García de Paredes Pallasa, Buenaventura. Castañeda de Valdés (Asturias), 19.IV.1866 – Madrid, 12.VIII.1936. Dominico (OP), provincial de la provincia de Nuestra Señora del Rosario, maestro general de la Orden de Santo Domingo, mártir y beato.
Sus padres, Serapio García de Paredes y María Pallasa, bautizaron al niño el mismo día de su nacimiento en la parroquia de su pueblo natal. En su mismo pueblo hizo sus primeros estudios y estudió Latín bajo la dirección del sacerdote Antonio Francisco.
Después ingresó en el colegio dominicano de Corias (Asturias), pero a los dos años, como consecuencia de una enfermedad, tuvo que abandonar el colegio y volver a casa. Recuperado de la enfermedad, optó por continuar sus estudios en la Escuela Apostólica de la provincia dominicana de Nuestra Señora del Rosario adosada al convento de Santo Domingo de Ocaña (Toledo), donde, terminados los cursos de Humanidades, ingresó en la Orden Dominicana el 30 de agosto de 1883 y el 31 de agosto de 1884 emitió sus votos simples. Realizó los tres cursos institucionales de Filosofía en Ocaña y, al finalizarlos, pasó al convento de Santo Tomás de Ávila, donde hizo su profesión solemne el 18 de septiembre de 1887. Cumplido el tercer año de Teología, fue enviado a la Universidad de Salamanca para hacer la carrera de Derecho Civil, que luego continuó, junto con la de Filosofía y Letras, en las Universidades de Valencia y Madrid. Reanudados los estudios teológicos, fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1891 por Juan Herrero, obispo de Ávila. Obtuvo el doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Madrid en 1897, y, al año siguiente, el grado de doctor en Jurisprudencia. Fue destinado a Filipinas, donde, después de haber conseguido el título de lector en Teología que exigía la Orden para la enseñanza, le fue encomendada la cátedra de Derecho Político y Administrativo en la Universidad de Santo Tomás de Manila, cargo que ejerció con gran estima de discípulos y colegas docentes. Al mismo tiempo, fue director del diario católico Libertas que editaba la Universidad en el cual publicó muchos artículos eruditos en defensa de la Iglesia.
En 1901, habiendo sido elegido prior del convento de Santo Tomás de Ávila, regresó a España. Al concluir su mandato, le fue confiado el rectorado del colegio de Santa María de Nieva (Segovia), a cuya fundación él había contribuido de una manera especial. En 1910 fue elegido prior del convento de Santo Domingo de Ocaña, y, como prior, en ese mismo año asistió al Capítulo Provincial que se celebraba en Manila, en el cual fue elegido prior provincial de la provincia del Rosario, que en aquel entonces era la provincia más numerosa y extensa de la Orden Dominicana. Los siete años que duró su fecundo gobierno señalaron un período de notable actividad y aumento en obras de apostolado. El siervo de Dios recorrió varias veces los extensos campos misionales del Oriente, acudió oportunamente a las necesidades de los misioneros y erigió centros de enseñanza y de caridad. Fundó un colegio en Foochow (China), otro en Taipei (Taiwán), una casa-sanatorio en Tam-duo (Vietnam) y una escuela apostólica en La Mejorada (España). Abrió una Casa de Estudios Teológicos en Rosaryville (Estados Unidos) y un colegio en Baguio (Filipinas); adquirió los terrenos en los que un día sería edificada la moderna Universidad de Santo Tomás de Manila. Dirigió varias cartas circulares a sus súbditos llenas de sabias orientaciones para la vida comunitaria y apostólica, y, movido de celo por las misiones, fundó la revista Misiones Dominicanas para dar a conocer en España la actividad misional de la provincia; además, cedió bienes o campos de la provincia del Rosario a otras provincias de la misma Orden, a saber, dos prefecturas en Vietnam a la provincia de Lyon; las misiones de Tingchow en China a la provincia Teutónica; y la Casa de Valencia en España para la restauración de la provincia de Aragón.
En el Capítulo Provincial celebrado en Manila en 1914, un decreto de la Sagrada Congregación para los Religiosos extendió el mandato del padre Paredes indefinidamente ad nutum Sanctae Sedis, privando a los vocales del derecho a votación. Esta medida sin precedentes fue recibida con hondo disgusto por un sector de la asamblea y dio origen a un estado de inquietud y desavenencias entre los súbditos que causaron muchos disgustos al padre Buenaventura. Bajo su provincialato se celebró con gran solemnidad en la provincia del Rosario el séptimo centenario de la aprobación pontificia de la Orden Dominicana. Cesado en su segundo mandato como prior provincial en 1917, fue nombrado superior de la nueva casa del Rosario en Madrid, dedicándose al apostolado y a la dirección de almas durante nueve años. En 1926, el Capítulo General de la Orden celebrado en Ocaña (Toledo) eligió al siervo de Dios como maestro general.
