal y Patológica, 3 (1947), págs. 377- 421; R. Vara López, “Recuerdo Homenaje a Río-Hortega”, en Revista Española de Oncología, 12 (1965), págs. 42-48; I. Costero, “Río-Hortega, maestro”, en Revista Española de Oncología, 12 (1965), págs. 26-30; J. M. Ortiz Picón, “La obra neurohistológica del doctor Pío del Río Hortega”, en Archivos de Neurobiología, 34 (1971), págs. 39-70; “Algo que ya es historia: Disidencia entre Cajal y Río-Hortega a propósito del ‘tercer elemento’ de los Centros Nerviosos”, en Morfología Normal y Patológica, Sec. A, 7 (1983), págs. 231-238; VV. AA., “Río, Pío del”, en Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. II, Barcelona, Ediciones Península, 1983, págs. 231-233; P. Río Hortega, El maestro y yo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1986; J. M. López Piñero, Pío del Río Hortega, Madrid, Biblioteca de la Ciencia Española, 1990; C. Aguirre Viani y J. J. Jiménez Carmena, Pío del Río-Hortega, Colección Villamar, 11, Junta Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo, 1991; R. González Santander, “Pío del Río-Hortega (1882- 1945)”, en La Escuela Histológica Española. IV. Expansión y repercusión internacional. Cajal, Río Hortega y sus discípulos, Universidad de Alcalá de Henares, 2000, págs. 247-364.

 

Manuel Díaz-Rubio García

Personajes similares