Habiendo recibido la noticia serenamente, pero abrumado por el sentido de responsabilidad, suplicó humilde y vivamente a los electores que le eximiesen del oficio. Mas viendo la insistencia de los capitulares, aceptó el cargo en espíritu de obediencia. Durante dos años y medio al frente de la Orden, el siervo de Dios realizó una labor muy laudable visitando las diversas provincias, instituyendo comisiones para el estudio de los diversos asuntos y problemas. Adquirió para el colegio Angelicum de Roma los locales del convento de “SS. Domenico e Sixto”, más amplios y adecuados que los que tenía la institución en la calle San Vitale. Su salud se resintió en el invierno de 1928 y, junto con algunas diferencias de apreciación con la Santa Sede con respecto a algunos problemas con los dominicos obreros franceses, creyó que ello sería obstáculo para ser un buen padre de la Orden.
De este modo, y considerándose incapaz para llevarla a su mayor gloria, pensó que era mejor dimitir de su cargo que causar el más mínimo daño a la Orden. La Santa Sede admitió su renuncia atendiendo a las razones que alegaba.
Se retiró al apartado y silencioso convento de Ocaña, porque —como él mismo escribía— “en él hice mi noviciado, y además es un verdadero santuario de la Provincia, pues aquí se formaron nuestros mártires de Tonkin”. Allí ocupó sus últimos años en el ministerio pastoral, la dirección de las almas y la solución de casos morales y jurídicos que frecuentemente le presentaban. A mediados de julio de 1936, habiendo viajado a Madrid, la revolución y la Guerra Civil le sorprendieron en el convento del Rosario de Madrid. Se vio obligado a refugiarse en varios lugares hasta que el 11 de agosto fue hecho prisionero por los milicianos comunistas. Al día siguiente, 12 de agosto, fue martirizado y asesinado por miembros de una checa en Fuencarral, Madrid. Tras un lento proceso, donde se comprobó la persecución desatada contra los religiosos, el 28 de octubre de 2007 fue beatificado en Roma. En la misma causa fueron beatificados otros compañeros suyos: José López Tascón —Aviados (León), 3.III.1896- Madrid, 25.VII.1936—; Inocencio García Díez —Alar del Rey (Palencia), 28.XII.1875-Madrid, 13.VIII.1936—; Reginaldo Hernández Ramírez —Jalisco (México), 7.I.1909-Madrid, 13.VIII.1936—; Vicente Álvarez Cienfuegos —Villamejín-San Martín (Asturias), 29.IV.1863-Madrid, 25.VIII.1936—; Leoncio Arce Urrutia —Villarreal de Álava (Álava), 12.I.1899-Madrid, 10.IX.1936—; Cipriano Alguacil Torredenaida —Ajofrín (Toledo), 12.X.1884-Barajas (Madrid), 15.X.1936—; José Santoja Pinsach —Olot (Gerona), 1.IV.1879-Madrid, 15.VIII.1936—; Nicasio Romo Rubio —Castillejo del Romeral (Cuenca), 14.XII.1891-Madrid, 30.VIII.1936—; Jesús Villaverde Andrés —San Miguel de Dueñas (León), 4.X.1877-Madrid, 16.X.1936—.
Obras de ~: Voluntas libera tanto erit liberior quanto sanior, memoria premiada con accésit en el XV centenario de la Conversión de San Agustín, El Escorial, 1887, págs. 22-92; Discurso leído en honor del Doctor Angélico, Valencia, 1896; Las libertades públicas de la Pseudo-Reforma y la libertad de conciencia (serie de artículos), en Libertas (Manila) (1900); El Katipunan (serie de nueve artículos), en Libertas (1900-1901); Defensa del P. Nozaleda, en Santo Rosario (Manila) (1904); “El pontificado de León XII”, en P. F. Rivas, Curso de Historia Eclesiástica, Madrid, G. López del Horno, 1905 (3.ª ed.); Panegírico de Santo Tomás de Aquino, predicado en la iglesia parroquial de San José de Madrid, 11 de marzo de 1906 (Ávila, 1906); Circulares a la Orden de Predicadores, en Analecta Ordinis Praedicatorum (1927-1928).
Bibl.: M. S. Gillet (OP), “Litterae Rev.mi P. Mag. Gen. De morte rev.mi P. Fr. Bonaventurae G. de Paredes”, en Acta Capituli Provincialis Provinciae Smi. Rosarii Philippinarum, Manila, 1939, págs. 169-182; L. Getino (OP), Mártires dominicos de la Cruzada Española, Madrid, 1959, págs. 93-103; E. Bazaco (OP), Causa de Beatificación y canonización de los Siervos de Dios de la Orden de Predicadores y Marianistas: 1936. Artículos sobre el Revmo. P. Buenaventura García de Paredes, Madrid, Convento del Rosario, 1960, págs. 1-20; M. G. Pola, “García de Paredes, Buenaventura”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 976; H. Ocio, G. Arnáiz y E. Neira, Misioneros Dominicos en el Extremo Oriente, 1836-1940, vol. II, Manila, Life Today Editions, 2000, págs. 313-315.
Maximiliano Rebollo, OP